PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3842 ~ Martes 4 de Diciembre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
A
lo largo del día, allí donde esté, interrumpo lo que estoy haciendo y hago una
pausa para la oración. No necesito cerrar los ojos ni esperar a tener algunos
minutos de soledad. Dondequiera que esté, cualquiera sea mi tarea, puedo
aquietar mis pensamientos y pronunciar una oración de agradecimiento a Dios. Si
algo me tiene preocupado, pongo mis preocupaciones en las manos de Dios. En
esos momentos de estrecha comunión con Dios, se me quita el peso del problema.
Tras
la pausa para orar me siento apacible y en calma. Relajado, reconcentrado en las
responsabilidades que tengo ante mí; sé
que puedo hacer todo lo necesario de modo ordenado y eficiente.
Para
reponerme con celeridad, incluyo varias pausas para rezar en mi rutina de cada
día. ¡Da resultado!
¡Buenos días!
Demasiado tarde
En el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen
primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”.
El error del hombre consiste en buscar con afán en primer lugar las cosas de la
tierra, los intereses propios, mientras le dan a Dios las migajas de su tiempo,
de su dedicación, de su amor. Los ídolos han suplantado a Dios en su corazón.
En un avisador
parroquial observé varios carteles. En el primero había un bebé gordito y
debajo se leía: "Demasiado pequeño para amar a Dios". El segundo
presentaba a una pareja de recién casados besándose. Un letrero explicaba:
"Demasiado felices para amar a Dios". Le seguía un ejecutivo rodeado
de teléfonos y dando órdenes: "Demasiado ocupado para amar a Dios". A
continuación un hombre rico, con relucientes anillos de oro y pedrería, un
cigarro en la boca, al bajar de su lujoso coche: "Demasiado seguro de sí
mismo para amar a Dios". Y finalizaba la serie con un ataúd:
"Demasiado tarde para amar a Dios”. “Si escuchas hoy la voz del Señor, no
endurezcas tu corazón” (Sal. 95).
Para amar a Dios basta meditar en su amor por ti, con
la Biblia en la mano. Te sugiero que leas lentamente, el salmo 23 del Buen
Pastor, diciendo “Gracias, Señor”, a
cada frase del mismo. Sentirás conmoverse tu corazón por el amor delicado y
tierno de Dios que te proporciona seguridad, descanso, renovación, defensa,
alimento e indefectible amor.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: Is 11, 1-10
♥ Salmo: Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
♥ SANTO EVANGELIO: Lc 10,21-24
En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el
Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado
a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién
es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo
que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo
oyeron».
♥ Comentario:
Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio
según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares
adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y
gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).
La gratitud es una de las facetas de la humildad. El
arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido,
primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de
las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e
inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).
Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración,
afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y
Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo
más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede
realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas
las cosas».
Un alma sensible experimenta la necesidad de
manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para
responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor
4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo,
en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha
sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados,
nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San
León Magno).
Abbé Jean GOTTIGNY (Bruxelles, Bélgica)
Santoral Católico:
San Juan Damasceno
Doctor de la Iglesia
Nació en Damasco (Siria) hacia el año 650, en el seno
de una familia árabe cristiana. Sucedió a su padre en sus servicios al califa,
y llegó a ser ministro de las finanzas de su corte. Al perder el favor del
califa, se trasladó a Jerusalén e ingresó en la cercana «laura» o monasterio de
San Sabas, donde fue ordenado de sacerdote. Escribió numerosos himnos sagrados
y obras teológicas, en las que se recoge lo más valioso de los escritos
patrísticos de la Iglesia oriental. Fue un gran defensor, de palabra y por
escrito, del culto de las imágenes sagradas -que consideraba palabra de Dios
que nos entra por los ojos- contra los iconoclastas capitaneados por el emperador
León Isáurico, que pretendían su supresión. Murió en su monasterio a mediados
del siglo VIII.
Oración: Te
rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan
Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre
nuestra luz y nuestra fuerza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Santa Bárbara
Virgen y Mártir
Tenemos pocos datos históricos de su vida, que ha
sido objeto de numerosas leyendas. Según la tradición fue virgen y mártir en
Nicomedia (en la actual Turquía) en una fecha desconocida de la antigüedad
cristiana (siglo III-IV). Su culto se extendió por todas partes a partir del
siglo IX. Se la tiene por patrona de mineros, artilleros, fabricantes de
explosivos, pirotécnicos, operarios de materiales de alto riesgo, y se la
invoca en las tormentas con gran aparato de truenos y relámpagos.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa –
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Pensamiento del día
"No hay que temer a las sombras...
sólo indican que en un lugar muy cercano resplandece
la luz".
