lunes, 12 de marzo de 2012

Pequeñas Semillitas 1648

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1648 ~ Lunes 12 de Marzo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
El sábado pasado se realizó en la ciudad de Córdoba, Argentina, el Encuentro Pastoral organizado por el Arzobispado, al que tuve el agrado de asistir invitado por mi párroco. Fue algo de verdad maravilloso, donde en todo momento se advirtió la presencia del Espíritu Santo y de María Inmaculada. El P. Eduardo Casas presentó el tema central del encuentro: “El pan del compromiso” y –siguiendo su lineamiento cuando dice que aun lo poco que entregamos Dios lo multiplica– he querido compartir con todos los lectores de “Pequeñas Semillitas” lo más importante de dicho encuentro, que será el tema central de esta edición.
Más allá de tratarse de un hecho propio de la diócesis de mi ciudad, creo que los lectores de otras ciudades argentinas y de otros países, también se enriquecerán con la lectura y meditación del tema desarrollado por el Padre Casas ya que su alcance es universal.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.
(Lc 4,24-30)

Comentario
Hoy escuchamos del Señor que «ningún profeta es bien recibido en su patria» (Lc 4,24). Esta frase —puesta en boca de Jesús— nos ha sido para muchas y muchos —en más de una ocasión— justificación y excusa para no complicarnos la vida. Jesucristo, de hecho, sólo nos quiere advertir a sus discípulos que las cosas no nos serán fáciles y que, frecuentemente, entre aquellos que se supone que nos conocen mejor, todavía lo tendremos más complicado.
La afirmación de Jesús es el preámbulo de la lección que quiere dar a la gente reunida en la sinagoga y, así, abrir sus ojos a la evidencia de que, por el simple hecho de ser miembros del “Pueblo escogido” no tienen ninguna garantía de salvación, curación, purificación (eso lo corroborará con los datos de la historia de la salvación).
Pero, decía, que la afirmación de Jesús, para muchas y muchos nos es, con demasiada frecuencia, motivo de excusa para no “mojarnos evangélicamente” en nuestro ambiente cotidiano. Sí, es una de aquellas frases que todos hemos medio aprendido de memoria y, ¡qué efecto!
Parece como grabada en nuestra conciencia particular de manera que cuando en la oficina, en el trabajo, con la familia, en el círculo de amigos, en todo nuestro entorno social más debiéramos tomar decisiones solamente comprensibles a la luz del Evangelio, esta “frase mágica” nos echa atrás como diciéndonos: —No vale la pena que te esfuerces, ¡ningún profeta es bien recibido en su tierra! Tenemos la excusa perfecta, la mejor de las justificaciones para no tener que dar testimonio, para no apoyar a aquel compañero a quien le está haciendo una mala pasada la empresa, o para no mirar de favorecer la reconciliación de aquel matrimonio conocido.
San Pablo se dirigió, en primer lugar, a los suyos: fue a la sinagoga donde «hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles» (Hch 19,8). ¿No crees que esto era lo que Jesús quería decirnos?
Rev. D. Santi COLLELL i Aguirre (La Garriga, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Inocencio I, Papa


Nació en la segunda mitad del siglo IV y parece ser que en Albano, aunque documentalmente no pueda demostrarse con certeza. Fue elegido papa en el año 401, como sucesor de Anastasio I.

Consiguió que se reconociese su autoridad papal en Iliria, región montañosa situada en la región nororiental del Adriático que hoy corresponde a Bosnia y Dalmacia. Expulsó de la Ciudad Eterna a los perseguidores y detractores de san Juan Crisóstomo, a pesar de la oposición del emperador Arcadio (407). Pero no pudo, a pesar de sus esfuerzos y negociaciones, evitar el saqueo de Roma por Alarico el 24 de agosto del año 410. A petición de san Agustín, condenó la herejía pelagiana (417).

Con respecto al gobierno que debió ejercer en Hispania, hay que mencionar la carta dirigida a Exuperio, obispo de Tolosa, dándole normas para la reconciliación y admisión a la comunión a los que una vez bautizados se entregaran de modo pertinaz a los placeres de la carne. De alguna manera, modera la disciplina, en vigor hasta entonces, contemplada en los concilios de Elvira y de Arlés y propiciada por las iglesias africanas; eran normas un tanto rigoristas extremadamente extrañas para nuestra época, que negaban la admisión a la comunión de este tipo de pecadores incluso en el momento de la muerte, aunque se les concediera fácilmente la posibilidad de la penitencia. Reconoce en su escrito que hasta ese momento la ley era más dura, pero que no quiere adoptar la misma aspereza y dureza que el hereje Novaciano. De todos modos no presume de innovaciones, ni se presenta como detentor de un liberalismo laxo; justifica plenamente las normas anteriores, afirmando que esa praxis era la conveniente en aquel tiempo.

