martes, 14 de septiembre de 2021

Pequeñas Semillitas 4789

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 16 - Número 4789 ~ Martes 14 de Setiembre de 2021.
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Todo lo que tenemos es "este preciso instante".
Hacemos planes para el futuro y evocamos los recuerdos del pasado, pero en realidad todos debemos actuar en el presente y lidiar con él. No podemos detener su marcha ni acelerar el próximo momento.
Participamos, al igual que todo el mundo, en el aburrido, monótono, deslumbrante y totalmente impredecible instante actual.
Y si tenemos un momento que sea "nuestro", es ahora mismo.  Debe serlo, pues no hay ningún otro.  Quizá en el pasado hubo momentos que fueron especiales para nosotros; quizá el futuro nos depare instantes preciosos.  Pero el único tiempo verdaderamente "nuestro” es éste, el que transcurre ahora mismo. Y somos nosotros quienes debemos decidir qué hacemos con él.
 
¡Buenos días María!
¡Qué importante es que estemos siempre cercanos a María!
Cuentan que un ermitaño que vivió a fines del siglo diecisiete en el norte de Francia se vio muchas veces abrumado por las tentaciones. El demonio le dijo: “Los tormentos que te estoy causando no son nada en comparación con lo que me haces sufrir. Júrame el secreto y te diré lo que no debes hacer para que te deje en paz.”
El ermitaño estuvo de acuerdo, y Satanás le dijo entonces: “¡Quiero que no mires más la imagen que tienes en tu celda!” Era la imagen de la Virgen María ante quien el Solitario rezaba... ¡Desde entonces, el ermitaño continuó con gran fervor, rezando a María al pie de su imagen.
El demonio, desalentado, lo abandonó.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Núm 21,4b-9
 
Salmo: Sal 78 (77) 1-2.34-35.36-37.38
 
Segunda Lectura: Flp 2,6-11
 
SANTO EVANGELIO: Jn 3,13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo (...), en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida! No estamos locos los cristianos cuando en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor.
«Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle» (Liturgia del Viernes Santo). Si conseguimos superar el escándalo y la locura de Cristo crucificado, no hay más que adorarlo y agradecerle su Don. Y buscar decididamente la Santa Cruz en nuestra vida, para llenarnos de la certeza de que, «por Él, con Él y en Él», nuestra donación será transformada, en manos del Padre, por el Espíritu Santo, en vida eterna: «Derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados».
* Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
 
Santoral Católico:
La Exaltación de la Santa Cruz
Fiesta
Para la Iglesia es una fiesta del Señor, en la que celebramos el misterio de la cruz, la obra realizada por Cristo en ella. La imagen predominante es la de Jesús elevado en la cruz, que marca profundamente la vida y espiritualidad de los cristianos. Según la tradición, hoy es el aniversario del hallazgo de la santa Cruz (14 de septiembre del 320, por Santa Elena, madre del emperador Constantino) y de la dedicación de la basílica constantiniana levantada en el mismo lugar de la crucifixión del Señor. Cada año se celebraban en Jerusalén solemnes ceremonias que culminaban con la elevación del sagrado leño para que lo contemplase y adorase la multitud de fieles que se congregaba. En mayo del 614, Cosroas, rey de los persas, saqueó Jerusalén y se llevó la cruz a su país. Pero el emperador Heraclio derrotó a los persas, recuperó la cruz y la entregó solemnemente al patriarca de Jerusalén el 3 de mayo del 630. Esta recuperación llenó de entusiasmo a la Iglesia y particularmente a los latinos, que no tardaron en celebrar la fiesta de la santa Cruz en esta última fecha.
Oración: Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
* Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
 
Pensamiento del día
“Para llegar a Dios, Cristo es el camino;
pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz
hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra.”
(San Josemaría Escrivá)
 
Tema del día:
No soy digno
San Lucas relata que Jesús se subió un día a la barca de Pedro para predicar desde allí a la multitud y, al terminar, pidió a Pedro que llevara la barca mar adentro (es el Duc in altum!, ¡mar adentro!, que nos ha repetido Juan Pablo II como consigna para el tercer Milenio cristiano) y echara las redes para pescar. Pedro le respondió que habían estado toda la noche bregando y no habían pescado nada, pero añadió: "sin embargo porque tú lo dices echaré la red". Así lo hizo y quedó atónito, impresionado, al ver que casi no podían sacar la red del agua de tantos peces como habían conseguido. Entonces se echó de rodillas a los pies de Jesús, con la cabeza inclinada hasta el suelo, y le dijo: "apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5, 1-11).
 
