martes, 17 de diciembre de 2019

Pequeñas Semillitas 4195

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 4195 ~ Martes 17 de Diciembre de 2019
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Querido Dios: Vas a venir a nuestra casa, vas venir a embarrarte... simplemente... como un niño, como uno de tantos en una de tantas familias.
Hazte carne si quieres, pero deseo que tu familia no sangre dolor, deseo que tu familia te deje nacer, que no te ignore y te ayude a crecer, que no grite te odio y en ella no oigas “no quiero volverte a ver”.
Acampa sin miedo, que aquí te esperan familias rotas, familias pobres, familias tristes, familias hundidas, familias sin Ti... Familias que quieren ser una de tantas, una de tantas familias de amor que, mientras te esperan, te gritan: ¡Ven pronto, Señor! Amén.

¡Buenos días!
¡Siempre adelante!
En la Biblia hay pensamientos capaces de levantar el ánimo por más golpeado que estés. En Isaías (43, 4) el Señor te dice: “Tú eres de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso y yo te amo. No tengas miedo, yo estoy contigo”. Aunque esté baja tu autoestima, esta declaración de Dios tiene una poderosa eficacia para ponerte de pie.

Vuelve a empezar cada mañana, desde donde ayer te quedaste, y adelante, siempre adelante. Levántate en cada caída, sonríe en cada triunfo, enjuga cada lágrima en las derrotas, pero siempre vuelve a empezar, superando los obstáculos y saliendo más fuerte de los mismos. Que sepas arriesgarte en la lucha, para saborear después el placer de la victoria. Ten presente que después de la tormenta, vuelve a salir el sol... y, por muy oscura y triste que esté la noche, siempre llega el amanecer.

Cuando tu vida se encrespa con alguna tormenta, no pierdas el ánimo, porque hay dentro de ti fuerzas insospechadas. Entre todas sobresale una que debes valorar, entrenar y servirte de ella: la voluntad. El éxito comienza siempre con una voluntad decidida a permanecer firme en la lucha, ése es el gran regalo de Dios. Utilízalo con humildad.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Gn 49, 1-2. 8-10

Salmo: Sal 71, 1-4ab. 7-8. 17

Santo Evangelio: Mt 1,1-17
Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.
Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Comentario:
Hoy, en la liturgia de la misa leemos la genealogía de Jesús, y viene al pensamiento una frase que se repite en los ambientes rurales catalanes: «De Josés, burros y Juanes, los hay en todos los hogares». Por eso, para distinguirlos, se usa como motivo el nombre de las casas. Así, se habla, por ejemplo: José, el de la casa de Filomena; José, el de la casa de Soledad... De esta manera, una persona queda fácilmente identificada. El problema es que uno queda marcado por la buena o mala fama de sus antepasados. Es lo que sucede con el «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1).
San Mateo nos está diciendo que Jesús es verdadero Hombre. Dicho de otro modo, que Jesús —como todo hombre y como toda mujer que llega a este mundo— no parte de cero, sino que trae ya tras de sí toda una historia. Esto quiere decir que la Encarnación va en serio, que cuando Dios se hace hombre, lo hace con todas las consecuencias. El Hijo de Dios, al venir a este mundo, asume también un pasado familiar.
Rastreando los personajes de la lista, podemos apreciar que Jesús —por lo que se refiere a su genealogía familiar— no presenta un “expediente inmaculado”. Como escribió el Cardenal Nguyen van Thuan, «en este mundo, si un pueblo escribe su historia oficial, hablará de su grandeza... Es un caso único, admirable y espléndido encontrar un pueblo cuya historia oficial no esconde los pecados de sus antepasados». Aparecen pecados como el homicidio (David), la idolatría (Salomón) o la prostitución (Rahab). Y junto con ello hay momentos de gracia y de fidelidad a Dios, y sobre todo las figuras de José y María, «de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).
En definitiva, la genealogía de Jesús nos ayuda a contemplar el misterio que estamos próximos a celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre, que «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).
Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez (Sant Feliu de Llobregat, España)

