PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 4943 ~ Martes 22 de Marzo de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) Alabado sea Jesucristo…
Ayudemos a la Naturaleza y trabajemos con ella, así la Naturaleza nos
considerará como uno de sus creadores y nos prestará obediencia.
Y ante nosotros, abrirá de par en par las puertas de sus recintos
secretos, y pondrá de manifiesto ante nuestros ojos los tesoros ocultos en las
profundidades de su seno puro y virginal, no contaminados por la mano de la
materia.
Ella muestra sus tesoros únicamente al ojo del Espíritu, ojo que jamás se
cierra y para el cual no hay velo alguno en todos sus reinos.
Entonces nos indicará los medios y el camino, las puertas estarán abiertas
y nos mostrará la meta, más allá de la cual hay, bañadas en la luz del sol del
Espíritu, glorias indecibles que únicamente se pueden percibir con los ojos del
alma.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Dan 3,25.34-43
♡ Salmo: Sal 24,4-5ab.6.7bc.8-9
♡ Santo Evangelio: Mt 18,21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete
veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar
cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le
debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese
vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia
conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo,
le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que
le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’.
Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya
te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que
pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron
mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le
mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda
porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero,
del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó
a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con
vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro
hermano».
♡ Comentario:
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio
del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a
la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad
perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga
mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces
ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro
resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que,
cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y,
ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su
súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide
estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de
recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La
parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en
libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la
hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de
haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer
repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten
paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt
18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros
conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona
sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la
parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad
de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se
os medirá».
* Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
Santoral Católico: San EpafroditoObispo Epafrodito parece haber nacido en Filipos. Había ido a Roma, donde Pablo
estaba cautivo, para llevarle una nueva colecta de parte de los filipenses.
Allí cayó enfermo de cuidado, pero Dios tuvo misericordia de él y no quiso
añadir tristeza sobre el alma de Pablo. Los mismo filipenses, al saber que su
emisario había estado enfermo, ardían en deseos de volverlo a ver, por lo que
Pablo no dudó en separarse de su amado colaborador y lo despidió con una carta
para los fieles de Filipos en la que lo llama «mi hermano, colaborador y
compañero de armas» (Flp 2,25; 4,18).
También en la carta, Pablo rogaba a sus queridos neófitos que recibieran a
su compatriota con toda alegría en el Señor, ya que para realizar la misión que
le habían encomendado se había visto al borde de la muerte. Entregaba su vida
para suplir los cuidados que los filipenses no le podían dar. Fuera de este
auténtico testimonio, no se posee otros detalles de la vida de Epafrodito; sin
embargo, el Martirologio Romano señala que "luego fue Obispo de Terracina,
enviado por San Pedro cuando éste estuvo en Roma, y donde bautizó a un buen
número de conversos, dejando allí como obispo a Lino y partió a Terracina donde
consagró a Epafrodito".
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© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
Pensamiento del día “La vida nos ha sido dada para buscar a Dios.La muerte para encontrarlo.La eternidad para poseerlo.”(San Alberto Hurtado) Tema del día:El Padre Pío nos
ayuda a vivir la Cuaresma Avanzamos en la Cuaresma
y se encamina con decisión hacia la Semana Santa, con la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo. Sin embargo, aún hay tiempo para vivir este importante
tiempo litúrgico y prepararse para el momento más importante para los
cristianos. Una forma de vivir bien lo que queda de Cuaresma es de la mano de
los santos, que en su vida hicieron carne este tiempo y muestran un camino a
seguir al resto de creyentes.
El Padre Pío, el gran
santo capuchino, hizo de su vida un camino de Cuaresma que desemboca en la
Pascua y en las puertas abiertas del cielo. De este camino se pueden sacar
siete aspectos esenciales que ayuden a los cristianos a vivir una Cuaresma
auténtica. Los recoge “Famille Chretienne” y son los siguientes: cruz,
conversión, confesión, oración, eucaristía, humildad y combate espiritual.
Veámoslos uno a uno con el Padre Pío:
1. La Cruz, el
saludo de Cuaresma
“Jesús eligió la Cruz
como su estandarte, y por eso quiere que todos sus discípulos lo sigan en el
camino del Calvario. Sólo siguiendo este camino se llega a la salvación”, dijo
el fraile capuchino.
Esta significativa unión
a la Cruz en el Padre Pío se vio a través de los estigmas que empezaron a
manifestarse en él desde 1918 y que le acompañarían hasta su muerte. Estas
dolorosas heridas que perforaban sus manos y pies, desgarrando su costado,
molestaron al joven fraile, pero pronto ardió en él una viva conciencia de su
indignidad para unirse así en su carne al Crucificado y la inmensa alegría de
conocer algunos sufrimientos de la Cruz.
