PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
20 - Número 6046 ~ Martes 22 de Julio de 2025
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Estamos insertos en un mundo problemático y a todos nos acosan las
dificultades. Mas, no ser optimista no depende de circunstancias externas, sino
de nuestra posición frente a problemas, conflictos y dificultades.
Cultivemos nuestra posición y nos acostumbremos a imaginar vivamente las
posibilidades de abundancia de bienes, satisfacciones y éxito.
Superemos el pesimismo y sus terribles efectos, imaginando siempre lo
mejor y trabajando tenazmente por lograrlo.
Pongamos todo el potencial de nuestra mente y de nuestra fe en el auxilio
de Dios, al servicio de nuestro progreso integral y de la ayuda a los
necesitados.
El optimismo es la fuente perenne en la que podemos saciar nuestra sed de
todo lo positivo de la vida.
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- MARTES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO -
♡ Primera Lectura: Cantar 3, 1-4 o bien 2 Corintios 5, 14-17
♡ Salmo: Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
♡ Santo Evangelio: Jn 20,1-2.11-18
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro
cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a
correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería
y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han
puesto».
Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se
inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había
estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos:
«Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A
quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice:
«Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré».
Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que
quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido
al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro
Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos
que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
♡ Comentario:
Hoy celebramos con gozo a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para
nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. La Magdalena
venía de lejos (cf. Lc 7,36-50) y llegó muy lejos… En efecto, en el amanecer de
la Resurrección, María buscó a Jesús, encontró a Jesús resucitado y llegó al
Padre de Jesús, el “Padre nuestro”. Aquella mañana, Jesucristo le descubrió lo
más grande de nuestra fe: que ella también era hija de Dios.
En el itinerario de María de Magdala descubrimos algunos aspectos
importantes de la fe. En primer lugar, admiramos su valentía. La fe, aunque es
un don de Dios, requiere coraje por parte del creyente. Lo natural en nosotros
es tender a lo visible, a lo que se puede agarrar con la mano. Puesto que Dios
es esencialmente invisible, la fe «siempre tiene algo de ruptura arriesgada y
de salto, porque implica la osadía de ver lo auténticamente real en aquello que
no se ve» (Benedicto XVI). María viendo a Cristo resucitado “ve” también al
Padre, al Señor.
Por otro lado, al “salto de la fe” «se llega por lo que la Biblia llama
conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe» (Benedicto XVI). ¿No
fue éste el primer paso de María? ¿No ha de ser éste también un paso reiterado
en nuestras vidas?
En la conversión de la Magdalena hubo mucho amor: ella no ahorró en
perfumes para su Amor. ¡El amor!: he aquí otro “vehículo” de la fe, porque ni
escuchamos, ni vemos, ni creemos a quien no amamos. En el Evangelio de san Juan
aparece claramente que «creer es escuchar y, al mismo tiempo, ver (…)». En
aquel amanecer, María Magdalena arriesga por su Amor, oye a su Amor (le basta
escuchar «María» para re-conocerle) y conoce al Padre. «En la mañana de la
Pascua (…), a María Magdalena que ve a Jesús, se le pide que lo contemple en su
camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión: ‘He visto al Señor’
(Jn 20,18)» (Papa Francisco).
* Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona,
España) © Textos de Evangeli.net
Santoral Católico:
Santa María Magdalena
Es una de las santas
mujeres que seguían y atendían a Jesús y al grupo de los Doce, y a las que no
siempre es fácil distinguir e identificar. Según la tradición, había nacido en
Magdala, junto al lago de Tiberíades, y, abandonada su vida de pecado, había
seguido a Cristo. El Evangelio de san Juan nos dice que en el calvario, junto a
la cruz de Jesús estaba, con su Madre y otras mujeres, María Magdalena. También
nos dicen los evangelios que la mañana del domingo de Resurrección fue María al
sepulcro y, cuando lloraba al verlo vacío, se le apareció Jesús, quien le
encargó que fuera a anunciar a sus discípulos lo que había visto.
Oración: Señor, Dios
nuestro, Cristo, tu Unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la
misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por
la intercesión y el ejemplo de aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre
a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
Pensamiento del día
«La santidad en esta tierra
no consiste en la ausencia de tentaciones, sino en tener las potencias
ordenadas. No consiste incluso en no tener caídas, sino en levantarse siempre.
Para la santidad es preciso luchar, esforzarse por hacer el bien, pero tampoco
la santidad consiste esencialmente en el esfuerzo. La santidad consiste en
estar unido a Cristo por la gracia»
(P.
