PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2885
~ Martes 22 de Diciembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Jesús todavía no puede
caminar solo. Necesita ser llevado por su joven madre, portadora de buenas
noticias, mensajera de alegría. Las circunstancias y acontecimientos personales
que está viviendo no le impiden a María continuar su vida cotidiana, pensar en
los demás, acercarse a quien la necesita. Camina de prisa. El impulso del
Espíritu no entiende de lentitudes.
Podemos aprender de
María a “visitar”, a pensar en los demás, a llevar a Jesús donde vayamos; a
traducir nuestra alegría y nuestro amor en ayuda y solidaridad. También nos
puede pasar que, al estilo de María, alguna de nuestras actitudes provoque
alegría, esperanza, ganas de vivir en los demás. La alegría contagiosa es un
rasgo característico de las personas portadoras de Jesús.
¿Se podría decir de
cada uno de nosotros que donde estamos, donde vamos, llevamos alegría,
bendición, esperanza, Buena Noticia?
¡Buenos días!
Los pajaritos y la luciérnaga
No nos
contentemos con las luces pequeñas y que no son sino reflejo de la luz increada,
origen de todas las luces. No tengamos miedo y familiaricémonos con las
fuentes. Leamos los grandes autores y, especialmente, el gran libro donde el
mismo Dios nos habla, la Biblia.
Cuatro pajaritos recién emancipados del nido
dormían en un monte muy tupido, con la madre. A las doce de la noche fueron
despertados por una luz y rompieron a gorjear. La madre, sobresaltada, preguntó
lo que les pasaba y contestaron en coro que ya había salido el sol. Y la madre
les hizo ver que no era más que una pequeña luciérnaga. A muchos les pasa lo
mismo, que ven genios en todas partes y gritan: «¡Aquí está el sol!», al
prenderse cualquier vela (Daireaux).
No
leas la Biblia como si leyeras un libro más. Empieza con la invocación del
Espíritu Santo, para que su don de sabiduría disponga tu mente a recibir el
mensaje que Dios ha preparado con amor especial para ti ese día. La presencia
de Dios en su Palabra es una realidad que hay que captar en la fe. Que el
Espíritu te guíe e ilumine.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece
mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto
los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas
el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los
que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos
y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los
ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por
los siglos».
María permaneció con Isabel unos tres
meses, y se volvió a su casa. (Lc 1,46-56)
Comentario
Hoy, el Evangelio de la Misa nos
presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de alegría,
entonó en casa de su pariente Elisabet, madre de Juan el Bautista. Las palabras
de María nos traen reminiscencias de otros cantos bíblicos que Ella conocía muy
bien y que había recitado y contemplado en tantas ocasiones. Pero ahora, en sus
labios, aquellas mismas palabras tienen un sentido mucho más profundo: el
espíritu de la Madre de Dios se transparenta tras ellas y nos muestran la
pureza de su corazón. Cada día, la Iglesia las hace suyas en la Liturgia de las
Horas cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con
que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades.
María se ha beneficiado de la gracia más
extraordinaria que nunca ninguna otra mujer ha recibido y recibirá: ha sido
elegida por Dios, entre todas las mujeres de la historia, para ser la Madre de
aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba esperando desde hacía siglos. Es
el honor más alto nunca concedido a una persona humana, y Ella lo recibe con
una total sencillez y humildad, dándose cuenta de que todo es gracia, regalo, y
que Ella es nada ante la inmensidad del poder y de la grandeza de Dios, que ha
obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49). Una gran lección de humildad para
todos nosotros, hijos de Adán y herederos de una naturaleza humana marcada
profundamente por aquel pecado original del que, día tras día, arrastramos las
consecuencias.
Estamos llegando ya al final del tiempo
de Adviento, un tiempo de conversión y de purificación. Hoy es María quien nos
enseña el mejor camino. Meditar la oración de nuestra Madre —queriendo hacerla
nuestra— nos ayudará a ser más humildes. Santa María nos ayudará si se lo
pedimos con confianza.
Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona, España)
Santoral Católico:
Santa Francisca
Javier Cabrini
Fundadora. Madre
de los Emigrantes
Nació en Sant'Angelo Lodigiano (Milán)
el año 1850. Quiso ser religiosa, pero no pudo por falta de salud. Se hizo
terciaria franciscana. Estudió magisterio e ingresó en una comunidad dedicada
al cuidado de las huérfanas en Codogno. La comunidad fue suprimida por el
obispo, que le indicó a Francisca que fundara un instituto misionero. En Roma
conoció el P. Bernardino de Portogruaro, General de los franciscanos, y a la M.
María de la Pasión, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María. Como le
indicara León XIII, tomó como campo de apostolado el de los numerosos italianos
emigrados a Estados Unidos, empezando por los huérfanos y los enfermos. La
congregación por ella fundada creció rápidamente y las casas se multiplicaron
en Europa y en América, adonde la fundadora viajó repetidamente. Murió en
Chicago el 22 de diciembre de 1917.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“Para celebrar bien la Navidad, estamos
llamados a detenernos en los “lugares” del asombro. Este es el asombro de la
Navidad. En Navidad Dios se nos dona todo donando a su Hijo, el Único, que es
toda su alegría. Y solo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de
Sion, convertida en Madre del hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse
por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa”
Tema del día:
La seriedad de la Navidad
En
general, la Navidad toma la encarnación del Verbo de Dios en la parte más
descomprometida e infantil. Es un niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas
serias. Este Niño Dios no ha dicho todavía "Sed
perfectos”, ni "sepulcros
blanqueados”, ni "vende tus
bienes y sígueme” ni "Yo soy la
Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y nos aprovechamos de su
silencio para comprarle el Amor barato, a precio de villancicos y panderetas.
En esa
Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los humanos. Como
es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el Compromiso serio,
que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño todo parece ser cosa
de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios? ¿A qué nos compromete la Encarnación
del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy la Encarnación?
A Belén
se acercarán este año:
- El Papa, llevándole a Jesús todas las luces
y sombras, las alegrías y las tristezas de la Iglesia.
- Los obispos y sacerdotes de todo el mundo,
llevando a sus espaldas sus diócesis y parroquias, sus movimientos y grupos,
para regalárselos a Jesús.
- Religiosos y religiosas, con sus corazones
consagrados y sus ansias de seguirle en pobreza, castidad y obediencia.
- Misioneros y misioneras, dispuestas a
aprender las lecciones de esa cátedra de Belén.
- Laicos, admirados o indiferentes,
despiertos y somnolientos, santos y pecadores, sanos y enfermos, jóvenes y
adultos, niños y ancianos.
¿Entenderemos
todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nacerá en cada uno de nosotros, ese
Niño Dios?
Navidad no son las luces de
colores, ni las guirnaldas que adornan las puertas y ventanas de las casas, ni
las avenidas engalanadas, ni los árboles decorados con cintas y bolas
brillantes, ni la pólvora que ilumina y truena.
Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los
regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni
las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los
Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad
no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los
villancicos que cantamos alegres.
Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y
nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es
tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar
nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso,
Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en
nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?
Navidad es una joven virgen que
da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la
luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una mujer del género humano le
diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es tremendamente
comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo mismo tener o
tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al
don de la vida, no a impedir la vida.
Navidad es un niño pequeño
recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente importante ser niño, y
niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo,
alimentarle en el cuerpo y en el alma… como hizo María. Y no explotar al niño,
y no escandalizar a los niños, y no abofetear a los niños, y no insultar a los
niños.
Navidad son ángeles que cantan y
traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es tremendamente importante
hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a supersticiones y malabarismos
mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia
el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por eso es tremendamente
importante ser constructores de paz y no fautores de guerras.
Navidad son pastores que se
acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente
importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar
preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se
toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su
corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es el Reino de los
cielos.
Navidad es esa estrella en mi
camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos
polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa estrella. La
Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos signos que
Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la
fe.
