PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3680 ~ Domingo 3 de Junio de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Al
reconocer que en el sacramento de la Eucaristía Jesús nos dejó el memorial de
su Pasión y Resurrección, ¿qué significa “experimentar siempre en nosotros los
frutos de tu redención”, como rezamos en la oración colecta? Este es el
misterio que hoy brilla ante nuestros ojos, y nos compromete a no recibirlo
infructuosamente.
Experimentamos
una alianza con el mismo Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta alianza se renueva en
cada Eucaristía y nos invita a ser personas de diálogo y de entendimientos, de
consensos. Experimentamos la comunión con Cristo.
La
eucaristía asegura nuestra permanencia en Jesús, como se unen los sarmientos a
la vid. También hacemos experiencia de comunión fraterna, de amistad social, liberándonos
del pecado, las injusticias y
las
exclusiones.
Vivamos
este espíritu de comunión que las Escrituras nos enseñan y que surge al considerar
la experiencia personal y comunitaria del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
(El Domingo)
¡Buenos días!
Cambiar el mundo
Las
grandes realizaciones han comenzado por algo simple, accesible, fácil. Para
acercarse a la cumbre de una alta montaña, da el primer paso para lograr tu
objetivo, y luego con paciencia y gran esperanza suma pasos en la misma
dirección. Se trata de hacer realidad un bello ideal comenzando de lo concreto
e inmediato. Lee ahora la experiencia de una persona.
Siendo joven yo era un revolucionario y mi oración a
Dios era: —Señor, dame la energía para cambiar al mundo.
Al llegar a los cuarenta y advertir que la mitad de
mi vida se había ido sin que yo hubiese cambiado una sola persona, modifiqué mi
oración: —Señor, dame la gracia para cambiar a todos aquellos con quienes tengo
contacto, solamente mi familia y mis amigos y estaré satisfecho.
Ahora, que ya soy un anciano y mis días están
contados, mi única oración es: —Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.
¡Si hubiera orado de esta forma desde el principio, no hubiese desperdiciado mi
vida!
“Cambiarse
a sí mismo”, es evidentemente lo más accesible y cercano para comenzar, ¿verdad?
Pero también es cuestión de lealtad consigo mismo y los demás. Jesús señaló
esto en los fariseos de su tiempo. No practicaban lo que aconsejaban a los
otros. “Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. ¿Quieres cambiar el
mundo? Comienza por ti.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
El
primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen
sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que
comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les
dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de
agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice:
¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os
enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced
allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la
ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y
mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo:
«Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la
dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza,
que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la
vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios».
Y
cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. (Mc 14,12-16.22-26)
Comentario:
Hoy,
celebramos solemnemente la presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el
“don por excelencia”: «Éste es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc
14,22.24). Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el “asombro eucarístico”
(San Juan Pablo II).
El
pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la salvación, las
maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la liberación de la
esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada familia comía el cordero
pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y definitivo cordero pascual
sacrificado en la cruz y comido en Pan Eucarístico.
La
Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de Cristo y de
su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena esto se anticipó. A
lo largo de la historia se irá actualizando en cada Eucaristía. En Ella tenemos
el alimento: es el nuevo alimento que da vida y fuerza al cristiano mientras
camina hacia el Padre.
La
Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo resucitado y glorioso
permanece entre nosotros de una manera misteriosa, pero real en la Eucaristía.
Esta presencia implica una actitud de adoración por nuestra parte y una actitud
de comunión personal con Él. La presencia eucarística nos garantiza que Él
permanece entre nosotros y opera la obra de la salvación.
La
Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida de la Iglesia.
Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin vivencia eucarística la fe
cristiana se reduciría a una filosofía.
Jesús
nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de la Eucaristía.
No se trata de la última recomendación del amigo que marcha lejos o del padre
que ve cercana la muerte. Es la afirmación del dinamismo que Él pone en
nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida nueva, que es alimentada por la
Eucaristía. El dinamismo de esta vida lleva a amar a los otros, y es un
dinamismo en crecimiento hasta dar la vida: en esto notarán que somos
cristianos.
Cristo
nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos recibiendo del Padre
la vida, especialmente a través del alimento eucarístico.
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa
(Barcelona, España)
Pensamiento del día
«Que tema la humanidad, que tiemble el universo
entero, y el cielo exulte, cuando en el altar, en las manos del sacerdote, está
el Cristo Hijo de Dios vivo... ¡Oh admirable elevación y designación asombrosa!
¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, que el Señor del universo, Dios e
Hijo de Dios, tanto se humille como para esconderse bajo poca apariencia de
pan!»
(San Francisco de Asís)
Predicación del Evangelio:
En
Jueves Santo, el Señor, nos dejó la Eucaristía. Lo hizo de una forma privada,
desconcertante (postrándose) memorial de su pasión, muerte y resurrección para
sus amigos. ¿Lo recordamos?
Hoy,
y pasado este tiempo de Pascua, la festividad del Corpus Christi nos exige un
paso más: hay que pasar del aspecto privado, a la fe pública y activa. Hoy, al
paso del Señor, somos nosotros quienes nos arrodillamos porque, entre otras
cosas, vemos que la fuente del amor y de la alegría, de la esperanza y del
amor, del perdón y del futuro, fluye en uno de los días más grandes de nuestro
calendario cristiano. ¡Dios está aquí!
En
el Corpus, la presencia del Señor, se dilata. No se conforma con recibirnos,
cómodamente, en el interior de una iglesia. Ahora, el Señor, nos dice: si creéis
de verdad en mí, dad también testimonio de mí y conmigo.