JESÚS MARTÍNEZ GARCÍA)
Historias:
Resucitado por el Padre Pío
[Jean Derobert,
protagonista de este milagro que él mismo narra, fue hijo espiritual del padre
Pío. Escribió un libro sobre la vida de este santo
titulado "Padre Pío, transparente de Dios". El padre Pío fue canonizado en 2002
por el Papa Juan Pablo II]
En agosto de 1958, durante la
guerra de Argelia, formaba parte de los servicios sanitarios del ejército.
Había observado que, en los momentos importantes de mi vida, el padre Pío, que
me había tomado como su hijo espiritual desde 1955, me hacía llegar una carta
en la que me prometía su oración y apoyo. Lo hizo antes de mi examen en la
Universidad Gregoriana de Roma, y lo volvió a hacer en el momento en que tuve
que unirme a los combatientes de Argelia.
Una noche, un comando del FLN
(Frente de Liberación Nacional argelino) atacó nuestro pueblo y rápidamente fui
arrestado. Me llevaron a una puerta junto a otros cinco militares y allí nos
fusilaron.
Recuerdo que no pensé ni en mi
padre ni en mi madre, a pesar de ser hijo único, sino que sólo experimenté una
gran alegría puesto que “me disponía a ver lo que hay al otro lado”. Aquella
misma mañana había recibido una carta del padre Pío con dos líneas manuscritas
que decían: “La vida es una lucha, pero conduce a la luz” (subrayado dos o tres
veces).
Inmediatamente experimenté la descorporización.
Vi mi cuerpo a mi lado, que yacía, cubierto de sangre, entre mis camaradas
asesinados. Y empecé una curiosa ascensión por una especie de túnel.
De la nube que me rodeaba surgían
rostros conocidos y desconocidos. Al principio aquellos rostros eran sombras;
se trataban de personas poco recomendables, pecadores poco virtuosos.
Me sorprendía el hecho de poder
caminar. Me dije que estaba fuera del tiempo y que por tanto había resucitado. Me
sorprendía poder ver todo lo que me rodeaba sin tener que mover la cabeza. Me
sorprendía sentir el dolor de las heridas producidas por las balas de los
fusiles. Y comprendí que habían penetrado en mi cuerpo tan deprisa que no pude
sentirlas.
De pronto, mis pensamientos se
dirigieron a mis padres. Inmediatamente me encontré en mi casa, en Annecy, en
la habitación de mis padres, a los que contemplé mientras dormían. Intenté
hablarles, pero sin éxito. Recorrí el apartamento y advertí que un mueble había
sido cambiado de sitio. Unos días después escribí a mi madre y le pregunté por
qué había cambiado aquel mueble. Ella me contestó por carta: “¿Cómo lo sabes?”.
Pensé en el Papa Pío XII, al que
conocía bien (estudié en Roma) y, de pronto, me encontré en su habitación.
Acababa de acostarse. Hablamos intercambiando pensamientos, pues era un hombre
muy espiritual. Continué mi ascensión hasta que me encontré en medio de un
paisaje maravilloso, envuelto en una luz dulce y azulada. Sin embargo, no había
sol, "porque el Señor los alumbrará”, como dice el Apocalipsis.
Vi a miles de personas, todas de
unos treinta años, pero me encontré con algunas a las que había conocido cuando
estaban vivas. Una había muerto con ochenta años y parecía tener treinta, otra
había muerto con dos años y todas tenían la misma edad.
Dejé aquel “paraíso” repleto de
flores extraordinarias y desconocidas en la tierra. Y ascendí aún más. Allí
perdí mi naturaleza humana y me convertí en una “gota de luz”. Vi a muchas
otras “gotas de luz” y supe que una era San Pedro, otra Pablo, otra Juan, o un
apóstol, o un santo.
Después vi a María,
maravillosamente bella con su manto de luz, que me recibió con una sonrisa
indecible. Detrás de ella estaba Jesús, maravillosamente bello, y detrás, una
zona de luz que supe que era el Padre, y en la que me sumergí. Allí sentí la
satisfacción total de todos mis deseos. Conocí la dicha perfecta.
Y bruscamente me encontré en la
tierra, con el rostro en el polvo, entre los cuerpos cubiertos de sangre de mis
camaradas.
Advertí que la puerta ante la que
me encontraba estaba acribillada de balas, las balas que me habían atravesado
el cuerpo, que mis ropas estaban agujereadas y cubiertas de sangre, que mi
pecho y mi espalda estaban manchados de sangre prácticamente seca y ligeramente
viscosa. Pero que estaba intacto. Fui a ver al comandante con aquella pinta. Él
se acercó a mí y gritó: “¡Milagro!”.
Sin duda, esta experiencia me
marcó mucho. Más tarde, cuando, liberado del ejército, fui a visitar al padre
Pío, este me divisó desde lejos en la sala de San Francisco. Me hizo un gesto
para que acercara y me ofreció, como siempre, una pequeña muestra de cariño.