Santoral Católico:
San Lázaro
Amigo de Jesús
Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir: "Dios es mi auxilio". El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso porque tuvo la dicha de recibir uno de los milagros más impresionantes de Jesucristo: su resurrección, después de llevar cuatro días enterrado.
Hoy comienzan las ferias privilegiadas de Adviento, que tienen la finalidad de prepararnos más intensa y directamente a la Navidad. La liturgia de estos días proclama los textos que van disponiendo más y mejor al cristiano para acoger al Hijo de Dios hecho hombre. En particular, las Vísperas tienen un singular poder sugestivo merced a las antífonas mayores, llamadas también de la «O», que junto al Magníficat de cada día pasan revista a los diversos títulos de Cristo, referentes a su naturaleza divina y humana o a su misión salvífica, y que terminan todas instándole a que venga a poner remedio a nuestra indigencia: Oh Sabiduría que brota de los labios del Altísimo, Pastor de la casa de Israel, Renuevo del tronco de Jesé, Llave de David y Cetro de la casa de Israel, Sol que naces de lo alto, Rey de las naciones, y Emmanuel, rey y legislador nuestro.-
Oración: Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María, siempre Virgen, escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Aciprensa – EWTN

Pensamiento del día
 
“En este Adviento podemos aprender de San José
a darnos cuenta que los planes de Dios
son siempre más grandes e importantes que los nuestros”

Tema del día:
La verdadera Navidad
Hoy quisiera escribir sobre Belén y tomar unas palabras de Martín Descalzo como introducción:

“Es difícil, casi imposible, escribir sobre Belén. Porque ante esta historia de un Dios que se hace niño en un portal, los incrédulos dicen que es una bella fábula; y los creyentes lo viven como si lo fuera. Frente a este comienzo de la gran locura unos se defienden con su incredulidad, otros con toneladas de azúcar. Porque de eso se trata: de defenderse. Por un lado, sucede que —como señaló Van der Meersch— «todas las cosas de Dios son vertiginosas». Por otro, ocurre que el hombre no es capaz de soportar mucha realidad. Y, ante las cosas grandes, se defiende: negándolas o empequeñeciéndolas. Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo suficientemente lejos de él para aprovechar su calorcillo y huir su quemadura. Pero ¿quién soportaría la proximidad del sol? ¿Quién podría resistir a este Dios que «sale de sus casillas» y se mete en la vida de los hombres?”.

Casi nunca nos ponemos a pensar en lo que sucedió después de que se fueron los pastores y los ángeles aquella noche de Navidad. Todo volvió a la normalidad.

Jesús, el Hijo de Dios, volvió a ser un niño casi desnudo como cualquier otro niño que nace pobre. La incertidumbre y la fe se apretujaban en el corazón de José y de María casi como dos remolinos con la misma fuerza.

Debieron haber pasado varias noches en vela tratando de dormir al niño, cubriéndolo del frío, alimentándolo y pensando qué harían después con aquella criatura; dónde vivirían, qué pasaría cuando todo el mundo se enterase que era el hijo de Dios, cómo sería su vida sabiendo que estaba con ellos el Altísimo en persona y que ellos eran una adolescente y un sencillo carpintero de un pueblo perdido de Palestina.

Y para completar, el bebé Jesús no tenía ningún rasgo de divinidad. Era un crío como todos los demás. ¿Cómo acostumbrase a la idea de que Él no era un niño cualquiera, que Él era Dios?

María y José solo podían adorar porque no entendían nada.

“¿Aquel bebé era el enviado para salvar el mundo? Dios era todopoderoso, el niño todo desvalido. El Hijo esperado era la Palabra; aquel bebé no sabía hablar. El Mesías sería “el camino”, pero éste no sabía andar. Sería la verdad omnisciente, mas esta criatura no sabía ni siquiera encontrar el seno de su madre para mamar. Iba a ser la vida; aunque se moriría si ella no lo alimentase. Era el creador del sol, pero tiritaba de frío y precisaba del aliento de un buey y una mula. Había cubierto de hierba los campos, pero estaba desnudo” (Martín Descalzo).

