jueves, 31 de marzo de 2016

Pequeñas Semillitas 2969

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 2969 ~ Jueves 31 de Marzo de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Durante la Pascua, meditamos mucho en los relatos de las apariciones de Jesús resucitado, pero hay un personaje que parece olvidado, o más bien discreto en su silencio: la Virgen María. Ella es mencionada antes –al pie de la Cruz– y después, en el Cenáculo en Pentecostés. Las Escrituras parecen poner un velo en el reencuentro emocionante entre la Madre y el Hijo vencedor de la muerte.
San Juan Pablo II no duda en evocarlo: “Es impensable que la Virgen, presente en la primera comunidad de discípulos, haya sido excluida de aquellos a los que su Hijo encontró cuando resucitó de entre los muertos. Al contrario, es muy probable que la primera persona a quien Jesús resucitado se le apareció haya sido su madre. Su ausencia del grupo de mujeres que se rindió a la tumba al alba puede constituir un indicio de que ya había visto a Jesús. El carácter único y especial de su presencia en el Calvario y de su unión perfecta con su Hijo en sus sufrimientos sugiere una participación particular en el misterio de la Resurrección.” 

¡Buenos días!

Cara a cara
En la Biblia encontramos pensamientos inspirados por Dios, capaces de levantar el ánimo por más deprimido que estés. En Isaías (43) el Señor te dice: “Tú eres de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso y yo te amo. No tengas miedo, yo estoy contigo”. Por más baja que esté tu autoestima, esta declaración de Dios tiene una poderosa eficacia para ponernos de pie.

A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero;
me encontrarás cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero,
hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego. Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.

“Día tras día, Señor de mi vida, quede delante de Ti, cara a cara. De manos juntas, quedaré delante de Ti, Señor de todos los mundos, cara a cara. En este mundo que es tuyo, en medio de las fatigas, del tumulto, de las luchas, de la multitud agitada, he de mantenerme delante de Ti, cara a cara. Y, cuando mi tarea en este mundo estuviere acabada, oh Rey de Reyes, solo y en silencio, permaneceré delante de Ti, cara a cara”. Pasa con el Señor un buen día.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas». (Lc 24,35-48)

Comentario:
Hoy, Cristo resucitado saluda a los discípulos, nuevamente, con el deseo de la paz: «La paz con vosotros» (Lc 24,36). Así disipa los temores y presentimientos que los Apóstoles han acumulado durante los días de pasión y de soledad.
Él no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en nuestra vida va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: el miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del cristiano aleja las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer. San Gregorio Nacianceno nos exhorta: «Debiéramos avergonzarnos al prescindir del saludo de la paz, que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol a los filipenses: ‘La paz de Dios’; y que es de Dios lo muestra también cuando dice a los efesios: ‘Él es nuestra paz’».
La resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las vicisitudes y sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a serenarnos en las tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces que encontramos en la vida sólo tienen sentido en esta Luz.
«Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí...»: nuevamente les «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,44-45), como ya lo había hecho con los discípulos de Emaús. También quiere el Señor abrirnos a nosotros el sentido de las Escrituras para nuestra vida; desea transformar nuestro pobre corazón en un corazón que sea también ardiente, como el suyo: con la explicación de la Escritura y la fracción del Pan, la Eucaristía. En otras palabras: la tarea del cristiano es ir viendo cómo su historia Él la quiere convertir en historia de salvación.
* Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Benjamín
Diácono y Mártir
Fue diácono en la Iglesia de Argol (Persia). Durante el reinado de Vararane V, perseguidor de los cristianos, no cesó de predicar el Evangelio, mostrando un gran celo misionero tanto a la hora de sostener en la fe a los fieles como a la hora de llevarla a los paganos.
El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años. Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero obtuvo su libertad gracias al embajador del Constantinopla y prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Sin embargo, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición y, no perdió la oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado en el año 420.

