PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
20 - Número 6148 ~ Sábado 1 de Noviembre de 2025
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Iniciando el mes de noviembre, hoy celebramos la Solemnidad de Todos los
Santos. La Sagrada Biblia llama “Santo” a aquello que está consagrado a
Dios. La Iglesia Católica ha llamado “santos” a aquellos que se han dedicado a
tratar que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.
Hay unos que han sido “canonizados”, o sea declarados oficialmente santos
por el Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables
milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de
haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo
acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las
virtudes en grado heroico.
Los santos canonizados oficialmente por la Iglesia Católica son varios
millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que
ya están gozando de Dios en el cielo porque tuvieron una vida en la tierra de
acuerdo a los mandamientos y a lo predicado por Jesús... Son los que el Papa
Francisco llamaba “los santos de la puerta de al lado”, porque muchos de ellos
han vivido entre nosotros, en nuestro tiempo y en nuestras ciudades, y su
santidad la conoce sólo Dios.
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- TODOS LOS SANTOS -
♡ Primera Lectura: Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
♡ Salmo: Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
♡ Segunda Lectura: 1 Juan 3, 1-3
♡ Santo Evangelio: Mt 5,1-12a
En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y
sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la
tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados
hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien,
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi
causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos».
♡ Comentario:
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo”
y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los
santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una
unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita:
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).
Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza
no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos
une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une
con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo.
El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no
veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la
unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del
amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos
que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros
creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los
hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han
existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e
intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús:
«Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su
santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los
tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el
Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra
debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia
reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
* Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida,
España) © Textos de Evangeli.net
Santoral Católico:
Todos los Santos
La Iglesia celebra esta
solemnidad en honor de todos los santos, o sea, de todos los fieles que
murieron en Cristo y con Él han sido ya glorificados en el cielo. Esta fiesta
nos recuerda, pues, los méritos de todos los cristianos, de cualquier lengua,
raza, condición y nación, que están ya en la casa del Padre, aunque no hayan
sido canonizados ni beatificados; nos invita a pedirles su ayuda e intercesión
ante el Señor; y nos estimula a seguir su ejemplo, múltiple y variado, en
nuestra vida cristiana. Nuestro objetivo en la vida no debe ser solamente ser
buenos... ¡Tenemos que tratar de ser santos!
Oración: Dios
todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los
méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la
deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
Palabras del Papa León XIV
«Muy queridos jóvenes, aspiren a cosas grandes, a la
santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer
cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor (...) El
mejor modo de servir a la Iglesia es esforzarnos por ser santos, cada uno según
nuestro estado de vida y la tarea que nos fue confiada»
Tema del día:
Los santos nos iluminan
¿De qué sirven a los
santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que
celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre
celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les
sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les
añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en
provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en
ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.
El primer deseo que
promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su
compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los
espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con
el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército
incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de
las vírgenes; para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión
de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros
permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no
hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.
Despertémonos, por fin,
hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, pongamos
nuestro corazón en los bienes del cielo. Deseemos a los que nos desean,
apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo
de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad
de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen
aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye
peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.
El segundo deseo que
enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos,
también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos
manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel
que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo
por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros
pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros,
miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar
cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que
vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que
también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con él. Se
manifestará la cabeza gloriosa y, con él, brillarán glorificados sus miembros,
cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la
cabeza, que es él.
Deseemos, pues, esta
gloria con esfuerzo seguro y total. Pero, para que nos sea permitido esperar
esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran
manera, la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera
nuestras fuerzas.
.
(P. Max
Alexander - Imagen: Píldoras de Fe)
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Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
El demonio sabe que cuando probamos un bocado de la
santidad, estamos irremediablemente perdidos para él. Es por eso que nos
distrae con multitud de pretextos y nos muestra la religión católica como algo
aburrido o molesto. Pero tenemos que saber que aquí sucede como cuando los
primeros discípulos encontraron a Jesús y le preguntaron dónde vivía, y Él les
respondió “Vengan y lo verán”. Y esto mismo nos dice a cada uno de nosotros, ya
que en el mismo caminar es que iremos descubriendo las maravillas de este camino,
a cuyo término está el Cielo con su felicidad eterna.
No hay nada más importante que nuestra
santificación, porque si trabajamos por ser santos, estamos trabajando por la
gloria de Dios, por la salvación de las almas, por nuestra patria y por el
mundo, porque un alma que se santifica atrae el bien sobre todo y sobre todos,
así como un alma que peca daña a todos, porque todos formamos un cuerpo.
Lancémonos entonces a la conquista del monte de la
santidad. Tenemos solo esta vida para hacerlo. No pasemos el tiempo en balde,
sino aprovechémoslo para ser cada día un poco mejores que el día que pasó.
Vivamos bien y confiados solo el momento presente, sin preocuparnos por el
futuro ni por los pecados del pasado.
El demonio sólo teme esta decisión nuestra de ser
santos, porque sabe que nos escaparemos de sus manos y arrastraremos junto a
nosotros a muchas almas en la ascensión hacia lo alto. A pesar del mundo, del
demonio y de la carne... ¡Seamos santos!
🌸
Señor, enséñanos a mirar como los santos. Señor,
enséñanos a mirar. Los santos te miraron mucho, Señor, y de tanto mirar se les
pegó tu mirada, porque quisieron fijarse en Ti y Tú quisiste fijarte en ellos.
Señor, enséñanos a mirar. Los santos miraron mucho a
la gente y de tanto mirar la quisieron con toda el alma. Así salieron de
alegres, sencillos y generosos. Y la gente también les miró como amigos.
Señor, enséñanos a mirar. En la Iglesia tenemos un
santo para cada día y cada uno de nosotros tenemos nuestro santo. Son miles de
retratos tuyos, en los que aprendemos a verte y conocer tu rostro.
Señor, enséñanos a mirar y mirarte, a fijarnos en
las personas y en las cosas buenas, y ayúdame a ser yo también de los que van
pareciéndose cada día más a Ti.
Un año con María
Noviembre 1: Soldado de Dios
Hay veces que nos asalta la tristeza y nos sentimos
dolidos, eso confirma que hay un propósito, porque el enemigo sólo pelea con
aquellos soldados que cumplen su misión. No pierde el tiempo con soldados de
Cristo que no tienen propósito. No dejes de trabajar por las cosas de Dios,
incluso cuando te atacan las tentaciones.
María es una luchadora valiente, pídele su fuerza.
(PADRE LUIS ZAZANO)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
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