domingo, 3 de marzo de 2024

Pequeñas Semillitas 5569

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5569 ~ Domingo 3 de Marzo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
El Evangelio del tercer domingo de Cuaresma tiene como tema el templo. Jesús purifica el antiguo templo, expulsando del mismo, con un látigo de cuerdas, a vendedores y mercaderías; entonces se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios que los hombres destruirán, pero que Dios hará resurgir en tres días.
Nos sorprende ver a Jesús enfurecido, con un látigo en la mano, derribando las mesas y expulsando a los comerciantes que se habían establecido junto al templo. En nuestra imaginación, la figura del Mesías es serena, mayestática, irradia dignidad e inspira respeto. Por eso nos desconcierta ver a Jesús, que es el Mesías ansiosamente esperado por tantas generaciones de devotos judíos, que se comporta de esta manera.
¿Por qué su reacción? Monta en cólera al ver que la casa de Dios había cambiado su finalidad espiritual para convertirse en un mercado. Este pasaje evangélico está denunciando una grave enfermedad que afecta, no solo al Catolicismo, sino a otras religiones: se quiere subordinar el hecho religioso a intereses económicos. Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús está denunciando las diversas formas de comercialización de la religión y está proclamando un estilo diferente de relacionarse con Dios, libre de contaminaciones.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Ex 17, 3-7
 
Salmo: Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9.
 
Segunda Lectura: Rm 5, 1-2. 5-8
 
Santo Evangelio: Jn 2,13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.
 
Comentario:
Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.
¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los Cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.
-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).
¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).
¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien? ¿Son rectas mis intenciones? ¿Estoy dispuesto a cumplir, siempre y en todo, la voluntad de Dios? ¿He admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.
-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.
* Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España) © Textos de Evangeli-net
 
Pensamiento del día
«La parábola del Padre Misericordioso (que meditamos en el Evangelio de ayer) nos muestra la lógica de la misericordia de Dios. Esta marca su modo de actuar con los hombres, abre nuestros corazones a la esperanza y nos devuelve la dignidad de hijos de Dios.»
(PAPA FRANCISCO)
 
Predicación del Evangelio:
Limpiemos el templo nuestro
Seguimos avanzando, ayudados por los resortes que la Santa Cuaresma nos ofrece, hacia la celebración de la Pascua. Sólo, cuando sintamos en lo más hondo de nuestro ser, la presencia real y transformadora de Dios, podremos decir y concluir lo que el Evangelio de hoy nos viene a recordar: somos templos del Dios vivo y nada ni nadie lo puede descafeinar o adulterar. ¿Lo percibimos así? ¿Cuidamos –en decoro y con orden– la vida interior del templo de nuestro cuerpo? ¿Abrimos sus ventanas –oídos y ojos– para que se deslicen hasta su interior las Palabras y los gestos de Jesús?
 
Sí, amigos; el hombre es el templo de Dios. Somos el santuario de un Dios que no desea otra cosa que habitar en él. En lo más hondo de nuestra vida. Y, cuando el Señor, comprueba el desbarajuste interno y externo que existe en nuestra vida, en nuestras palabras, en nuestro testimonio, es cuando nos pone en el lugar que nos corresponde: no podemos hacer de la casa de Dios un mercado. No podemos confundir templo de Dios, con una simple tienda.
 
Porque el Señor nos quiere y desea para nosotros lo mejor, nos orienta con su Palabra y pide un mínimo de coherencia y de fidelidad. Y, esa coherencia y fidelidad, las podemos demostrar de las siguientes maneras:
 
a) Huyendo de una fe mercantilista. No podemos elegir lo que queremos, cuanto queremos y cuando queremos para seguir a Dios. Nuestro “sí” ha de ser un “si” y, nuestro “no” ha de ser un “no”. Muchas veces convertimos la fe en una estantería de la que vamos seleccionando aquellos productos (oraciones, sacramentos, devociones…) que más nos convienen.
 
b) No olvidando que, los 10 mandamientos, siguen estando vigentes. Que Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud. Nos sorprende la violencia con la que Jesús actúa en este evangelio. El Señor, también entra dentro de nosotros, y con el látigo de la oración, de la reflexión o de la penitencia, va arrojando del templo de nuestras almas aquello que vicia o confunde nuestra vida cristiana. Aquello que nos impide ser totalmente hijos de Dios. Arroja lejos de nosotros, toda mercancía que obstaculiza el paso de la gracia. Vuelca las mesas de nuestro orgullo y de nuestra autosuficiencia. En definitiva; para apostar por el Reino de Dios, hemos de expulsar todo aquello que paraliza y distorsiona nuestra fe.
 
