PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
20 - Número 5995 ~ Domingo 25 de Mayo de 2025Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
El pasaje de San Juan que se nos ha propuesto en el evangelio para hoy
pertenece al discurso de despedida en el última cena. Son palabras que Jesús
podría haber repetido en su despedida antes de subir al cielo, cuya fiesta de
la Ascensión celebraremos el próximo domingo. La despedida de Jesús es
diferente de la de otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que se
va. Jesucristo se va, pero se queda. Y se queda de muchas maneras: en la
Eucaristía, en su palabra, en la Iglesia. Hoy nos dice que se queda dentro de
nosotros por medio del amor.
Otras religiones tenían a Dios como algo muy externo. Hasta los israelitas
del Antiguo Testamento sentían que estaba Dios cuando se presentaba entre rayos
y truenos. Pero Jesús nos enseñó que Dios está, no sólo cerca, sino en lo
íntimo del alma. Dios es nuestro Padre que nos ama hasta el punto de vivir con
nosotros, en unión del Hijo y el Espíritu Santo, que nos va enseñando lo que
debemos hacer, si somos dóciles. Esta unión por medio del amor es muy diferente
del ideal de un buen israelita, como los fariseos, cuyo ideal no era la unión
con Dios, sino el cumplimiento de la Ley.
Para poder tener la unión íntima con Dios necesitamos mucha paz interior.
Al despedirse les da Jesús su paz. También lo hará cuando resucite. Dice que es
una paz distinta de la que da el mundo. En el mundo suelen decir que hay paz
cuando no hay guerra; pero muchas veces esa paz está envuelta en odios y
rencores, de modo que no permanece en lo íntimo del alma. Además siempre es
transitoria. La paz que da Cristo es un fruto del Espíritu Santo, que se
obtiene con el amor y permanece en el amor.
La Palabra de Dios Lecturas del día- DOMINGO VI DE PASCUA - ♡ Primera Lectura: Hechos 15, 1-2. 22-29
♡ Salmo: Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8
♡ Segunda Lectura: Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
♡ Santo Evangelio: Jn 14,23-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno me ama, guardará
mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El
que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía,
sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre
vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo
la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro
corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a
vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el
Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda creáis».
♡ Comentario:
Hoy, antes de celebrar la
Ascensión y Pentecostés, releemos todavía las palabras del llamado sermón de la
Última Cena, en las que debemos ver diversas maneras de presentar un único
mensaje, ya que todo brota de la unión de Cristo con el Padre y de la voluntad
de Dios de asociarnos a este misterio de amor.
A Santa Teresita del Niño Jesús un día le ofrecieron diversos regalos para
que eligiera, y ella —con una gran decisión aun a pesar de su corta edad— dijo:
«Lo elijo todo». Ya de mayor entendió que este elegirlo todo se había de
concretar en querer ser el amor en la Iglesia, pues un cuerpo sin amor no
tendría sentido. Dios es este misterio de amor, un amor concreto, personal,
hecho carne en el Hijo Jesús que llega a darlo todo: Él mismo, su vida y sus
hechos son el máximo y más claro mensaje de Dios.
Es de este amor que lo abarca todo de donde nace la “paz”. Ésta es hoy una
palabra añorada: queremos paz y todo son alarmas y violencias. Sólo
conseguiremos la paz si nos volvemos hacia Jesús, ya que es Él quien nos la da
como fruto de su amor total. Pero no nos la da como el mundo lo hace (cf. Jn
14,27), pues la paz de Jesús no es la quietud y la despreocupación, sino todo
lo contrario: la solidaridad que se hace fraternidad, la capacidad de mirarnos
y de mirar a los otros con ojos nuevos como hace el Señor, y así perdonarnos.
De ahí nace una gran serenidad que nos hace ver las cosas tal como son, y no
como aparecen. Siguiendo por este camino llegaremos a ser felices.
«El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo
y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14,26). En estos últimos días de
Pascua pidamos abrirnos al Espíritu: le hemos recibido al ser bautizados y
confirmados, pero es necesario que —como ulterior don— rebrote en nosotros y
nos haga llegar allá donde no osaríamos.
* Rev. D. Francesc CATARINEU i
Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net
Palabras del Papa León XIV «La Iglesia es el vientre en el que también nosotros fuimos generados y,
al mismo tiempo, la grey, el campo que se nos ha entregado para que lo cuidemos
y lo cultivemos, lo alimentemos con los sacramentos de salvación y lo
fecundemos con la semilla de la Palabra, de manera que, sólido en la concordia
y entusiasta en la misión, camine, como una vez los israelitas en el desierto,
a la sombra de la nube y a la luz del fuego
de Dios».
Predicación del Evangelio: La promesa del Espíritu Santo "El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre,
será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho"
(Jn 14, 26). Esta es la gran promesa que hizo Jesús durante la última Cena. Al
acercarse el momento de la cruz, tranquiliza a los Apóstoles, diciéndoles que
no se quedarán solos: el Espíritu Santo, el Paráclito, estará con ellos y los
sostendrá en la gran misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo.
En la lengua original griega, el término Paráclito indica al que
acompaña, para proteger y ayudar a una persona. Jesús vuelve al Padre, pero
continúa la obra de enseñanza y animación de sus discípulos mediante el don del
Espíritu.
