domingo, 17 de junio de 2007

Pequeñas Semillitas 0109

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0109 ~ Domingo 17 de Junio de 2007
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Hola !!!
Un padre es el soporte en nuestro hogar, el que se guarda los sentimientos en la profundidad de su alma, el que te da seguridad en tus horas de angustia, es el héroe de tus cuentos infantiles, es aquel que te impone respeto en la adolescencia, pero si te fijas bien, cuánta ternura desprenden sus ojos al mirarnos.
Es quizás el que no te prodiga de besos y abrazos como tu madre, pero en las noches cuando uno duerme, es el que se asoma con suavidad a su cuarto y con suma delicadeza cubre nuestro cuerpo con la sábana que hemos enrollado a nuestros pies, mientras la emoción le nubla los ojos, porque se siente tan orgulloso de tenernos.
Tenemos que comprender el papel que muchas veces se le asigna a nuestro padre, un papel un tanto distante o severo. Quién de nosotros no habrá escuchado de su madre alguna vez decirnos: "se lo voy a decir a tu padre cuando llegue"... y uno se siente temeroso pero a la vez espera ansioso el regreso del padre y cuando lo alcanzas a divisar desde la ventana, ya no temes el regaño, lo que esperas anheloso es su abrazo protector.
Gracias a nuestros padres. Felicidades a los hijos que lo han disfrutado toda su vida, a los que lo tuvieron poco tiempo, pero fue muy intenso ese transcurrir, a los que por las circunstancias tuvieron que crecer sin ellos a su lado; no juzguemos, disfrutemos del recuerdo emotivo del padre que junto con el amor de una madre, hacen nuestra vida feliz.
Texto recibido de Graciela Baquerizo




Evangelio de hoy

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de Él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora. Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte». Él dijo: «Di, maestro». «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?». Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Él le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra».
Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?». Pero Él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
(Lucas 7, 36)

Comentario
Hoy, el Evangelio nos explica aquel que encuentra a Jesús no puede hacerlo con indiferencia. ¿Por qué el rabino lo invita a compartir su comida para tratarlo luego con descortesía descuidando atenderlo con las muestras de respeto y honor acostumbradas?
Lucas dibuja un agudo contraste entre el arrogante e incorrupto fariseo, que sigue todas las normas pero carece de la sensibilidad de aplicar las más elementales acciones de amabilidad hacia un huésped, y la mujer que -teniendo una reputación de pecadora- recibe, en cambio, a Jesús con una atención amorosa (cf. Lc 7,45-46). No hay duda que ella entiende la importancia de esa amorosa atención al tiempo que el fariseo carece totalmente de esa sensibilidad. Los Fariseos evitaban la compañía de los "pecadores públicos" y, al hacerlo, descuidaban darles la ayuda que necesitaban para que encontrasen su curación y su integridad.
Como humanos, es muy difícil amar de verdad y saber perdonar a las personas, y caemos en la tentación de preocuparnos de las apariencias para adquirir así la reputación de una vida virtuosa mientras continuamos cultivando nuestra tendencia a juzgar y a no perdonar. Muchas de las narraciones del Evangelio nos hablan de la actitud de los fariseos frente a los publicanos. Si ahora quisiésemos describir lo que los Fariseos harían si viviesen en nuestra sociedad actual, podríamos ver, por ejemplo, que ciertamente irían a Misa y la seguirían debidamente pero, en su camino de vuelta a casa, no dudarían en criticar negativamente a los demás. Desde luego es laudable asistir a Misa y observar las normas de la conducta cristiana, pero toda esa cuidadosa observancia carece de valor si no va acompañada de un genuino espíritu de amor y perdón.
Según Benedicto XVI, «el nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de la vida, transfigurándola (...). La Eucaristía, al implicar la realidad humana concreta del creyente, hace posible día a día la transfiguración progresiva del hombre, llamado a ser por gracia imagen del Hijo de Dios».
Fr. Eusebio Martinez (Brownsville-Texas, USA)



Santoral y Efemérides

En el Santoral Católico hoy se conmemora a San Gregorio Barbarigo Cardenal y Obispo de Padua y a San Alberto Chmielowski (1845-1916)
Un cordial saludo para los amigos que llevan sus nombres

