domingo, 19 de marzo de 2023

Pequeñas Semillitas 5257

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5257 ~ Domingo 19 de Marzo de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy en el Evangelio, se nos narra la curación por parte de Jesús de un ciego de nacimiento. Es una narración muy bien desarrollada por san Juan en forma de catequesis para dar a su comunidad y a nosotros varias enseñanzas. Jesús había tenido una larga discusión con los fariseos, a la que había comenzado con esta gran proposición: “Yo soy la luz del mundo”. Ahora el evangelio va a demostrar de una manera gráfica, como era más frecuente en aquella cultura oriental, que Jesús es la luz, dando la luz al cuerpo y al alma a aquel ciego de nacimiento. Hay una contraposición en toda la narración: un hombre ciego que llega a la luz física y espiritual de la fe, mientras que los que se creían que veían se convierten en ciegos.
También a nosotros se nos interpela si creemos en Él, porque estamos ciegos, no materialmente, sino espiritualmente. Que seamos capaces de responder:
¡Señor, que yo vea! Que te conozca mejor y sepa confesarte ante los hombres.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: 1Sam 16,1b.6-7.10-13a
 
Salmo: Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
 
Segunda Lectura: Ef 5,8-14
 
Santo Evangelio: Jn 9,1-41
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo». Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». El respondió: «No lo sé».
Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los ojos?». Él respondió: «Que es un profeta».
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?». Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo». Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él».
Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?». Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es». El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante Él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: ‘Vemos’ vuestro pecado permanece».
 
Comentario:
Hoy, cuarto domingo de Cuaresma —llamado domingo “alegraos”— toda la liturgia nos invita a experimentar una alegría profunda, un gran gozo por la proximidad de la Pascua.
Jesús fue causa de una gran alegría para aquel ciego de nacimiento a quien otorgó la vista corporal y la luz espiritual. El ciego creyó y recibió la luz de Cristo. En cambio, aquellos fariseos, que se creían en la sabiduría y en la luz, permanecieron ciegos por su dureza de corazón y por su pecado. De hecho, «No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista» (Jn 9,18).
¡Cuán necesaria nos es la luz de Cristo para ver la realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer en la santidad de la vida para que atraiga a muchos que todavía la desconocen. Todo eso supone conversión y crecimiento en la caridad. Especialmente en este tiempo de Cuaresma y en esta última etapa. San León Magno nos exhorta: «Si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días de Cuaresma nos invitan a hacerlo de manera más urgente».
Sólo una cosa nos puede apartar de la luz y de la alegría que nos da Jesucristo, y esta cosa es el pecado, el querer vivir lejos de la luz del Señor. Desgraciadamente, muchos —a veces nosotros mismos— nos adentramos en este camino tenebroso y perdemos la luz y la paz. San Agustín, partiendo de su propia experiencia, afirmaba que no hay nada más infeliz que la felicidad de aquellos que pecan.
La Pascua está cerca y el Señor quiere comunicarnos toda la alegría de la Resurrección. Dispongámonos para acogerla y celebrarla. «Vete, lávate» (Jn 9,7), nos dice Jesús… ¡A lavarnos en las aguas purificadoras del sacramento de la Penitencia! Ahí encontraremos la luz y la alegría, y realizaremos la mejor preparación para la Pascua.
* Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (Tremp, Lleida, España)
 
Acerca del Santoral Católico
La Iglesia católica honra la vida de san José, esposo de la Virgen María, el 19 de marzo de cada año. Es una de las pocas solemnidades jubilosas durante la temporada de Cuaresma y es un día de gran alegría.
Sin embargo, esta fiesta de san José nunca reemplazará un domingo de Cuaresma. Si el 19 de marzo cae en domingo, se trasladará al siguiente lunes 20 de marzo. La razón de este aplazamiento es que los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua tienen un rango superior a todas las solemnidades.
Por lo tanto, mañana contemplaremos en el santoral a san José, y si quieres celebrarlo en Misa cuando el 19 de marzo cae en domingo, tendrás que ir a Misa el lunes 20 de marzo.
 