Navidad es anticipo de la
Eucaristía, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete
de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús que nos sirve desde
el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio, pobreza…; y las de María:
pureza, fe, generosidad… y las de José: fe, confianza y silencio!, y Belén es,
finalmente, presencia que consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía
anticipada y en germen. Belén es tierra del pan… y ese pan tierno de Jesús
necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al
horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada
misa. Y lo estamos celebrando en la Eucaristía.
Navidad es ternura, bondad,
sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es tremendamente comprometedor,
pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.
Navidad es una luz en medio de la
oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta
luz y disipa todas nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es
comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.
Navidad es esperanza para los que
no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza
a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de
nuestra vida humana.
Navidad es entrega, don,
generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. María nos ofrece a su Hijo. Por eso,
quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.
Navidad es alegría para los
tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es solidaridad con los
pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para
todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en Belén?
Ya desde
el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del Calvario
están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El pesebre
anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia del
pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del Calvario.
El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e indefenso
que muere clavado en la cruz.
El niño
que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza, en el
silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los
animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un
criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos
malhechores. En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la
voluntad de Dios, y en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto
del Padre.
¡Qué
unidos están Belén y Calvario! El pesebre es humildad; la cruz es humillación.
El pesebre es pobreza; la cruz es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí
mismo. El pesebre es aceptación de la voluntad del Padre; la cruz es abandono
en las manos del Padre. El pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio
de Dios, soledad interior, abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad,
pequeñez, desamparo; la cruz es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y
sufrimiento.
Ahora
sí, hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la
Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.
¿Castañuelas,
panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso serio de este
Dios Encarnado… pues en cuanto comience a hablar nos va a pedir: "Niégate a ti mismo, toma tu cruz y
sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar a una esquina la pandereta, las
castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios Encarnado que por amor a nosotros
toma la iniciativa de venir a este mundo, para enseñarnos el camino del bien,
del amor, de la paz y de la verdadera justicia.
Terminemos
con una oración:
"Niño del pesebre, pequeño Niño Dios, hermano de los
hombres. El alma se me llena de ternura y el corazón de dicha, cuando te veo
así, pequeño, pobre y humilde, débil e indefenso, recostado en las pajas del
pesebre. Enséñame, Jesús, a apreciar lo que vale tu dulce encarnación. Ayúdame
a comprender el profundo sentido de tu presencia entre nosotros. Haz que mi
corazón sienta la grandeza de tu generosidad, la profundidad de tu humildad, la
maravilla de tu bondad y de tu amor salvador”.
Autor: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para el niño Gabriel, de sólo 4 años de edad, que
vive en la provincia de Buenos Aires, y tiene un tumor en la cabecita. Le están
haciendo quimioterapia y necesita todo el apoyo de las plegarias que elevamos a
la Santísima Virgen, Madre de Jesús y Madre nuestra, para que el Señor le
conceda la hermosa gracia de sanar de su enfermedad.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
La
Santa Virgen se apareció a Santa Margarita María (religiosa de Paray le Monial,
Francia), cuando ésta siendo una joven religiosa cayó enfermó, ella le hizo
“muchas caricias”, estuvo a su lado un buen tiempo y le dijo: “Confía, querida
hija mía, en la salud que te doy de parte de mi divino Hijo, pues aun tienes un
largo y difícil camino que recorrer, siempre sobre la cruz, traspasada con
clavos y espinas, y desgarrada por los látigos; pero no temas, no te
abandonaré, te prometo mi protección”.
La
devoción al Sagrado Corazón era muy practicada en el siglo XII por San Antonio
de Padua, San Buenaventura, Santa Clara de Asís, en el siglo XVII, por Bérulle
y San Juan Eudes (…).
Un día
del año 1689, Cristo dijo a Santa Margarita-María que deseaba del rey de
Francia (Luis XIV) una consagración a su Sagrado Corazón, la representación del
Sagrado Corazón en la bandera francesa y un Santuario Nacional consagrado al
Sagrado Corazón en el cual consagraría Francia al Sagrado Corazón. Pero Luís
XIV no quiso hacer nada y la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre fue
inaugurada recién en 1919…
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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