Hoy,
más que nunca, nuestras calles son testigos de cientos y miles de
manifestaciones de todo tipo. ¿Es la procesión del Corpus una manifestación
pública de nuestra fe? ¿Somos conscientes del gran don, del gran milagro, de la
gran presencia divina que sale fuera del templo en medio de una lluvia de
pétalos, en custodias sencillas o artísticas, incienso y música?
El
Señor, más que custodias, nos necesita a nosotros. Custodias, pero de carne y de
hueso; para amar y para ayudar; para levantar y dignificar tantas situaciones
que, injustamente, emergen a nuestro encuentro.
El
Señor quiere que, nosotros, seamos las más valiosas y auténticas custodias de
su amor allá donde nos encontremos. No podemos conformarnos acompañar a Jesús,
en el día del Corpus, y a continuación, encerrarle –sin más trascendencia– en
la conciencia de cada uno.
Este
año, la festividad del Corpus, nos debe de interpelar: ¿Qué hago yo por el
Señor? ¿Manifiesto públicamente mis convicciones religiosas? ¿Son mis acciones
y mis palabras destellos de que Dios vive en mí? ¿Soy custodia, que cuando se
contempla, infunde caridad, cercanía, compromiso, justicia, paz, etc.?
Necesitamos
al Señor en nuestro mundo. La vida del hombre, no por estar blanqueada con el
poderoso caballero “don dinero” es totalmente feliz. Hay muchas personas que
necesitan que, el Señor, las toque para que las sane; otras tantas que les
mire, porque están sedientas de amor; otras más que –hambrientas o pobres– esperan
la mano tendida de los cristianos.
Sí.
¡Necesitamos el Cuerpo del Señor por nuestras calles y plazas! Pero, su Cuerpo,
necesita manos, voz y pies. Manos que indiquen el camino verdadero a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo; voz que sea voz de los que no tienen voz,
de la verdad frente a la mentira, del reino de Dios frente a un mundo que se
endiosa; de pies que acompañen a los que se cansan de creer, de esperar y hasta
de vivir.
¡Sí!
¡Necesitamos el Corpus Christi por nuestras calles y plazas! Para que, por un
momento, todas ellas se conviertan en gigantescos altares; para que, por unas
horas, pueblos y ciudades tengan aspecto de cielo; para que, por un instante,
el amor venza al odio, la alegría a la tristeza y la valentía del cristiano a
su tímido afán evangelizador.
Uno,
cuando participa de un banquete suculento, enseguida lo pregona. La festividad
del Corpus Christi denota la fortaleza o la debilidad de la Eucaristía en
muchos cristianos. Si, de verdad, creyésemos que Cristo camina bajo palio, nos
daríamos de golpes por participar en el cortejo; dejaríamos la agenda libre de
todo compromiso; nos pondríamos el mejor traje de fiesta, ante el paso de tan
buen amigo.
Recuperemos
el gusto por la Eucaristía y, a continuación, brillará con esplendor una de las
manifestaciones que más ha calado, y lo sigue haciendo, en nuestra vida
católica. ¡Te necesitamos, y en la calle, también, Señor!
© Padre Javier Leoz
Mes del Sagrado Corazón
de Jesús
Día 3: La corona de
espinas
Si
observas al Corazón de Jesús, pruebas un sentimiento de pena. Es coronado de
espinas, mana sangre, es traspasado su Corazón. Es el símbolo de la vida de
Jesús. Nacido en medio de sufrimientos, abraza al dolor, abraza una cruz, la
lleva al Calvario, muere crucificado.
Jesús
valora el dolor y crea una escuela: "Quien quiera venir en pos de mí, tome
su cruz" (Mt.16,24). Es una frase un poco amarga, un poco triste, pero es
así. El dolor cristiano está para purificar, para santificar las almas.
La
cruz que Él te da es aquella que es buena para ti. Trata de tener devoción a tu
cruz; ámala, como la amaron los Santos, como la amó Jesús.
Web Católico de Javier
Nuevo vídeo y artículo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Hay
nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
acceder en la dirección:
Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
Formulo
el siguiente ofrecimiento únicamente
para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas
Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio
del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de
preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la
Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo
deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia
y a qué comunidad religiosa pertenecen.
Agradecimientos
Imaginemos
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
♡ Desde Madrid,
España, nos llega un agradecimiento por las oraciones hechas en favor de Ángeles T., de 87 años de edad, que fue
operada de un tumor de riñón con todo éxito. Demos gracias a Dios.
♡ Desde Chile
agradecen las oraciones por Cristóbal,
niño de 6 años con problemas cardio respiratorios, que ya está en su casa
recuperándose. Nos sumamos al agradecimiento a Dios por su respuesta a las
oraciones.
Cinco minutos del Espíritu Santo
Junio 3
Con
el Espíritu Santo se derraman en nosotros sus dones más preciosos, que nos
hacen más dóciles para seguir sus impulsos, para ser menos esclavos de lo que
nos hace daño y dejarnos impulsar hacia las cosas buenas y bellas. Los siete
dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor
de Dios (Isaías 11,1-2).
Si
ya has recibido la Confirmación, sería bueno que renovaras la gracia de este
Sacramento. Y si no lo has recibido, sería hermoso que lo pensaras.
El
rito es muy simple. Consiste en una unción con aceite perfumado (Crisma) que
hace el Obispo en la frente, diciendo las siguientes palabras: "Recibe por
esta señal el Don del Espíritu Santo". Esta unción imprime como un sello
permanente en el interior de la persona, y por eso sólo se recibe una vez. Pero
una vez recibido, podemos invocar al Espíritu Santo, pedir perdón por nuestros
pecados, alimentarnos con la lectura de la Biblia y con la Eucaristía, para que
esa gracia de la Confirmación reviva y crezca cada día más, para que el
Espíritu Santo pueda reformar plenamente nuestras vidas.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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