domingo, 10 de abril de 2016

Pequeñas Semillitas 2979

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 2979 ~ Domingo 10 de Abril de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¿Cómo vemos a Jesús Resucitado? Hoy y aquí sucede lo que nos narran los bellos relatos pascuales. Sucede siempre y en todas partes. Sucede sin cesar en nuestra vida normal de cada día. 
Abramos los ojos, y veremos a Jesús resucitado en medio de nosotros, a nuestro lado, en el fondo de cada ser.  Abramos los oídos, y escucharemos la buena noticia, y llenará de paz nuestro corazón.                                            
En eso consiste la Pascua, en eso consiste creer en Jesús resucitado. Ése es el milagro. Jesús está con nosotros como lo estuvo con María y Pedro y los demás discípulos, se nos aparece como a ellos, nos habla como a ellos.  
Aunque nuestros ojos están demasiado ciegos y nuestros oídos demasiado sordos, Jesús se nos aparece: ¿Por qué tienes miedo? Pálpame. Y marcha tranquilo. Vive feliz, y procura curar las heridas del prójimo.
* José Arregi

¡Buenos días!

Lámpara para mis pasos…
La Biblia contiene la palabra sagrada escrita por autores inspirados y elegidos por Dios para esa misión. Sabía él muy bien en medio de qué tinieblas se encontrarían sus hijos en los años venideros, y por amor a cada uno de nosotros asistió con dones especiales a los escritores del libro santo para que escribieran todo y solo lo que él les inspiraba. Son cartas de amor de Dios. Debes leerlas pues con fe y con amor.

El Gobierno de los Estados Unidos no les enseña a los agentes del Ministerio de Hacienda a detectar billetes falsos mediante el estudio cuidadoso de billetes falsificados. Al contrario, les muestra una y otra vez los billetes genuinos hasta que se memoricen el diseño. Entonces, cuando un billete falsificado es colocado delante de ellos, lo reconocen inmediatamente porque no está de acuerdo con el diseño que sus ojos buscan.

El único modo en que puedes conocer si la palabra que lees es de Dios, es leerla una y otra vez para que, cuando leas o escuches una palabra extraña, la puedas reconocer al momento. Es mil veces más sabio dedicar tiempo para aprender la única palabra verdadera, que tratar de aprender a detectar una multitud de medias verdades y errores que circulan por allí. “Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi sendero”.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, se apareció Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Al oír Simón Pedro que era el Señor se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». (Jn 21,1-19)

Comentario:
Hoy, tercer Domingo de Pascua, contemplamos todavía las apariciones del Resucitado, este año según el evangelista Juan, en el impresionante capítulo veintiuno, todo él impregnado de referencias sacramentales, muy vivas para la comunidad cristiana de la primera generación, aquella que recogió el testimonio evangélico de los mismos Apóstoles.
Éstos, después de los acontecimientos pascuales, parece que retornan a su ocupación habitual, como habiendo olvidado que el Maestro los había convertido en “pescadores de hombres”. Un error que el evangelista reconoce, constatando que —a pesar de haberse esforzado— «no pescaron nada» (Jn 21,3). Era la noche de los discípulos. Sin embargo, al amanecer, la presencia conocida del Señor le da la vuelta a toda la escena. Simón Pedro, que antes había tomado la iniciativa en la pesca infructuosa, ahora recoge la red llena: ciento cincuenta y tres peces es el resultado, número que es la suma de los valores numéricos de Simón (76) y de ikhthys (=pescado, 77). ¡Significativo!
Así, cuando bajo la mirada del Señor glorificado y con su autoridad, los Apóstoles, con la primacía de Pedro —manifestada en la triple profesión de amor al Señor— ejercen su misión evangelizadora, se produce el milagro: “pescan hombres”. Los peces, una vez pescados, mueren cuando se los saca de su medio. Así mismo, los seres humanos también mueren si nadie los rescata de la oscuridad y de la asfixia, de una existencia alejada de Dios y envuelta de absurdidad, llevándolos a la luz, al aire y al calor de la vida. De la vida de Cristo, que él mismo alimenta desde la playa de su gloria, figura espléndida de la vida sacramental de la Iglesia y, primordialmente, de la Eucaristía. En ella el Señor da personalmente el pan y, con él, se da a sí mismo, como indica la presencia del pez, que para la primera comunidad cristiana era un símbolo de Cristo y, por tanto, del cristiano.
* Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
“Dios es un Dios de misericordia, la cual es amor que perdona, el amor que se dobla ante todo mal como si fuera una herida doliente que se ha de curar. El amor que es siempre más grande que cualquier mal: que es siempre capaz de ir más allá. Ese amor que se siente en la obligación de darse a sí mismo. Esta superioridad, esta amplitud de ánimo para perdonar, que es la fuerza específica del amor, supone una fuente de bondad en un cierto modo inagotable; algo así como una fuente de agua pura que siempre renace límpida a pesar del fango que se le pueda echar encima. Esa es la bondad divina… Amor hasta el extremo, o sea amor que no se limita a dar a cada uno lo que le corresponde, sino que le da de sobra por una necesidad de puro amor”

Predicación del Evangelio
¿Me amas?
Parece que este capítulo 21 de san Juan es un añadido posterior, hecho por el mismo autor, aunque algunos dicen pertenecer a algún discípulo. El hecho es que con el capítulo 20 termina propiamente el evangelio diciendo que muchas más cosas podría decir sobre los hechos y dichos de Jesús. Una de esas cosas es este capítulo 21 en que cuenta cómo Jesús se aparece a unos pocos apóstoles y en que lo más importante es la designación clara de Jesús para que Pedro fuera el responsable principal de la Iglesia. Es posible que, al morir san Pedro y quedar como único superviviente de los apóstoles san Juan, algunos creyeran que éste sería el principal responsable en la Iglesia. El evangelista acentúa la designación de Pedro por parte de Jesús, y por lo tanto se legitimaba la responsabilidad en el sucesor de Pedro.