Hoy, al hilo de este evangelio, pedimos al Señor perdón por aquello que nos impide llegar hasta Él. Perdón por dar excesiva importancia y protagonismo de elementos que dificultan su reinado; fotógrafos, flores, banquetes, cámaras de fotos, músicas profanas, chicles, teléfonos móviles, vestidos llamativos y un largo etc. Qué bueno sería ir reduciendo todo ello en aras a unas más sinceras, limpias y dignas celebraciones cristianas. Hay cosas que, nunca mejor dicho, debieran de estar, verse, ofrecerse y darse del atrio hacia fuera. Aun a riesgo de ser impopulares.
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(P. Javier Leoz  - Imagen de Misioneros Digitales Católicos)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: JPII enamorado del Rosario
Puedes acceder en la dirección:
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde España, nuestro amigo lector José Luis S., da gracias a Dios y a quienes rezaron por él, pues sus controles médicos y estudios complementarios han dado resultados favorables. Nos sumamos a su plegaria de agradecimiento al Señor.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, damos gracias por el cumpleaños de nuestra querida amiga Bärbel Genuit, que ayer ha llegado a los 80 años, llena de vida, de lucidez, de fe cristiana y rodeada del amor de su familia. ¡Bendiciones querida amiga!
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, el autor de esta página (Felipe) agradece a todos los que rezan por su recuperación visual, confiando en Dios, en la Santísima Virgen y en la intercesión del Beato Fray Mamerto Esquiú. Mientras tanto ofrece esta molestia como humilde participación en el dolor de Jesús en Cuaresma y Semana Santa.
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
“Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora”. (Jn 2, 13-17)
La escena de Jesús expulsando a los mercaderes del templo ha sido interpretada de muchas maneras. Una de ellas es la de considerar que se trata de una legitimación de la violencia cuando ésta se usa para causas justas. En realidad, Jesús se muestra irritado por la corrupción de la Religión, porque ésta es el corazón de todo lo demás y si la religión se pudre ya no hay esperanza de regeneración posible. Lo que está detrás es, pues, el “celo” de Cristo por la causa de Dios, que es también la causa de los hombres.
¿Tenemos nosotros ese mismo celo? ¿Nos preocupamos por los problemas de la Iglesia como si fueran los nuestros? ¿Estamos decididos a meternos en líos para ayudar a la Iglesia en la evangelización y en la lucha contra sus enemigos o, por el contrario, nos conformamos con criticar las cosas que no van bien? ¿Qué actitud tomamos cuando critican a la Iglesia? ¿No nos preocupa su situación económica? ¿Nos quedamos indiferentes cuando vemos que algunos se pasan a las sectas?
Cristo, presente en la Iglesia, su Cuerpo Místico, nos necesita para que ésta sea cada vez más santa, más auténtica. De nosotros depende, porque en buena medida son nuestros pecados los que afean su rostro. Pero de nosotros depende también salir en defensa de nuestra Madre, la Iglesia, no callar cuando se la insulta. Y hacerlo, ciertamente, sin ejercer la violencia, pero sin cobardía y sin ese tipo de prudencia a que estamos acostumbrados y que en realidad es un pecado de omisión. (P. Santiago Martín)
🌸
Cuando tengamos que resolver una cuestión delicada, vayamos a María, acudamos a Ella, porque María todo lo puede ante Dios, y Ella nos lo volverá favorable.
Si queremos pedir especialmente por algún pecador o descarriado, ¡qué mejor que acudir a la Santísima Virgen, refugio de los pecadores, para que sea Ella quien defienda a ese miserable de la ira divina! Y ese pecador miserable puedo ser yo mismo…
No hay mayor recurso para los hombres que quieren obtener algo de Dios, que ir a los pies de la Virgen y suplicarle de rodillas.
María jamás despacha a ninguno sin haberlo socorrido, o al menos le da alivio y paz espiritual hasta que la cosa se solucione de la mejor manera.
Confiemos en María que fue creada por Dios para que interceda por nosotros ante su Majestad infinita, ya que Dios no quiere castigar a los pecadores, y necesita que alguien, María, se interponga entre Él y los hombres.
Pidamos a la Virgen que nos libre de todo mal, a nosotros y a nuestros seres queridos, porque si hacemos así, estemos seguros de que Ella no desoirá nuestras humildes súplicas y nos concederá la paz en la familia, la felicidad y la alegría espiritual, pues María es llamada también: “Causa de nuestra alegría”.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
3 de marzo
A veces me pregunto si habrá almas que no sientan arder el pecho con el fuego divino, especialmente cuando se encuentran ante Él, en el sacramento. Esto me parece imposible, sobre todo si se trata de un sacerdote, de un religioso. Quizá las almas que afirman que no sienten este fuego no lo sienten porque tal vez su corazón es más grande. Sólo con esta benigna interpretación me es posible no aplicarles el vergonzoso calificativo de mentirosos.
Hay momentos en que se me presenta a la mente la severidad de Jesús, y es entonces cuando sufro amargamente; me pongo a considerar sus bromas y esto me llena de gozo. No puedo no abandonarme a esta dulzura, a esta felicidad… ¿Qué es, padre mío, lo que siento? Tengo tanta confianza en Jesús que, incluso si viera el infierno abierto ante mí y me encontrara a la orilla del abismo, no desconfiaría, no me desesperaría, confiaría en él.
Tal es la confianza que me inspira su mansedumbre. Cuando me pongo a considerar las grandes batallas contra el demonio que, con la ayuda divina, he superado, son tantas que no es posible contarlas.
¡Quién sabe cuántas veces mi fe habría vacilado y mi esperanza y mi caridad se habrían debilitado, si Él no me hubiera tendido la mano; y mi intelecto se habría oscurecido, si Jesús, sol eterno, no lo hubiera iluminado!
Reconozco también que soy del todo obra de su infinito amor. Nada me ha negado; más aún, tengo que manifestar que me ha dado más de lo que le he pedido.
(3 de diciembre de 1912, al P. Agostino da San Marco in Lamis, Ep. I, 316)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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