PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 2951 ~ Domingo 13 de Marzo de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El
que esté si pecado que arroje la primera piedra (Jn 8,1-11). ¡Qué distintos los parámetros del Señor para
tratar los defectos y los fallos de los hombres! No los pasa por alto, pero
tampoco los expone en un escaparte para contemplación y escarmiento público.
Puede más, en su corazón, los deseos de recuperación que los de destrucción de
la persona.
Esta
es la misericordia de Dios que es enseñada y presentada por Jesús Maestro: más
allá de las leyes, de las normas y de los preceptos está el corazón del hombre.
Y, el corazón, es lo que le interesa a Dios. Entre otras cosas, porque sólo Él
y uno mismo, podemos saber lo que ocurre en nuestras entrañas o las
circunstancias que concurren en la situación de cada persona. ¡Poco les
importaba la vida de aquella adúltera aquellos que solicitaban una
interpretación de Jesús! A ellos lo que les movía era el poner contra las
cuerdas a Jesús.
En
estas vísperas de la Pascua del Señor todavía estamos a tiempo de curarnos
primero a nosotros mismos. De mirar con detenimiento a esa película que todos
tenemos archivada en el corazón y, a continuación entresacar aquellas escenas
en las que, alguien y en algún momento, ha tenido misericordia o delicadeza con
ciertas acciones que nos causan vergüenza personal o colectiva.
Pidamos
al Señor que, a partir de hoy mismo, seamos capaces de admirar a un Jesús que
tiene un peculiar estilo de ver y de sentir las cosas: a favor del hombre y
lejos de aquello que va contra su dignidad.
Pidamos
al Señor que aprendamos la siguiente lección: la corrección del mal comienza
con el perdón y no con el reproche.
* P. Javier Leoz
¡Buenos días!
“El jefe te llama”
Si
el solo aviso de que el jefe quería hablar con ellos, llenó de angustiosa
inquietud a numerosos obreros ingleses, ¿qué será cuando los ángeles toquen las
trompetas del juicio para llamar a los pecadores a comparecer ante un Dios
airado por los pecados y maldades de quienes hacen lo que Dios rechaza y su
justicia condena? He aquí la información detallada:
El Consejo Inglés de Higiene Industrial llevó a cabo
-hace algún tiempo- el siguiente experimento: Un psicólogo contratado visitó
algunas empresas comerciales, industriales y bancarias, diciendo a los
empleados, uno por uno: “El jefe quiere hablar con usted.” Estas sencillas
palabras: “El jefe quiere hablar con usted”, llenaron de inquietante
preocupación a cuantos las oyeron. Algunos palidecían y se preguntaban: “¿Qué
habrá pasado? ¿Qué me querrá decir? ¿Habrá alguna acusación contra mí? ¿Será
para decirme que me van a dejar cesante?”
“El
juicio final consistirá en la sentencia de vida bienaventurada o de condena
eterna que el Señor Jesús, retornando como juez de vivos y muertos, emitirá
respecto de los justos y pecadores, reunidos todos juntos delante de él”. Esta
es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, cuya meditación y vivencia es saludable
para orientar correctamente nuestra vida.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En
aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se
presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó
y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida
en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas
mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué
acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la
tierra.
Pero,
como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de
vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose
de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban
retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús
con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde
están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo:
«Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». (Jn 8,1-11)
Comentario
Hoy
vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra» (Jn 8,6), como si estuviera a
la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes
acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante
adulterio» (Jn 8,3).
Llama
la atención la serenidad e incluso el buen humor que vemos en Jesucristo, aún
en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para
cada uno, en estos días nuestros que llevan velocidad de vértigo y ponen los
nervios de punta en un buen número de ocasiones.
La
sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es
sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con
ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios
de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena
fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a
reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esa “jauría”
de acusadores, entendemos muy bien lo que señaló santo Tomás de Aquino: «La
justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La
justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina,
destrucción».
Hemos
de llenarnos de alegría al saber, con certeza, que Dios nos perdona todo,
absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma
tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en
el sacramento de la reconciliación.
Y,
además, para el día de hoy, un propósito concreto: al ver a los demás, diré en
el interior de mi corazón las mismas palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno»
(Jn 8,11).
* Pbro. D. Pablo ARCE Gargollo (México, D. F.,
México)
Palabras de San Juan Pablo II
“La
Cuaresma es el tiempo propicio para expresar sincera gratitud al Señor por las
maravillas que ha hecho en favor del hombre en todas las épocas de la historia,
y de modo particular en la redención, para la cual no perdonó ni a su propio
Hijo; nos impulsa a la conversión, nos hace sentir a todos como destinatarios
de su predilección y nos lleva a alabarlo y darle gracias”
Predicación del Evangelio
“Tampoco yo te condeno”
Le
presentan a Jesús a una mujer sorprendida en
adulterio. Todos conocen su destino: será lapidada hasta la muerte según
lo establecido por la ley. Nadie habla del adúltero. Como sucede siempre en una
sociedad machista, se condena a la mujer y se disculpa al varón. El desafío a
Jesús es frontal: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué
dices?».
