sábado, 26 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2803

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2803 ~ Sábado 26 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Siempre se nos inculca que en todo debemos ser valientes y enfrentar las cosas y los problemas. Pero en lo que se trata de la tentación, el valiente es quien huye de ella, es decir, que para vencer y ser valiente, debemos huir de las ocasiones de pecado, por lo menos de las ocasiones próximas de pecado.
No se puede uno exponer a la tentación con la idea de que Dios nos ayudará, porque ya dice la Sagrada Escritura que quien ama el peligro, perecerá en él. Y también se nos dice que a Dios no hay que tentarlo. Si nos ponemos voluntariamente en peligro de pecar, estamos tentando a Dios, que nos dejará sin los auxilios necesarios y caeremos miserablemente en el pecado.
Por eso debemos ser prudentes y desconfiar de nosotros mismos, porque somos de carne, y la carne es débil. Aparte estamos muy debilitados ya que casi ni rezamos, siendo que la oración es la que nos da la fuerza para resistir las tentaciones.
Así que hagamos el propósito de no exponernos a las ocasiones próximas de pecado, porque ya el sólo hecho de hacerlo, es pecado en sí mismo, por temeridad.
Sitio Santísima Virgen

¡Buenos días!

Sentimientos negativos
La paz interior tiene enemigos: son los pensamientos y sentimientos negativos que confunden y agitan de tal modo que turban el cielo tranquilo de tu corazón. Hombres espirituales que sondearon su interior con la luz del Espíritu los han especificado: insatisfacción, ansiedad, irritación, miedo, odio, tristeza, autocompasión, duda, abatimiento, impaciencia…

Como quien está alerta para que no entren en su habitación animales indeseables: una araña, un murciélago, un ratón, una serpiente, mantén la vigilancia sobre tu corazón para que no se arraigue en él ni la vanidad, ni la envidia, ni el odio. Si un compañero es más alto que tú, o aprende las lecciones con mayor facilidad, o posee un hermoso traje, trátalo con igual cariño que a los demás, no desees humillarlo, no experimentes ante él fastidio. El vanidoso y arrogante es un ser hueco con una idea disparatada de su valer. Parece inflado con su propio aliento. El hombre de bien admira el mérito ajeno, y compadece al ignorante y al extraviado. El odio es un gusano que nace y crece dentro del corazón y que devora sus más nobles fibras.

Confía en el Señor y vigila tu mente para que no echen raíces ideas o emociones funestas que pueden dañarte y trabar las fuerzas de tu espíritu. Por una parte, mantén la vigilancia y, por otra, fortalece con la meditación los valores perdurables del amor, la paciencia, la serenidad y la alegría profunda. Que el Señor te bendiga y proteja en este crecimiento.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto. (Lc 9,43b-45)

Comentario
Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).
Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.
Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santos Cosme y Damián
Mártires
Son dos de los mártires más famosos y venerados de la antigüedad cristiana, lo que hizo que, a falta de datos históricos, fueran objeto de muchas leyendas. Eran médicos anargiri, o sea, que ejercían su profesión gratuitamente, y fueron martirizados a finales del siglo III en la ciudad de Cirro, junto a Alepo, en la Siria septentrional. En Cirro se levantó la primera basílica en su honor, y su culto se extendió por Oriente, pasando luego a Roma y a toda la Iglesia; fueron numerosos los templos y monasterios que se les dedicaron. Son célebres los mosaicos de Ravena que los celebran. Los médicos, los farmacéuticos y muchas organizaciones de profesionales de la sanidad los tienen por patronos, y su patrocinio es invocado contra las enfermedades.
Oración: Proclamamos, Señor, tu grandeza al celebrar la memoria de tus mártires Cosme y Damián, porque a ellos les diste el premio de la gloria y a nosotros nos proteges con tu maravillosa providencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

Francisco en USA
“[Es necesario] hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los otros derechos cívicos”

Tema del día:
Dos maderos
Dos simples maderos, dos trozos de árbol unidos para toda la eternidad. La Cruz tiene un profundo sentido de Amor que nos cuesta descubrir. Nuestra ceguera nos impide ver más allá de lo que nuestros ojos perciben, y de éste modo no logramos comprender en toda su majestuosa profundidad el signo que la Cruz representa.

Un madero horizontal sujeta los brazos de Jesús, formando un abrazo que nos envuelve a todos los hombres, a todos los hermanos del Señor. Ese madero que corre paralelo a la superficie de la tierra marca el amor del Hombre-Dios por todos nosotros, es la unión en el amor fraterno, amor de miembros de la iglesia que Él mismo fundó sobre Su Sangre ¡La Cruz logra con este madero unirnos en hermandad! Dos clavos fueron suficientes para sujetar al amor hecho Criatura en un abrazo duradero por toda la eternidad. Desde el madero horizontal parten lazos de amor que nacen de una mano del Señor, barren la superficie de la tierra tocando a todos los hombres con el signo del amor entre hermanos, y vuelven a unirse a la otra mano de Jesús, cerrando el círculo. Al verlo en la Cruz, sujeto al madero con Sus brazos abiertos, sentimos que Jesús nos invita a unirnos a Su Humanidad, a ser como Él.

