PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
18 - Número 5330 ~ Jueves 1 de Junio de 2023Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
La Iglesia Católica dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús,
para que los fieles veneren, honren e imiten más intensamente el amor generoso
y fiel de Cristo por todas las personas.
Es un mes donde se le demuestra a Jesús a través de las obras cuánto se le
ama, correspondiendo a su gran amor demostrado al entregarse a la muerte por
sus hijos, quedándose en la Eucaristía y enseñando el camino a la vida eterna.
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia,
desde que se meditaba en el costado y el corazón abierto del Señor.
Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, el Hijo de Dios se le
apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón rodeado de
llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba
sangre y, del interior del mismo salía una cruz.
Santa Margarita escuchó al Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto
ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo
ingratitud, irreverencia y desprecio".
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Eclo 42,15-16
♡ Salmo: Sal 32
♡ Santo Evangelio: Mc 10,46-52
En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo
ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!».
Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de
David, ten compasión de mí!».
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo,
levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde
Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego
le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al
instante, recobró la vista y le seguía por el camino.
♡ Comentario:
Hoy, Cristo nos sale al encuentro. Todos somos Bartimeo: ese invidente a
cuya vera pasó Jesús y saltó gritando hasta que éste le hiciese caso. Quizás
tengamos un nombre un poco más agraciado... pero nuestra humana flaqueza
(moral) es semejante a la ceguera que sufría nuestro protagonista. Tampoco
nosotros logramos ver que Cristo vive en nuestros hermanos y, así, los tratamos
como los tratamos. Quizás no alcanzamos a ver en las injusticias sociales, en
las estructuras de pecado, una llamada hiriente a nuestros ojos para un
compromiso social. Tal vez no vislumbramos que «hay más alegría en dar que en
recibir», que «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn
15,13). Vemos borroso lo que es nítido: que los espejismos del mundo conducen a
la frustración, y que las paradojas del Evangelio, tras la dificultad, producen
fruto, realización y vida. Somos verdaderamente débiles visuales, no por
eufemismo sino en realidad: nuestra voluntad debilitada por el pecado ofusca la
verdad en nuestra inteligencia y escogemos lo que no nos conviene.
Solución: gritarle, es decir, orar humildemente «Jesús, ten compasión de
mí» (Mc 10,48). Y gritar más cuanto más te increpen, te desanimen o te
desanimes: «Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho
más…» (Mc 10,48). Gritar que es también pedir: «Maestro, que vea» (cf. Mc
10,51). Solución: dar, como él, un brinco en la fe, creer más allá de nuestras
certezas, fiarse de quien nos amó, nos creó, y vino a redimirnos y se quedó con
nosotros, en la Eucaristía.
El Papa San Juan Pablo II nos lo decía con su vida: sus largas horas de
meditación —tantas que su Secretario decía que oraba “demasiado”— nos dicen a
las claras que «el que ora cambia la historia».
* P. Ramón LOYOLA Paternina LC (Barcelona, España)
Santoral Católico: San Justino Nació a principios del siglo II en la actual Naplus (Israel) de padres
paganos. Se entregó al estudio de los filósofos griegos, sobre todo Platón, y
luego se centró en los profetas de Israel, y éste fue el camino que le llevó a
la fe cristiana; recibió el bautismo en Éfeso hacia el año 130. Tras su conversión,
encontró en la cruz la incomparable sabiduría de Cristo, y puso a disposición
de sus discípulos su saber, organizó catecumenados de preparación para el
bautismo, así como encuentros con los no cristianos interesados por el
Evangelio. Escribió diversas obras en defensa del cristianismo, entre ellas el
«Diálogo con Trifón» y dos «Apologías». Fue un evangelizador en los ambientes
cultos. Abrió en Roma una escuela de filosofía en la que sostenía discusiones
públicas. Acusado de ser cristiano, fue decapitado en Roma durante la
persecución de Marco Aurelio, hacia el año 165.