Algunos de los hechos más importantes ocurridos en un día como hoy en la Historia fueron:
1397 - Se establece la Union de Kalmar entre Dinamarca, Suecia y Noruega.
1682 - Nace Carlos XII de Suecia.
1807 - Parte hacia Buenos Aires, Desde Montevideo, ocupada por los ingleses, la expedición del general Whitelocke.
1821 - Muere el Gral. Martín Miguel de Güemes, defensor de la frontera norte argentina contra la invasión realista.
1882 - Nace Igor Stravinsky, músico ruso.
1885 - La Estatua de la Libertad llega a New York.
1905 - Muere Máximo Gómez, héroe de la independencia cubana.
1914 - Nace Julián Marías, filósofo, sociólogo y ensayista español.
1944 - Se proclama la Republica de Islandia.
1972 - En EE UU estalla el escándalo Watergate que terminará con la presidencia de Richard Nixon.
1983 - El novelista mexicano Juan Rulfo obtiene el premio Príncipe de Asturias de las Letras.
1991 - El Parlamento de Sudáfrica suprime el "apartheid", vigente durante cuatro décadas, al derogar por mayoría la ley sobre clasificación racial de la población.
2001 - Italia: La torre de Pisa es enderezada 40 centímetros después de 11 años de trabajos y los turistas pueden visitarla de nuevo.



Para pensar...

"Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve a uno pianista".
Michael Levine




