PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2887
~ Jueves 24 de Diciembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Estamos a pocas horas del acontecimiento
más dulce y sublime de la cristiandad: el nacimiento de Jesús. Es un buen momento
para que recemos así:
Por tu nacimiento, Jesús, haz que la
Iglesia sea la gran familia de Dios que lleve a todos la Buena Nueva de la
salvación.
Por tu nacimiento, Jesús, haz que todos
los pueblos y razas encuentren la paz, don de Dios, fruto del amor y de la
justicia.
Por tu nacimiento, Jesús, haz que todos
los pobres, enfermos, emigrantes, presos, los que son mal mirados y los que
lloran a sus seres queridos, se sientan amados por Dios.
Por tu nacimiento, Jesús, haz que esta
familia viva unida, nos comprendamos y nos queramos como Tú nos amas.
Por nuestros amigos y sus familias, para
que pueden celebrar felices la Navidad.
Estamos agradecidos, Padre Dios, a Ti
que lo iluminas todo, por eso te decimos: Padre nuestro...
¡Buenos días!
El gran regalo de Dios
En
cada Navidad nos maravillamos de la bondad de Dios, nuestro Padre, que nos
regaló a su mismo Hijo Unigénito, hecho niño en Belén. Ese día, inspirados por
el ejemplo de la generosidad de Dios, acostumbramos a prodigar regalos a nuestro
alrededor, a parientes y amigos. Pero hay dones más valiosos —¡y tan necesarios!— que podemos hacernos sin
gastar un centavo.
Esboza una sincera sonrisa... y regálala a
quien nunca la ha tenido. Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar
allá en donde reina la noche. Descubre una fuente... y permite bañarse en ella
a quien vive en el barro. Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien
nunca ha llorado. Enciende el valor en tu pecho... y ponlo en el ánimo de quien
no sabe luchar. Descubre la vida... y alienta a quien se arrastra por ella.
Cultiva la esperanza... e irradia su luz a tu alrededor. Imprégnate de
bondad... y dónala a quien la desconoce. Descubre el amor... y comunica su
fuego al mundo.
Amigo/a:
¡Qué hermoso es hacer de tu vida una Navidad! Anímate a esparcir a manos llenas
en el hogar, en el barrio, en tu ambiente de trabajo, el fuego del amor, la luz
de la alegría y la fuerza de la esperanza. Que esta celebración cristiana te
ayude a meditar y proyectar a tu vida la sorprendente bondad que Dios tiene con
nosotros.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
Misa
del Día
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de
Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor
Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una
fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde
tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros
enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a
nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham
nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle
sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño,
serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar
sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus
pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos
visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y
sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz». (Lc
1,67-79)
Misa
de la Noche
En aquella época apareció un decreto del
emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este
primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a
inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David,
salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad
de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras
se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a
su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque
no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos
pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se
les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos
sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les
traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha
nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!". (Lc
2.1-14)
Santoral Católico:
Vigilia de la
Natividad del Señor
Día de la
Nochebuena
«Hoy sabréis que viene el Señor, y
mañana contemplaréis su gloria». Escuchemos, hermanos, la calenda o pregón de
Navidad, que nos trae la buena noticia, la gran alegría para todo el mundo:
«Transcurridos innumerables siglos desde la creación del mundo, cuando en el
principio creó Dios el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen.
Transcurridos veintiún siglos desde la emigración de Abrahán, nuestro padre en
la fe, de la ciudad de Ur en la Caldea. Trece siglos después de la partida de
Israel de la tierra de Egipto, bajo la guía de Moisés. Transcurridos alrededor
de mil años desde que David fuera ungido como rey. En la semana sesenta y cinco
de la profecía de Daniel. En la Olimpíada ciento noventa y cuatro. En el año
752 de la fundación de Roma. En el año 42 del imperio del César Octavio
Augusto, estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno
Padre, queriendo consagrar al mundo con su venida, concebido del Espíritu Santo
y transcurridos nueve meses desde su concepción, nace en Belén de Judá, hecho
hombre, de la Virgen María. Es la Natividad de nuestro Señor Jesucristo según
la carne».
Oración: Apresúrate, Señor Jesús, y
no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de
tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
“Viene cada año y vendrá para
siempre.
Y con la Navidad vienen los recuerdos y
las costumbres.
Esos recuerdos cotidianos humildes
a los que todas las madres nos
agarramos.
Como la Virgen María, en los rincones
secretos de su corazón”
~ Marjorie Holmes ~
Tema del día:
El buey y el asno, junto al pesebre
Benedicto XVI, cuando aún no era Papa, escribió varios
textos dedicados a la Navidad en el libro “Imágenes de la esperanza”.
