domingo, 13 de julio de 2014

Pequeñas Semillitas 2407

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2407 ~ Domingo 13 de Julio de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Al terminar el relato de la parábola del sembrador, Jesús hace esta llamada: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Se nos pide que prestemos mucha atención a la parábola. Pero, ¿en qué hemos de reflexionar? ¿En el sembrador? ¿En la semilla? ¿En los diferentes terrenos?
Tradicionalmente, los cristianos nos hemos fijado casi exclusivamente en los terrenos en que cae la semilla, para revisar cuál es nuestra actitud al escuchar el Evangelio. Sin embargo es importante prestar atención al sembrador y a su modo de sembrar.
No es el Evangelio el que ha perdido fuerza humanizadora, somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe débil y vacilante. No es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos nosotros los que lo desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que, cuando un cristiano no vive una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”.
Evangelizar no es propagar una doctrina, sino hacer presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas la fuerza humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer de cualquier manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores, catequistas y enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos irradiar los cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida? ¿Mediocridad o pasión por una vida más humana?
José Antonio Pagola

¡Buenos días!

Un día funesto
“Dios mezcla las amarguras con las alegrías de la tierra, a fin de llevar al hombre a aquella felicidad y alegría, cuya dulzura nunca engaña y que sólo se encuentra en él. Las alegrías mundanas están vacías, no tienen sabor ni duración. No hay en ellas realidad, ni dicha, ni estabilidad, son como una gota de miel que se convierte en un mar de hiel”. San Agustín.

Desde hacía una hora un hombre de unos cincuenta años estaba sentado en un bar mirando un vaso lleno de vino sin beberlo. De pronto entra un camionero alto y robusto, y le bebe todo el vaso de vino. El hombre empieza a llorar, y el hombrachón le dice: —Vamos, amigo, era una broma no más; ahora mismo pido una botella. —No lloro por eso. Hoy ha sido el día más funesto de mi vida. Llegué  tarde al trabajo y me echaron. Cuando volvía a mi casa, me robaron el auto. Ya estaba llegando a pie y sorprendí a mi esposa con otro hombre. Y ahora, cuando estoy por poner fin a tanto sufrimiento, viene usted y se bebe todo mi veneno…

La fe no suprime el sufrimiento ni las contrariedades. Pero me hace descubrir que Jesús  puede tomarme de la mano y levantarme. Puede fortalecerme y liberarme de mis males físicos y espirituales. Tiene poder para sostenerme, darme ánimo y arrancar mi vida de los poderes del mal que tantas veces me esclavizan. Confía siempre en él.
Padre Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente se quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas.
Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».
Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’. ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
»Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta». (Mt 13,1-23)

Comentario
Hoy consideramos la parábola del sembrador. Tiene una fuerza y un encanto especiales porque es palabra del propio Señor Jesús.
El mensaje es claro: Dios es generoso sembrando, pero la concreción de los frutos de su siembra dependen también —y a la vez— de nuestra libre correspondencia. Que el fruto depende de la tierra donde cae es algo que la experiencia de todos los días nos lo confirma. Por ejemplo, entre alumnos de un mismo colegio y de una misma clase, unos terminan con vocación religiosa y otros ateos. Han oído lo mismo, pero la semilla cayó en distinta tierra.
La buena tierra es nuestro corazón. En parte es cosa de la naturaleza; pero sobre todo depende de nuestra voluntad. Hay personas que prefieren disfrutar antes que ser mejores. En ellas se cumple lo de la parábola: las malas hierbas (es decir, las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas) «ahogan la Palabra, y queda sin fruto» (Mt 13,22).
Pero quienes, en cambio, valoran el ser, acogen con amor la semilla de Dios y la hacen fructificar. Aunque para ello tengan que mortificarse. Ya lo dijo Cristo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). También nos advirtió el Señor que el camino de la salvación es estrecho y angosto (cf. Mt 7,14): lo que mucho vale, mucho cuesta. Nada de valor se consigue sin esfuerzo.
El que se deja llevar de sus apetitos tendrá el corazón como una selva salvaje. Por el contrario, los árboles frutales que se podan dan mejor fruto. Así, las personas santas no han tenido una vida fácil, pero han sido unos modelos para la humanidad. «No todos estamos llamados al martirio, ciertamente, pero sí a alcanzar la perfección cristiana. Pero la virtud exige una fuerza que (…) pide una obra larga y muy diligente, y que no hemos de interrumpir nunca, hasta morir. De manera que esto puede ser denominado como un martirio lento y continuado» (Pío XII).
P. Jorge LORING SJ (Cádiz, España)

