domingo, 9 de febrero de 2025

Pequeñas Semillitas 5896

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 20 - Número 5896 ~ Domingo 9 de Febrero de 2025
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Mientras en el evangelio de Marcos, Jesús elige sus primeros discípulos antes de iniciar su actividad misionera, en el evangelio de Lucas que es el que estamos leyendo los domingos de este ciclo C, Jesús presenta primero su proyecto, realiza los primeros signos (milagro de las bodas de Caná) y después elige a los apóstoles. Toda esta actividad se presenta junto al lago de Genesaret, un lago inmenso, rodeado de ciudades muy pobladas y de una gran importancia para la economía del país en tiempos de Jesús, junto a este marco geográfico se sitúa la escena evangélica que acabamos de leer.
En las tres lecturas de hoy nos encontramos con experiencias distintas de vocación, plasmadas en textos diversos y que corresponden a épocas diferentes: nos hablan, la primera de la vocación del profeta Isaías, la segunda de la vocación de Pablo y la tercera de la vocación o llamada a Simón Pedro. Todas ellas poseen unos elementos comunes y otros diferentes pero todas coinciden en una cosa, ni Isaías, ni Pablo ni Pedro son los que eligen sino que son llamados, es Dios el que llama, esto es muy importante en la vida del hombre de fe, es siempre Dios el que ha dado y da el primer paso.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
(Domingo V del Tiempo Ordinario, ciclo C)
Primera Lectura: Isaίas 6, 1-2a. 3-8
 
Salmo: Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8.
 
Segunda Lectura: 1 Corintios 15, 1-11
 
Santo Evangelio: Lc 5,1-11
En una ocasión, Jesús estaba a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio nos ofrece el diálogo, sencillo y profundo a la vez, entre Jesús y Simón Pedro, diálogo que podríamos hacer nuestro: en medio de las aguas tempestuosas de este mundo, nos esforzamos por nadar contra corriente, buscando la buena pesca de un anuncio del Evangelio que obtenga una respuesta fructuosa...
Y es entonces cuando nos cae encima, indefectiblemente, la dura realidad; nuestras fuerzas no son suficientes. Necesitamos alguna cosa más: la confianza en la Palabra de aquel que nos ha prometido que nunca nos dejará solos. «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (Lc 5,5). Esta respuesta de Pedro la podemos entender en relación con las palabras de María en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Y es en el cumplimiento confiado de la voluntad del Señor cuando nuestro trabajo resulta provechoso.
Y todo, a pesar de nuestra limitación de pecadores: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). San Ireneo de Lyón descubre un aspecto pedagógico en el pecado: quien es consciente de su naturaleza pecadora es capaz de reconocer su condición de criatura, y este reconocimiento nos pone ante la evidencia de un Creador que nos supera.
Solamente quien, como Pedro, ha sabido aceptar su limitación, está en condiciones de aceptar que los frutos de su trabajo apostólico no son suyos, sino de Aquel de quien se ha servido como de un instrumento. El Señor llama a los Apóstoles a ser pescadores de hombres, pero el verdadero pescador es Él: el buen discípulo no es más que la red que recoge la pesca, y esta red solamente es efectiva si actúa como lo hicieron los Apóstoles: dejándolo todo y siguiendo al Señor (cf. Lc 5,11).
* Rev. D. Blas RUIZ i López (Ascó, Tarragona, España) © Textos de Evangeli.net
 
Palabras del Santo Padre Pío
«Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia»
 
Predicación del Evangelio:
El llamado a la misión
¡Qué dicha la nuestra si pudiéramos tener un conocimiento adecuado de Dios! El profeta Isaías tuvo un visión que él explica de esta manera: Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso. (…) Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria! Tan solo los elegidos pueden tener en esta vida una visión clara de Dios. La mayoría de nosotros hemos de conformarnos con tener de él un conocimiento muy limitado, fruto del esfuerzo de la razón natural y de la fe; aunque, bien pensado, no nos hace falta más, porque la fe nos lleva al amor, y amarle es poseerlo.
 
Los hombres y mujeres de todos los tiempos somos llamados a alcanzar el conocimiento de Dios por razón y fe, puesto que Dios mismo pone los medios para que podamos llegar a él, cuando se ocupa de enviarnos signos, señales y mensajeros. Cuando Isaías vio a Dios alcanzó conciencia clara de haber sido elegido para ir a anunciar su nombre y la misión le pareció una carga excesiva. Por ello, exclamó: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros (…) he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”. Intentó Isaías rehuir el encargo pero, al final, no pudo negarse y respondió: “Aquí estoy, mándame”.
 