Palabras del Papa Francisco 
“Que el Señor nos libre de la terrible trampa
de ser cristianos sin esperanza,
que viven como si el Señor no hubiera resucitado
y nuestros problemas fueran el centro de la vida”

Tema del día:
10 ejemplos de la Misericordia de Dios
Con el ánimo de aprovechar este año de gracia que nuestra madre Iglesia nos ofrece, hemos traído para ti 10 ejemplos de la misericordia de Dios en nuestro diario vivir. Si mencionamos todas las veces donde la ternura y la acción de Dios está presente, la lista sería demasiado larga y la longitud variaría de acuerdo a la experiencia de cada uno. Sin embargo, esperamos que te sientas identificado con alguna de ellas. ¡Comparte con tus amigos!

1. Cuando nos sentimos abatidos por la tristeza
La tristeza puede llegar en cualquier momento de la vida. Las formas en las que se reacciona frente a ella varían de acuerdo a la edad y la situación en la que nos encontremos. Seguramente nadie se salvará de sentirse triste en algún punto de su vida, pero lo que sí es seguro es que Dios no es indiferente a nuestro dolor. Él, al igual que un padre o una madre, se preocupa por sus hijos y se manifiesta a través de otras personas para hacernos sentir mejor. El dolor en ocasiones nos convierte en ciegos renegadores de Dios y no nos permite ver que hay muchas situaciones de nuestra vida que están llenas de la misericordia y el consuelo de Dios. En ocasiones nos sentimos agotados y tendemos a perder la esperanza, creemos que los problemas no tienen solución o que simplemente nada será suficiente para que volvamos a recobrar la felicidad. En esos momentos es importante tener en cuenta que Dios no nos da la espalda, no nos abandona, no flaquea como lo hacemos nosotros, Él es firme en sus promesas. «Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados» (Mateo 5, 4).

2. Cuando cometemos un pecado
Imaginemos que somos un vaso con agua pura. A medida que pecamos el agua se turbia y se vuelve negra, ya no somos nosotros, es el pecado quien habita en nuestro corazón. La misericordia de Dios nos brinda la oportunidad de volver a ser esa agua pura y transparente, todos los días y casi a cualquier hora. La confesión es el sacramento divino que Dios nos ha otorgado para redimir nuestros pecados, para descargar todo el peso que llevamos a cuestas, es la oportunidad perfecta para volver a empezar. Acudir a este sacramento no es signo de debilidad, como muchos suelen pensar, al contrario, nos hace más fuertes pues tenemos el valor de reconocernos débiles y pecadores, con sed y hambre de Dios. A nadie le gusta hacer una lista de debilidades y errores, para nadie es fácil tener que decirlos en voz alta, pero es el medio más efectivo para estar en verdadera paz con Dios y con nosotros mismos. Es casi como darnos un buen duchazo: entramos al confesionario sucios hasta la coronilla y salimos de él limpios y relucientes. Enfrentar nuestros pecados no es fácil, pero es la única manera de aceptar la ayuda de Dios. En medio de nuestra miseria es cuando más se manifiesta la misericordia de Dios por el arrepentimiento y la necesidad de volver a la casa del Padre.

3. Cuando Dios nos da la oportunidad de recuperarnos de alguna enfermedad
Podemos ser nosotros mismos quienes en este preciso momento padezcamos alguna grave enfermedad, pueden ser nuestros familiares o amigos. Es un tema muy difícil y doloroso. Frente a él es importante recordar que Dios en su insondable misericordia nos da dos oportunidades. La primera es la de ser testimonio de fe y valentía enfrentando nuestra enfermedad como medio de purificación y no haciendo de ella una carga sino un ejemplo de vida. Muchos santos ofrecían sus dolores a Dios e intentaban hacer de su vida un verdadero testimonio de entrega y amor. La otra oportunidad es la cura. La cura por la cual rezamos todos, cuando milagrosamente Dios posa su misericordia en nosotros y nos susurra al odio «levántate y anda» (Juan 11, 1 – 43). La enfermedad puede acompañarnos desde el nacimiento, puede aparecer en plena juventud o visitarnos cuando ya no nos quedan tantas fuerzas, en cualquier etapa de vida la misericordia de Dios se puede manifestar: el milagro puede ocurrir en un recién nacido, en un niño con leucemia, en un joven o en un anciano. A nadie se le da un manual para enfrentar la enfermedad, pero a todos se nos da la oportunidad de acudir a la misericordia de Dios. Aceptarla es otro reto. Algunos pensarán "pero, ¿quién no quiere la misericordia de Dios?”. Como seres humanos nos cuesta aceptar nuestra fragilidad y la necesidad de ser ayudados, podemos llegar a un estado de negación y tomar la actitud errada de sentir que Dios juega con nuestros sentimientos en circunstancias como estas que prueban realmente nuestra fe. La enfermedad puede ser ese empujón que necesitábamos para llegar a ser más fuertes y darnos cuenta de lo que somos capaces de lograr.

