PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3809 ~ Jueves 1 de Noviembre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy
celebra la Iglesia la Fiesta de Todos
los Santos. Esta palabra “santo” en la Biblia se aplicaba sólo a Dios, pues
significa: sagrado o separado. Pero luego se fue diciendo de todo lo que se
acercaba más a Dios. Así ya san Pablo llama “santos” a los cristianos por el
hecho de estar unidos a Dios por el bautismo. Después ya sólo se aplicó a
aquellas personas que por su comportamiento están más cerca de Dios.
Especialmente los mártires que, por su muerte gloriosa, se unen para siempre
con Dios.
Todos
estamos llamados a la santidad. Nos lo ha dicho
muchas veces la Iglesia. De una manera especial lo recalcó el concilio Vaticano
II. No es que haya que tener una vida externa diferente a los demás, aunque la
verdad es que hay situaciones que ayudan y hay situaciones que pueden estorbar.
Tenemos que esforzarnos por conseguir siempre ser mejores y tender a un ideal
grande. No es fácil, pero tampoco es imposible. Para ello Jesucristo nos enseñó
el camino. El principal es la caridad. Sin amor no puede haber verdadera vida
cristiana: Amor dirigido hacia Dios, que es nuestro Padre y nos acompaña, amor
que se expresa especialmente en la oración, y amor hacia los demás, porque
todos somos hermanos.
¡Buenos días!
Sé luz en el mundo
El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la
irradies a tu alrededor, con el ejemplo y con la palabra. Jesús te anima a
hacer brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ti (Mateo 5,
13-15). Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes
aunque parezcan limitadas. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando
otras almas, como si fueran antorchas.
Si puedes ser una
estrella en el cielo, sé una estrella en el cielo. Si no puedes ser una
estrella en el cielo, sé una hoguera en la montaña. Si no puedes ser una
hoguera en la montaña, sé una lámpara en tu casa.
Esto me hace recordar un aviso para cierta
celebración, cuya ambigüedad hizo
sonreír a todos los presentes: “El párroco encenderá su vela en la del altar.
El diácono encenderá la suya en la del párroco, y luego encenderá uno por uno a
todos los fieles de la primera fila”. Ojalá que todos fuéramos antorchas
vivientes de Cristo Jesús “luz del mundo”, para iluminar a tantos que todavía
“yacen en tinieblas y en sombras de muerte”. Que Dios, que “es luz y en quien
no hay tiniebla alguna”, te bendiga e impulse a tu misión.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: Apoc 7, 2-4. 9-14
♥ Salmo: Sal 23, 1-6
♥ SANTO EVANGELIO: Mt 5,1-12a
En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió
al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les
enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados
hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien,
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi
causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos».
♥ Comentario:
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador
expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de
los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la
vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a
quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con
nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la
eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca»
(1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo
Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos
para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su
ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia,
que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de
todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo
que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus
hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos
confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros
hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de
Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con
mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros
de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los
tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el
Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra
debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia
reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
Santoral Católico:
Fiesta de Todos los
Santos
Solemnidad Litúrgica
La Iglesia celebra esta solemnidad en honor de todos
los santos, o sea, de todos los fieles que murieron en Cristo y con Él han sido
ya glorificados en el cielo. Esta fiesta nos recuerda, pues, los méritos de
todos los cristianos, de cualquier lengua, raza, condición y nación, que están
ya en la casa del Padre, aunque no hayan sido canonizados ni beatificados; nos
invita a pedirles su ayuda e intercesión ante el Señor; y nos estimula a seguir
su ejemplo, múltiple y variado, en nuestra vida cristiana.
Oración: Dios
todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos
de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada
abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento del día
“La santidad se encuentra en
el camino
que nos abre cada uno de
nuestros días,
en que se ofrecen a
nosotros,
con atractivo desigual,
los deberes de nuestra vida
cotidiana”
(San Francisco de
Sales)
Tema del día:
Tú también puedes ser santo
Seguramente habrás oído a alguien decir que todos los
cristianos estamos llamados a ser santos y tal vez no puedes imaginarte a ti
mismo como estatua de yeso en el altar de una Iglesia, rodeado de veladoras y
reliquias. Tal vez te parezca ridículo pensar que se fabriquen estampitas con
tu fotografía, a la que le hayan sobrepuesto una coronilla refulgente alrededor
de la cabeza.
Sin embargo, ser santo no tiene nada que ver con las
estatuas y las estampitas. Ser santo es llegar al cielo para estar con Dios y a
eso es a lo que estás llamado desde que fuiste concebido en el seno de tu
madre.
Seguramente también habrás oído a algún pesimista
decir que este mundo no tiene remedio, que va directo a la perdición. Pero esto
no será cierto si tú no lo permites. Es verdad que el ambiente es difícil, que
la Iglesia tiene muchos problemas, que hay muchísima gente caminando por
senderos equivocados, pero eso ha sucedido siempre.
Desde el principio de la humanidad, han sido sólo
unos cuantos los que han seguido a Dios y en ellos Él ha puesto toda su
confianza. Dios, el ser supremo, el omnipotente, el omnipresente, siempre ha
querido necesitar del hombre para salvar al hombre y con unos cuantos que le
han respondido ha podido lograr que la Iglesia sobreviva, a pesar de todos los
ataques que ha sufrido externa e internamente.
Dios llama a todos, pero sólo unos cuantos le
responden. Ésos son los santos: hombres y mujeres llenos de debilidades y
defectos que se han puesto a la disposición de Dios; que han estado dispuestos
a darle cinco panes y dos peces para que Él pueda dar de comer a cinco mil
hombres; que le han prestado una casa para que Él instaure la Eucaristía; que
han quitado piedras de los sepulcros para que Él resucite a los muertos.
