jueves, 3 de julio de 2025

Pequeñas Semillitas 6029

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 20 - Número 6029 ~ Jueves 3 de Julio de 2025
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Alguien viene sin llamarle, sin haber pensado siquiera en Él, sin saber muy bien quién es, sin tener oídos para escucharlo, sin comprender su palabra.
Alguien viene a sentarse a nuestro lado para estar con nosotros, los hombres. Alguien viene y tiene tantas cosas que cambiar dentro de nosotros...
No viene para que todo siga igual ni para hacer silencio a nuestro lado. Viene porque es posible ser de otra manera y compartir el pan a manos llenas.
Alguien viene a nuestro lado desde la orilla que no conocemos. Viene desde la cercanía de Dios a encontrarse con el hombre y la mujer para que el hombre y la mujer conozcan a Dios.
Alguien viene desde Dios y trae presencia de Dios a la tierra.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- JUEVES XIII DEL TIEMPO ORDINARIO -
Primera Lectura: Efesios 2, 19-22
 
Salmo: Sal 116, 1.2
 
Santo Evangelio: Jn 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
 
Comentario:
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás. El evangelista Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo de resurrección, nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, y cuando los Apóstoles —que habían visto al Señor— daban testimonio de ello, Tomás respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20,25).
Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados ocho días, Jesús se aparece otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20,27).
—Oh Jesús, ¡qué bueno eres! Si ves que alguna vez yo me aparto de ti, ven a mi encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.
La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28). ¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás! Le dice “Señor” y “Dios”. Hace un acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle resucitado, ya no ve solamente al hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y comía con ellos, sino su Señor y su Dios.
Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino creyente, y añade: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20,28). Nosotros no hemos visto a Cristo crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos ha aparecido, pero somos felices porque creemos en este Jesucristo que ha muerto y ha resucitado por nosotros.
Por tanto, oremos: «Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que me aparta de ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que me acerca a ti; Señor mío y Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente a ti» (San Nicolás de Flüe).
* Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net
 
Santoral Católico:
Santo Tomás
En los Evangelios recibe el sobrenombre de Dídimo o Mellizo. Se hizo famoso en las apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles. Su incredulidad cuando le hablaron de la primera aparición, que tuvo lugar estando él ausente, desapareció a la vista de Cristo en la segunda, cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y sus manos llagadas por los clavos. Entonces acabó proclamando: «¡Señor mío y Dios mío!». San Juan nos refiere otras actuaciones de Tomás: cuando los otros temían acompañar a Cristo, él dijo resuelto: «Vayamos también nosotros y muramos con él». Y en la Última Cena, cuando Jesús les anuncia su partida, Tomás le pregunta: «No sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», a lo que Jesús responde: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Tomás es símbolo del hombre en su lento pero decidido caminar hacia la fe. Según la tradición, evangelizó los pueblos de Persia y de la India, donde murió mártir.
Oración: Dios todopoderoso, concédenos celebrar con alegría la fiesta de tu apóstol santo Tomás; que él nos ayude con su protección, para que tengamos en nosotros vida abundante por la fe en Jesucristo, tu Hijo, a quien tu apóstol reconoció como su Señor y su Dios. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
 
La creación continúa cada día.
Dios trabaja en nuestro mundo cotidiano;
es necesario colaborar con Él»
(ABBÉ PIERRE)
 
Temas Médicos:
Y vendrá sanidad sobre ti
Para que llegue la sanidad a un cuerpo, o al alma, debe haber previamente una enfermedad o herida. Existen varias clases de enfermedades: físicas, mentales y emocionales. Cada una tiene su origen en algo diferente pero gracias a Dios para todas ellas existe la misma sanidad: la que provee nuestro Señor Jesucristo. La medicina ha logrado grandes avances y los medicamentos ayudan a muchas personas a recibir alivio, pero el Sanador por excelencia es el Señor Jesucristo.
 
En realidad toda sanidad es milagrosa, inclusive la que viene por medio de los médicos, pues si su cuerpo no asimila el medicamento que le han recetado la sanidad nunca llegará a su vida. A veces Dios sana directamente pero otras veces utiliza la ciencia médica que Él ha creado para el beneficio de la humanidad.
 
La medicina humana tiene su límite y es allí donde interviene el Señor con poder para hacer lo que nadie puede hacer. Una persona humanamente hablando puede estar al borde de la muerte o ya muerta, pero aún Dios tiene todo poder para levantarlo y/o resucitarlo. La vida trae muchas veces diferentes enfermedades a nuestras vidas, pero qué bueno es saber que tenemos al Gran Médico Jesucristo, que está dispuesto a que le pidamos para que Él opere su obra sanadora. ¡No existe mejor Sanador que El Señor!
 