Aviso de vacaciones
“Pequeñas Semillitas” no se editará desde mañana lunes 14 y hasta el domingo 20 inclusive, para tomar unas cortas vacaciones. Regresaremos, si Dios así lo quiere, el lunes 21 de julio. 
Quienes deseen leer el Evangelio y el Santoral durante esta semana, podrán hacerlo actualizado cada día en la columna lateral derecha de este blog "Pequeñas Semillitas"

Palabras de San Juan Pablo II

“Oremos para que el poder salvífico de la Palabra de Dios
 sea generosamente acogido en las almas de los hombres.
Oremos para que haya buena cosecha sobrenatural en los corazones” 
San Juan Pablo II

Tema del día:
La parábola del sembrador
El Evangelio de hoy nos habla de “la parábola del sembrador”. Es la primera de las grandes parábolas en que, por medio de una historia de la vida cuotidiana, Jesús nos va descubriendo los misterios del Reino de Dios. Jesús nos habla de la palabra de Dios y de la disposición que deben tener las personas para acoger dicha palabra. Esta explicación se une con la primera lectura del profeta Isaías en que dice que la palabra de Dios es como la lluvia que fecunda hasta los terrenos áridos. Pero lo mismo que para que un terreno fructifique debe estar “cultivado”, así el alma debe prepararse para recibir la palabra de Dios. Fructificará según la actitud de las personas.

La parábola nos habla de un sembrador que, al sembrar a voleo según era el estilo antiguo, su semilla cae en terrenos diversos. Señala cuatro clases de tierra. La primera es infructuosa porque es parte del camino. Estos son los que no entienden o no quieren entender la palabra de Dios, los que no tienen interés en aceptar el “Reino”, porque exige cambios en la vida, los que creen que lo que hacen está ya bien y no quieren molestias. Son los que tienen el corazón duro para Dios y para los demás. También aquellos que fácilmente admiten pájaros que se llevan la semilla buena, como pueden ser profetas falsos o ideologías modernas engañosas. Al fin están vacíos.

La segunda clase de tierra parece buena, pero debajo está llena de piedras que no deja ahondar la raíz. Son los inconstantes, los que no tienen fundamento. Hay personas que se entusiasman enseguida, pero por poco tiempo; buscan en la religión y en el culto sólo lo sensiblero, lo afectivo, sin contenido y sin base, sin una adhesión profunda de su fe, que les ayude a resistir tantas tentaciones que hay en la vida. No son personas de principios recios cristianos; por eso vemos tantos matrimonios que no perduran o vocaciones que no se tienen por verdaderas para toda la vida. Son entusiasmos efímeros, faltos de consistencia en sus buenos propósitos, que ante las pequeñas dificultades, siempre retroceden.

La tercera clase es buena tierra, con hondura, pero con muchas zarzas y espinas. Son los que tienen demasiadas “preocupaciones de la vida”, que si el sueldo no llega porque quieren tener tantas cosas, que si viajes, fiestas, etc. Son los que están en manos de las riquezas, o porque son ricos o porque lo quieren ser y no son capaces de sacrificar nada del bienestar conseguido o deseado.

Parecería que la parábola fuese pesimista; pero la cuarta clase de tierra llena el corazón de Jesús, y lo llenará más si nosotros nos esforzamos para pertenecer a esta clase. Son aquellos que oyen la palabra, procuran entenderla y la acogen con amor en su corazón. No sólo la acogen con humildad y con deseo de progreso en el bien, sino que perseveran y piden gracia para perseverar. Entre estos hay mucha diferencia; pero siempre ha habido y continúa habiendo muchos santos que aceptan plenamente la palabra y la ponen en práctica. A ellos (y espero que a nosotros) les dice Jesús: “Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen”.