En el 416, cuando quiere recordar a los obispos españoles la autoridad indiscutida del obispo de Roma y la obediencia que le deben desde España, escribe una carta en la que afirma que en toda Italia, Francia, Hispania, África y Sicilia sólo se han instituido iglesias por Pedro o por sus discípulos. Esta carta es empleada como argumento documental muy importante por quienes desautorizan la antiquísima tradición que sostiene la predicación del Apóstol Santiago en España y la conjetura fundada de la visita del apóstol Pablo a este extremo del Imperio.

Interviene también por los años 404-405 para restaurar la paz entre los obispos de Hispania, después de las resoluciones cristológicas antipriscilianistas del concilio de Toledo del año 400; recomienda el reconocimiento de la autoridad y gobierno episcopal de los que fueron ordenados por partidarios de Prisciliano pero que continúan profesando la fe verdadera al aceptar la consubstancialidad del Hijo con el Padre y la unicidad de Persona en Cristo.

Ocupó la Sede de Pedro hasta su muerte el 12 de marzo de 417. En muchos lugares se lo sigue recordando el 28 de julio, aunque en el nuevo Martirologio Romano su fiesta es el 12 de marzo.

Fuente: Catholic.net

La frase de hoy

“Todos los milagros comienzan en el interior, empiezan en nuestro corazón. Luego pasan a los ojos, a las manos, a las palabras, a los gestos y a las acciones. No hay ningún milagro que no sea primero una chispa de luz divina en el interior humano: un despertar, un recibir una nueva mirada”

P. Casas


Tema del día:
Encuentro Pastoral 2012
Arzobispado de Córdoba (Argentina)


Realizado el sábado 10 de marzo de 2012 en el colegio de las Hermanas Concepcionistas de la ciudad de Córdoba.

En un clima de fraternidad y comunión que caracteriza estos encuentros pastorales que se realizan en el comienzo de cada año; participaron cerca de 1300 agentes pastorales representando a las distintas comunidades de la Arquidiócesis de Córdoba. Sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, educadores, hermanos y hermanas de distintos carismas y comunidades con el propósito de “Profundizar en la comprensión y espiritualidad de la programación pastoral 2012; y celebrar al Dios de la Vida que se compromete en la historia humana y nos invita a tomar parte gustando de este compromiso”.

A las 8.30 se hizo la presentación y bienvenida, media hora después se vivió un rico momento de oración inicial y a continuación las palabras de Mons. Carlos Ñáñez que dieron marco al encuentro.

A las 9.35 el P. Eduardo Casas asesor de la Junta Arquidiocesana de Educación Católica de Córdoba estuvo a cargo de la iluminación: "El Pan del Compromiso".

De 10 a 12 horas los grupos (20 de jóvenes y 40 de adultos), reflexionaron animados por el espíritu de “Gustar al Dios de la Alianza, que empecinadamente renueva su Promesa de Vida abundante y nos invita a tomar parte, a sumarnos en la construcción de la Patria, la Familia, el Pueblo de Dios”.

Los aportes se compartieron online con todos los participantes por la página del Arzobispado de Córdoba www.arzobispadocba.org.ar  (los adultos), y por Facebook desde el perfil “Una Promesa que Contagia” con pistas de los jóvenes acerca de cómo y desde dónde podemos sumarnos positivamente en la construcción de la Patria, la familia, el Pueblo de Dios.

A las 12.20 se compartió un intenso momento de oración en torno a la adoración de la eucaristía, momento que los participantes piden que se repita cada año, y finalmente la despedida.


El pan del compromiso


Por Pbro. Eduardo Casas (extracto)

Compromiso es una palabra formada de palabras con una riqueza plural de significados: alude a la dinámica anticipativa del tiempo que sueña con el futuro, la promesa que se pronuncia como un juramento a cumplirse y el envío hacia un destino con el propósito de que llegue a realizarse.

Si la palabra compromiso contiene el vocablo promesa, entonces, compromiso es tener en cuenta la “promesa-con” otra u otras personas o con algo. La promesa es necesario que sea compartida para que pueda realizarse. Es un deseo, un anhelo, un sueño en común. Tiene algo dado y algo por darse; algo presente y algo futuro; ahora y mañana. El compromiso es lo que transforma una promesa en realidad.