Mi Padre - de Sergio Sinay

Mi padre se llamaba Moisés. Era hijo de Miguel y de Lea. Fue hermano de Marcos y de Rubén. Fue el marido de Miriam. Fue el padre de Horacio y de mí. Era el abuelo de Iván y de Javier. Cuando murió, hace dos días, tenía 85 años.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero hacía el más sabroso café con leche que jamás probé. Nos los preparaba cada mañana a Horacio y a mí, cuando íbamos al colegio, y nos lo servía con unos enormes panes con manteca y dulce.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero pelaba las naranjas como nadie. Las dejaba sin un rastro de ollejo, brillosas, lisas, tentadoras. Yo no quería comer naranjas si no las pelaba él.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero llenó de libros nuestra casa de la infancia y los dejó absolutamente a nuestro alcance. Nunca dijo "ese libro no es para vos". Y así aprendimos a amar la lectura desde chicos. Todavía hoy leo como entonces, como él. Con voracidad, con desorden, con placer. Mi casa está llena de libros, las bibliotecas son los muebles principales.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero a los 84 años aprendió a hacer señaladores de cuero, con sus dedos agarrotados, y me regaló uno, simple, bello y austero, con el que hoy guío mis lecturas.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando yo tenía 10 años y Horacio 7 y vivíamos en La Banda, Santiago del Estero, compró entradas y un 9 de julio nos llevó a la cancha del Club Mitre a ver a River, que venía de gira. Seguimos el partido subidos a un sulky, porque no había lugar para nadie. Fue la primera vez que vi a River, y lo vi con Carrizo, con Lostau, con Labruna, con Pérez, con Pipo Rossi. Mi padre era hincha de Independiente, nosotros nos hicimos de River.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero nos llevaba cada domingo a la cancha a ver a Central Argentino, de La Banda, a pesar de que él era hincha del eterno rival, Sarmiento. Y hasta se alegraba con nosotros si ganaba Central.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero una tarde de mi adolescencia, en la trastienda de la farmacia que él y mi madre tenían en La Banda, me explicó cómo se hacían los chicos. Tartamudeaba y estaba rojo y sudoroso. Yo ya sabía, pero me fascinó su explicación.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando hice mi viaje de egresado, en tren desde Santiago a Mendoza con mis compañeros del Colegio Nacional Absalón Rojas, me llamó aparte en el andén y me dio tres preservativos. "Tomá, por si los necesitás", me dijo. Y otra vez estaba rojo y sudoroso.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando cumplí doce años, se apareció en casa con el curso de dibujo de Los Doce Famosos Artistas como regalo. Y yo, que amaba las historietas, tuve como profesores a Hugo Pratt, a Alberto Breccia y a otros así.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando me acariciaba, y me acariciaba mucho, tenía las manos tibias; y cuando me besaba, y me besaba mucho, tenía los labios suaves y húmedos.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando un chico más grande que yo, uno de los pesados de la cuadra, me estaba dando una paliza en plena calle, él apareció de la nada y sacó a patadas en el culo a mi enemigo.
Mi padre no fue un gran hombre. No me enseñó a manejar, pero resultó lo bastante confiado como para dejar las llaves del auto a mi alcance, de manera que una siesta las agarré, subí al Fiat 1500 verde y debuté por mi cuenta paseando durante dos horas, maravillado de que semejante artefacto respondiera a mis movimientos. Cuando se lo conté, mi padre sonrió casi complacido, casi aliviado.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero venía a verme cuando yo jugaba al basquet en los infantiles y en los cadetes del Club Olímpico y, al principio, me llevaba a los entrenamientos, y a mi hermano también. Y aunque él era un patadura, yo, creo, jugaba para él, para que él me admirara.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero, aunque jamás aprendió a andar en bicicleta, me sostuvo en la mía y no me soltó hasta que pude mantener el equilibrio por mí mismo. Y yo sabía que no me iba a dejar caer.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero lagrimeaba de orgullo cuando nos presentaba a Horacio y a mí y decía "Estos son mis hijos". Lo decía con el mismo énfasis cuando éramos chicos y cuando nos hicimos hombres.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero nadie sabía contar "El patito feo" como él. Y nadie tuvo su paciencia para narrármelo una y otra vez, siempre con el mismo entusiasmo, cada siesta y cada noche de mi niñez temprana, respetando mi necesidad de volver a oír mi cuento favorito.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero todavía a sus ochenta y pico era capaz de poner inyecciones como nadie, sin que sintieras ni el pínchazo ni el dolor. Muchas veces preferí inyecciones a otro remedio, porque sabía que estaba él para ponerlas.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero descubría siempre los mejores chocolates.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero hasta el último domingo de su vida leyó el diario de pe a pa y era un interlocutor informado y apasionado de los sucesos del mundo y de la vida.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero amaba el cine y las películas y nos enseñó a amarlas junto a él; nos llevaba a las matinés del cine Renzi y a los estrenos del Petit Palais, del Grand Splendid, del Select o del 25 de Mayo. Disfrutaba como un chico de las de cowboys y hacía el sacrificio de llevarnos cinco días seguidos a ver "La Cenicienta" o "Sansón y Dalila, con Víctor Mature y Hedy Lamar. Ahora, en sus últimos tiempos, seguía contando escena por escena, como un personaje de Manuel Puig, cada película que veía en el cable, y lloraba de emoción o de bronca, según fuera una escena de amor o de injusticia.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero era el mejor público para contarle un chiste. No había que hacer grandes esfuerzos narrativos, él se descomponía de risa por el sólo hecho de saber que era un chiste.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero cada vez que mi madre se lo pedía era el mejor ayudante de cocina. Nunca vi a nadie batir claras a nieve, como él. A mano.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero tenía la letra más bella y firme que yo conozca. Me fascinaba ver cuando escribía cartas, cuando firmaba boletines o cuando hacía los discursos que después leía en las reuniones de la colectividad judía santiagueña; yo observaba hipnotizado cómo iba surgiendo sobre el papel el dibujo de su caligrafía y cómo él mismo disfrutaba mientras su mano cobraba velocidad, calor e inspiración.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero me enseñó, con sus actos, que un hombre sí puede llorar. Él lloraba de emoción o de dolor.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero supo despedirse antes de partir. El domingo a las cinco de la mañana me desperté y no pude volver a dormir por un largo rato. Era una hora silenciosa y quieta. De marea en baja. Entonces supe que, en la sala de terapia intensiva del hospital, él estaba muriendo. Que me despertaba suavemente, como cuando en las mañanas frías del colegio se acercaba a mi cama, me tocaba suavemente el hombro y me decía, en un susurro, "Pichu...arriba". Y que esta vez lo hacía para despedirse. En mi cama, en la oscuridad, no luché contra el insomnio, simplemente me despedí de él, le deseé buen viaje, le agradecí lo que tenía que agradecerle y le hice saber que, por mi parte, no había cuentas pendientes entre nosotros. Ninguna. Me dormí nuevamente a las siete y el teléfono sonó a las ocho para pedirnos que fuéramos con urgencia al hospital. Entonces le dije a Marilén: "Mi Viejo murió hoy a las cinco y media, es eso lo que nos van a informar". Un par de horas después, nos entregaron un certificado de defunción que decía: "hora del fallecimiento:5:30".
Mi padre no fue un gran hombre. Pero enfrentó a la muerte entero y vivo. Peleó con sabiduría, conocedor de que la batalla sería posible mientras hubiera equivalencia. Cuando sintió que ya estaba, que había hecho lo suyo, que las reglas de juego habían dejado de ser parejas, dijo basta. No lo dijo como un derrotado. Había comido una porción de las grandes (como a él le gustaban) de la vida; su último año y medio había sido de placer, de reivindicación y de buena vida. Entonces decidió que estaba a punto y murió. En su muerte, fue un modelo. Y no es poca cosa.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero murió como un señor. Sin degradarse, sin deterioro, sin corromperse, como una persona íntegra y consciente. No huyó, no tuvo miedo, llegó vivo a su muerte. Y cuando lo vimos, antes de ocupar su cajón, su rostro era plácido, pacífico, como quien sueña sueños íntimos y felices o como quien observa deslumbrado algo que lo hará feliz pero de lo que no quiere hablar. Era, en ese momento y en ese lugar, en la morgue del hospital, nada menos, un viejo hermoso y sereno. Así nos despidió. Soltándose, soltándonos.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue honesto.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue amoroso.
Mi padre no fue un gran hombre. Y no importa. Los grandes hombres ocupan, a veces, demasiado lugar. Asfixian. Y son acreedores de deudas que nos hacen la vida más pesada. Visto así, por suerte, mi padre no fue un gran hombre. En muchas cosas fue sólo un pequeño hombre. Pero más allá de todo fue algo más difícil y más importante. Mi padre fue un buen hombre.
Agradezco eso.
Gracias, papá, por tu vida.
Sergio Sinay


Consignas

La mayoría de las personas justifican la forma en que viven; es decir, que en vez de ajustar sus vidas al Evangelio, ajustan el Evangelio a sus vidas.