Pero si el madero horizontal representa la naturaleza humana de Jesús y Su mandamiento de amor entre hermanos, madero que envuelve la faz de la tierra, ¿cuál es entonces el significado del otro madero, el vertical? El madero vertical une el Cielo y la tierra, y es un signo de la Divinidad de Jesús, de Su naturaleza divina. Ese hombre clavado al madero, ¡es Dios! ¿Acaso comprendemos realmente lo que esto significa?

La Cruz no está completa sin este otro madero. Este leño vertical nos muestra el amor desde arriba (Dios) hacia abajo (hombre), y nos invita al amor desde abajo (hombre) hacia arriba (Dios) ¡Es el amor por Dios, y el amor de Dios por nosotros! Nos muestra el segundo camino del amor, el inmenso amor del Dios eterno e inmortal por Sus poco leales criaturas, y nos señala también el camino inverso: Jesús vino a recordarnos y a enseñarnos a amar a Su Padre, al Dios de los profetas. Este madero es una ruta de doble vía, del amor que sube y que baja, que se alimenta y realimenta desde nuestro amor al Padre que se eleva, y desciende multiplicado como más amor de Él por nosotros, hasta elevarnos espiritualmente hasta cumbres no exploradas antes por nuestras almas.

Ambos maderos se unen y forman la Cruz: es Jesús el que está en la intersección, porque es un hombre (el palo horizontal nos da la perspectiva humana de Cristo, porque Él es nuestro hermano que nos amó y nos ama inmensamente), pero también es Dios (el palo vertical nos da la perspectiva divina de Cristo, Él es Dios y como tal nos da Su amor derivado del amor de Su Padre). Jesús, Hombre y Dios, amor humano y amor divino, la Cruz como entrega de amor sublime de un Dios que dio hasta la última gota de Su sangre por nosotros, por nuestra salvación.

Dos maderos, dos ríos de amor. Dios quiso que estas dos sendas se crucen en el momento oportuno, y en el lugar oportuno. En el Gólgota, las dos rutas fueron unidas por un hombre que encontró Su cuerpo clavado a los dos maderos, configurando una Cruz, nuestra Cruz. El punto de unión no podía ser otra cosa más que una explosión de amor. Un estallido de amor que sacudió el universo, despertó a las estrellas más lejanas, porque fue el mismo Dios que las creó el que murió en ese instante. Jesús, regalo de amor del Padre, unió con Su propio cuerpo mutilado éstas dos rutas de amor, dejándonos claramente expuesto Su mensaje: “Amen a Dios por sobre todas las cosas, como Yo amo a Mi Padre, y ámense unos a otros con todo el corazón, como Yo los he amado también”.

En el punto de unión de los Dos maderos, en la Cruz, Jesús amó hasta el infinito. Dejó todo allí por nosotros. Su Padre lo envió para que nos salve, conociendo de antemano el precio de nuestra salvación. Sabiendo que Dos maderos iban a sujetar a todo el amor del universo por un breve instante en Palestina, cambiando para siempre la historia de la humanidad.
Fuente: www.reinadelcielo.org

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Unidos a María
Así como un niño está seguro en el regazo de su madre, así también nosotros, que somos como niños, debemos sentirnos seguros en el regazo de nuestra Mamá del Cielo, la Santísima Virgen, ya que Dios la ha hecho tan poderosa que el mismo Infierno la teme, y nada ni nadie se puede oponer a la voluntad de María, porque hasta el mismo Dios se somete amorosamente a sus pedidos.
En este mundo que cada vez más trata de robarnos la paz del alma, y que por todos los medios nos quiere también robar la seguridad; estemos atentos a poner nuestra seguridad y confianza en María, y los vientos de la historia no nos podrán quitar de los brazos de la Virgen, que hará todo lo necesario para que pasemos a salvo esta prueba de la vida sobre la tierra, y luego descansemos para siempre en el seno de Dios, en el Cielo bendito para el que hemos sido creados.
Si ponemos toda nuestra confianza en María, entonces ya podemos quedarnos en paz y tranquilos, porque Ella se ocupará de nosotros y de nuestras cosas, y nosotros sólo tendremos que ocuparnos de hacerla amar y de extender su reino en las almas, invitando a todos a que sean devotos de esta amable Señora.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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