PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
19 - Número 5571 ~ Martes 5 de Marzo de 2024Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
A veces nos pasamos la vida esperando que pase algo, y lo único que pasa
es la vida. Jamás entendemos el valor de los momentos, hasta que se convierten
en recuerdos.
Por eso, haz lo que quieras hacer, antes que se convierta en “lo que te
gustaría haber hecho”. No hagas de tu vida un borrador… porque quizás no tengas
tiempo de pasarlo en limpio.
Sigue el camino que te marca tu corazón. En los momentos de oscuridad,
recuerda que Jesús es Luz del mundo. Y en tus momentos de vacilación o dudas,
siempre lo tienes a Jesús, que es Camino, Verdad y Vida. Él te guiará…
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Dn 3, 25. 34-43
♡ Salmo: Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9
♡ Santo Evangelio: Mt 18,21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿Cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete
veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar
cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le
debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese
vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia
conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo,
le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que
le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’.
Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya
te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que
pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron
mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le
mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda
porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero,
del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó
a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con
vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro
hermano».
♡ Comentario:
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio
del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a
la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad
perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga
mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces
ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro
resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que,
cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y,
ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su
súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide
estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de
recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La
parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en
libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la
hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de
haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer
repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten
paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt
18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros
conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona
sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la
parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad
de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se
os medirá».
* Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España) © Textos de Evangeli-net
Santoral Católico: San Juan José de la Cruz Nació en la isla de
Ischia (Italia) el año 1654, de familia noble y piadosa, cuyos cinco hijos se
consagraron al Señor. Desde pequeño profesó una especial devoción a la Virgen y
un amor generoso a los pobres. Muy joven vistió el hábito franciscano en Nápoles
y fue el primero en ingresar en la Reforma alcantarina recién implantada en
Italia, de la que él sería el principal promotor en su tierra. Ordenado de
sacerdote, sin dejar su vida de oración y penitencia en los retiros, se entregó
al apostolado popular, al confesonario y a la dirección de almas. El Señor lo
probó con grandes desolaciones interiores, tinieblas y dudas, que le hicieron
padecer sobremanera. Con humildad y caridad ejerció los cargos que le impuso la
obediencia. Dios quiso obrar por, su medio, grandes portentos y concederle
dones místicos extraordinarios. Después de una vida contemplativa y de extrema
austeridad siguiendo el ejemplo de san Pedro de Alcántara, murió en Nápoles el
5 de marzo de 1734.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – Píldoras de fe – Catholic.net)
Pensamiento del día «Tomé por mi abogado y señor
al glorioso San José y me encomendé sinceramente a él; y descubrí que este mi
padre y señor me libró tanto de este problema como de otros problemas mayores
relacionados con mi honor y la pérdida de mi alma, y que me
dio mayores bendiciones de las que podía pedirle. No sé cómo
alguien puede pensar en la Reina de los Ángeles, durante el tiempo
que ella sufrió tanto con el Niño Jesús, sin agradecer a San José por la forma en que los ayudó».
(SANTA
TERESA DE JESÚS)
Tema del día: Ante Dios Estamos siempre en la
presencia de Dios y lo que importa es lo que somos y hacemos ante Dios.
A veces nos parece que
si somos muy buenos nos pueden tomar por tontos, o algunos se pueden aprovechar
de nosotros o incluso engañarnos y perjudicarnos. Efectivamente Dios nos manda
a dar prestado, a socorrer al que pide algo. Y quizás alguna vez podemos ser
traicionados por aquél a quien hacemos el bien. Pero ¿qué importa?, si con que
lo vea Dios, eso nos debe bastar para saber que no quedaremos sin premio.
Pero incluso aunque
perdamos el honor por las habladurías de quien se benefició con nuestros
favores y buenas obras, e incluso aunque hayamos dado alojamiento a quien era
peregrino, pero después terminó robándonos, dejándonos en la miseria o incluso
atentando contra nuestra vida; lo que es a los ojos de Dios no cambia, y a
nuestra buena obra y a nuestro acto de confianza en el prójimo, Dios añadirá el
premio por el martirio y las desgracias que hemos soportado.
Es cierto que para
pensar así debemos tener mucha fe, sabiendo que Dios nos mira constantemente, a
nosotros y a todos, y que premiará cada buena obra, y castigará todo lo malo.
Si hemos favorecido a alguien, y ese alguien nos hace daño, en realidad ello no
cambia nada ante Dios, que es justo, y nos premiará doblemente, y el malvado
desmerecerá ante el Señor.
Antes de tener el
corazón duro es mejor pasarse de buenos; exagerar mejor el ser buenos, que el
ser rígidos y desconfiados. Claro que como está el mundo ahora, este
pensamiento es medio descabellado, porque hay tantos malandrines y delincuentes
sueltos, que uno muchas veces no se puede fiar de ninguno, humanamente
hablando.
Pero si alguien nos pide
un favor en nombre de Dios, arriesguémonos y confiemos, y socorrámosle; que
aunque ese tal se nos vuelva en contra y nos cause daño, Dios ve, sabe y nos
premiará.
Ya lo dice la Sagrada
Escritura que en los últimos tiempos el mal sería tan generalizado que en
muchos la caridad y el amor se enfriarán. Y es cierto que casi sin darnos
cuenta nos vamos cerrando en nosotros mismos y se endurece nuestro corazón.