Cuaresma día a día
Día 26 . Domingo  19 de marzo de 2023
Dolor de los pecados. ¿Qué crimen tan brutal ha cometido este hombre, que ha tenido que pagarlo con una muerte tan horrorosa?, preguntó un mahometano a un sacerdote refiriéndose a un crucifijo que tenía en la mesa. -Él no cometió ningún crimen -respondió éste-; era completamente inocente.
- Pues, ¿Quién lo clavó en este madero?
- Fuimos nosotros los hombres quienes lo hicimos con nuestros pecados -exclamó con tristeza el sacerdote.
- Ahora comprendo -añadió lleno de compasión el mahometano- por qué tienes siempre la imagen del crucificado.
¿Has pensado alguna vez que el pecado supone volver a crucificar al Señor? El Señor espera, una vez que nos ha redimido, que le amemos con obras. Y amar a Dios supone también decirle muchas veces: ¡lo siento! Procura, cuando vayas a preparar tu confesión, pedir mucho perdón a Jesús por los pecados, y también pídele que te dé dolor por ellos, dolor de amor.
Si tienes a mano un crucifijo ahora, puedes hablar con Jesús en la Cruz comentando esto; Jesús, que no me acostumbre a verte crucificado; cada vez que vea un crucifijo trataré de acordarme de decirte: ¡Te amo!
Web Católico de Javier
 
Palabras de Benedicto XVI
«Que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical»
 
Predicación del Evangelio:
Caminos hacia la fe
El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente la «curación del ciego de nacimiento», pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».
 
No conocemos su nombre. Solo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del Templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo.
 
Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna. Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
 
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo, pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «Un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que solo lo reconocen como hombre.
 
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. Él les habla de su experiencia: «Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús, y él les dice lo que siente: «Que es un profeta». Lo que ha recibido de él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
 
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
 
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, solo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del hombre?», ¿crees en el Hombre nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
 
Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.
* P. José Antonio Pagola
 
Poesía
San José
Hombre creativo,
humilde, honesto y trabajador,
que Dios obtuvo la gracia
para cuidar y educar a nuestro Salvador.
 
Valiente san José,
hombre santo que discierne
silenciosamente la fe.
 
Ayúdanos a estar dispuesto,
para que cuando llegue el momento
sepamos practicar la obediencia, el amor,
la ternura y el respeto.
 
Con la ayuda del Ángel
se te pudo revelar en sueño
el gran proyecto de Dios
y la realización de su Reino.
 
Acogiste a María y a Jesús,
protegiéndolos y dándoles un techo;
supiste ser par ellos
un gran ejemplo.
 
Nosotros te pedimos la intercesión,
para que como tú
pensemos en nuestra misión:
Acoger, cuidar y amar
a Jesús y a María
de todo corazón.
-
(Hno. Oscar Brítez CSSp)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: SAN JOSÉ
Puedes acceder en la dirección:
 
Recordando al Padre Natalio
Decisión y voluntad
“Un día Tamerlán, conquistador tártaro, sufrió una seria derrota que lo deprimió a tal punto que se encerró en su tienda. Pasaba las horas rumiando su desgracia y pensaba ya desistir de su ambicioso plan, cuando se fijó en una hormiga que subía por la lona de su carpa. Con un palito tiró al suelo la hormiga. Pero el insecto de inmediato volvió a subir. El rey tártaro insistió en arrojarla otra vez al suelo.
 
- Uno no cae en el combate, sino cuando ha dejado caer antes su ánimo (San Agustín).
- Un ejército está vencido a partir del momento en que se cree vencido (Napoleón).
- Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente decidida logra realizar.
- Nosotros deberíamos formar parte de ese equipo (Raúl Plus).
- No se duerman pensando que una cosa es imposible; podría despertarlos el ruido que otro hace al realizarla (Refrán americano).
- La perseverancia es el alto precio que hay que pagar por todas las conquistas de este mundo. Todo lo más grande en cualquier ámbito se ha conseguido por una ardiente constancia (Ignacio Larrañaga).
 
Sin desanimarse la hormiga empezó de nuevo su ascensión. El rey se obstinó en proyectarla al piso una y otra vez, hasta 80 veces. El rey se maravilló por la perseverancia demostrada por aquel pequeño insecto y, recapacitando, se dijo: "La imitaré y venceré". Y el rey tártaro se levantó, reorganizó su ejército, y siguió con renovado empuje la invasión proyectada. Fue un conquistador invencible”. ¿Estás convencido del valor de la constancia?
(P. Natalio) 
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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