En la
cueva de Greccio (es una pequeña localidad situada en el valle de Rieti, en
Umbría, no muy lejos de Roma ) se encontraban aquella Nochebuena, conforme a la
indicación de san Francisco de Asís, el buey y el asno: «Quisiera evocar con todo realismo el recuerdo del niño, tal y como
nació en Belén, y todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez.
Quisiera ver con mis ojos corporales cómo yació en un pesebre y durmió sobre el
heno, entre un buey y un asno».
Desde
entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre.
Pero, ¿de dónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del
Nuevo Testamento no cuentan nada de ellos. Si tratamos de aclarar esta
pregunta, tropezamos con hechos importantes para los usos y tradiciones
navideños, y también, incluso, para la piedad navideña y pascual de la Iglesia
en la liturgia y las costumbres populares.
El buey
y el asno no son simplemente productos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe
de la Iglesia en la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, se han
convertido en acompañantes del acontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3
se dice: Conoce el buey a su dueño, y el
asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.
Los
Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo
pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante
Dios, todos los hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón
ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que
ahora reconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo.
En las
representaciones navideñas medievales, sorprende continuamente cómo a ambos
animales se les dan rostros casi humanos; cómo, de forma consciente y
reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Esto era
lógico, pues ambos animales eran considerados la cifra profética tras la que se
esconde el misterio de la Iglesia –nuestro misterio, el de que, ante el Eterno,
somos bueyes y asnos–, bueyes y asnos a los que en la Nochebuena se les abren
los ojos, para que en el pesebre reconozcan a su Señor.
Pero,
¿lo reconocemos realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe
venirnos a la mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva
–promesa de conocimiento venidero–, sino también juicio sobre la presente
ceguedad. El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no
discierne».
¿Quién
es hoy el buey y el asno, quién es mi pueblo que no discierne? ¿En qué se
conoce al buey y al asno, en qué a mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la
irracionalidad conoce y la razón está ciega?
Para
encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con los Padres de la
Iglesia, a la primera Navidad.
¿Quién
no conoció? ¿Por qué fue así?
Quien no
conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando le hablaron del Niño,
sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por su ambición de poder y
la manía persecutoria que le acompañaba.
Quien no
conoció fue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron
fueron los hombres elegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no
conocieron fueron los señores instruidos, los expertos bíblicos, los
especialistas de la exégesis escriturística, que desde luego conocían
perfectamente el pasaje bíblico correcto, pero, pese a todo, no comprendieron
nada.
Quienes
conocieron fueron
–comparados a estas personas de renombre– bueyes y asnos: los pastores, los
magos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño
Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno.
Ahora
bien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque
somos demasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en
eruditas exégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del
lugar histórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y
no nos enteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en
el palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en
nuestro miedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del
ángel, e ir a adorar?
De esta
manera, los rostros del buey y el asno nos miran esta noche y nos hacen una
pregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor? Cuando
ponemos las familiares figuras en el nacimiento, debiéramos pedir a Dios que dé
a nuestro corazón la sencillez que en el Niño descubre al Señor –como una vez
San Francisco en Greccio–. Entonces podría sucedernos también –de forma muy
semejante a san Lucas cuando habla sobre los pastores de la primera
Nochebuena–: todos volvieron a casa
llenos de alegría.
Autor: Joseph Ratzinger
Fuente:
Catholic.net
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas
Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares;
por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales
y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Paola L. L., de Bogotá, Colombia, enferma del corazón; por su mamá María Teresa, por sus hermanos: Cristian y Natalia. Rogamos al Niño Jesús que atienda con generosidad las necesidades de esta familia.
Pedimos oración por María Antonia (Maruca), de Córdoba, Argentina, 93 años de edad, que ha sufrido una caída con fractura de pelvis y se encuentra internada. Que la Virgen de Lourdes la acompañe y la fortalezca en estas difíciles circunstancias, tanto a ella como a su familia.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
María
es Madre del Rey de reyes, por eso Ella también es Reina, es nuestra Reina, a
la que debemos obedecer y amar con todo nuestro corazón, y también servirla con
la oración y la penitencia, ya que estas dos cosas es lo que la Virgen siempre
pide en sus apariciones. Hagamos como la profetisa Ana, que estaba en el Templo
de Jerusalén cuando llevaron a presentar al Niño Jesús; dice el texto
evangélico que Ana “servía a Dios con ayunos y oraciones”. Hagamos también
nosotros otro tanto y María estará contenta con nuestro obrar, porque de esa
manera le ayudaremos a salvar a las almas que tanto ama Ella y nuestro Señor, y
que son nuestros hermanos. Y confiemos en que María nos obtendrá todo lo que le
pidamos porque es Madre del Rey de reyes y todo lo que pide lo obtiene de su
Hijo.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.