Hay varios pasajes del Evangelio que pueden darnos pautas del proceso que implica, interior y exteriormente, empatizar con las situaciones ajenas, identificarse con ellas y comprometerse. Por ejemplo, casi todas las curaciones que aparecen en el Evangelio revelan sentimientos, actitudes y gestos de Jesús que nos ilustran al respecto. Podemos recordar la curación de los leprosos (Lc 17, 11-19), la curación del paralítico (Mt. 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Jn 5, 1-16); la del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41), la de Bartimeo (Mc 10, 46-52; Lc 18, 35-43), etc.

Hay otros pasajes –que no son milagros–  y que igualmente muestran situaciones cotidianas de necesidades, carencias o límites. Por ejemplo, el teto de Mt. 25, 31-46 con el cual Jesús se identifica con los más vulnerables (el que tiene hambre, sed, está desnudo, enfermo o preso) y el buen samaritano que manifiesta toda una pedagogía de compromiso solidario con el discriminado (Lc 10, 25-37).

Incluso hay pasajes que entrañan enseñanzas al respecto, como la parábola del hijo pródigo donde el padre expresa un compromiso de identificación con cada uno de sus dos hijos, bien distintos (Lc 15, 11-32).

De todos los pasajes del Evangelio, me detendré en el texto de la multiplicación de los panes según la versión del Evangelio de Maros 6, 34-44.

“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella porque eran como ovejas sin pastor y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: este es un lugar desierto y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer. Él respondió: denles de comer ustedes mismos. Ellos le dijeron: habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos. Jesús preguntó: ¿cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver. Después de averiguarlo dijeron: cinco panes y dos pescados. Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos sobre la hierba verde y la gente se sentó en grupos  de cien y de cincuenta. Entonces Él tomó los cinco panes y los dos pescados y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres”.

Los discípulos –con un sentido de realidad–  le advierten a Jesús que están en medio de un lugar inhóspito. Jesús les da entonces a los discípulos una orden prácticamente imposible, sugiriéndoles que no resuelvan la situación despidiendo a la gente, no haciéndose cargo, no tomando parte de la necesidad que advierten. Nada se soluciona con el descompromiso, al contrario, se agudiza más. Si algo s puede hacer, por poco que fuere, hay que intervenir. Aunque sea poco, es mejor que la indiferencia o dejar que los otros lo resuelvan por sí mismos cuando no pueden o no tienen los medios para hacerlo.

Sólo cuando los discípulos han asumido lo que pueden hacer por los demás, aunque sea poco o nada, Él toma la iniciativa. Le basta sólo esa mínima disposición. El primer compromiso se genera primero en la actitud interior, no en los medios exteriores. Antes del milagro de la multiplicación visible está el milagro de la multiplicación invisible. Antes que los panes, se multiplican las disposiciones de los discípulos a colaborar.

A Dios no le importa lo que tenemos o dejamos de tener, le interesa nuestra disposición en relación a eso que tenemos, sea mucho o poco. Dios puede obrar sólo cuando hay entrega. Se puede tener muy poco –que si lo entregamos– se multiplica. Se puede, en cambio, tener mucho. Si lo guardamos, no sólo que no se multiplica sino que se pierde. Lo que no se entrega, no se multiplica. Ni siquiera se conserva o permanece, simplemente se pierde. Tal es la dinámica del don. Dios obra cuando el hombre se dispone, más allá del alcance de sus medios…

Las carencias humanas son también posibilidades de Dios, si las entregamos a Él. No hay que ver lo que nos falta, lo que queda, lo que no hay, lo que no somos o tenemos, lo que esperamos y no conseguimos, lo que deseamos y no alcanzamos. Hay que actuar los deseos y los sueños como si se hubieran cumplido para poder así realizarlos. Es preciso descubrir el potencial concentrado y la energía contenida en cada límite, desentrañar la fuerza irresistible de esperanza que genera toda carencia.

No todo está mal, ni perdido, ni ensombrecido. La familia, la patria y el pueblo de Dios necesitan una esperanza realista capaz de contemplar que la gracia de Dios renace con mayor fuerza a partir de cada “si” humano, de cada pequeña y callada fidelidad. En todas las realidades de estrecheces humanas germina una promesa renovada, un don que quiere volver a brillar, una fuerza que se alimenta de vida que crece y se expande. Dios continúa –de muchas insospechadas maneras–  multiplicando panes, pescados y milagros a partir de límites humanos. Sólo para quien lo desea, un límite es capaz de serlo. El límite está en nosotros, no en la realidad. Para Dios no hay imposibles: Él actúa no “a pesar de” nuestros impedimentos, obstáculos, necesidades y carencias, sino “en razón de” todo eso. Sólo espera que nosotros hagamos nuestra parte: entreguemos nuestra pobreza. Él nos devuelve su riqueza multiplicada en nuestra entrega. Sólo así el límite se transfigura, queda superado y transformado.

