jueves, 25 de septiembre de 2014

Pequeñas Semillitas 2474

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2474 ~ Jueves 25 de Setiembre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina) 
Alabado sea Jesucristo…
Cada persona que conoces o comparte tus días, está luchando con sus propios problemas. Entonces sé amable y amoroso con cada uno. Seguro no sabrás resolverlos en su lugar, pero tu bondad y amor tal vez sea el milagro que estaba esperando.
No intentes cambiar a nadie... limítate a iluminar, porque es tu luz la que invita a tu prójimo a cambiar.

¡Buenos días!

La divina misericordia
El domingo siguiente a Pascua se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia. Fiesta querida por Jesús que, a través de revelaciones a santa Faustina Kowalska, pidió a la Iglesia instituir esta nueva celebración. Reproduzco unos párrafos conmovedores del “Diario” de santa Faustina, sobre la inconcebible misericordia de Jesús que vino a salvar a los pecadores.

“Que no tema acercarse a mí el alma más débil y pecadora, aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra. Los más grandes pecadores llegarían a una gran santidad si confiaran en mi misericordia. Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia. Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la fuente de la misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: «Jesús, en ti confío». Recordad mi pasión y, sino creéis en mis palabras, creed al menos en mis llagas. ¡Oh, si los pecadores conocieran mi misericordia, no perecería un número tan grande de ellos!”.

Honrar la misericordia de Jesús, exige vivir esa misericordia con el prójimo. El mismo Jesús dijo a Faustina: “Te doy tres formas de ejercer misericordia: la 1ª la acción, la 2ª la palabra, y la 3ª la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia mí”. Que vivas con gratitud este misterio.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle. (Lc 9,7-9)

Comentario
Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.
Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas.
En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia.
Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!
Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD (Cataño, Puerto Rico)

Santoral Católico:
San Cleofás
Discípulo del Señor
Conmemoración de san Cleofás, discípulo del Señor, a quien, con el otro compañero itinerante, ardía el corazón cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, conocieron al Salvador en la fracción del pan. Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

Palabras del Papa Francisco

“Es precisamente de la unión íntima con Jesús, de la relación de amor con Él que ha brotado para estos mártires (de Albania) la fuerza para afrontar los acontecimientos dolorosos que los han conducido al martirio. También hoy, como ayer, la fuerza de la Iglesia no es dada tanto por las capacidades organizativas o por las estructuras, que son también necesarias. ¡Pero su fuerza la Iglesia no la encuentra allí! ¡Nuestra fuerza es el amor de Cristo! Una fuerza que nos sostiene en los momentos de dificultad y que inspira la actual acción apostólica, para ofrecer a todos bondad y perdón, dando testimonio así de la misericordia de Dios”
Papa Francisco

Tema del día:
Beatificación de don Álvaro
1) Para saber
El próximo 27 de septiembre será beatificado don Álvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría Escrivá. Un persona que ha sido denominada como “un hombre que tenía paz y daba paz”.

Hay muchos testimonios de quienes le conocieron. Entre ellos el del cardenal Palazzini, teólogo moral eminente del siglo XX, quien apuntaba: “De su saberse hijo de Dios surgían, también en las circunstancias humanas más difíciles, aquella paz y aquella alegría que muchos han señalado como la característica más sobresaliente de su persona. Ante las contrariedades o los peligros, sabía abandonarse confiadamente en Dios y de este modo conservaba una calma inalterable”.

2) Para pensar
Es fácil hablar de la paz, pero otra cosa es reaccionar con paz cuando somos ofendidos o atacados. Se precisa, además de mucho dominio, estar muy unidos a Dios. San Pablo nos recuerda que “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14), porque nos ha reconciliado con el Padre, nos ha unido como hermanos. El Papa Francisco, también refiriéndose al Señor, escribió: “Él es la misma Alianza, el lugar personal de la reconciliación del hombre con Dios y de los hermanos entre sí” (Jornada de la Paz, 2013). Así pues, habrá verdadera paz en la medida en que cada uno tenga esa unión con Cristo.