4. Cuando nos rompen el corazón
Una y mil veces podrán rompernos el corazón y no me refiero solo a lo que ocurre en un noviazgo, puede ser un hijo, un padre, un hermano o un amigo el que nos rompa el corazón. Cada vez que siento estar «destrozada» pienso cuán destrozado ha de estar el Corazón de nuestro Dios, que lo dio todo por nosotros y aun así cada vez que pecamos lo volvemos a clavar en la Cruz. Es un muy pero muy buen ejercicio: sentiremos que nuestro corazón roto no es nada comparado con el de nuestro Señor. Pero ¿adivinen qué? Él nos ama tanto que incluso ante nuestras pataletas de corazones rotos siente compasión, nos consuela en silencio, nos brinda calma y nos pone en el camino de otras personas que pueden remendarnos el corazón. Lo que nos hace falta es estar en contacto con nuestros vecinos, con los más necesitados, para darnos cuenta de cuál puede llegar a ser un verdadero sufrimiento. Es verdad que nuestro dolor es real y no podemos minimizar su dramatismo en nuestra vida, pero cuando nos sentimos lastimados tendemos a tomarnos todo muy personal: las miradas de las personas, los comentarios o las actitudes, y esperamos que todos sientan compasión de nuestro dolor, que todos estén de nuestro lado. Dios claramente estará junto a nosotros durante el dolor que experimentamos pero gracias a su misericordia podemos descubrir que no somos los únicos. El error que cometemos consiste en pensar que la misericordia de Dios solo se puede manifestar mágicamente con resultados positivos.  La verdad es que ante un corazón roto Dios podrá poner junto a nosotros uno de verdad, un corazón que en realidad esté roto por el dolor y el sufrimiento, y es allí donde entenderemos que hemos sido afortunados y que además estamos en capacidad de ayudar a otros cuyo dolor no alcanzamos a imaginar.

5. Cuando logramos perdonar
¡Cuán difícil es, cuánto cuesta perdonar lo "imperdonable”! A mí me falta mucho, pero mucho, para perdonar del todo y puede que a ti también. Es normal, somos seres humanos y algunas cosas nos cuestan demasiado, pero he llegado a entender que el verdadero perdón solo proviene de Dios, de su misericordia. Por nuestras propias fuerzas somos incapaces de perdonar algunas faltas: abandono, infidelidad, asesinato, violación, aborto, etc. Cuando se sientan incapaces de perdonar a alguien (como me pasa a mí), déjenselo a Dios, pídanle: Señor, Tú bien sabes cuánto dolor me causó esta persona, sabes también que soy incapaz de perdonar aunque lo intente, por eso recurro a Ti, llena Señor mi corazón de tu misericordia porque no puedo hacerlo yo solo. Ya verás como con el tiempo sientes que el rencor se aleja y el perdón se acerca más. El caso de cada uno es distinto, pero cuando una persona no ha perdonado se puede identificar con los siguientes síntomas: rabia, resentimiento, deseos de venganza, pensamientos negativos hacia las otras personas, depresión, incomprensión, ansiedad e incluso odio. Si vino a tu mente una persona al leer alguno de estos síntomas es porque todavía no la has perdonado. Cuando no se ha estado en los zapatos del otro es muy difícil entender las barreras que le impiden a esa persona llegar al perdón. Por eso, cuando hables con alguien a quien le cueste mucho perdonar no te conviertas en un sabelotodo, no critiques, no juzgues, pues solo Dios sabe plenamente qué pasos debe seguir esa persona para llegar al perdón, si es que en realidad lo quiere.