Nosotros, a menudo somos testigos de las necesidades de los demás. Generalmente son muchas y los recursos escasos. Al contemplar la realidad que nos supera, tomando conciencia de nuestros mínimos alcances, es preciso ser ayuda dócil, humilde y sencilla, para que el Señor siga multiplicando lo poco que tenemos entre manos. No importa si es poco o es mucho. Para Dios no valen las “cantidades” sino las “docilidades”. El obrar de Dios multiplica según su medida y no la nuestra.

Todos podemos dar y recibir, sentir y compartir. Si ocurre esto, se habrá producido en nosotros lo más profundo del milagro de Jesús. No hay que anhelar soluciones mágicas, ni asumir posturas triunfalistas o populistas. No hay que esperar pasivamente. La providencia de Dios nos hace protagonistas. No debemos seguir alimentando derrotismo, queja, desesperanza e impulsos de muerte. No hay que ser ni víctimas, ni cómplices, ni indiferentes con las situaciones de carencia ajena. Si tomamos una actitud proactiva, Dios será siempre providente. Él es el que provee, el que “ve por” nosotros, el que vela, asiste, protege y cuida. La providencia no es tener un Dios facilista, una “varita mágica”.

Para Dios nada hay imposible si nosotros hacemos lo posible. No importa que las necesidades sean muchas y nuestras posibilidades limitadas. Dios siempre obra, aunque no sepamos cómo. Nunca se queda ajeno, lejano, desentendido o ausente. La providencia de Dios no remplaza la responsabilidad humana y su compromiso, al contrario, supone su cooperación. No sustituye lo que nosotros podemos y debemos hacer. Dios obra cuando nosotros obramos. El compromiso es una construcción porque el don de la vida es una tarea. Cuando poneos nuestra parte, Dios pone la de Él.

En la realidad de la familia, la patria y el pueblo de Dios a la que estamos llamados a comprometernos, Dios pone allí su promesa, aquí y ahora, como una semilla fecunda a partir de nuestra disponibilidad. Esa promesa se abre camino, se ensancha en cada límite, el cual más que obstáculo es estímulo, más que dificultad es desafío, más que problema que se cierra, volviéndose sobre sí mismo, es horizonte que se abre.

Pidamos al Señor – “Pan de Vida” – nos conceda multiplicado el pan del compromiso, verdadero alimento. Hagamos la siguiente oración:

Señor Jesús, tú nos compartes tu corazón compasivo, nos abres la mirada hacia las necesidades de los que nos acompañan en el camino.
Yo también soy un peregrino de este viaje. Tengo poco para poner en bien de los otros. Sin embargo, quiero entregarlo porque otros los necesitan y tú puedes multiplicarlo. Mi pobreza desea convertirse en una señal de tu abundancia. Mi escasez y carencia quieren transformarse en tu milagro. Sólo basta que yo lo permita, poniéndome como un simple instrumento en tus manos.
Señor, multiplica –desde mis carencias– la plenitud de tus signos calmando las necesidades de los demás. Que yo también sea pan multiplicado. Que los dones que me confiaste colmen el hambre de mis hermanos. Que mis límites sean las fronteras donde sigas manifestando, sin cansarte nunca, tu continua abundancia.
¡Gracias Señor! Amén.


Pensamientos sanadores


Hoy pídele a Dios que bendiga tu corazón

Cuando comenzaste a desarrollarte en el vientre materno, tu corazón se fue formando y comenzó a latir.
Este corazón se fue nutriendo del amor que recibiste, recibiendo igualmente infusiones de vitamina espiritual con cada alegría vivida.
Pero también es posible que los sufrimientos y especialmente cualquier rebeldía o pecado que haya entrado en ti lo hayan contaminado y enfermado de alguna forma.
Hoy decídete a cuidar tu corazón, impidiendo la entrada en él de todo lo malo, y llénalo, en cambio, de todo lo bueno. Que el Espíritu Santo sea su huésped y que se encuentre a gusto en ti y contigo. Que el Corazón de Jesús esté tan cerca del tuyo, que al estar ambos corazones en total armonía y sintonía entre sí, los demás sólo puedan escuchar un solo latido.