Eran siete los apóstoles que se ponen a trabajar aquella noche ante la insinuación de Pedro. Pero no pescan nada. Por la mañana, a lo lejos, aparece una persona a quien no reconocen y que les pregunta por la pesca. Ante la negativa les sugiere echar la red a la derecha y ellos obedecen. La pesca milagrosa es casi como un premio a esa confianza en el desconocido. San Juan es quien primero se da cuenta que “es el Señor”. Esto sí nos hace reflexionar en algo importante que sucede en la Iglesia. No es el mayor quien tiene más autoridad o quien tiene más ciencia, sino quien tiene más amor. A veces pueden coincidir, otras no. De hecho los que aman mucho a Dios tienen un sentido especial para discernir las cosas espirituales y discernir también los acontecimientos materiales a la luz de Dios. En grado sublime se debe a la actuación de los dones del Espíritu Santo. Podríamos constatarlo en la historia de la Iglesia.

Aquella pesca milagrosa se parece a la otra pesca en que Jesús llamó a Pedro y otros compañeros para ser “pescadores de hombres”. Entonces parecía todo como más natural en su entorno; Ahora está todo como envuelto en un manto de misterio: es el ambiente de la Resurrección. En ese mismo lugar Jesús va a dar a San Pedro esa misión de reafirmar en la fe a sus hermanos. Podría haberle rechazado después de las tres negaciones; pero Jesús es fiel a lo prometido, ve el arrepentimiento y confía en su discípulo que tiene lo principal, que es el amor.

Para ello le hace un examen sobre el amor. Por tres veces le va a preguntar si le ama. Hay una diferencia entre el “amar”, según lo pregunta Jesús, y el “querer” con lo que responde san Pedro. En nuestra lengua no hay prácticamente diferencia. En el original (el griego) el “amar” de Jesús, que lo usa dos veces, tiene un sentido religioso de fidelidad en el servicio. San Pedro es humilde y le responde con el “querer”, que es el término de amistad. Jesús le sigue la corriente y a la tercera vez le dice el mismo término de “querer”, a lo que san Pedro con humildad, recordando las tres negaciones, ni se atreve a responder directamente, sino que lo deja al conocimiento del Señor.

Jesús entonces le confiere la gran dignidad o responsabilidad de velar por toda la Iglesia por medio del símbolo del pastor y las ovejas. Era algo muy propio de los orientales realizar las grandes acciones por medio de símbolos. Jesús le confiere la responsabilidad sobre las ovejas y los corderos, entendiendo por ello como los fieles y los que tienen una misión de dirigir una parcela de la Iglesia. En todo ello hay una gran dosis de amor. Jesús en ese momento, de una manera sublime, al mismo tiempo está perdonando y nos está diciendo a nosotros, que quizá nos hemos apartado de Dios por los pecados, que si uno se arrepiente, no sólo recibe la gracia fundamental, sino que recibe todas las gracias y dones espirituales que tenía antes.

Hay un dato curioso: Dice el evangelio que los apóstoles como que querían preguntarle a Jesús: ¿Quién eres? Pero no se lo preguntaban porque sabían que era Él. En la vida espiritual sabemos que vamos guiados por Cristo. No le vemos; pero cuanto más espíritu tengamos, más cierto sabemos que Él está con nosotros.
* P. Silverio Velasco

Nuevo vídeo y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Ing. White, Argentina, nos escribe Oscar Adolfo O. y dice: “Quisiera agradecer a  la comunidad cristiana por  todas las oraciones realizadas ante el pedido por la operación renal que fuera sometido el señor José Luis M. la cual fue exitosa y ahora se encuentra en su domicilio en proceso de recuperación. Muchas Gracias a todos”

Desde Buenos Aires, Argentina, llega una oración de acción de gracias por el cumpleaños de María Nazarena A., una bella joven consagrada que festejó su cumple el martes 5 de este mes. Por el regalo de su vocación y por su hermosa vida, damos gracias a Dios.

Desde México nos escriben en estos términos: “La operación de Beatriz G. R., ha sido un éxito, se le quitó menos tejido de lo esperado y se encontró mucho tejido sano a su alrededor. El poder de la oración es inmenso, siempre ha quedado demostrado. Muchas gracias a quienes nos acompañaron en esta cadena de oración”.

Los cinco minutos de Dios
Abril 10
¿Qué será mejor: tener razón o tener buena voluntad? ¡Pocas veces decimos de los otros: "Tiene razón"
Sin embargo, no es sensato pensar que uno siempre tiene razón y los demás están siempre equivocados. Como tampoco será sensato pensar que lo que nosotros no entendemos, o no es verdadero o no es bueno.
Muy fácilmente los que no tienen buena voluntad piensan que tampoco la tienen los demás: "Piensa el ladrón que todos son de su condición"; cuando a nosotros nos mueven intenciones torcidas, es cuando más fácilmente sospechamos de los demás. Y con eso no solamente pecamos contra la caridad, sino también contra la justicia.
Aunque en determinado caso tengamos nosotros la razón vale la pena ceder nuestro modo de ver las cosas y conservar más bien la buena voluntad. Al fin y al cabo, cuando termines tu vida no se te juzgará por tu razón sino por tu buena voluntad.
“Todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de elogio, debe ser tenido en cuenta. Pongan en práctica todo lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes” (Flp 4,8-9).
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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