Jesús
no soporta aquella hipocresía social alimentada por la prepotencia de los
varones. Aquella sentencia a muerte no viene de Dios. Con sencillez y audacia
admirables, introduce al mismo tiempo verdad, justicia y compasión en el juicio
a la adúltera: «el que esté sin pecado, que arroje la primera piedra».
Los
acusadores se retiran avergonzados. Ellos saben que son los más responsables de
los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Entonces Jesús se dirige a
la mujer que acaba de escapar de la ejecución y, con ternura y respeto grande,
le dice: «Tampoco yo te condeno». Luego, la anima a que su perdón se convierta
en punto de partida de una vida nueva: «Anda, y en adelante no peques más».
Así
es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado
condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Alguien libre y magnánimo que
nunca odió ni condenó, nunca devolvió mal por mal. En su defensa y su perdón a
esta adúltera hay más verdad y justicia que en nuestras reivindicaciones y
condenas resentidas.
Los
cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que
encierra la actuación liberadora de Jesús frente a la opresión de la mujer.
Desde una Iglesia dirigida e inspirada mayoritariamente por varones, no
acertamos a tomar conciencia de todas las injusticias que sigue padeciendo la
mujer en todos los ámbitos de la vida. Algún teólogo hablaba hace unos años de
"la revolución ignorada" por el cristianismo.
Lo
cierto es que, veinte siglos después, en los países de raíces supuestamente
cristianas, seguimos viviendo en una sociedad donde con frecuencia la mujer no
puede moverse libremente sin temer al varón. La violación, el maltrato y la
humillación no son algo imaginario. Al contrario, constituyen una de las
violencias más arraigadas y que más sufrimiento genera.
¿No
ha de tener el sufrimiento de la mujer un eco más vivo y concreto en nuestras
celebraciones, y un lugar más importante en nuestra labor de concienciación
social? Pero, sobre todo, ¿no hemos de estar más cerca de toda mujer oprimida
para denunciar abusos, proporcionar defensa inteligente y protección eficaz?
* José Antonio Pagola
Cuaresma día a día
Día 33: Domingo 13 de Marzo
Perdonar siempre.
Un día, la Madre Teresa de Calcuta, encontró sobre un montón de basura una
mujer moribunda que le dijo que su propio hijo la había dejado abandonada allí.
La Madre la recogió y la llevó al hogar de Kalighat. Aquella mujer no se
quejaba de su estado sino de que hubiera sido su propio hijo quien la dejó
allí. No podía perdonarle... La Madre Teresa, que quería que aquella mujer
muriese en gracia de Dios, trataba de convencerla:
¿Debe
perdonar a su hijo? le decía. Es carne de su carne y sangre de su sangre... Sin
duda hizo lo que hizo en un momento de locura y ya estará arrepentido...
Pórtese como una verdadera madre y perdónelo... Si ha pedido a Dios que le
perdone sus pecados debe perdonar el que su hijo cometió con usted. Si lo hace,
Dios recompensará su generosidad con un lugar en el Cielo. La mujer se
resistía, pero la gracia terminó venciendo. -Le perdono, le perdono... dijo por
fin llorando. Poco después moría.
Dios
mío, dame gracia y amor para perdonar siempre: que ningún día me acueste
guardando rencor a alguien, aunque me parezca que tengo motivos. ¡Me has
perdonado Tú a mí!
Coméntale
a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con la
oración final.
© Web Católico de Javier
Nuevo vídeo y artículo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página.
Hay
nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
acceder en la dirección:
Agradecimientos
Dicen
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
El
autor de esta página (Felipe),
expresa su agradecimiento a Dios, a la Santísima Virgen y a todos los que
rezaron, por la recuperación de la salud visual y de esa manera poder seguir
adelante con esta humilde misión de difundir la alegría del Evangelio por
internet.
Los cinco minutos de Dios
Marzo 13
Si
quieres hacer mucho y piensas que haces poco, es buena señal; si juzgas que
haces más de lo que te corresponde es mala señal; si crees que siempre estás a
tiempo para hacer algo más, es buena señal; si piensas que ya pasó tu hora, es
mala señal.
Cuando
te esfuerzas por poner un granito más de arena de tu colaboración en la acción
común, ofreces una buena señal; cuando te retiras prematuramente, pensando que
ya hiciste lo suficiente y que ahora le corresponde poner el hombro a los
demás, das una mala impresión de tí mismo, ofreces o presentas una triste
figura.
No
permitas que haga otro lo que tú debes hacer;
no tengas inconveniente en que otro haga lo que también tú pudieras
hacer; pero no dejes de hacer lo que los otros debieran hacer y no lo hacen, o
lo que los otros directamente no pueden hacer.
Si somos un Cuerpo Místico, dependemos unos de otros
e influimos unos en otros; ninguno puede prescindir de los otros; todos
formamos un racimo. “El Dios de la paciencia y el consuelo les conceda tener
los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para
que unánimes, a una vez, glorifiquen al Dios y Padre de Nuestro Señor
Jesucristo” (Rom 15,6)
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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