2. Conversión,
santidad cuaresmal
Decía el Padre Pío:
"¡Qué bueno es Jesús con sus criaturas, cuántas victorias puede enumerar
su siervo debido a su poderosa ayuda!”. Y es que durante su vida el fraile
capuchino pudo ser testigo de numerosas conversiones. Fue precisamente el
confesionario un lugar propicio para ello. Si el Padre Pío nunca desesperó de
la salvación de las almas fue porque tenía “fe en la infinita bondad de Dios”.
Este santo tomó a muchos
bajo su dirección espiritual. Le escribían personas de todo el mundo para
confiarle una intención, para buscar su consejo. Iluminó, consoló y animó sin
descanso a buscar la santidad: “Si logras vencer la tentación, produce el
efecto del detergente en polvo sobre la ropa sucia”.
3. Confesión:
calma tu alma en Cuaresma
“La confesión es el baño
del alma”, afirmaba el Padre Pío.
El padre Agostino, su
confesor, le dijo poco después de su ordenación: “tienes muy poca salud, no
puedes ser predicador. Así que deseo que seas un gran confesor”. Estas palabras
acabaron resultando proféticas, pues el santo acabó haciendo de la confesión un
gran apostolado.
El Padre Pío podía pasar
hasta doce horas al día confesando, donde las colas eran interminables. En
ellas había gente sencilla, intelectuales y hasta obispos. “No tengo un minuto
libre: todo el tiempo es para liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás”,
decía. Este don para ser un apóstol del confesionario le venía dado con el de
la clarividencia, con la que podía escudriñar los corazones de los penitentes
para conducirles a una verdadera conversión.
4. Oración: el
sacerdocio de Cuaresma
Sobre este punto
concreto reflexionaba el santo: “cuando nos dejamos atrapar por la
desconfianza, la duda, la angustia, el dolor, necesitamos más que nunca
volvernos al Señor en la oración y encontrar en Él apoyo y aliento”.
Por ello, el mismo Padre
Pío avisaba que “la oración es la mejor arma que tenemos, es la llave que abre
el corazón de Dios”. Esto lo comprendió ya desde niño, cuando cada mañana iba a
la iglesia de su pueblo y podía quedarse allí horas y horas “visitando a Jesús
y a la Virgen”, como explicaba su madre.
Este deseo ardiente por
la oración aumento más, si cabe, cuando se hizo capuchino. Rezaba varios
rosarios al día, meditaba durante horas sobre la vida de Jesús, recitaba
novenas a San Miguel o al Sagrado Corazón. Era, según cuentan las personas que
vivían cerca de él, una “continua conversación con Dios".
5. Eucaristía: la
fuerza de la Cuaresma
“Sabemos bien lo que
Jesús nos da al darse a sí mismo. Él nos da el paraíso”, explicaba el Padre
Pío, un auténtico devoto y enamorado de la Eucaristía. Durante su vida, miles
de fieles acudían cada año a San Giovanni Rotondo no sólo para confesar sino
para asistir a la misa celebrada con una entrega total por el Padre Pío. Decía:
“Jesús, mi aliento y mi vida, temblando te elevo en un misterio de amor, que
contigo sea para el mundo camino, verdad y vida, y para ti santo sacerdote,
víctima perfecta”.
El capuchino
estigmatizado vivió de modo particular en su carne y en su alma los misterios
que celebra en el altar, llenos a la vez de sufrimiento y de consolación.
"El latido de mi corazón, cuando me encuentro con el Santísimo Sacramento,
es muy violento", confesaba, a la vez que añadía: “tengo tanta hambre y
tanta sed antes de comulgar que estoy muy cerca de morir por esta tortura”.
6. Humildad: la
virtud de la Cuaresma
“En este mundo nadie
merece nada. Es el Señor que es lo suficientemente amable, en su infinita
bondad, el que nos colma de sus gracias, porque Él lo da todo”, recalcaba el
santo capuchino
Los dones místicos
–estigmas, clarividencia, don de lenguas, de curación y de profecía, bilocación,
olor de santidad– que le concedió Dios fueron fuente de humildad para el Padre
Pío. Lejos de alardear de ellos se los describía a sus directores espirituales
sólo cuando se lo preguntaban. Una angustia de desagradar a Dios lo preservaba
del orgullo y estos dones sirvieron al bien de las almas.
En muchas ocasiones, el
fraile soportó menosprecios y calumnias. Hasta el punto de que el Santo Oficio
le retiró por un tiempo las facultades de su ministerio sacerdotal. Humilde, el
Padre Pío obedeció. El carácter ejemplar de su vida religiosa puso fin a la
mentira.