Oración: Señor, tú que has
enseñado a san Justino a encontrar en la locura de la cruz la incomparable
sabiduría de Cristo, concédenos, por intercesión de tu mártir, la gracia de
alejar los errores que nos cercan y de mantenernos firmes en la fe. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net
Santoral Católico: San Aníbal María de FranciaPresbítero y Fundador Nació en Messina (Italia) en 1851. Pronto quedó huérfano de padre, y eso
le hizo sentir un especial amor a los huérfanos. Por otra parte, profesó una
gran devoción a la Eucaristía, ante la que se percató de la necesidad de orar
por las vocaciones: «La mies es mucha... Rogad (Rogate) pues al dueño de la
mies...», palabras que constituyeron la intuición fundamental de su existencia.
En 1878 fue ordenado sacerdote. Poco antes había descubierto la triste realidad
social y moral del barrio periférico más pobre de Messina, donde fue a habitar.
En 1882 dio inicio a sus orfanatos antonianos, puestos bajo la protección de
san Antonio de Padua. Para atender a un mayor número de huérfanos y de pobres,
y guiado por la palabra del Señor: Rogate, fundó dos nuevas familias
religiosas, la de las Hijas del Divino Celo y la de los Rogacionistas,
centradas en la oración por las vocaciones sacerdotales y en una múltiple
actividad asistencial y de beneficencia. Murió el 1 de junio de 1927 en
Messina, y Juan Pablo II lo canonizó en el 2004.
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Pensamiento del día «Una cosa es cierta: no me atrevo a juzgarte. Sé que cuando uno ve las
cosas desde afuera, cuando uno no se siente complicado en ellas, es muy fácil
proclamar qué es lo malo y qué es lo bueno. Pero cuando uno está metido hasta
el pescuezo en el problema (y yo he estado muchas veces así), las cosas
cambian, la intensidad es otra, aparecen hondas convicciones, inevitables
sacrificios y renunciamientos que pueden parecer inexplicables para el que sólo
observa.»
(Mario
Benedetti)
Tema del día: Jesús sumo y eterno sacerdote El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés en algunos países se
celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, festividad que no
aparece en el calendario de la Iglesia universal (como sí lo hacen las fiestas
del Sagrado Corazón de Jesús o Jesucristo Rey del Universo), pero que se ha
expandido por muchos países.
Esta fiesta tiene sus orígenes en la celebración del sacerdocio de Cristo
que en la misa latina se introdujo en algunos calendarios y que tras la reforma
litúrgica del Concilio Vaticano II fue renovada por la Congregación de Hermanas
Oblatas de Cristo Sacerdote.
La celebración fue introducida en España en 1973 con la aprobación de la
Sagrada Congregación para el Culto Divino. Asimismo, ésta contiene textos
propios para la Santa Misa y el Oficio que fueron aprobados dos años antes.
Además de España, otras Conferencias Episcopales incluyeron esta fiesta en
sus calendarios particulares como Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay,
Venezuela. En algunas diócesis este día es también la ‘Jornada de Santificación
de los Sacerdotes’.
San Juan Pablo II, en el documento “Ecclesia de Eucharistia” señala
que “el Hijo de Dios se ha hecho hombre, para reconducir todo lo creado, en un
supremo acto de alabanza, a Aquél que lo hizo de la nada”.
“De este modo, Él, el sumo y eterno Sacerdote, entrando en el santuario
eterno mediante la sangre de su Cruz, devuelve al Creador y Padre toda la
creación redimida. Lo hace a través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y
para gloria de la Santísima Trinidad”.
En el Nuevo Testamento con la palabra “sacerdote” no solo se nombra a los
ministros, sino que se reserva especialmente para denominar a Cristo y a todo
el pueblo de Dios, unidos como un Sacerdocio real:
"Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una
nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los
llamó de las tinieblas a su admirable luz" (1 Pedro 2,9)
En el capítulo 4 de Hebreos se explica el Sumo Sacerdocio de Jesucristo de
esta forma:
"Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el
Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo
Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo
igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente
al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una
ayuda oportuna" (Hebreos 4,14-16)
La carta a los Hebreos también interpreta el sacrificio de Cristo como el
nuevo, único y definitivo sacerdocio, diferenciándose así de los sacrificios de
los sacerdotes de la antigua alianza:
Así también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote,
sino que Dios mismo le había dicho: 'Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy'. O
como dice también en otro lugar: 'Tú eres sacerdote para siempre igual que
Melquisedec' (Hebreos 5,5-6)
La misma carta a los Hebreos añade: "Cristo ha venido como sumo
sacerdote de los bienes definitivos" (Hebreos 9,11).