Animo, Ven a Cristo y sigue clamando porque Dios escucha tu oración. Hay personas que han sido enseñadas que llorar es para los débiles y que es vergonzoso hacerlo. Pareciera que alguien hubiera escrito un código que dice que las lágrimas son para los niños, las mujeres y los débiles. ¡Esta no es la perspectiva de Dios! Para un Padre amoroso como es Él, no hay cosa que más toque su corazón que ver a uno de sus hijos e hijas llorar ante su presencia. Las lágrimas pueden estar originadas por muchos factores, pero cuando uno va en oración a buscar al Señor y empiezan a correr por las mejillas las lágrimas, algo sucede en el mundo espiritual: Dios ve el clamor desesperado, la angustia y comienza a sanar lo que está enfermo.
 
Puede ser un cuerpo dolorido o una relación rota; puede ser una amistad o un matrimonio desecho. No te canses ni tengas vergüenza de llorar ante el Señor, pues tus lágrimas son para Él como una joya cristalina de mucho valor. "Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?" (Juan 11,40).
 
Oración:
Gracias Señor porque en tu presencia no hay vergüenza alguna, y tengo la libertad de tu Espíritu para llorar y derramarme ante Ti. Gracias porque sé que tú no te deleitas en el dolor de tus hijos, sino que te enterneces de tal manera que mueves tu mano para sanar. Recorre en este momento mi cuerpo con tu poder, oh Dios, y sana aún aquellas enfermedades ocultas que pueda tener incubando en mi ser y el de las personas que más amo. Recibo en este momento tu sanidad divina. Gracias Señor Jesús. Amén.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Todos deseamos ser amados. Una característica común de los seres humanos es la necesidad de ser importantes en la vida de alguien más. "Al menos una persona me necesita", decimos cuando nos sentimos menos aptos para aceptar las exigencias de la vida. Cuán parecidos somos. La paradoja es que nuestra propia necesidad de amor se reduce cuando amamos a los demás. Ofrece tu amor y éste regresará a ti. Esta es una promesa en la que podemos confiar.
Generalmente, la realidad acerca del amor y su ruta del emisor al receptor y viceversa se encuentra lejos de nuestras mentes. Con mayor frecuencia nos desesperamos y nos obsesionamos por la falta de pruebas de amor en nuestra vida.  ¿Por qué él no sonríe?  ¿Por qué no le importo a ella?  ¿Ha ocupado mi lugar alguien más interesante? El hecho de ofrecer nuestro amor en lugar de buscarlo, influirá en todas nuestras experiencias. La vida será más apacible y las recompensas serán muchas y de gran alcance.
Amar a los demás me garantiza el amor que deseo. Pero no puedo esperar nada si no doy yo primero.
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En el momento en que la lanza del soldado romano atraviesa el corazón de Jesús crucificado, el corazón de María fue también atravesado por la espada de los dolores. El Sagrado Corazón de Jesús, es el reflejo mismo del Corazón de su Madre.
Al día siguiente de la festividad del Sagrado Corazón, hemos recordado el Corazón Inmaculado de María que nos confirma el lazo profundo entre las dos devociones.
En 1916, durante las tres apariciones del ángel en Fátima, el ángel de la paz hablaba tanto del Corazón de Jesús como del de María. ¡La Madre se encuentra siempre cerca de su Hijo! Durante la segunda aparición de la Virgen en Fátima, el 13 de junio de 1917, Lucia recibió la misión de propagar el culto al Corazón Inmaculado de María, garantizando la salvación del mundo. En esa época la devoción al Corazón de Jesús ya era practicada ampliamente.
Pertenecemos todos a Jesús como hombre; Él es nuestro Creador y Redentor. El que se entrega al Corazón Inmaculado de María, María lo entregará al Corazón de Jesús, ya que ella intercede ante El por nosotros, ella es nuestra mediadora nuestro atajo hacia Jesús.
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Cuando nuestro corazón no está habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a merced de nuestros miedos. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad.
Otras veces nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin la compañía cercana de nadie.
La fe confiada en Dios, llena el corazón del creyente de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia.
Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengáis miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos. (José Antonio Pagola)
 
Un año con María
Julio 3. No te alejes
Mucha gente se va de la Iglesia porque cree que es muy pecadora; pero si caíste, ¡tienes que estar más cerca de Dios! Es como alejarse del hospital porque me doy cuenta que estoy lastimado y con poca señal de vida.
Tu casa es esta porque somos un hospital de campaña. María siempre nos consuela pero nos recuerda que es madre, y más madre si te reconoces como pecador.
(PADRE LUIS ZAZANO)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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