¿En qué consiste la misión del Espíritu Santo prometido? Como acabamos de
escuchar en el texto tomado del evangelio de san Juan, es Jesús mismo quien la
explica: "Será él quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que
os he dicho" (Jn 14, 26). Jesús ya ha comunicado todo lo que quería decir
a los Apóstoles: con él, Verbo encarnado, se ha completado la revelación. El
Espíritu hará "recordar", es decir, comprender en plenitud y vivir
concretamente las enseñanzas de Jesús. Esto es lo que sucede aún hoy en la
Iglesia. Como afirma el concilio ecuménico Vaticano II, bajo la guía y con la
luz y la fuerza del Espíritu Santo, "la Iglesia camina a través de los
siglos hacia la plenitud de la verdad divina, hasta que se cumplan en ella
plenamente las palabras de Dios" (Dei Verbum, 8).
"El ángel (...) me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del
cielo, enviada por Dios trayendo la gloria" (Ap 21, 10). La visión de la
Jerusalén celestial, descrita de modo impresionante en el Apocalipsis, nos
muestra la meta hacia la que tienden la Iglesia y la humanidad entera. Es la
meta de la comunión plena y definitiva de los hombres con Dios. Teniéndola a la
vista, los creyentes se comprometen a vivir el Evangelio y contribuyen al mismo
tiempo a la construcción de una ciudad terrena según el corazón de Dios.
María, a la que durante este mes de mayo veneramos e imploramos con
devoción especial como nuestra Madre celestial, proteja siempre vuestra
comunidad y toda la diócesis de Roma. Ella, la primera que acogió en su seno
virginal al Verbo divino, nos ayude a asemejarnos cada vez más a su divino
Hijo, dispuestos a anunciar fielmente la palabra del Evangelio y a
testimoniarlo con la coherencia de nuestra vida. Amén.
(Texto de San Juan Pablo II - Imagen de ParroquiaWeb)
Agradecimientos Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
💕 Desde Salamanca, España, llega una oración de acción de gracias a Dios por la buena evolución de Raquel, afectada de cáncer de esófago y que, con el tratamiento, y por gracia divina, está presentando signos de remisión de las células malignas, e incluso ha podido ingerir alimentos líquidos (yogurt) luego de bastante tiempo sin que se pudiera. Seguiremos rezando por ella al Señor y a la Virgen María.
💕 Desde Salamanca, España, también nos llega un agradecimiento a Dios por Takashi, afectado de cáncer de próstata y problemas a nivel de la columna vertebral (¿metástasis?), que ha sido operado de la columna y sus dolores han disminuido permitiéndole movilizarse con un andador. Continuaremos rezando por él.
Oremos: Bendito seas,
Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e
infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que
se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes
y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Meditación dominical del P. Santiago Martín "La paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy yo como la da el mundo.
Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27-28a).
Cristo es el Príncipe de la Paz. A pesar de ello, su vida pública estuvo
siempre envuelta en conflictos, el último de los cuales le condujo a la muerte.
Esta aparente contradicción podría parecer extraña y sin lógica, pero si nos
fijamos en el contenido del mensaje cristiano descubriremos que es
completamente normal. El Señor habla, efectivamente, de paz, pero no de una paz
cualquiera. Lo mismo que Él no habla de amor, sino de “su” amor, así habla
también de “su” paz. Esa paz es la que se construye sobre los cimientos de la
justicia y de la libertad y no sobre la represión y el miedo. Se trata de una
paz activa, muy diferente a la resignación pasiva de aquellos que se niegan a
luchar para defender a los que sufren. El cristiano no busca ni ama los
conflictos, pero tampoco los rehúye a cualquier precio, al precio de traicionar
su conciencia o de mirar para otro lado mientras los pobres son oprimidos.
Conviene tener esto en cuenta muy especialmente en los tiempos que corren,
tiempos de terror en los cuales hay miedo a subir a un tren o a entrar en el
avión o en el metro. Para nosotros la paz es un valor muy grande, pero no es el
valor supremo, no a costa de tener que renunciar a nuestras ideas, a nuestros
principios morales o a nuestra fe. Lo que sucede es que nosotros no nos vamos a
convertir en asesinos o en suicidas asesinos, sino que estamos dispuestos a dar
la vida -no a quitarla- a cambio de defender aquello en lo que creemos.
Busquemos, pues, la paz, sin temor al conflicto no violento, al estilo de
Cristo, por amor a Dios y a los pobres. Y si llegara la guerra, atengámonos
fielmente a lo que nos indique el Santo Padre, al cual hay que saber escuchar
siempre.
Propósito: Rechazar la violencia y no sólo la internacional sino la que
procede de nosotros. Defender pacíficamente nuestros derechos y nuestras
convicciones morales y religiosas.
Un año con María Mayo 25: Actos simples
Las obras de la gracia son actos simples, en los
actos simples mostramos el amor a Dios. Es mostrarte atento en el otro. Tu
presencia ante esa persona que está a tu lado puede ser la salvación para su
vida. Que le digas que rezas por ella o que le regales un Rosario, puede
fortalecer su vida. La ayuda escapa a la condición social y a la fama; es
descubrir que en ese necesitado está Dios. María ayudó en la simpleza y no miró
la condición del otro sino su condición de necesitado.
(PADRE LUIS ZAZANO)
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Palabras del Papa León XIV
Predicación del Evangelio:
Agradecimientos
Meditación dominical del P. Santiago Martín
Un año con María
FELIPE
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