Tema del día:
Actitudes del Adviento
1. Actitud de espera.
El mundo necesita de Dios. La humanidad está
desencantada y desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de
unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El adviento
nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de
felicidad.
2. El retorno a Dios.
La experiencia de frustración, de contingencia, de
ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los
hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de «subir a
Jerusalén» como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La
infidelidad a Dios destruye al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia
e identidad. El adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo.
Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace
pobre.
3. La conversión.
Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros.
La voz del Bautista es el clamor del adviento: «Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que
lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de
Dios...» (Is 40,3-5). El adviento nos enseña a hacernos presentes en la
historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de
nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.
4. Jesús es el Mesías.
Será el liberador del hombre entero. Luchará contra
todo el mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de una
victimación de amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.
5. Gozo y alegría.
El reino de Cristo no es sólo algo social y externo,
sino interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran
gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando
el pecador se arrepiente. El Adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su
pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad.
Web católico de Javier
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
En este tiempo de Adviento, estamos invitados a
contemplar a María, una niña entre muchas otras de Nazaret (...) que pudo haber
dicho no a las misteriosas proposiciones del Ángel Gabriel, el Mensajero de
Dios. Ciertamente Dios habría respetado su libertad, porque nuestro Dios nos quiere y nos ha creado
completamente libres, tanto que incluso podemos decirle que no y cerrarle las
puertas de nuestro corazón.
María pudo haber dicho libremente no a la Palabra de
Dios, sin embargo, respondió: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí
según su palabra "(Lc 1, 38). Esta respuesta de María es una libre
adhesión a la voluntad de Dios, al proyecto del Amor de Dios. No se trata de un
sí de conveniencia (...)
María es consciente de que con su sí, tomará parte en
este proyecto de Amor deseado por Dios desde la eternidad. Ella entendió que
ella también fue pensada por el Señor para integrar este propósito, que fue
concebida y predispuesta a hacer que este proyecto se realizara.
María es el ícono que nos ha sido dado para
acompañarnos en la espera de Navidad. Ella es el ícono de la Esperanza, del
Amor y la Fe. Contemplémosla para que nos obtenga estas tres virtudes
teologales, para permitir que el Señor nazca en nosotros todos los días,
libremente y en confianza.
Padre Joseph Bavurha Bahati
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y
martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros
hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el
abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por
los pacientes internados en la Casa de la Bondad en Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer
y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por
los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Diciembre 4
El Espíritu Santo derrama alegría. Varias veces la
Biblia habla del "gozo del Espíritu Santo" (1 Tesalonicenses 1,6;
Romanos 14,17) y nos invita muchas veces a vivir alegres. Es voluntad del Señor
que no vivamos tristes:
"No te abandones a la tristeza, ni te atormentes
con tus pensamientos. La alegría del corazón es vida para el hombre, y le
alarga los días. Distrae tu alma y consuela tu corazón. Aparta de ti la
tristeza, porque la tristeza ha perdido a muchos, y de ella no se saca ningún
provecho" (Sirácides 30,21-23).
San Pablo insistía: "¡Alégrense en el
Señor!" (Filipenses 4,4). Alegrarse en el Señor es vivir la fe con gozo,
reconociendo al Señor resucitado en cada momento. Nuestra existencia cristiana
debería ser una fiesta permanente, en medio de nuestros problemas, porque en
Cristo hallamos el verdadero sentido de la vida, el camino que nos lleva a buen
fin, la verdad que nos ilumina por encima de todas las mentiras de la tierra,
la vida más intensa.
Es la alegría que llenaba el corazón de Andrés cuando
encontró a Jesús y salió a gritar: "¡Hemos encontrado al Mesías!"
(Juan 1,41). Es la alegría de los discípulos de Emaús, que sintieron arder su
corazón junto a Jesús y corrieron a comunicarlo a los demás (Lucas 24,34). Es
la alegría de quién encuentra un tesoro y descubre que vale la pena cambiarlo
por todo lo demás (Mateo 13,44).
Pidamos al Espíritu Santo que sane toda tristeza y
nos haga conocer esa dulce alegría.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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