6. Cuando nos experimentamos amados de nuevo
La soledad se aloja en millones de corazones y a veces no somos capaces de darnos cuenta de que las personas más cercanas a nuestras vidas necesitan amor. Dios es el único que se percata de cada sentimiento que hay en nuestro interior y así mismo se encarga de poner en nuestro camino a las personas indicadas que puedan hacernos sentir amados de nuevo, pero todo a su tiempo. Tenemos a un Dios que todo lo puede, que todo lo ve y que también escucha nuestras plegarias, lo que tenemos que entender es que así como su misericordia es infinita también lo es su paciencia. Porque… ¡Vaya que hay algunos (me incluyo) que somos acelerados e impacientes! Todos queremos sentirnos amados, absolutamente todos, pero muchas veces nos olvidamos de que ya lo somos. ¿Qué pasaría si cada ser humano sobre la faz de la tierra se sintiera verdaderamente amado por Dios? No olvidemos a qué fuimos llamados y que nuestra existencia es valiosa.  Lo bello de todo esto es que por misericordia de Dios cada día puede ser una aventura, cada día puede convertirse en el día en que creímos que nada iba suceder pero todo sucedió. Por misericordia de Dios encontramos el amor una y otra vez y por su misericordia también imploramos ser amados en el silencio de nuestro interior.

7. Cuando logramos alcanzar una meta
Todas nuestras metas cumplidas solo se alcanzan por la misericordia de Dios, que nos da las fuerzas para luchar, para perseverar, para sacrificarnos, para caernos y volvernos a levantar. Recordemos que somos hijos de Dios, no somos cualquier cosa lanzada al azar a este mundo. No nos olvidemos de Dios cuando estemos en la cima, pues es Él el único que hecho posibles las cosas. Cuando la emoción por un logro nos invade pocas veces nuestro primer pensamiento es  para Dios. Si dejáramos que sea Él quien dirija nuestra vida todo sería distinto. No nos acostumbremos a estar en nuestra zona de confort en la que todo se da, todo viene y todo va, pero a nuestro modo y no al de Dios. No nos olvidemos de hacer nuestros planes con Dios, contarle nuestros sueños y susurrarle nuestros deseos. Él escucha pero no actúa según nuestros planes o nuestro reloj, actúa según su voluntad y su tiempo, pues el tiempo de Dios es perfecto al igual que la dosis de misericordia que recibimos para poder alcanzar nuestras metas.

8. Cuando ocurre lo imposible
Nuestras plegarias han sido escuchadas, ese ser querido que había partido hace ya mucho tiempo, vuelve; la conversión de un familiar o amigo ocurre; la noticia de un embarazo que parecía inalcanzable se anuncia. Miles y miles de milagros ocurren a diario y algunos son tan pequeños e insignificantes que no les damos importancia: la lluvia, que vuelve tras una intensa sequía, los cultivos que dan cosecha, el árbol que nos da sombra, el agua y la luz que llegan. Lo imposible ocurre cada minuto por misericordia de Dios para su pueblo. Todo es obra del Dios que nada olvida, del Dios que riega la tierra como su propio jardín, del Dios que permite que esa agua les dé de beber a los cultivos o al ganado. El aire que respiramos, el alimento que llega a nuestra mesa, las comodidades del hogar y la compañía de nuestros amigos y seres queridos… El secreto está en descubrir que hasta la oruga que se convierte en mariposa o la mujer "estéril” que concibe un hijo son un milagro, que por misericordia de Dios, ocurren día a día.

