sábado, 2 de noviembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5804

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5804 ~ Sábado 2 de Noviembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Padre mío, dueño de la vida y de la muerte. Dame la gracia de aceptar con paz el misterio doloroso de la vida, las enfermedades, la decadencia y la muerte; aceptarlas sin lamentos, sin lágrimas, en silencio y paz. Me acuerdo de tu Hijo que transformó lo más negativo e inútil del mundo, como es el dolor y la muerte, en fuente de redención y vida eterna. Yo también quiero que desde hoy mi dolor y mi muerte sean fuente fecunda de redención. A partir de este momento quiero sufrir con Jesús y como Jesús. En tus manos, Padre mío, me abandono con mi vida y mi muerte, mi salud y mi enfermedad. Amén.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Sab 3, 1-9
 
Salmo: Sal 22, 1-3. 4. 5. 6
 
Segunda Lectura: Rom 5, 5-11 o bien Rom 6, 3-9
 
Santo Evangelio: Lc 23,33.39-43
Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.
Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.
Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal».
* Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM (Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net 
 
Santoral Católico:
Conmemoración de los Fieles Difuntos
La Iglesia, después de celebrar ayer la fiesta de todos sus hijos bienaventurados ya en el cielo, se interesa hoy ante el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos precedieron en el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, para que, purificados de toda mancha de pecado, puedan gozar de la felicidad eterna. Celebramos, pues, la victoria de Cristo, y de nosotros con Él, sobre la muerte. Y hacemos memoria de cuantos, habiendo compartido ya la muerte de Jesucristo, están llamados a compartir también con Él la gloria de la resurrección. El primer prefacio de difuntos nos enseña que «en Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad; porque la vida de los que creemos en el Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo». Mientras nosotros pedimos por los difuntos, ellos interceden por nosotros.
Oración: Oh Dios, que resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu reino, concede a tus siervos difuntos que, superada su condición mortal, puedan contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
  
porque volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí»
(SAN BRAULIO DE ZARAGOZA)
 
Tema del día:
Reflexiones sobre la muerte
La Iglesia Católica  nos invita cada 2 de noviembre, a rezar por nuestros fieles difuntos. Ellos constituyen la Iglesia Purgante y viven en solidaridad con los demás miembros –los de la Iglesia Militante en la tierra y los de la Iglesia Triunfante en el Paraíso– y en comunión con Dios, aunque de diverso modo.
 
Así como las almas de los fieles que alcanzaron ya su meta definitiva en el Cielo, viven en una perfecta intimidad con la Trinidad Beatísima, y los que aún vivimos en el mundo batallamos contra nuestras pasiones por ser fieles a Dios, las almas del Purgatorio pasaron ya por el mundo, pero todavía no gozan de Dios y requieren, por lo tanto, de nuestras oraciones a la Misericordia de la Santísima Trinidad.
 
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma. La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación; y para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).
 
La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos.
 
Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso". Estos actos de piedad son constantemente alentados por la Iglesia.
 
San Agustín expresaba en forma poética y profunda:
"Una flor sobre su tumba se marchita.
Una lágrima sobre su recuerdo se evapora.
Una oración por su alma, la recibe Dios".
 
Biblioteca de “Pequeñas Semillitas”
Contiene más de 300 artículos que han sido publicados oportunamente y que podrás leer o bajar a tu dispositivo.
ATENCIÓN: ha cambiado la dirección para entrar en la Biblioteca. Ahora es:
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.
Es ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios.
Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio.
Esto nos ayudará a amar más a Dios y a los demás, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.
María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.
🌸
La muerte no es nada, sólo ha pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho. No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos. Recen, sonrían, piensen en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de su mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista? Los espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Ven? Todo está bien. No lloren si me aman. Si conocieran el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieran oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudieran ver con sus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen! Créanme: Cuando la muerte venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, su alma venga a este Cielo en el que los ha precedido la mía, ese día volverán a ver a aquel que los amaba y que siempre los ama, y encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. (San Agustín de Hipona)
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La Iglesia Católica está constituida por tres niveles de almas:
1) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.
2) La Iglesia Purgante, conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquellas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos.
3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, transcurriendo esta vida y somos los que debemos acumular méritos espirituales para algún día llegar al cielo, invocando para ello la ayuda de los santos y rezando por las benditas almas del purgatorio. Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación eterna.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
2 de noviembre
Subamos, mis queridas hijas, subamos sin cansarnos nunca a la celeste visión del Salvador; alejémonos paso a paso de las ataduras terrenas; despojémonos del hombre viejo y vistámonos del hombre nuevo; y aspiremos a la felicidad, que nos está preparada.
Antes de poner fin a esta carta, os ruego que oréis mucho a Jesús por mí, para que me conceda someterme a su voluntad, manifestada por mi superior, y servirle con fidelidad y sinceridad.
Yo deseo, y vosotras no lo ignoráis, morir y amar a Dios; o la muerte o el amor; ya que la vida, sin este amor, es peor que la muerte. Hijas mías, ¡ayudadme! Yo muero y agonizo en cada instante. Todo me parece un sueño y no sé dónde me muevo. ¡Dios mío! Cuándo llegará la hora en que yo pueda cantar: «Este, oh Dios, es mi descanso para siempre».
(31 de octubre de 1916, a Assunta di Tomaso y otras, Ep. III, 404)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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