domingo, 4 de mayo de 2014

Pequeñas Semillitas 2337

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2337 ~ Domingo 4 de Mayo de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Por la gracia de Dios estoy retornando a mis publicaciones habituales, después de haber vivido dos semanas inolvidables recorriendo santuarios católicos en Italia: Padua (San Antonio), Montechiari (Virgen María Rosa Mística), Asís (San Francisco y Santa Clara), Siena (Santa Catalina), Casia (Santa Rita), Loreto (la Santa Casa y Virgen de Loreto), Lanciano (Milagro Eucarístico) San Giovanni Rotondo (San Pío de Pietrelcina)… y vivir en Roma acontecimientos tales como la canonización de los nuevos santos de la Iglesia Juan XXIII y Juan Pablo II el domingo 27/4, la Misa de acción de gracias del lunes 28/4 y la audiencia pública del Papa Francisco del miércoles 30/4.
Todo esto ha sido para mí un extraordinario regalo de Dios, y ahora es el momento de seguir sembrando Su Palabra a través de esta página, tal como lo hacemos desde el año 2006 siguiendo las enseñanzas de San Juan Pablo II, con renovado entusiasmo y reconfortado con todas las bendiciones recibidas.
Agradezco a Dios tan grande como inmerecida gracia, y abrazo de corazón a todos los lectores de esta página que rezaron por mí. Y ahora ¡...a continuar sembrando estas Pequeñas Semillitas!

¡Buenos días!

No sólo palabras
La persona honesta es coherente entre lo que hace y lo que dice. Vive de principios. Vive auténticamente como un ser humano. No se justifica diciendo que todos actúan así; o que es la única forma de salir adelante. Es sincero y veraz, no aparenta una imagen que no corresponde con su vida real. Por ejemplo, aparentar virtudes que no tiene.

Un candidato a un puesto público de nuestro país estaba haciendo su campaña, para obtener el mayor número de votos. Uno de los electores decidió someterlo a una prueba. Una noche, ya tarde, llamó a la puerta del candidato y le dijo: —Necesito ayuda. Se paró mi coche. ¿No podría usted hacerme el favor de darme un empujón?  —Por supuesto - se oyó desde el interior de la casa y los dos hombres salieron rumbo al coche. Al llegar al automóvil, el propietario se subió y dejó sorprendido al candidato, poniendo enseguida en marcha el motor. Asomándose por la ventanilla, el elector le dijo al admirado candidato: —Únicamente quería saber si usted es el tipo de hombre por quien se puede votar.

Para vivir en una Patria noble y digna cada ciudadano debe aportar su conducta honesta.  Ser honesto es ser transparente; Es necesario desprenderse de las máscaras que el ser humano se pone para defenderse, para ocultar sus inseguridades o miedos. El recelo, la agresividad, las apariencias son algunas de estas máscaras. Básica tarea para cada ciudadano.
Padre Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Aquel mismo día, el domingo, iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado, Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron».
Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado».
Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. (Lc 24,13-35)

