domingo, 6 de agosto de 2023

Pequeñas Semillitas 5384

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5384 ~ Domingo 6 de Agosto de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Los versículos de san Mateo que consideramos en la fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor, nos ponen de manifiesto –así lo ha previsto el Espíritu Santo, principal autor de la Escritura– que Dios ha querido convivir con los hombres, haciéndonos partícipes de su vida divina.
Pedro, junto a Santiago y Juan, tuvo por un instante la experiencia incomparable de aquella vida enteramente sobrenatural, e intentó permanecer de modo definitivo en aquel estado que Dios quiso que apenas gozara: “Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Comprobó, en efecto, que el hombre está pensado para la vida en Dios: aquello era un anticipo de la Eterna Bienaventuranza, para la que todos los hombres hemos sido creados.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Dan 7,9-10.13-14
 
Salmo: Sal 96
 
Segunda Lectura: 2Pe 1,16-19
 
Santo Evangelio: Mt 17,1-9
En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio nos habla de la Transfiguración de Jesucristo en el monte Tabor. Jesús, después de la confesión de Pedro, empezó a mostrar la necesidad de que el Hijo del hombre fuera condenado a muerte, y anunció también su resurrección al tercer día. En este contexto debemos situar el episodio de la Transfiguración de Jesús. San Anastasio Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto». El mensaje que Jesús transfigurado nos trae son las palabras del Padre: «Éste es mi Hijo amado; (…) escuchadle» (Mt 17,5). Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.
Con el fin de evitar equívocos y malas interpretaciones, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos (cf. Mt 17,9). Los tres apóstoles contemplan a Jesús transfigurado, signo de su divinidad, pero el Salvador no quiere que lo difundan hasta después de su resurrección, entonces se podrá comprender el alcance de este episodio. Cristo nos habla en el Evangelio y en nuestra oración; podemos repetir entonces las palabras de Pedro: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» (Mt 17,4), sobre todo después de ir a comulgar.
El prefacio de la misa de hoy nos ofrece un bello resumen de la Transfiguración de Jesús. Dice así: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección». Una lección que los cristianos no debemos olvidar nunca.
* Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)
 
Palabras de Benedicto XVI
«El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparte, a un monte alto (Mt 17,1) para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios. ‘Este es mi Hijo amado en quien me complazco: escuchadle’ (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios; él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal y fortalece la voluntad de seguir al Señor.»
 
Predicación del Evangelio:
La Transfiguración del Señor
El evangelio de Mateo sitúa esta escena en un momento delicado para los apóstoles. Justo antes, Jesús les había manifestado claramente “que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16,21). A la vez, les había dicho, también con toda crudeza, que “si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,24-25). Es comprensible el desconcierto y temor de sus discípulos ante advertencias tan graves.
 
Por eso, ahora quiere alimentar su esperanza, manifestando su gloria ante Pedro, Santiago y Juan. Sube a un monte alto, acompañado en primer lugar por tres discípulos, de modo análogo a como Moisés subió al monte Sinaí acompañado por Aarón, Nadab y Abihú, seguidos por los ancianos del pueblo (Ex 24,9). Estos mismos tres apóstoles serían aquellos a los que llamaría en Getsemaní para que lo acompañasen más de cerca, mientras los demás quedaban algo más retirados del lugar donde Jesús rezaba en agonía (Mc 14,33). Contrastan las escenas de esplendor gozoso y sufrimiento angustiado en las que Pedro, Santiago y Juan lo acompañan, pero, a la vez, ambas están inseparablemente relacionadas. No hay gloria sin cruz.
 
Moisés y Elías, que habían contemplado la gloria de Dios y recibido su revelación en el monte llamado Horeb o Sinaí (cf. Ex 24,15-16 y 1 R 19,8), acompañaban a Jesús en este monte alto cuando “se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz” (v. 2). Ahora contemplan la gloria y hablan con aquel que es la revelación de Dios en persona.
 
Pedro no puede acallar su alegría y exclama: “Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (v. 4). Su petición expresa el deseo de todo corazón humano de permanecer para siempre contemplando con gozo la gloria de Dios. A eso hemos sido llamados, a la bienaventuranza.
 
Desde la nube de luz que los envuelve se oyen unas palabras llenas de significado: “Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle”. En la escena de la Transfiguración la Iglesia ha visto una preparación de los apóstoles para sobrellevar el escándalo de la Cruz. Por su parte, el añadido “escuchadle” tiene resonancias claras de las palabras que el Señor dirige a Moisés en el Deuteronomio: “el Señor, tu Dios, suscitará de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo; a él habéis de escuchar” (Dt 18,15). Aquel que es el Hijo al que su padre Dios entrega a la muerte, Jesús, es a la vez aquel profeta como Moisés al que hay que escuchar.
 
