Año
20 - Número 6044 ~ Domingo 20 de Julio de 2025
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo! Tanto la primera lectura, como el evangelio de este domingo nos ponen ante
nuestros ojos una escena que debería ser bastante habitual en las relaciones
entre nosotros, sobre todo, cuando invitamos a algún conocido a casa o cuando
recibimos la visita de alguien. Marta, desbordada por el trabajo se queja porque su hermana no le echa una
mano en el servicio, no la ayudaba nada. María descubrió lo que era más
importante. El mejor de los regalos que se puede ofrecer a los invitados no es
otra cosa que estar con ellos. No viene alguien a vernos y lo dejamos solo,
mientras terminamos de hacer lo que teníamos entre manos, viene a estar
contigo. Los cristianos deberíamos destacar también por la calidad de nuestro trato
humano con las personas que nos rodean, conocidos o no. Deberíamos destacar por
valorar a fondo la amistad, por ser generosos, por ser hospitalarios, por no
hacer acepción de personas, por buscar lo más importante, que no es otra cosa
que nuestros gestos hablen de amor. Y eso a veces se nos olvida metidos en
tanto ajetreo como tenemos entre manos, olvidamos los detalles con las personas
que tenemos cerca, en casa o el trabajo, o con las personas con las que nos
encontramos a diario.
cuando llegues a la patria celestial todo esto allí
ya no existirá:
allí sólo habrá lo que María ha elegido»
(SAN AGUSTÍN)
Predicación del Evangelio:
Saber elegir la mejor parte
No hace tantos años, particularmente en los pueblos rurales, la gente era
muy hospitalaria, confiada y abierta. Las puertas de las casas se mantenían
abiertas todo el día, cosa que invitaba a entrar, y era considerado un gran
honor el hecho de ser una familia acogedora; de ser considerada, de alguna
manera, la casa de todos.
Los tiempos han cambiado tal vez a causa de la inseguridad y, ahora, las
puertas de las casas se encuentran casi siempre cerradas, cosa que dificulta la
relación. Este cambio provocado por las circunstancias nos ha vuelto algo
desconfiados y encerrados en nosotros mismos, haciendo nuestro mundo más
restringido y pequeño. La primera lectura nos ha hablado de Abraham que acogió, como a enviados
de Dios, a unos transeúntes desconocidos, que pasaban cerca de su tienda, sin
hacerles pregunta alguna. En vez de verlos como una carga o un estorbo, se
sintió muy honrado de poderlos servir. Efectivamente eran enviados de Dios,
portadores de una gran noticia. Así le habló uno de ellos: Cuando vuelva a ti,
dentro de un año, Sara (tu mujer) habrá tenido un hijo. El domingo que viene
continuaremos esta lectura y veremos lo que pasó. Pero, si hay algún modelo perfecto de cómo podemos acoger a Jesús, lo
encontramos en la escena de Marta y María, donde el hecho reviste unas
características muy especiales. Marta se esmera en el servicio a Jesús,
mientras María, sentada delante de él, le hace compañía, le da conversación, le
escucha y se muestra receptiva a su mensaje. Entre las dos hermanas ponen todos
los elementos de una buena acogida a Jesús: Marta, el servicio amoroso y María,
la apertura del corazón. Así debería ser nuestra actitud ante Jesús que nos visita amorosamente:
acoger su presencia por la fe, la confianza y el amor. Después, recibir su
mensaje, hacer caso de su palabra, asimilar los valores que él nos propone. Es
difícil para nosotros la actitud de silencio y quietud interior para esta
acogida porque vivimos muy pendientes de las cosas: los intereses materiales,
la diversión, los caprichos, las ilusiones, el estar pendientes de los demás,
etc. Sucede que tenemos tiempo para todo y no lo encontramos para nosotros;
vivimos cara afuera y no sabemos estar con nosotros mismos; buscamos las
satisfacciones exteriores y somos incapaces de disfrutar de la paz interior.
