domingo, 20 de noviembre de 2022

Pequeñas Semillitas 5161

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 17 - Número 5161 ~ Domingo 20 de Noviembre de 2022
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy celebra la liturgia la solemnidad de Cristo Rey. Y con esta fiesta culmina el año litúrgico. ¿Qué significa esto?
El año civil se inicia el primero de enero y concluye el 31 de diciembre, con la famosa noche de San Silvestre cargada de sentimientos de nostalgia por el año que termina y de expectativas por lo que nos ofrece el futuro.
El año litúrgico, constituido por varios “módulos” (Adviento, Navidad, Cuaresma, Triduo Pascual y Tiempo Ordinario), es la celebración de los grandes misterios de nuestra fe y se inicia con el Adviento, tiempo en el cual nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, y se cierra con la fiesta de hoy, en honor de Jesucristo Rey del Universo.
Las lecturas que escuchamos en las misas dominicales y en las grandes celebraciones están dispuestas de tal manera que cada tres años leemos los textos más significativos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Son los denominados Ciclos A, B y C. En el año litúrgico que estamos terminando hemos leído el ciclo C, con marcada presencia del Evangelio de Lucas. Y en el inicio del nuevo año litúrgico corresponderá el ciclo A y seguiremos el Evangelio de Mateo.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: 2Sam 5,1-3
 
Salmo: Sal 121,1-2.4-5
 
Segunda Lectura: Col 1,12-20
 
Santo Evangelio: Lc 23,35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz donde Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el Rey de los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc 23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula. Nadie estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este mundo. Es un Reino en el que se entra por la conversión cristiana. Un Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de Jesucristo.
El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación del Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de la montaña, proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu, porque ellos son los que poseerán el Reino.
Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino de Dios venga, lo pide rectamente de aquel Reino de Dios que tiene dentro de él, para que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay dentro de nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se haya cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos quienes le son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios será todo en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu Reino».
Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos testimonio de él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.
* Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova (Barcelona, España)
 
Palabras de San Juan XXIII
"No consultes a tus miedos, sino a tus esperanzas y sueños. No pienses en tus frustraciones, sino en tu potencial no empleado. No te preocupes por lo que trataste y fallaste, sino por lo que aún puedes hacer".
 
Predicación del Evangelio:
“Estarás conmigo en el paraíso”
Al término del año litúrgico, el evangelio nos propone una escena sacada de la Pasión según san Lucas: Jesús muere en la cruz. He aquí al Rey universal que ha aceptado libremente el castigo más cruel que el hombre pueda imaginar. Mientras que la crueldad disloca sus huesos y desgarra su carne asesinada, Cristo Rey cumple con toda lucidez su misión de Salvador.
 
El contraste entre él y el rey David no puede estar más marcado. Mientras que este último tomó el poder político y militar en todo su pueblo, Jesús, solo, suspendido muere con los pobres, los pecadores y los marginados. No tiene en nada el esplendor de Luis XIV. Sin embargo, una inscripción impuesta por Pilato, en un gesto de desprecio altanero no hace nada más que subrayar su título de Rey.
 
¿Cuál es esta realeza? Cristo es eternamente vencedor, pero su victoria se realiza con el don de su propia vida. Observemos que el verbo “salvar” aparece cuatro veces en el curso de la narración. Es la esencia de nuestra fe: Cristo ha derramado su sangre, ha muerto crucificado para la salvación del mundo.
 
Contemplamos este misterio cuando una voz viene a romper el silencio: un crucificado no creyente, retorcido por el dolor, añade su desprecio a las vejaciones de los soldados y a sus jefes. Expresa el rechazo de una sección de la humanidad. El que no ha comprendido nada, ironiza: “¡Sálvate a ti mismo, y con nosotros!”
 
Del otro lado, otro crucificado, también dolorido y con tanta rabia como él, proclama la evidencia de la salvación de Dios. Le replica en nombre de una multitud de discípulos: “Para nosotros, es justo. Pero él no ha hecho nada malo”.
 
Formula la oración que le gusta decir a todo peregrino que va a Jerusalén a los pies de la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino”. Aquí, el Rey soberano ejerce sus plenos poderes: “¡Que así sea!” Le da la paz con Dios, con nosotros mismos y entre nosotros, y con el universo. Abre finalmente la puerta de la asamblea de los elegidos de Dios, en su paraíso.
(P. Felipe Santos SDB)
 
Poesía
Soneto a Cristo Rey
Siguiendo paso a paso tu sendero,
¡Cuán patente se ve tu realeza!
En un pesebre naces, ¡Qué pobreza!
Te acoges a un humilde carpintero.
 
Más tarde te contemplo prisionero
de la perfidia humana. Con certeza
pueden poner el INRI en tu cabeza
al expirar por mí en el madero.
 
No te creo más Rey de haber nacido
en los mejores tronos y ensalzado.
Así te creo más: pobre y abatido.
 
Sufriendo en una cruz por mí, clavado.
Así te creo más, Jesús querido,
Rey de reyes, Señor de lo creado.
-
(Andrés Carballo Real)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
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"Juan Pablo II inolvidable"
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Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Para hoy no ha llegado ningún mensaje de agradecimiento... 😔
 
Un minuto para volar
Noviembre 20
Siempre tendremos excusas para reaccionar mal, para vengarnos, con un deseo morboso de imponer penas a los demás. Porque todos los seres  humanos tienen errores y puntos débiles que usamos para justificar nuestras reacciones. Pero esas excusas solo sirven para aumentar nuestra enfermedad y nuestro sufrimiento. Jesucristo -y muchos sabios de diversas épocas- nos invitó a amar a los enemigos y a hacer el bien a quienes nos odian, a bendecir a los que nos maldicen y a orar por los que nos critican (Lc 6, 27-28),  a ser compasivos como el Padre Dios (6,36). ¿Te lo has tomado en serio o piensas que son palabras vacías?
(Mons. Víctor M. Fernández)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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