Hombres y mujeres que se han animado a ser fermento, a ser sal, a ser luz para
iluminar a los demás.
El pertenecer a esos pocos que escuchan y responden a
Dios sólo depende de ti. Dios pide tu ayuda, cuenta contigo para salvar a
muchísimos hombres, pero sólo tú eres el encargado de responderle positiva o
negativamente.
Dios te llama a través de lo diario, de lo cotidiano,
de tus compañeros y maestros, de tus tareas, de tus problemas, éxitos y
fracasos. Todo lo que pasa a tu alrededor es un mensaje divino que te llama a
ser santo ahí donde Dios te ha puesto, en esa casa, en esa escuela, en ese
trabajo, con esos compañeros y esos hermanos para que los transformes con tu
luz.
¡Te conviene ser santo! Sin duda, la santidad es el
mejor negocio en el que puedes invertir, pues te asegura la felicidad no sólo
para unos cuantos años, no sólo para toda tu vida, sino para toda la eternidad.
Jesús lo dijo a los apóstoles en cierta ocasión: "No
atesoréis bienes en la tierra, donde el orín y la polilla los corroen y los
ladrones los roban. Atesorad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla
ni orín, ni ladrones. Pues donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón." (Mt.
6, 19-21)
Formar un tesoro en la tierra es muy complicado:
requiere de tiempo, de grandes cálculos en las inversiones, de muchas angustias
e inseguridades: que si las tasas de interés bajan; que si la moneda se devalúa;
que si hubo un fraude en la empresa. Para colmo, cuando por fin consigues tener
los bienes materiales que tanto añorabas, descubres que éstos se descomponen,
se rompen, se pierden, se echan a perder o se vuelven obsoletos.
En cambio, formar un tesoro en el cielo es muy
sencillo, pues no hay agentes externos que puedan influir en él: tú eres el
único que puede aumentarlo o disminuirlo. Hacer un tesoro en el cielo es
trabajar por ser santo y esto se consigue con buenos pensamientos y buenas
acciones. Todo lo que ganes con ellos durará para siempre y nada ni nadie te lo
podrá quitar, romper, perder o estropear.
Ser santo es aumentar todos los días y a cada
instante ese tesoro que tienes en el cielo. Ser santo es tan sencillo como
cumplir a la perfección con tus deberes ordinarios, en el momento y en el lugar
en que debes cumplirlos.
© Lucrecia Rego de Planas | Fuente:
Catholic.net
Nuevo vídeo y artículo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet
sobre
Todos los Santos
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Hay
nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
acceder en la dirección:
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
Señor, enséñanos a mirar como los santos.
Señor, enséñanos a mirar. Los santos te miraron
mucho, Señor, y de tanto mirar se les pegó tu mirada, porque quisieron fijarse
en Ti y Tú quisiste fijarte en ellos.
Señor, enséñanos a mirar. Los santos miraron mucho a
la gente y de tanto mirar la quisieron con toda el alma. Así salieron de
alegres, sencillos y generosos. Y la gente también les miró como amigos.
Señor, enséñanos a mirar. En la Iglesia tenemos un
santo para cada día y cada uno de nosotros tenemos nuestro santo. Son como mil
retratos tuyos, en los que aprendemos a verte y conocer tu rostro.
Señor, enséñanos a mirar. Señor, enséñanos a mirar y
a mirarte, a fijarnos en las personas y en las cosas buenas, y ayúdame a ser yo
también de los que van pareciéndose cada día más a Ti.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y
martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros
hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el
abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por
los pacientes internados en la Casa de la Bondad en Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer
y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por
los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la recuperación del doctor Norberto D., de Buenos Aires,
Argentina, que ha sufrido un accidente automovilístico y tiene traumatismo de
tórax muy doloroso. Que nuestra Madre de Lourdes interceda por él, que ha hecho
y hace tanto bien a muchos pacientes, para una pronta recuperación.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que
tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto
el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias
que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se
hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse
elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la
pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor.
Amén
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Noviembre 1
La celebración de hoy es un canto al Espíritu Santo.
Porque celebrar a todos los santos es motivo de alegría y de consuelo. En ellos
se manifiesta el triunfo de la gracia, la eficacia de la acción del Espíritu
Santo, porque “cuando Dios corona los méritos de los santos está coronando sus
propios dones” (San Agustín).
El conjunto de los santos nos hace ver algo precioso:
que el Espíritu Santo nos renueva, nos transforma, pero respeta la identidad de
cada uno y ama la variedad. Por eso todos los santos son diferentes y cada uno
fue santo a su manera.
Reconociendo la inmensa variedad de santos, con
temperamentos, opciones e historias tan variadas, podemos reconocer cómo la
acción de la gracia es siempre personal, respeta la identidad de cada uno, y no
condiciona su libertad. También cada uno de nosotros, con sus peculiaridades,
pero sanado y liberado, podrá integrar esa maravillosa comunidad celestial e
integrarse en la feliz alabanza que no tiene fin.
Hoy recordamos también a miles de personas que no han
sido canonizadas en una declaración oficial de la Iglesia, pero que seguramente
han alcanzado la santidad de maneras poco llamativas. Se han entregado con amor
en la sencillez de lo cotidiano. Otros quizás han vivido la santidad en medio
de muchos condicionamientos, o también en medio de la locura. Ellos, en el
cielo, brillan liberados de sus límites y angustias, y su belleza es una
alabanza al Espíritu Santo, que se lució embelleciendo sus vidas.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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