Comentario
Hoy comenzamos la proclamación del Evangelio con la expresión: «Aquel mismo día, el domingo» (Lc 24,13). Sí, todavía domingo. Pascua —se ha dicho— es como un gran domingo de cincuenta días. ¡Oh, si supiésemos la importancia que tiene este día en la vida de los cristianos! «Hay motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV (el Pseudo Eusebio de Alejandría), que el ‘día del Señor’ es el ‘señor de los días’ (…). Ésta es, efectivamente, para los cristianos la “fiesta primordial”» (Juan Pablo II). El domingo, para nosotros, es como el seno materno, cuna, celebración, hogar y también aliento misionero. ¡Oh, si entreviéramos la luz y la poesía que lleva! Entonces afirmaríamos como aquellos mártires de los primeros siglos: «No podemos vivir sin el domingo».
Pero, cuando el día del Señor pierde relieve en nuestra existencia, también se eclipsa el “Señor del día”, y nos volvemos tan pragmáticos y “serios” que sólo damos crédito a nuestros proyectos y previsiones, planes y estrategias; entonces, incluso la misma libertad con la que Dios actúa, nos es motivo de escándalo y de alejamiento. Ignorando el estupor nos cerramos a la manifestación más luminosa de la gloria de Dios, y todo se convierte en un atardecer de decepción, preludio de una noche interminable, donde la vida parece condenada a un perenne insomnio.
Sin embargo, el Evangelio proclamado en medio de las asambleas dominicales es siempre anuncio angélico de una claridad dirigida a entendimientos y corazones tardos para creer (cf. Lc 24,25), y por esto es suave, no explosivo, ya que —de otro modo— más que iluminar nos cegaría. Es la Vida del Resucitado que el Espíritu nos comunica con la Palabra y el Pan partido, respetando nuestro caminar hecho de pasos cortos y no siempre bien dirigidos.
Cada domingo recordemos que Jesús «entró a quedarse con ellos» (Lc 24,29), con nosotros. ¿Lo has reconocido hoy, cristiano?
Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“Nuestro tiempo tiene gran necesidad de hombres y mujeres que, como rayos de luz, comuniquen la fascinación del Evangelio y la belleza de la vida nueva en el Espíritu… El compromiso principal de todo creyente debe ser el de tender a la santidad mediante la búsqueda apasionada de Dios y la contemplación amorosa de su rostro”.
San Juan Pablo II

Tema del día:
Acoger la fuerza del Evangelio
Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?

Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”

Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.
José Antonio Pagola

Mensaje de María Reina de la Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de mayo de 2014

¡Queridos hijos! Yo, vuestra Madre, estoy con vosotros para vuestro bien, para vuestras necesidades y para vuestro conocimiento personal. El Padre celestial os ha dado la libertad de decidir por vosotros mismos, y de conocer por vosotros mismos. Yo deseo ayudaros. Deseo ser vuestra Madre, Maestra de la Verdad, para que con la simplicidad de un corazón abierto, conozcáis la inconmensurable pureza y la luz que proviene de ella y que disipa las tinieblas, la luz que trae esperanza. Yo, hijos míos, comprendo vuestros dolores y sufrimientos. ¿Quién mejor que una Madre los podría comprender? ¿Y vosotros, hijos míos? Es pequeño el número de aquellos que me comprenden y que me siguen. Grande es el número de los extraviados, de aquellos que no han conocido aún la verdad en mi Hijo. Por lo tanto, apóstoles míos, orad y actuad. Llevad la luz y no perdáis la esperanza. Yo estoy con vosotros. De manera particular estoy con vuestros pastores: los amo y los protejo con un Corazón materno, porque ellos os conducen al Paraíso que Mi Hijo os ha prometido. ¡Os doy las gracias!”

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Un estímulo todos los días
Mayo 4
Sabemos que los límites, temores, imprevistos, cansancios, dolores o sensaciones negativas son parte de nuestra vida, lo aceptemos o no. A veces logramos liberarnos de algo, solucionamos un problema o una molestia, pero pronto aparece otra cosa que no nos deja vivir del todo felices. Entonces, ¿no será mejor aprender a convivir con esos límites, dejar de mirarlos como enemigos mortales y asumirlos como un aspecto más de la experiencia cotidiana?
Ésa es una gran sabiduría, quizás la más alta sabiduría de los caminantes por esta tierra: encontrar en cada cosa que nos suceda una oportunidad, una invitación, un estímulo, y no tanto un obstáculo o una molestia.
Pídele al Señor e intenta mirar de esa manera todo lo que te sucede hoy. Cuando encuentres una contradicción, una dificultad o un obstáculo, pregúntate: ¿Qué puedo aprender de esto? ¿Adónde quiere llevarme el Señor a través de esta experiencia?
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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