En el fondo, todos sin excepción tenemos hambre y sed de conocer a Dios que es la suma Verdad; un hambre y una sed que vine naturalmente inscrita en nuestros corazones, porque hemos sido hechos para él y padecemos gravísima necesidad en tanto que nuestro conocimiento y amor carecen de él. Dios es la Vida de nuestra vida. Hemos leído en el Evangelio: La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios. (…) Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
 
Durante su vida pública, Jesús preparó a unos hombres para que continuaran anunciando al mundo el nombre de Dios y su oferta de salvación para todos, como queda patente en el Evangelio que hemos escuchado. Nos ha dicho: Cuando acabó de hablar, dijo a simón: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”. Sobrevino entonces la pesca milagrosa y Pedro, admirado, se arrojó a los pies de Jesús. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo lo siguieron.
 
Puede que en nuestro tiempo tengamos los sentidos y la mente embotados. Nos hemos rodeado de confort y nos protegemos con un cúmulo de previsiones que pueden jugar en nuestra contra, haciéndonos creer que no nos hace falta ocuparnos de conocer a Dios ni de esperar nada de él. Esta realidad, si nos afecta, siquiera 
agazapada en nuestro subconsciente, coloca en falso nuestra vida presente y nuestra esperanza futura. Quizá ahora más que en otros tiempos, nos conviene tener en cuenta aquella frase célebre de San Agustín: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti”. Porque ahora, como en tiempos de Jesús, duerme en nosotros una esperanza que va más allá de cuánto puede ofrecernos la cortedad y la incertidumbre de la vida presente, puesto que nuestros más recónditos anhelos, si bien los atendemos, apuntan a una eternidad sin fin.
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(Texto: Mons. Enric Prat - Imagen de Misioneros Digitales Católicos )
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde San Luis, Argentina, nuestra amiga Karina B. (Kari Luz) agradece a Dios y a la Virgen de Lourdes por haber permitido y facilitado su mudanza de casa y también porque sus estudios mamarios de control han salido todos muy bien. Nos sumamos a la plegaria de acción de gracias.
 
💕 Desde Alicante, España, la familia del niño Martincito R., de 3 años de edad, con diagnóstico de parálisis cerebral, agradecen las oraciones hechas por su salud en los momentos en que estaba intubado en cuidados críticos. Gracias a Dios se ha recuperado y ya está en su casa.
 
Oremos: Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Ante el milagro, ante la irrupción de Dios en la propia vida, siempre hay dos posturas: la de echar a correr despavorido, porque se intuye que tras conocer a Dios hay que cambiar de vida, y la de postrarse a los pies del Señor pidiendo ayuda para poder hacer lo que la conciencia te está diciendo que tienes que hacer. El primero, el que huye, en el fondo sabe que es un pecador, pero no quiere que se lo digan y ni siquiera desea decírselo él mismo. El segundo también lo sabe, pero ha decidido quedarse para, con la fuerza de Dios, darle al Señor lo que Él tiene derecho a encontrar.
Sin embargo, con frecuencia, tras la conversión, el que ha optado por quedarse junto a Cristo experimenta la rutina. Una rutina que consiste en ver cómo los pecados se repiten. Parece entonces que la conversión ha sido falsa o que los pecados están tan arraigados en la propia naturaleza que es inútil cualquier esfuerzo por suprimirlos. Esta experiencia del propio pecado reiterado conduce a muchos al desánimo y, como consecuencia, al abandono de la lucha y al alejamiento.
Quizá habría que ser más humilde para poder perseverar. La humildad de aquellos que, al comprobar que no pueden construirle a Dios la catedral que merece, deciden ofrecerle al menos un pajar. No podrán dar el cien por cien, por mucho que lo intenten, pero están decididos a darle todo lo que puedan, aunque sea poco. Sólo los humildes perseveran. Sólo los que aceptan las derrotas vencen. Sólo los que siguen confesándose, aunque no experimenten grandes cambios, terminan por alcanzar la santidad.
Propósito: Confesarse, aunque se sepa que se quizá se vuelva a caer. Volver a empezar en la relación con el prójimo, pidiendo perdón o perdonando, mientras haya una posibilidad de solución.
(P. Santiago Martín)
 
Un año con María
Febrero 9: Orar ante todo
El dinero suele exponer lo que hay en el corazón de la gente. Pensamos que la única razón por la que no somos generosos es porque estamos muy endeudados y no ganamos mucho. Y nos decimos que cuando gane más dinero voy a empezar a dar; pero el Señor nos enseña que esto no es así. Las señales siguen a los que creen, los que creemos descubrimos que en la vida todo puede pasar, pero la esencia que Dios te dio te acompañará siempre.
En María podemos verlo con claridad: en ella no hay cambio desde esa muchacha humilde de Palestina hasta el momento en que fue asunta en cuerpo y alma al Cielo. Es la misma mujer que está al pie de la Cruz sola con su Hijo, y aquella que goza de la presencia de los apóstoles en Pentecostés. Es la oración de tu vivir lo que te permite permanecer y no cambiar en la vida ante lo que la vida misma te presenta.
(Padre Luis Zazano)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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