7. Guerra
Espiritual: Tentación en Cuaresma
“¡Qué guerra, Dios mío,
me hace el diablo! Pero no importa, nunca me cansaré de rezar a Jesús”. Esta
frase del Padre Pio muestra la batalla que libró en su vida contra Satanás y
cómo siempre se refugió en Dios.
“El gran artífice de
iniquidades”. Así definía el santo al demonio, que hasta el día de su muerte no
dejó de tentarle e intentar atormentarle con sufrimientos físicos y morales.
Pero estas vejaciones diabólicas las veía como breves, pues encontraba largos
consuelos dispensados por Jesús, la Virgen María, su ángel de la guarda o San
Francisco de Asís.
(J. Lozano /
Religión en Libertad)
Cuarenta días para acercarnos a Jesús Perdonar y disculpar I. Es muy posible, que, en la convivencia de todos los días, alguien nos
ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y
esto, quizá de manera habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir,
¿he de perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a
nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es
decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de
perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón
grande. Quiere que le imitemos. Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón,
como Dios nos perdona a nosotros. Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la
separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte,
sin adoptar gestos teatrales. La mayoría de las veces bastará con sonreír,
devolver la conversación. Seguir al Señor de cerca es encontrar, en el perdonar
con prontitud, un camino de santidad.
II. En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo
pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo
este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria,
tiene su origen en la humildad. Cuando una persona es sincera consigo misma y
con Dios, no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué
pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene se lo debe a Dios, sino
también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Sólo nos queda una
salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que
hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó
la deuda. La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos
ayudará a perdonar y a disculpar a los demás, que es muy poco en comparación
con lo que nos ha perdonado el Señor.
III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los
hombres, incluso a aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro
amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él
aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas. Cometemos
muchos errores porque nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias
porque la soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera
realidad de las cosas. Sólo quien es humilde es objetivo y capaz de comprender
las faltas de los demás y a perdonar. La Virgen nos enseñará a perdonar y a
luchar por adquirir las virtudes que, en ocasiones, nos pueden parecer que
faltan a los demás.
(Francisco Fernández
Carvajal)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Sea cual sea el desafío al que debo enfrentarme, no necesito hacerlo solo.
No tengo por qué estar solo ante cualquier prueba; pues Dios es una presencia
amorosa que está siempre conmigo.
Si alguna vez me siento apartado de la presencia de Dios; digo en voz alta
o en silencio: "Ahora Dios está conmigo". Afirmo esta verdad una y
otra vez hasta que comienzo a sentir la amorosa presencia de Dios. Afirmo esta
verdad hasta que me invade una nueva comprensión de mi unidad con Dios.
Recuerdo que no estoy solo en este momento ni lo estaré jamás. En las
cumbres o en las honduras de las experiencias vitales, Dios está conmigo.
Dios está conmigo en todo momento y en todo lugar. Dondequiera que yo
esté, allí estará Dios. Dondequiera que vaya, Dios irá conmigo.
Haga lo que haga, Dios trabaja conmigo para lograr grandes cosas.
Un minuto para volar Marzo 22
Cuando algo te perturbe mucho, lo peor que puedes
hacer es aislarte, encerrarte en tu angustia. De ese modo no verás con claridad
y te enfermarás por dentro. En cambio, si sacas todo afuera con una persona de
confianza, se producirá un alivio. El diálogo con otro te ayudará a encontrar
soluciones o a descubrir que lo que te preocupa tiene una salida. Pero piensa
también en los demás, porque tenemos que apoyarnos unos a otros. Si te
encuentras con alguien que está pasando por un mal momento, no dejes de
prestarle tu oído y de darle una palabra de afecto y esperanza. El Señor quiere
escucharlo a través de ti.
(Mons. Víctor
M. Fernández)
FELIPE -Jardinero de Dios-(el más pequeñito de todos) BLOG ”PEQUEÑAS SEMILLITAS”♡FACEBOOK de “FELIPE DE URCA”♡FACEBOOK de “PEQUEÑAS SEMILLITAS”♡TWITTER de “PEQUEÑAS SEMILLITAS”♡INSTAGRAM: FELIPE DE URCA♡AMDG
La Palabra de Dios
Santoral Católico:
Pensamiento del día
Cuarenta días para acercarnos a Jesús
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Un minuto para volar
FELIPE
Felipe, una vez más mi querido amigo del alma, leyendo tus "Pequeñas Semillitas", encuentro la orientación para continuar. Hay momentos en los que se suman los problemas y sí, te aislas, corriendo el riesgo de enfermar. Atenderé el consejo. Gracias
ResponderEliminarJosé Luis Sevillano- España