Hijo mío, presta atención a lo que te digo, inclina tu oído a mis palabras. Que ellas no se aparten de tus ojos, guárdalas bien dentro de tu corazón, porque son vida para los que las encuentran y salud para todo ser viviente. Proverbios 4, 20-22


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el bebé Leonel, de Tandil, Argentina, al que han detectado un problema de corazón y pulmones y esperan el llamado para trasladarlo a un centro de mayor complejidad. Que los Ángeles del cielo lo acompañen y lo protejan.

Pedimos oración por Pablo B., un joven de la ciudad de Gualeguaychú, Argentina, que lucha por su vida afectado por una infección grave; y también por Martín C. F. que es otro joven que vive en Jujuy, Argentina. Que Jesús, por los méritos de su pasión, muerte y resurrección, les conceda a ambos su ayuda y la gracia de curarse.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


Cuaresma día por día


El pobre es el egoísta.

"Hay diversas clases de pobreza -cuenta la madre Teresa de Calcuta-. En la India hay gente que muere de hambre. Un puñado de arroz es precioso, valiosísimo. En los países occidentales, sin embargo, no hay pobreza en ese sentido. Nadie muere de hambre y ni siquiera abundan los pobres como en la India... Pero existe otra clase de pobreza, la del espíritu que es mucho peor. La gente no cree en Dios, no reza, no ama, va a lo suyo... Es una pobreza del alma, una sequedad del corazón que resulta mucho más difícil de "remediar".

¿Puedes tener tú esa pobreza? Pídeles a Jesús y a María que nunca caigas en esa pobreza de espíritu; que te ayuden a quererles cada día más y a acudir a ellos ante cualquier necesidad, y que te ayuden a querer a los demás. ¡Jesús, María, que no olvide rezar ni por la noche ni al levantarme! Que sea generoso: porque el verdaderamente "pobre" es el egoísta.

Continúa hablando a Dios con tus palabras

P. José Pedro Manglano Castellary


"Intimidad Divina"

Vivir el Bautismo

Las aguas del Jordán, que serán un día santificadas por el bautismo de Jesús, son un preludio de las aguas bautismales que reciben de Cristo su poder regenerador… El cristiano rociado por el agua del bautismo renace a una nueva vida, resplandeciente de inocencia y de gracia, como Adán en el primer día de su creación. El sentido de la eficacia del bautismo es tan vivo en San Pablo, que él lo considera como una muerte definitiva al pecado “Haced cuenta de que estáis muertos al pecado –escribe a los Romanos–, el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros” (Rom 6, 11-14). El bautismo, sin embargo, no confirma en gracia; limpia del pecado, pero le deja al hombre en sus condiciones de debilidad, de fragilidad, de suerte que la abstención al pecado es fruto de una constante lucha contra el mal y de una cotidiana fidelidad a la gracia.

El bautismo no sólo tiene una eficacia negativa, es decir, purificar al hombre del pecado, sino que tiene también una eficacia sumamente positiva: la de plasmar al hijo de Dios. Son hijos de Dios precisamente los que renacen del agua y del Espíritu. El alma, dice San Juan de la Cruz, es como una vidriera embestida por un rayo de sol; aunque el rayo sea de por sí luminoso, capaz de iluminar y penetrar el cristal, no lo podrá hacer, si no lo encuentra terso, limpio de toda mancha. Dios es el sol divino que resplandece sobre las almas, deseoso de invadirlas y penetrarlas hasta transformarlas en su propia luz y en su propio amor; pero para hacerlo, espera a que el hombre se decida a liberarse de todo velo y mancha de pecado.

Entonces es cuando Dios encuentra a una criatura libre de cualquier apego al mal, e inmediatamente la llena de sí, de su propia vida; aquí está el principio, el germen de la gran transformación que el Señor quiere obrar en ella. Y cuanto más el hombre se purifica de todo pecado, de toda costumbre defectuosa y de toda imperfección, tanto más apto se hace para ser totalmente penetrado y transformado por la gracia divina. Así es como el bautismo realiza gradualmente en el cristiano ese profundo renacimiento y esa plena transformación que le hacen semejante a Dios, que le hacen vivir de la vida misma de Dios, como el hijo es semejante al padre y vive la vida que ha recibido del pade.

Señor Dios nuestro… tú creaste el agua para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con el frescor y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la esclavitud y apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los hombres. Y cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora en el baño del nuevo nacimiento. Que de nuevo nos vivifique ahora y nos haga participar en el gozo de todos nuestros hermanos bautizados en la Pascua de Cristo nuestro Señor. (Misal Romano, Vigilia pascual, Bendición del agua bautismal)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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