9. Cuando somos capaces de ayudar a los demás
No hay satisfacción más grande que la de dar. Sentirnos útiles es muy importante, no importa la edad, ayudar a los demás nos hace mejores seres humanos y nos permite contemplar el mundo con otros ojos. Sé que muchas veces te preguntas "¿pero si no tengo dinero cómo puedo ayudar?”. Lo puedes hacer de infinitas maneras, ofreciéndote como voluntario/a en una fundación, enseñándole a leer a comunidades que no tienen acceso a la educación, cargando los paquetes de la ancianita cascarrabias, enseñándole a bailar a los abuelos, uniéndote a una campaña por la vida o siendo el vocero que permita recaudar fondos para ofrecer un desayuno o un almuerzo a las personas de la calle. Esa inexplicable sensación que sentimos al dar es como una bomba de amor, gratitud y compasión que estalla en nuestro interior y transforma nuestras vidas para siempre. Esa es la misericordia de Dios, insondable, infinita y transformadora.

10. Cuando nos descubrimos hijos de María
¡Madre mía de mi alma! ¿Qué más regalo? ¿Quién puede ser más afortunado? Por misericordia de Dios, tenemos a la mejor de las madres, a la más hermosa, la mujer elegida por Dios Padre para traer al mundo la salvación. Nuestra Madre querida no despega los ojos de sus ovejas, nos consuela, nos escucha, nos abraza, intercede por nosotros ante el Padre e incluso nos saca del purgatorio. ¡Qué maravilla! ¡Qué misericordia más infinita! Dios pudo haber enviado a su Hijo solo, pero quiso demostrarnos que María era el perfecto ejemplo de Hija, Esposa, Madre y amiga, Dios nos amó tanto que nos hizo merecedores de tan grandiosa mujer, de la única que vivió en carne propia el dolor más inimaginable del mundo. Si pensamos en cualquier sufrimiento nos daremos cuenta de que nuestra madre, María Santísima, también lo padeció: María concibió antes del matrimonio y fue rechazada y expulsada de su territorio, le negaron posada la noche en que daría a luz, quedó viuda, pues José murió antes de la crucifixión de Jesús y vio morir a su Hijo de la manera más desgarradora que podrá existir en la historia. Ella más que nadie conoce nuestro dolor, hemos sido llamados a ser sus hijos solo por misericordia pues, ¿qué mejor amor que el de María?
* Autor: Nory Camargo | Fuente: Catholic-link  

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para Javier A., de Monterrey, México, que tiene trastornos de ansiedad. Que Dios lo ayude para que pueda superar esto lo antes posible. También y de la misma ciudad pedimos por Fuensanta G., enferma de hemorroides.

Pedimos oración por la salud de Choly S., de California, USA, que se cayó y sufrió fractura de cadera. Que el Señor ilumine a los médicos para que su tratamiento le permita volver a caminar.

Pedimos oración para Agostina T., 17 años, de Buenos Aires, Argentina, internada en terapia intensiva con diagnóstico de meningitis. Que la Santísima Virgen de Lourdes interceda por ella ante Jesús para su más pronta recuperación.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de Dios
Marzo 31
No basta que tú no hagas lo que ves que otros hacen; es preciso que tú obres de tal forma que los demás puedan hacer lo que tú haces.
No basta decir que no, es preciso decir que sí; el ‘no’ es algo negativo, el ‘si’ es lo positivo. El amor no consiste solamente en no ofender, en no insultar; el amor es algo positivo y en consecuencia va a exigir algo más que no ofender.
No dar mal ejemplo a los demás podrá ser una primera etapa que nos propongamos, pero en manera alguna podrá ser la etapa definitiva; con ella no podrá quedarse tranquilo nuestro corazón ni en paz nuestra conciencia.
Estamos obligados a presentarnos delante de los demás con tal carga de bondad que los instemos a la práctica del bien; con tal intensidad de generosa entrega que los movamos a imitar nuestra dedicación al bien de los demás.
No basta no mirar hacia abajo; es preciso mirar positivamente hacia las alturas; arriba y siempre arriba, que allí están las estrellas y allí brillan los luceros.
El cristiano es un testigo de Cristo; su vida ha de ser un viviente testimonio de su fe; debe sentir como dichas a él las palabras del apóstol a su discípulo: “Procura ser modelo para los fieles en la palabra, en el comportamiento, en el amor, en la fe, en la pureza de vida” (1 Tim 4,12).
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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