Oración por los sacerdotes
Señor Jesús, sumo y eterno sacerdote para siempre, queremos rogarte hoy
por todos tus sacerdotes. Que cuando estén clavados en la cruz del
confesionario, pongas en ellos tu corona de espinas. Que cuando, día a día, te
traigan el pan convertido en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina sino
diario milagro. Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el
amor y el valor que Tú nos entregas. Que cuando jóvenes, tengan la fortaleza de
tus últimos tres años y cuando viejos, sigan sintiendo que Dios alegra su
juventud. Que espíritu viviente en carne y hueso, sean como Tú, profundamente
humanos y perfectamente divinos. Que cuando el desánimo y la debilidad los
agobien en el camino de su calvario, estés Tú, como Cirineo, para llevarles la
cruz y volvérselas gozo. Y que nunca falte quien dé la vida por ellos, así como
Tú la diste por nosotros. Oh, Jesús, sumo y eterno sacerdote, ruega por todos
ellos y por tu amada Iglesia. Amén.
(Fuente: Aciprensa)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Había un príncipe que era muy feliz en su palacio, pero un amigo lo
convenció para darse una vuelta por el mundo y así disfrutar de los placeres de
la vida. Un día, él solo, se escapó de su castillo y empezó a divertirse sin
freno para experimentar todo aquello que le estaba prohibido en su palacio.
Pero, poco a poco, se fue quedando sin dinero y tuvo que pedir limosna.
Al fin, cayó gravemente enfermo de una enfermedad contagiosa y nadie lo
quería atender y lo tiraron sin piedad en un estercolero para que muriera. Allí
estaba, esperando la muerte y sin ganas de vivir, cuando una viejecita lo vio y
se compadeció de él y lo llevó a su casa sin miedo a contagiarse. Lo atendió
como a un hijo y ella misma, que era muy pobre, pedía limosna para darle de
comer.
Después de intensos cuidados y mucho amor, se fue recuperando y,
arrepentido de su mala vida, regresó a su palacio. Su padre lo seguía esperando
y celebró una gran fiesta en su honor, a la cual invitaron a la viejecita, a
quien llevaron a vivir con ellos para siempre. El príncipe estaba feliz, había
renacido de nuevo. La experiencia del mal y el haberse visto al borde del abismo,
le había hecho madurar y tomar en serio su vida.
Si esta historia te recuerda la parábola del hijo pródigo (o del padre
misericordioso) no es una casualidad. Es un reflejo de la inmensa Misericordia
de Dios, que siempre está dispuesto a perdonar y a abrazar a sus hijos que han
caído en el error o han tomado un camino incorrecto en la vida.
Recordando al Padre Natalio Los ríos y el mar
Para tener una buena convivencia con los demás,
trata de ser comprensivo, poniéndote en su lugar. Al dialogar con ellos destaca
siempre lo que los une. Acepta al vecino, a los del equipo de trabajo tales
como son y trata de expresar con sinceridad lo bueno que hacen. Cuando existe
comprensión es más fácil disculpar, ser amable y vivir con plenitud la
tolerancia mutua.
Se juntaron los ríos para quejarse ante el
mar diciéndole: —¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces
tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber? El
mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo: —Por favor, dejen
de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas. (Esopo).
La fábula de hoy señala defectos comunes de la
convivencia humana: quejas sin fundamento, falta de verdadero diálogo,
incapacidad de buscar juntos la verdad. Trata de simplificar los problemas en
vez de agrandarlos. No acumules las sombras y en todo busca resquicios de luz y
caminos de esperanza. Con serenidad incansable construye la paz en tu ambiente.
(P. Natalio)
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