A continuación me dijo estas
sencillas palabras: “¡Ay! ¡Cuánto me has hecho pasar! ¡Pero lo que viste fue
muy bello!”. Y ahí se acabó su explicación.
Ahora puede entenderse por qué no
tengo miedo a la muerte… Porque sé lo que hay al otro lado. El sacerdote Jean
Derobert falleció en 2013.
(Tomado de Religión en Libertad)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Las últimas palabras surgidas del Corazón amante de María fueron
pronunciadas en las bodas de Caná. Como faltaba vino, la madre de Jesús le
dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Mi
hora no ha llegado todavía”.
La amante solicitud del Corazón maternal de María estalla nuevamente. En
la época de Caná, ella interviene por un vino terrestre, que alegrará a los
invitados y evitará sufrimientos a los esposos. En nuestros días, la Virgen
María continúa intercediendo ante su Hijo y pide para nosotros el vino
espiritual del Evangelio.
Si las jarras llenas de agua representan la Antigua Alianza, el vino de la
boda representa la Nueva Alianza, el vino nuevo del Evangelio, vaciado en odres
nuevos. María, como madre buena, pide a sus hijos que reciban el Evangelio que
abran sus corazones al sentido de la Escritura, que les sea acordada “la
inteligencia del Misterio de Cristo”.
Porque Dios está ausente de nuestro mundo, porque a nuestro tiempo le hace
falta el vino del Evangelio y persigue a la Iglesia, porque a la Iglesia le
faltan santos, la Virgen María intercede ante Jesús, y aunque su hora no haya
llegado, hará milagros para responder a la petición de su Madre. Sus deseos son
los suyos, tanto que sus corazones laten al unísono hasta hacer un solo
Corazón. (Padre Jean)
🌸
Cuando uno perdió algo y se pone a repasar las cosas que hizo, o los
lugares por donde anduvo, finalmente, al repetir como en cámara lenta la
rutina, aparece lo que se nos había perdido, y solemos constatar que aparece en
el lugar donde varias veces pasamos sin verlo. Hasta decimos: “si era una
víbora nos picaba”. Tal vez esto mismo, podamos llevarlo al ámbito de la
oración. Por algo, San Ignacio, nos hace “repetir” la oración en algunos
momentos.
Yendo a nuestra comparación, el motivo por el cual no vemos lo perdido en
un lugar donde varias veces pasamos con la vista, suele ser porque nos pasa
como si nuestra mirada pasara sobre la realidad con la foto que tomó de ella y
nos parece que todo lo que hay en ella ya lo vimos. Sin embargo, a nuestra
foto, algo se le pasó por alto, y si no dejamos que la realidad se vuelva a
mostrar tal como ella es, y no como nosotros la vimos, no daremos con lo que no
vimos. Ese dejar que la realidad se muestre, necesita un ritmo más lento. Es
como esas diapositivas que se van mostrando de a poco, a diferencia de las
otras que de movida, se muestran totalmente. Esto sería lo propio de la
“repetición”: repasar en “cámara lenta” (con un corazón más atento) la realidad
para que en ella Dios se nos muestre en aquello donde pasamos y no lo
percibimos, o algo percibimos y pasamos demasiado rápido. (Javier Albisu)
🌸
Que tus pensamientos se vuelvan continuamente hacia María, como el
pensamiento de los niños que aman a su madre, pídele que te ayude y que te haga
profundizar tu fe, tu lealtad hacia la Iglesia, tu apego a los sacramentos y
también que te guarde de caer en pecado.
Yo les pido desarrollar ese estado espiritual, de manera que cuando sus
vidas lleguen a su final, la práctica de una vida entera les sostenga y les
reconforte en el momento en que más lo necesiten, entonces estarán listos a
honrar a Dios en el Cielo al lado de Ella.
Les invito a enseñar esa devoción en sus hogares. Asegúrense que una
estatua o un cuadro de Nuestra Señora ocupen un lugar importante. Háblenles a
sus hijos, de manera que su familia permanezca unida en torno a ella. Háblenles
a sus amigos. No teman, y aún menos tengan vergüenza de decir lo que piensan o
sienten sobre la Madre de Dios… (Cardenal James Darcy Freeman)
Un año con María
Julio 22: La pasión
En María vemos una mujer no tan solo creyente sino
apasionada por Dios, que sabe jugársela por Dios y comprender que toda pasión
implica estar en las buenas y en las malas.
Es importante que descubras lo que te apasiona, lo
que te motiva, lo que te genera vida y entusiasmo, lo que te lleva a seguir
caminando por una justa causa.
Pídele a María que te ayude a enamorarte más de la
vida desde aquello que te apasiona. No dejes de buscar aquello que te motiva a
vivir día a día.
(PADRE LUIS ZAZANO)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
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