Al ver el prodigio que había hecho Jesús contando con su obediencia, Pedro se asustó, porque se consideraba indigno de servir de instrumento a tales milagros. Pero Jesús le dijo: "no temas. Desde ahora serán hombres lo que tendrás que pescar". No sólo no considera que la indignidad de Pedro sea un obstáculo, sino que se apoya en su humildad para hacerle capaz de atraer a Dios a una muchedumbre incontable de hombres y mujeres, como sucedió ya durante su vida.
 
Por supuesto que somos indignos de que Dios nos elija para servirse de nosotros como instrumentos: sería grotesco que no nos diéramos cuenta. Pero ya hemos dicho que Dios no nos llama por nuestros méritos (Pedro, con toda su experiencia y su dominio del oficio, había estado toda la noche faenando en vano), sino porque quiere; por eso basta que reconozcamos nuestra indignidad y le hagamos caso, fiándonos de Él, para dar con nuestra vida obediente un fruto maravilloso.
 
Me parece muy lúcida esta manera de explicar cómo la indignidad y la humildad de los santos hacen que Dios se luzca en los frutos: "Un santo es un avaricioso que va llenándose de Dios, a fuerza de vaciarse de sí. Un santo es un pobre que hace su fortuna desvalijando las arcas de Dios. Un santo es un débil que se amuralla en Dios y en Él construye su fortaleza. Un santo es un imbécil del mundo -stulta mundi- que se ilustra y se doctora con la sabiduría de Dios. Un santo es un rebelde que a sí mismo se amarra con las cadenas de la libertad de Dios. Un santo es un miserable que lava su inmundicia en la misericordia de Dios. Un santo es un paria de la tierra que planta en Dios su casa, su ciudad y su patria. Un santo es un cobarde que se hace gallardo y valiente, escudado en el poder de Dios. Un santo es un pusilánime que se dilata y se acrece con la magnificencia de Dios. Un santo es un ambicioso de tal envergadura que sólo se satisface poseyendo cada vez más y más ración de Dios... Un santo es un hombre que todo lo toma de Dios: un ladrón que le roba a Dios hasta el Amor con que poder amarle. Y Dios se deja saquear por sus santos. Ése es el gozo de Dios. Y ése, el secreto negocio de los santos" (P. Urbano, El hombre de Villa Tevere).
 
Ya se ve que lo decisivo aquí es el amor impresionante de Dios por el hombre, que nos da motivos para esperarlo todo de Él. El quid de la santidad es una cuestión de fe, de confianza: lo que el hombre esté dispuesto a dejar que Dios haga en él. No es tanto el "yo hago", "yo lo haré", como el "hágase en mí" de aquella muchacha desconocida de Nazaret a la que Dios comunicó que la había elegido para ser Madre de su Hijo.
 
Las realidades grandes empiezan con humildad: "No te elegí porque seas grande, por el contrario eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido porque te amo" dice el Señor al Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Ciertamente, Dios no nos elige por nuestra grandeza; al contrario, la grandeza de Dios entra en nuestra vida cuando nos abrimos humildemente a sus planes amorosos, como nos enseña la Virgen María, que después de haber concebido en su seno purísimo al Hijo de Dios, canta, llena de humilde alborozo: "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Desde ahora me llamarán bendita todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí" (Lc 1, 46-49).
* Autor: Juan Manuel Roca | Fuente: Fluvium.com
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Algunas veces, cuando podemos ver detenidamente nuestros problemas, nos damos cuenta que usamos las herramientas equivocadas para tratar de resolverlos. Lo que necesitamos es alejarnos, desapegarnos. Esto puede hacernos ver un contexto totalmente nuevo en el que encaja nuestro problema, y en el que quizás ni siquiera exista un problema.
Es difícil lograr el desapego si estamos profundamente enganchados en una situación. Cuando nos transmitimos mensajes drásticos como "¡Ahora o nunca!", nos damos de narices directamente contra el problema. En esta posición es difícil mantener una visión equilibrada. Si nos detenemos y decimos "Si no es ahora, quizás en otra ocasión", lograremos desengancharnos y podremos recordar que la vida es más rica y variada de lo que pensábamos cuando estábamos enganchados.
El pensamiento en situaciones de crisis puede ser como un martillo que lo aplasta todo.  Esa puede ser nuestra forma de manipular el resultado de nuestra lucha. Pero si recordamos que somos sólo una pequeña parte de un diseño grande y hermoso, podremos depositar en él nuestros problemas.
 
Año de San José
San José, hombre justo y modelo de virtudes,
es el Patrono Universal de la santa Iglesia,
y por lo tanto de todos nosotros.
Es el santo que tuvo en la tierra
la misión más grande y noble:
proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.
 
Setiembre 14
Glorioso san José, concédenos meditar sin cesar en las realidades espirituales para que en nuestras obras y palabras busquemos siempre y únicamente lo que sea de tu agrado. Amén.
(P. Florentín Brusa, cmf)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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AMDG

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