Recordaba Mons. Fernando Ocariz, Vicario General del Opus Dei, que en una ocasión en que don Álvaro participó en una reunión de trabajo en el Vaticano, uno de los participantes contradijo con total falta de cortesía por no decir de modo ofensivo la opinión expuesta poco antes por Mons. del Portillo. Él respondió a esa persona con tal paz, delicadeza y serenidad, que otro de los presentes en aquella reunión comentó luego que aquel día se había dado cuenta de la santidad de don Álvaro.

Un colaborador muy cercano a don Álvaro fue Mons. Tomás Gutiérrez quien atestiguaba que una de sus características fundamentales “era la de tener paz y dar paz. Por lo tanto, era un verdadero ejemplo ver cómo ante cualquier contrariedad, cualquier noticia más o menos dolorosa, en circunstancias en las que normalmente uno reacciona con enojo, siempre reaccionaba con sentido sobrenatural, poniendo en las manos de Dios todo lo ocurrido”.

Habrá más paz en el mundo si comenzamos por vivirla cada uno en donde se halle.

3) Para vivir
El Decreto de la Congregación de las Causas de los Santos sobre la heroicidad de las virtudes de don Álvaro afirma: “Era hombre de profunda bondad y afabilidad, que transmitía paz y serenidad a las almas. Nadie recuerda un gesto poco amable de su parte, un movimiento de impaciencia ante las contrariedades, una palabra de crítica o de protesta por alguna dificultad: Había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una sonrisa y con plena comprensión”. Esa paz era consecuencia de su unión con Dios, de su fe en la Providencia divina.

Ante el llamado del Papa Francisco por la paz, además de rezar por nuestros hermanos perseguidos, podemos comenzar por vivir cada uno esa lucha por alcanzar esa paz que los santos nos enseñan con su vida para que podamos también, como invitaba san Josemaría, “ser sembradores de paz y de alegría”.
José Martínez Colín

Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para Héctor P., 61 años, de Río Cuarto, Córdoba, Argentina, que está afectado de una enfermedad neurológica que afecta la movilidad de su brazo derecho hasta la mano, de largo y difícil tratamiento, por lo que rogamos la intercesión de la Virgen de la Merced para que lo libere de esta dolencia y le permita encontrar el camino a una vida feliz en unión con su familia.

Pedimos oración por el joven Matías, de Córdoba, Argentina, que con 16 años de edad ha sufrido un problema cerebro vascular. Que Dios Misericordioso lo ayude y le conceda su gracia de sanación.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Un estímulo todos los días
Setiembre 25
Muchas personas sufren por la falta de amor. Porque desde niños han hecho todo lo posible por ser apreciados y amados, pero no recibieron la atención y el cariño que necesitaban. Así les ha quedado el corazón herido y nunca tienen el amor que buscan, siempre se sienten defraudados. Porque en realidad esa herida de amor no se cura con compañía, caricias y atenciones. Eso es como una droga que a la larga no hace más que agrandar su necesidad interior, y la herida se vuelve más profunda.
Esa herida de amor se cura sólo en la soledad, enfrentando lo que uno siente, reconociéndolo con claridad, mirándolo de frente, poniéndole un nombre al propio dolor, y dándose cuenta de que no vale la pena vivir pendiente de esa necesidad, como mendigos y esclavos. Porque si uno no enfrenta esa soledad dolorosa y no acepta morir a esa necesidad enfermiza de amor, sólo utilizará a las personas para satisfacer esa necesidad, y así nunca podrá vivir un amor o una amistad de verdad.
Cuando uno enfrenta hasta el fondo su soledad interior, descubre que allí está el Señor golpeando a la puerta, con toda la fuerza sanadora de su amor divino. Recibiendo ese amor nos sentimos dignos, nos sentimos valorados de verdad, nos sentimos reconocidos gratuitamente, y entonces sí podremos dedicarnos a dar amor a los demás sin esperar que nos devuelvan algo. Sólo así sabremos por fin lo que es el amor.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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