Poesía



A mi Padre


A Dios doy gracias por ser mi padre.
Por tus reproches y consejos.
Por el bien que me enseñaste
y de mi ser siempre cuidaste.

Por ser padre bondadoso,
lleno de paz y sabiduría.
Porque amas la verdad.
Justicia y rectitud en demasía.

Por ser mi padre amado
y enseñarme la caridad.
Sentimientos nobles te cubren.
No conoces la maldad.

Caballero noble y parco,
me enseñaste a luchasr.
Aspirando siempre a lo más alto
y a mis sueños no renunciar.

Por aborrecer todo lo malo.
Por tus celestiales valores.
Por guiarme de la mano
en senderos llenos de flores.

Por tus palabras de aliento
en mis momentos más tristes.
Por tus silencios elocuentes
que me calman dulcemente.

Por tu mirada sabia y profunda.
Por tu expresión tan serena.
Por tu paciencia y tesón.
Torbellino de cosas buenas.

Por ser hombre testarudo
aferrado a tu convicción.
Por mantener en alto tus ideales
sin perder la calma o razón.

Por instruirme en la vida
y enseñarme a no mentir.
Por preocuparte por mis problemas
y recompensa no pedir.

Por enseñarme nobles valores:
el amor, rectitud y compasión,
justicia, desinterés, trabajo,
caridad, verdad y el perdón.

Por todos tus desvelos.
Por tu amor paternal.
Hombres como tú hay pocos.
Eres un padre ideal.

Por cumplir con tus deberes.
porque nunca me fallaste.
Porque contigo contar siempre puedo.
Hoy y siempre mi amor te entrego.

Porque siempre estás ahí,
tendiéndome tu cálido abrazo.
Por ser modelo en mi vida.
Por siempre creer en mí.

Por todo esto padre, te aprecio,
y a Dios de nuevo agradezco
por en mi vida tenerte a tí.


Raúl Babilonia Van-Derdys


Meditación breve

La vida de la tierra y de los cielos, de los mares profundos y de los montes, está plasmada de la suave fuerza de un orden creador.
Los días de la vida del hombre inmerso en este maravilloso universo, son signos del ritmo eterno del amor de Dios.
Contempla en modo nuevo la belleza de lo creado, y te será más fácil descubrir tu necesidad de Dios.
Coraje y empeño, sufrimiento y amor; escalones inevitables para subir siempre más. Acogiendo los dones de Dios alcanzamos a desarrollar mejor, toda nuestra posibilidad de amar, de participación, de crecimiento constante.
Descubre las maravillas de un amor exigente: no busques a Dios al lado o fuera de tu vida, sino dentro de ella misma.



Pedido de oración

Agradecemos las oraciones por nuestra amiga María del Valle, que ha superado exitosamente su operación de várices, a pesar de los riesgos que existían por su alergia a los anestésicos y otras enfermedades concomitantes. Ella misma me ha pedido que agradezca a todos los que oraron por su salud.

Seguimos pidiendo oración por Evangelina.




Los cinco minutos de Dios - por Alfonso Milagro

Hay que saber dialogar con los que nos rodean; es muy triste no conocer otra cosa que el monólogo; y dialogar es saber escuchar y es ponerse en disposición de comulgar con el otro.
Hablar y escuchar son dos actos de idéntico valor humano, son en realidad un mismo acto.
Quien no sabe escuchar, ni siquiera hablará con plenitud: buceará, gritará, monologará. Pero nada de ésto es positivo. Cuando no se sabe dejar hablar terminará uno escuchando sus propios gritos.
Solo los humildes son capaces de dialogar; sin un sincero espíritu de acogida, no es posible el diálogo; hay que acoger al prójimo llámese esposo, hijos, empleados, amigos, etc. para poder dialogar.
Hay silencios o monólogos que huelen a muerto: ha muerto el amor. Si hay amor surgirá el diálogo, pues el amor hace milagros. ¡Cuántos silencios hostiles entre esposos, hermanos, amigos... y cuánta carga de agresividad en esos silencios!



Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-

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