“De este episodio de la Transfiguración quisiera tomar dos elementos significativos –decía el Papa Francisco–, que sintetizo en dos palabras: subida y descenso. Nosotros necesitamos ir a un lugar apartado, subir a la montaña en un espacio de silencio, para encontrarnos a nosotros mismos y percibir mejor la voz del Señor. Esto hacemos en la oración. Pero no podemos permanecer allí. El encuentro con Dios en la oración nos impulsa nuevamente a ‘bajar de la montaña’ y volver a la parte baja, a la llanura, donde encontramos a tantos hermanos afligidos por fatigas, enfermedades, injusticias, ignorancias, pobreza material y espiritual. A estos hermanos nuestros que atraviesan dificultades, estamos llamados a llevar los frutos de la experiencia que hemos tenido con Dios, compartiendo la gracia recibida”.
 
Poesía
La transfiguración
 
Ya la gloriosa cumbre del Tabor
atrás dejaron los divinos pies;
nieve la veste, un astro la faz es
que del sol avergüenza el resplandor.
 
Así, del alto cielo oh morador,
a la diestra del Padre arder lo ve;
y en los aires Elías y Moisés
ciñen un lado y otro del Señor.
 
Mientras yacen por tierra, en ademán
de asombro, de pavor y adoración,
Pedro, Santiago y al amado Juan:
 
¡Cuándo, oh Señor, en la celeste Sión
sin verlo así mis ojos te verán,
si de verte mis ojos dignos son!
-
(Clemente Althaus)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: La Transfiguración del Señor
Puedes acceder en la dirección:
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, el autor de esta página (Felipe) agradece a Dios Misericordioso y a la Santísima Virgen María, como así también a las personas que rezaron por la recuperación de su salud luego de haber padecido el Covid durante los últimos veinte días.
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17, 1-2)
Todos, en alguna ocasión, nos hemos sentido iluminados por Dios. En ocasiones habrá sido por medio de una enfermedad, que nos habrá hecho reflexionar sobre el tipo de vida que estábamos llevando, como le pasó a San Ignacio o a San Francisco. En otras ocasiones habrá influido un amigo o quizá un sacerdote, los cuales nos habrán ayudado a darnos cuenta de dónde está la verdadera felicidad. Puede ser incluso que Dios se haya hecho presente de modo especial en nuestra vida a través de algún momento extraordinariamente difícil o, por el contrario, mediante una sucesiva serie de alegrías. Es importante que nos demos cuenta de que esos "momentos de luz", esos momentos en que hemos sentido a Dios tan cerca, no son sólo para disfrutarlos en el instante en que se producen, sino para guardarlos en la memoria y hacer uso de ellos cuando se presentan los momentos contrarios: los de oscuridad, los del dolor, los de la experiencia del silencio de Dios. Eso fue lo que Cristo quiso hacer en el Tabor con sus amigos, mediante la Transfiguración: prepararles con momentos de luz para los momentos de cruz.
Descubramos esta semana, a base de ejercitar la memoria, cuáles son o han sido los momentos buenos en nuestra vida: en el matrimonio, con los hijos, en el trabajo, con la Iglesia, con los amigos, con los padres, con el grupo religioso al que se pertenece, con Dios. Evoquemos esos viejos tesoros para iluminar, con su luz, las oscuridades del presente. Hagamos justicia a Dios a base de darle gracias por el bien recibido, para no fijarnos sólo en los problemas que ahora tenemos.
(P. Santiago Martín)
 
Recordando al Padre Natalio
En el monte Tabor
El monte Tabor, donde Jesús se transfiguró y mostró a los tres apóstoles la gloria de su divinidad en su rostro y vestiduras resplandecientes, es un buen lugar-icono para avivar tu esperanza y recobrar las fuerzas, cuando la vida te golpee y te visiten las frustraciones.
 
Para la cruz y la crucifixión,
para la agonía debajo de los olivos,
nada mejor que el monte Tabor.
Para los largos días de pena y dolor, 
cuando se arrastra la vida inútilmente,
nada mejor que el monte Tabor.
Para el fracaso, la soledad, la incomprensión,
cuando es gris el horizonte y el camino,
nada mejor que el monte Tabor.
Para el triunfo gozoso de la resurrección,
cuando todo resplandece de cantos,
nada mejor que el monte Tabor.
 
Acabas de leer un buen poema para ambientar la meditación de Mateo 17, 1-9 (o bien Marcos 9, 2-9, o Lucas 9, 28-36). En el Tabor Jesús pareció liberar y desatar al Dios que era y tenía contenido en su humanidad. Los apóstoles tuvieron la sensación viva de haber entrado en contacto con lo más profundo de la divinidad. Jesús se encaminaba hacia la muerte, pero con la seguridad de que el triunfo coronaría su vida. Este misterio de luz debe fortalecer tu fe y esperanza en la gloria que te aguarda también a ti.
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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