jueves, 6 de septiembre de 2018

Pequeñas Semillitas 3762

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 13 - Número 3762 ~ Jueves 6 de Setiembre de 2018
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Cuando un hombre cuyo matrimonio funcionaba bastante mal acudió a él en busca de consejo, el Maestro le dijo:
"Tienes que aprender a escuchar a tu mujer".
El hombre se tomó a pecho este consejo y regresó al cabo de un mes para decirle al Maestro que había aprendido a escuchar cada una de las palabras que decía su mujer.
Y el Maestro, sonriendo, le dijo:
"Ahora vuelve a casa y escucha cada una de las palabras que ella no dice".
Anthony de Mello

¡Buenos días!

Los ríos y el mar
Para tener una buena convivencia con los demás, trata de ser comprensivo, poniéndote en su lugar. Al dialogar con ellos destaca siempre lo que los une. Acepta al vecino, a los del equipo de trabajo tales como son y trata de expresar con sinceridad lo bueno que hacen. Cuando existe comprensión es más fácil disculpar, ser amable y vivir con plenitud la tolerancia mutua.

Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole: —¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber? El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo: —Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas (Esopo).

La fábula de hoy señala defectos comunes de la convivencia humana: quejas sin fundamento, falta de verdadero diálogo, incapacidad de buscar juntos la verdad. Trata de simplificar los problemas en vez de agrandarlos. No acumules las sombras y en todo busca resquicios de luz y caminos de esperanza.  Con serenidad incansable construye la paz en tu ambiente.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
Primera Lectura: 1Cor 3, 18-23

Salmo: Sal 23, 1-4b. 5-6

SANTO EVANGELIO: Lc 5,1-11
En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

Comentario:
Hoy día todavía nos resulta sorprendente comprobar cómo aquellos pescadores fueron capaces de dejar su trabajo, sus familias, y seguir a Jesús («Dejándolo todo, le siguieron»: Lc 5,11), precisamente cuando Éste se manifiesta ante ellos como un colaborador excepcional para el negocio que les proporciona el sustento. Si Jesús de Nazaret nos hiciera la propuesta a nosotros, en nuestro siglo XXI..., ¿tendríamos el coraje de aquellos hombres?; ¿seríamos capaces de intuir cuál es la verdadera ganancia?
Los cristianos creemos que Cristo es eterno presente; por lo tanto, ese Cristo que está resucitado nos pide, no ya a Pedro, a Juan o a Santiago, sino a Jordi, a José Manuel, a Paula, a todos y cada uno de quienes le confesamos como el Señor, repito, nos pide desde el texto de Lucas que le acojamos en la barca de nuestra vida, porque quiere descansar junto a nosotros; nos pide que le dejemos servirse de nosotros, que le permitamos mostrar hacia dónde orientar nuestra existencia para ser fecundos en medio de una sociedad cada vez más alejada y necesitada de la Buena Nueva. La propuesta es atrayente, sólo nos hace falta saber y querer despojarnos de nuestros miedos, de nuestros “qué dirán” y poner rumbo a aguas más profundas, o lo que es lo mismo, a horizontes más lejanos de aquellos que constriñen nuestra mediocre cotidianeidad de zozobras y desánimos. «Quien tropieza en el camino, por poco que avance, algo se acerca al término; quien corre fuera de él, cuanto más corra más se aleja del término» (Santo Tomás de Aquino).
«Duc in altum»; «Boga mar adentro» (Lc 5,4): ¡no nos quedemos en las costas de un mundo que vive mirándose el ombligo! Nuestra navegación por los mares de la vida nos ha de conducir hasta atracar en la tierra prometida, fin de nuestra singladura en ese Cielo esperado, que es regalo del Padre, pero indivisiblemente, también trabajo del hombre —tuyo, mío— al servicio de los demás en la barca de la Iglesia. Cristo conoce bien los caladeros, de nosotros depende: o en el puerto de nuestro egoísmo, o hacia sus horizontes.
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Eleuterio
Abad
 
Fue un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto. Debió ser un hombre de grandes y probadas virtudes por los relatos que se conocen de su vida a través del gran Papa Gregorio Magno que fue contemporáneo, conocido personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada del trato con el santo abad. De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que, un buen día y con una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de un vehemente deseo de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el mismo Papa, su santidad era tan grande que hasta llegó a resucitar un muerto.
Pero lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un acontecimiento especial: unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado por el Diablo. Como pasaran varios días sin notarse fenómenos extraños, el abad comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas, pero que ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba. Al punto, el mal espíritu se apoderó del niño y de inmediato comenzó a maltratarlo.
Eleuterio cayó en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y presunción. Lloró dolorido su pecado y pidió a los monjes oraciones y penitencias para que cesaran los embates del Demonio. Una simple frase con un poco de vanidad hizo que Satanás se sintiese en terreno propio y se necesitase la oración y mortificación de todos para expulsarlo.   
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Pensamiento del día

“Acuérdese todo pecador que hay muy grande diferencia de pecar por costumbre (con obstinación) y pecar accidentalmente (por fragilidad) y no por costumbre; y sepa cierto que es necesario a los hombres dejar los pecados de costumbre en vida y no aguardar, por dejarlos, a la hora de la muerte... Para la salvación de mi alma me es tan necesario desacostumbrarme a pecar, por cuanto los pecados de costumbre son los que llevan a los hombres al Infierno.”
San Francisco Javier