Jesús nos hace hoy reflexionar que no es lo mismo oír que comprender, no es lo mismo ver que conocer. En este mundo hay muchas palabras interesadas, propaganda egoísta, y se puede correr el peligro de escuchar la palabra de Dios como otra cualquiera palabra interesada; pero Jesús empeñó su vida en sus palabras. Murió por sus palabras o sus mensajes, que son vida que promueve nueva vida.

Cuando vamos a misa, especialmente los domingos, debemos preparar el alma para que la palabra de Dios y su explicación penetren en nosotros y nos estimulen a ser mejores. Para ello hay que ir en paz, si es posible con anterioridad, para que con la oración preparemos el espíritu. De esta manera los “pájaros” de esta vida no se llevarán la semilla, podremos ahondar y evitaremos preocupaciones externas que nos priven del bien que Dios quiere darnos continuamente en su presencia.
P. Silverio Velasco (España)

Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:

Nunca olvidemos agradecer
Una vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde San Lorenzo, Santa Fe, Argentina, un agradecimiento especial a Dios por los 42 años de casados Ángel y María del Rosario, cumplidos el 8 de julio.

Desde Bogotá, Colombia, nos escribe John Fredy G. M., un amigo de esta página, que en octubre de 2013 fue operado de cáncer de vejiga y recibió tratamiento posterior. En todo momento puso su fe en Jesús y en la oración… Hoy nos explica que los últimos estudios que le realizaron se sintetizan en este diagnóstico: "Vejiga Normal-Cicatriz libre de Tumor". Por ese motivo nuestro amigo quiere expresar una vez más su agradecimiento infinito al Señor Jesús que escuchó las oraciones y lo ha curado. Demos gracias a Dios…!

Desde Veracruz, México, nos escribe Antonio Ávila y dice: “Es un privilegio poder expresar nuestra gratitud a Dios con nuestras propias palabras y acciones. Solo pensar en sus maravillas causa gozo en el corazón. Tener una actitud de agradecimiento fortalece la fe, nos hace crecer en nuestro caminar con el Señor y trae muchas bendiciones a nuestras vidas. Palabras claves de mis querida "semillitas" de parte de un lector de Atoyac, Veracruz en México, C. Antonio Ávila Mena”

Un estímulo todos los días
Julio 13
Estamos tan pendientes por lograr cosas que nos proponemos, que muchas veces no nos detenemos a disfrutar de la vida. Pero hay algo más grave todavía: cree que valemos más por lo que hacemos que por lo que somos.
Quizás ya has dado un paso, y ya no te valoras por lo que tienes; posiblemente ya has descubierto que no son los bienes o el dinero lo que te da valor. Tú vales más que las cosas y que las posesiones, y tu valor sería inmenso aunque no tuvieras nada. Te admira la pobreza y el desprendimiento de algunos santos, que se liberaron de la necesidad de poseer, y no se te ocurriría pensar que ellos valen poco porque no han tenido bienes.
Sin embargo, quizás todavía no te has liberado de otro error: creer que vale más el hacer que el ser, sentir que vales en la medida en que hagas cosas y consigas resultados. Por eso vivimos aplaudiendo a los que hacen cosas y miramos con lástima a los minusválidos, a los ancianos enfermos, a los que lograron resultados poco llamativos. Aplaudimos a una persona de ochenta años que trabaja mucho, y no valoramos tanto la opción del anciano que quiere vivir sus últimos años con un poco más de sosiego.
Si eso te sucede, lo primero que tendrías que hacer es reconocer que tú mismo vales más que tus obras, que tienes un valor infinito también cuando no logras buenos resultados en lo que haces, que Dios te ama infinitamente también cuando las cosas no te salen como desearías. Eres valiente también cuando te detienes a descansar con tu familia o cuando te detienes en la presencia de Dios. Tú eres más valioso que todas tus obras. Reconócelo, valórate y ámate.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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