PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 5170 ~ Martes 29 de Noviembre de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Los grandes testigos del Adviento son tres: El profeta Isaías, Juan el
Bautista y la Virgen María.
Isaías anuncia cómo será el Mesías que vendrá. Sacude la conciencia del
pueblo para crear en él actitud de espera. Exige pureza de corazón.
Juan el Bautista señala quién es el Mesías, que ya ha venido. Él mismo es
modelo de austeridad y de ardiente espera.
María es la figura clave del adviento. En ella culmina la espera de
Israel. Es la más fiel acogedora de la palabra hecha carne. La recibe en su
seno y en su corazón. Ella le prestó su vida y su sangre. María es Jesús
comenzado. Ella hizo posible la primera Navidad y es modelo y cauce para todas
las venidas de Dios a los hombres. María, por su fidelidad, es tipo y madre de
la Iglesia.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Is 11,1-10
♡ Salmo: Sal 71,1-2.7-8.12-13.17
♡ Santo Evangelio: Lc 10,21-24
En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo
te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre,
pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y
nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos,
les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que
muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron,
y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
♡ Comentario:
Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El
Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares donde Él mismo ha de
ir. Y regresan exultantes. Oyéndolos contar sus hechos y gestas, «Jesús se
llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).
La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera
que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser
capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras
que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las
has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).
Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella
presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del
universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo
del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse
plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».
Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento.
Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos.
«¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta
«dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la
gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y
cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo
para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).
* Abbé Jean GOTTIGNY (Bruxelles, Bélgica)
Santoral Católico: San Saturnino de Toulouse Llegó a Toulouse (Francia)
a mediados del siglo III. Nombrado obispo de la ciudad, se dedicó a predicar y
evangelizar, pues en aquel tiempo había allí pocas comunidades cristianas y
estaban mal organizadas. Los paganos querían obligarlo a ofrecer un toro a los
ídolos, a lo que él se negó rotundamente. Entonces la multitud pagana lo ató al
cuello del toro y lo precipitó desde lo alto del capitolio. Murió con la cabeza
destrozada y el cuerpo lleno de magulladuras. Esto sucedió hacia el año 257, en
tiempo del emperador Decio.
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© Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net
Pensamiento del día “Siempre me siento feliz. ¿Sabes por qué? Porque no
espero nada de nadie; esperar siempre duele. Los problemas no son eternos,
siempre tienen solución. Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es
corta, por eso ámala, se feliz y siempre sonríe, solo vive intensamente. Antes
de hablar, escucha. Antes de escribir, piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta.
Antes de morir, vive”.
(William Shakespeare)
Historias: El sueño de José I.
Ha pasado muchas noches
de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho dormirse. Con
frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue: soñaba que los
hombres de la plaza se reían de él. Ahora ha logrado conciliar el sueño sobre
su humilde lecho, después de pensar y pensar.
Ocurre que José está
ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo puede dudar;
y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José ha
suspendido el juicio. María permanece silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la
sospecha y la deshonra antes que descubrir el secreto.
Él sabe con certeza que
su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio, cuando
vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el corazón.
Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos. Calla
también, sufre… y no juzga mal.
Está seguro de la pureza
inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su bondad, su
dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan fuerte, tan
decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad que los ojos
enseñan. Para los dos es una gran prueba.
Pavorosa lucha interior
que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres vulgares no
comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones empujan a lo
contrario. La santidad exige la prueba. Todos creen que él es el padre. Y él
sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la situación.
La ley manda apedrear a
las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede estar en
ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha entre esos
dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el hecho de que
va a ser madre. Y José suspende el juicio.
II.
Lo hace así porque es
justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente ofendido. Y no
aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que traería consigo la
reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la insinuación de la
caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su fama.
Y nosotros, tan veloces
en concluir… condenando. Preferimos pensar mal para no engañarnos; pero es
mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres malos, que equivocarse
alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena, pues en este caso hay
injuria, cosa que no ocurre en el primero.
Es preciso saber detener
el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más lógico, lo más
natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se dirigen nuestras
pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de su actuación, que
pueden justificarles plenamente.
Pensar bien trae
consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.
José detiene el juicio
respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa situación le
produce honda herida.
III.
Decide hacer lo que cree
que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal conducta ante aquella
situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar y pensar. Y su juicio
es un juicio santo.
Un ángel del Señor se le
aparece:
-José, hijo de David, no
tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en
su vientre es obra del Espíritu Santo…
Le ordena el nombre que
le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de que esos
hechos cumplen la profecía.
A veces se nos pide,
además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado con toda rectitud.
José había amasado su
decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión por un camino
penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo someta. Su juicio
es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo mejor para los planes
de Dios.
Rendir el juicio, hazaña
propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda rectitud y
cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco lo era la
de José.
¡Es que a él le avisó un
ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios de avisar,
para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su juicio sin
dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor.
-
(“Caminando con
Jesús”, J.A. González Lobato, Ediciones RIALP)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” El Adviento es el tiempo litúrgico en el que la Iglesia nos prepara para
la llegada del Señor. Se inicia cuatro domingos antes del 25 de diciembre y
constituye el inicio del año litúrgico.
Adviento significa venida. La venida de Cristo al mundo se realiza en un
triple plan: PASADO: venida histórica a Palestina, PRESENTE: venida
sacramental, hoy, FUTURO: venida gloriosa al fin del mundo.
Cristo está viniendo hoy y aquí, a nosotros, dentro de nosotros. Nos está
haciendo concorpóreos suyos, solidarios de su persona y de su misterio
redentor. Mediante el don de Su Palabra y de la Eucaristía, Cristo se graba en
nosotros. Nos hace su cuerpo. Su venida gloriosa al final de los tiempos no será
otra cosa que la revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros. Hay
continuidad real entre su venida actual y su venida gloriosa. Exactamente igual
como la semilla se prolonga en el fruto. Esta es la verdad de fe más grandiosa.
Quien quiera encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio
de su presencia, a través de la liturgia. Es necesario que el cristiano tenga
mirada interior. El Adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor.
Un minuto para volar Noviembre 29
La fe nos impulsa a comprometernos junto con todos
los que buscan el bien. La fe nos hace ver en la sociedad un proyecto de Dios
que debe cumplirse: el Reino de Dios, el mundo nuevo, la civilización del amor.
Entonces, todas las personas de buena voluntad, cuando busquen algo realmente
bueno, tienen que sentir que los creyentes estamos con ellos y estaremos de su
lado. Si no estás de acuerdo con algo, lo dirás, pero no puedes exigirle a
alguien que sea perfecto o que piense como tú para poder acompañarlo en una
obra buena.
(Mons. Víctor
M. Fernández)
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