Todo ello es lo que Jesús nos propone cambiar y nos ofrece su ayuda para
conseguirlo. Muchos de nosotros sabemos imitar perfectamente a Marta,
ocupándonos continuamente de muchas cosas; pero no sabemos hacer como María:
estar con Jesús, escuchar los latidos de su corazón, abrirnos a los valores
interiores en los que encontraríamos la paz y la felicidad. Es verdad que dar paso a este estilo de vida nos exige algunas renuncias,
porque la sociedad consumista en la que vivimos nos embelesa y tiende a
convertirnos en esclavos de lo que poseemos, y más todavía de lo que anhelamos
poseer, sin que nos deje tiempo para lo que desearíamos ser. Ocupados en el
afán de tener, de mejorar nuestra posición, de hacer cosas, perdemos la armonía
interior, la paz del espíritu, el silencia creador. ¿Por qué no intentamos
convertir la celebración del domingo en un espacio semanal de escucha y acogida
como Marta y María? (Mons. Enric Prat - Imagen de Misioneros Digitales Católicos)
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra: Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento. La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias... Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración. 💕Desde algún lugar de Argentina, nuestra lectora Cecilia Claudia B. agradece a Dios por un hermoso viaje al que ha sido invitada y en el cual están pasando muy lindos días. Oremos:Bendito seas,
Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e
infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que
se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes
y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Meditación dominical
Continuando con el tema de la semana anterior, el Evangelio nos propone
ahora no una parábola sino el hermoso relato de la estancia de Jesús en casa de
Marta y María. Este texto nos muestra no sólo dos modelos de mujer, sino dos
maneras diferentes de comportarse ante Dios y ante sus exigencias, así como
ante la vida misma. Uno de esos modelos es la Marta inquieta y activa, y el
otro es la María que reza y escucha. Desde nuestra espiritualidad del
agradecimiento, precisamente porque está basada en la imitación de la Virgen
María, tenemos que intentar unir los dos modelos, porque lo que de verdad nos
importa es amar para expresarle el Señor nuestra gratitud. Lo que pasa es que
amar significa en unas ocasiones rezar e ir a misa y, en otras, trabajar y
hacer obras de caridad o de apostolado. Por amor habrá que ser diligente y
laborioso, como lo fue Marta. a la vez, también por amor, habrá que ser
contemplativo, como María. El que ama, reza. Pero, a la vez, el que ama
trabaja. Nuestra vida tiene que transcurrir en la búsqueda del equilibrio entre
ambas cosas, escuchando lo que Dios nos pide en cada momento e intentando
aplicar aquel “ora et labora” de San Benito. Por otro lado, suele suceder que
el que reza también trabaja, mientras que no siempre ocurre lo contrario. Así,
vemos a personas, incluso representativas de la Iglesia como algunos
sacerdotes, que son muy activos pero que no tienen tiempo para la oración.
Orar, por lo tanto, es el paso primero en nuestro movimiento. Sabiendo, eso sí,
que el paso segundo es el servicio al prójimo. Y siempre y en todo, el amor.
Porque rezar es amar y cumplir con nuestros deberes y ayudar al necesitado
también lo es. (P. Santiago Martín)
Un año con María
Julio 20: Cerrar cosas Cuando nos lastima alguien cercano, es más difícil
cerrar la herida. Puede despertarte dos situaciones: vengarte o deprimirte.
Vengarte es buscar que esa persona que te hizo daño sienta y viva lo que vos
viviste, anclando en tu cabeza pensamientos negativos, dolorosos y hasta
violentos. La depresión se produce porque no cierras la herida y no sueltas a
la persona, te quedas girando en el pasado. Ambas cosas hacen daño al otro y a
vos. Haz como María: veía a su Hijo en la Cruz meditaba
sus Palabras, confiaba en la voluntad de Dios y se abría a lo que vendría. Dios
es el Dios de las sorpresas. (PADRE LUIS ZAZANO)
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