Historias:
El pañuelo de María    
Arrodillada frente a la cruz, esta mujer, a quien llamaban María, una y mil veces me pasaba por su rostro helado, pálido casi blanco, yo absorbía sus lágrimas, que primero lentamente y luego como una cascada vertían sus ojos... no pude con mi genio, con sutileza aproveché el viento que comenzaba a correr suavemente y me solté de la mano de esta mujer  tan angustiada. Caí al suelo para ver si lograba entender lo que ocurría,  y vi el rostro del que llamaba Hijo... sí, del de la cruz...  ¡No, no! esto no es para mí, ¿Qué cosas habrá hecho este reo, para merecer tanto castigo? Mucho he visto en mi vida pero jamás un rostro que no parecía rostro, no comprendo cómo esta mujer decía que era su Hijo, ¿Cómo lo reconoció? ¿Estaría segura que era éste? Porque se podría decir que el madero que lo sostenía y Él, eran uno solo. ¿Cómo puede una madre soportar tanta crueldad?

No me importó que me estrujara entre sus manos, que me mordiera hasta sacarme un trozo de tela; más que bronca y rabia... ¡Ella sentía tanto dolor!   

Alrededor su gente, sostenía su cuerpo frágil, tenue, la acariciaban, la miraban, pero no había palabras que pudieran calmarla.

¡Jamás olvidaré sus ojos que a pesar del llanto destilaban tanto amor!

Sólo soy un pañuelo, un retazo de tela que ella misma bordó, lavado muchas veces y secado a la sombra o a pleno sol; quisiera ayudar a esta madre tierna que tiene en sus brazos a su Hijo, que dicen es Dios.

Aún estoy en sus manos, pero no me estruja, mientras llora en silencio ya no siento su dolor, estoy más tranquilo, diría que me siento en paz, es que ahora sus manos me deslizan suavemente sobre el rostro inerte del que llaman... el Señor.

¿Qué pasa?... Estoy suavemente perfumado, siento calma, apoyado sobre este rostro y en cada caricia que doy... descubro que el que acaricia no soy yo...

Soy un  pañuelo bendito por las manos de una madre y de su Hijo el Señor... ¡No!, no me laven por favor, llevo el perfume de Cristo y el llanto de María; quiero quedarme en sus manos para poder llorar yo... 

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Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Hay días en que los patronos y los santos no bastan. Entonces, debemos armarnos de valor y hablar directamente con quien está por encima de todos. ¡Ser valientes de una vez!
Dirigirse con audacia a quien es infinitamente bella; porque también es infinitamente buena. A Ella que intercede por nosotros. La única que puede hablar sobre la autoridad de una madre. Hablar con valentía a alguien que es infinitamente pura, porque también es infinitamente dulce…
A quien es infinitamente noble, porque también es infinitamente cortés y acogedora. Acogedora como el sacerdote que en el umbral de la iglesia va al encuentro del recién nacido, el día de su bautismo, para introducirlo en la casa de Dios. (...)
A quien es la Madre y la Reina de los ángeles, porque Ella también es la Madre y la Reina de los hombres.
A quien es infinitamente alegre, porque también es infinitamente dolorosa. A quien es tan conmovedora, porque también ha sido infinitamente conmovida. A quien es toda grandeza y toda fe, porque también es toda caridad. A quien es toda fe y toda caridad, porque también es toda esperanza.
A quien es María, porque está llena de gracia. A quien está llena de gracia, porque está con nosotros. A quien está con nosotros, porque el Señor está con Ella.
Charles Péguy

Pedidos de oración
 
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los pacientes internados en la Casa de la Bondad en  Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Cinco minutos del Espíritu Santo 
Setiembre 6
A veces realizamos nuestras tareas por obligación, porque no tenemos otra salida, porque no hemos encontrado algo mejor. Entonces, simplemente toleramos lo que nos toca realizar. 
Otras veces comparamos nuestras tareas con las que realizan otras personas, y entonces nos parece que lo que hacemos tiene poco valor.
Eso nos hace daño, porque convierte nuestra actividad en un tiempo vacío, sin Espíritu; un tiempo que esperamos que pase, que soportamos. Es como si ese tiempo no nos sirviera para nada, y simplemente deseamos que se termine para poder hacer algo que valga la pena.
Pero no dejemos que ese tiempo pase en vano. Ya que nos toca hacer una tarea, hagámosla con ganas, ofreciéndola a Dios, encontrándole alguna belleza. Si no lo logramos, pidámosle al Espíritu Santo que se haga presente en medio de ese trabajo, y nos ayude a vivirlo como un servicio. Hay miles de maneras de servir a Dios y a los demás. Ese trabajo también es un servicio, y el Espíritu Santo puede ayudarnos a que nos sintamos agradecidos porque podemos prestar ese servicio, porque podemos hacer algo con nuestro cuerpo y con nuestras capacidades.
Clamemos al Espíritu Santo, para que nos regale esa alegría de servir con nuestras humildes tareas.
* Mons. Víctor Manuel Fernández 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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