No entendían. Y, ¿cómo podían entenderlo? lo miraban y veían a un bebé lleno de fragilidad. Sus cabezas se llenaban de preguntas: si Dios quería venir al mundo, ¿por qué venir por la puerta trasera de la pobreza? Si venía a salvar a todos, ¿por qué nacía en esta terrible soledad?

Y sobre todo María se preguntaba, ¿por qué Dios la había elegido a ella, la más débil, la menos importante de las mujeres del país?

“No entendía nada, pero creía, sí. ¿Cómo iba a saber ella más que Dios? ¿Quién era ella para juzgar sus misteriosos caminos? Además, el niño estaba allí, como un torrente de alegría, infinitamente más verdadero que cualquier otra respuesta”. (Martín Descalzo).

Y si el misterio de la Navidad está tan lleno de una humanidad llena de ternura, ¿por qué nos da miedo vivirlo tal cual se nos muestra?

Porque vivir una Navidad frivolizada basada en los buenos deseos nos evita el riesgo de creer que ese bebé sea Dios y que al hacerse hombre nos pone la varilla alta de lo que significa para nosotros serlo.

Por eso la Navidad despierta en nosotros una gran alegría, pero también una profunda nostalgia. Porque su belleza está alimentada por los límites de la desproporción entre nuestra vida y la de ese pequeño niño.

Porque ese bebé nos recuerda que en la fragilidad puede brillar una luz que dura eternamente, y porque nos recuerda que, ese tiernísimo niño se ha abajado por cada uno de nosotros y ha mostrado un gesto tan grande que nos hace temblar: lo ha hecho para que nosotros seamos felices.
© Luisa Restrepo, para Aleteia

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Vendrá vuestro Médico, dice el Profeta, a sanar los enfermos, y vendrá veloz como ave que vuela, y cual sol que al asomar en el horizonte envía al momento su luz al otro polo.
Pero he aquí que ya ha venido. Consolémonos, pues, y démosle gracias, dice san Agustín, porque ha bajado hasta el lecho del enfermo, quiere decir, hasta tomar nuestras carne; puesto que nuestros cuerpos son los lechos de nuestras almas enfermas.
Los otros médicos, por mucho que amen a los enfermos, solo ponen todo su cuidado por curarlos; pero ¿quién por sanarlos toma para sí la enfermedad?
Jesucristo solo, ha sido aquel médico que se ha cargado con nuestros males, a fin de sanarlos. No ha querido mandar a otro, sino venir Él mismo a practicar este piadoso oficio, para ganarse nuestros corazones. Ha querido con su misma sangre curar nuestras llagas, y con su muerte librarnos de la muerte eterna, de que éramos deudores. En suma, ha querido tomar la amarga medicina de una vida continuada de penas, y de una muerte cruel, para alcanzarnos la vida y librarnos de todos nuestros males.
“El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo tengo de beber?” Decía el Salvador a Pedro (Jn. 18,11). Fue, pues, necesario, que Jesucristo abrazase tantas ignominias para sanar nuestra soberbia: abrazase una vida pobre para curar nuestra codicia: abrazase un mar de penas, hasta morir de puro dolor, para sanar nuestro deseo de placeres sensuales. (San Alfonso María Ligorio).

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras patologías graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Cinco minutos con Jesús
Diciembre 17
Mujer, en ese tu niño al que debes limpiar y cambiar los pañales todos los días, tienes que ver a Dios; en ese otro más grandecito, al que ya mandas al colegio, lo mismo que en la gripe que retiene a tu esposo en la cama si poder ir al trabajo, debes ver a Dios.
Hermano, en ese cliente que atiendes en el mostrador de tu oficina, en ese corredor de comercio que te ofrece su mercadería, en ese del torno de tu fábrica, en ese colectivero que cierra tu camino en plena avenida, en ese deudor moroso al que te resulta tan difícil cobrarle lo que te debe, en la tardanza del amigo que no se presenta a la cita concertada... en todo, absolutamente en todo, debes acostumbrarte a ver a Dios.
Y es que Dios, te repito, está en todas partes y en todas partes lo tienes que descubrir, para poderlo vivir.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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