Sin embargo tenemos que
pensar que todo está ante Dios, y Él nos premiará todo lo bueno que hayamos
hecho. Pensemos en estas cosas, en estas verdades que no son otra cosa que el
Evangelio vivido, pues ya nos dice el Señor que no debemos temer a quienes matan
el cuerpo pero no pueden matar el alma, sino que más vale debemos temer al
pecado y los vicios, que traen la enfermedad y la muerte al cuerpo, y también
al alma.
.
(Texto del sitio Santísima Virgen - Imagen de worldchallenge.org)
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Semillitas” por email Si lo deseas puedes
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Recuerden, queridos
lectores, que, desde el día mismo de nuestro Bautismo, todos somos discípulos y
misioneros, y en tal condición tenemos que ayudar a llevar la Palabra y las
divinas enseñanzas de Jesús a tantas personas como nos sea posible.
También pueden difundir “Pequeñas
Semillitas” a través de las redes sociales en las que estamos presentes,
como Facebook, Twitter, etc.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Jesús es el ejemplo supremo de humildad y de entrega a los demás: “Yo
estoy en medio de vosotros como quien sirve”. Sigue siendo ésa su actitud hacia
cada uno de nosotros. Dispuesto a servirnos, a ayudarnos, a levantarnos de las
caídas.
Debemos ser coherentes hoy, con lo que pensamos, decimos y actuamos, por
amor a Él. Constantemente, Jesucristo nuestro Señor, empuja nuestras vidas y
nos invita de una forma muy insistente a la coherencia entre nuestras obras y
nuestros pensamientos; a la coherencia entre nuestro interior y nuestro
exterior. Constantemente nos inquieta para que surja en nosotros la pregunta
sobre si estamos viviendo congruentemente lo que Él nos ha enseñado.
Pidámosle al Señor, como una auténtica gracia de la Cuaresma, el vivir de
acuerdo a la justicia: con Dios, con los demás y con nosotros mismos. (P. Cipriano Sánchez)
🌸Juan trabajaba en una planta distribuidora de carne. Un día, terminando su
horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; en
ese momento se cerró la puerta, se bajó el seguro y quedó atrapado dentro.
Aunque golpeó la puerta fuertemente y comenzó a gritar, nadie pudo escucharlo.
La mayoría de los trabajadores habían partido a sus hogares, y fuera del
refrigerador era imposible escuchar lo que ocurría dentro. Cinco horas después,
y al borde de la muerte, alguien abrió la puerta. Era el guardia de seguridad
que entró y lo rescató. Juan preguntó a su salvador como se le ocurrió abrir
esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo, y él le explicó:
"Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran
a la planta cada día, pero tú eres el único que me saluda en la mañana y se
despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si
fuera invisible. Hoy, como todos los días, me dijiste tu simple
"Hola" a la entrada, pero nunca escuché el "Hasta mañana".
Espero por ese "Hola" y ese "Hasta mañana" todos los días.
Para ti yo soy alguien, y eso me levanta cada día. Cuando no oí tu despedida,
supe que algo te había pasado... ¡Te busqué y te encontré!
Reflexión: se humilde y ama a tu prójimo, todos somos importantes.
Extractos de cartas del Padre Pío (Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365
días con el Padre Pío”) 5 de marzo
Desearía decirle muchas cosas bellas, todas de
Jesús; pero me doy cuenta de que esto debe quedar en un piadoso deseo, porque
las fuerzas, que desde hace algunos días siento que se debilitan, no me lo
permiten. Pero, ¡Jesús sea bendito! Por su amor me contento con lo
estrictamente necesario.
Modere, querido padre, se lo suplico, sus ansiedades
en lo que se refiere a su espíritu, porque me parece que es una pérdida de
tiempo en nuestro caminar hacia el cielo; y lo que es peor, por muchas de estas
ansiedades, que en sí mismas pueden ser santas, y por nuestra fragilidad y por
el azuzar insistente del demonio, todas nuestras bellas acciones, permítaseme
la expresión, quedan manchadas por un poco de falta de confianza en la bondad
de Dios.
Es sólo un sutilísimo hilo que tiene atrapado al
espíritu, pero que le impide, y de forma notable, remontar el vuelo en los
caminos de la perfección y obrar con santa libertad. Es una grave injuria que
el alma hace a nuestro celestial Esposo; y, como consecuencia, ¡ay de mí!, el
dulcísimo Señor de cuántas gracias nos priva sólo porque la puerta de nuestro
corazón no le queda abierta con santa confianza. El alma, si no se decide a
salir de este estado, se atrae sobre sí muchos castigos.
No le parezca exagerada, querido padre, esta
afirmación mía. Traigamos a la memoria aquel inmenso pueblo de Dios en el
desierto; por falta de confianza muy pocos llegaron a poner el pie en la tierra
prometida. Su propio jefe, quiero decir Moisés, por haber dudado al golpear
aquella piedra de donde debía salir agua para quitar la sed de aquel pueblo sediento,
fue gravemente castigado y no pisó la tierra prometida.
(17 de agosto de 1913, al P. Agostino da San
Marco in Lamis, Ep. I, 405)
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