miércoles, 25 de diciembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2233

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2233 ~ Miércoles 25 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” Jn 3, 16
Llegó la Navidad: Y engalanada,
nos anuncia gozosa un “nuevo día”,
paz,  unión amistad, canto, alegría…
tornando de esplendores la alborada.

Nació el Amor de Madre Inmaculada:
atrás quedó la noche triste y fría;
brilla radiante el Sol del mediodía,
con la Luz y Fulgor de su mirada.

Llegó la Navidad: En cada hermano,
vive el Niño Divino renacido,
como en otro Belén, vivo y cercano.

Es el pobre, y el triste y afligido,
que en unión fraternal tiende su mano,
y le ofrezco mi amor comprometido.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Jn 1,1-18

Santoral Católico:
La Natividad de 
Nuestro Señor Jesucristo
Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres. En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa)” (Liber Sacramentorum)

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno “Natalis solis invicti”, esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más larga del año, readquiría nuevo vigor.

Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentida por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Alabanza a Cristo Jesús

En Navidad te ofrezco una breve y hermosa oración de alabanza a Jesús. Glorifica a Jesús por siete motivos que te ligan a él con sentimientos de admiración y gratitud. Es una oración que ensanchará tu corazón y te llenará de alegría y gozo al verte objeto de la ternura de quien dio su vida por ti. San Pablo lo dice con pocas palabras: “Me amó y se entregó por mí”.

Alabado seas Jesús, por tu sonrisa, por el cariño que pones en tu trato con nosotros.
Alabado seas por tu mirada que ilumina y serena, que alegra y acaricia.
Alabado seas por tus palabras que orientan y conducen, que enseñan el verdadero camino.
Alabado seas por tus manos que nos sanan, nos alivian y nos contienen.
Alabado seas por tu presencia constante, porque nunca te vas, porque jamás nos abandonas.
Alabado seas porque eres el viviente, que te levantaste victorioso de la muerte.
Alabado seas porque eres Dios, pero también quisiste ser uno de nosotros. Amén.

Oraciones como ésta anudan una relación muy vivencial y fuerte con el Señor. Son a propósito para cultivar un profundo trato de amistad con quien sabes que te ama de verdad. Que la aproveches para animarte a ese diálogo de amor en que consiste la verdadera oración. “Es cuestión de amar mucho”, dijo santa Teresa de Ávila.
Padre Natalio

Breve ausencia
Aviso que “Pequeñas Semillitas” no se editará desde el 26 al 31 de diciembre, para tomar un breve descanso.  El primer día de enero de 2014, la página estará de regreso y sin interrupciones durante los meses del verano argentino.
Me permito invocar ahora la frase del Papa Francisco: “Recen por mí”
Felipe

Historia de Navidad
En ocasiones pensamos que nuestros problemas son los más grandes del mundo. Algo parecido le sucedió a un muchacho llamado Francisco, hasta que le sucedió un encuentro inesperado con una señora.

Frank, así le llamaban, siempre había sido un buen estudiante y deportista. En sus estudios, era un alumno sobresaliente. Le gustaba el básquetbol y sabía jugarlo. En su casa le llamaban "el atleta de la temporada" y él se sentía feliz. Se había preparado especialmente para jugar la próxima temporada. Incluso había comprado unos tenis (zapatillas) muy suaves y cómodos para jugar.

Tal vez por esa situación tan halagadora le produjo un gran dolor cuando al leer la lista de los seleccionados no se encontró en ella. Lleno de esperanzas buscaba frenéticamente su nombre, pero no estaba. Ese día sintió como si hubiera dejado de existir, como si se hubiese vuelto invisible.

Muy triste salió de los vestidores, tratando de encontrar una explicación a su exclusión del equipo. Caminó durante un buen rato pero nada lo consolaba. Duró varios días de mal humor, no queriendo hablar con nadie y respondiendo mal a sus padres cuando intentaban acercársele. Nada le agradaba.

Pero un día de mucho frío y lluvia, tomó el autobús de costumbre y se sentó cerca del chofer. Una mujer muy adelantada en su embarazo con paso lento subió y se sentó detrás del asiento del chofer.

Entonces el chofer le preguntó en voz alta: "¿Dónde están sus zapatos, señora? Porque afuera habrá sólo diez grados".

Francisco no se había fijado, pero efectivamente la señora iba sólo con unas calcetas medio mojadas. La señora le contestó al chofer: "No puedo darme el lujo de tener zapatos. Subí al autobús sólo para calentarme los pies. Si no le importa viajaré con usted un rato".

El chofer se rascó su cabeza calva y exclamó: "Sólo dígame cómo es que no puede permitirse unos zapatos."

La señora le dijo: "Tengo ocho hijos. Todos tienen zapatos. No quedó dinero para mí. Pero está bien, el Señor cuidará de mí."

En ese momento Frank miró hacia abajo, observó sus nuevos tenis Nike de Básquetbol. Sus pies estaban cálidos y cómodos, igual que siempre. Y entonces miró a la mujer, sus calcetas estaban desgarradas. Pensó que esa persona era "invisible" en otro sentido. Era una señora marginada y olvidada por la sociedad. Él siempre podría darse el lujo de tener zapatos. Ella tal vez nunca.

En un momento se quitó las zapatillas. Pensó que tendría que caminar tres cuadras, pero el frío nunca le había molestado. Cuando el autobús se detuvo en la parada final Frank esperó hasta que todos se hubieran bajado. Entonces recogió sus tenis, se acercó a la mujer y se los entregó diciéndole: "Tenga señora, usted los necesita más que yo".

No esperó a que le diera las gracias, sino que bajó de prisa sin darse cuenta que caía en un charco. No importaba, no sentía el frío. En eso escuchó a la señora que desde la ventana del autobús le decía: "Mira, ¡me quedan perfectos!".

A la vez, el chofer le preguntaba "¿Cómo te llamas muchacho?".
Él respondió, "Frank".
El chofer le dijo: "Muy bien, Frank. En mis veinte años de chofer nunca he visto algo semejante".
La mujer, llorando, le decía al chofer: "Ya ve. Le dije que el Señor cuidaría de mí". Y volviéndose, dijo: "Gracias Frank".
"No hay de qué. No es gran cosa; además es Navidad", respondió Frank, quien se dirigió a su casa con los pies helados pero con el corazón contento y riéndose por haberse preocupado de no jugar con la selección ese año.
Autor: José Martínez Colín

Palabras del Beato Juan Pablo II

“Ante el pesebre donde yace indefenso, que cesen tantas formas de creciente violencia, causa de indecibles sufrimientos; que se apaguen tantos focos de tensión, que corren el riesgo de degenerar en conflictos abiertos; que se consolide la voluntad de buscar soluciones pacíficas, respetuosas de las legítimas aspiraciones de los hombres y de los pueblos”

Beato Juan Pablo II


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:

Pedidos de oración
Oremos al Niño de Belén por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

“Intimidad Divina”

Natividad del Señor

“Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo Señor” (Leccionario). Los profetas entrevieron este día a distancia de siglos y lo describieron con profusión de imágenes: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2). La luz que disipa las tinieblas del pecado, de la esclavitud y de la opresión es el preludio de la venida del Mesías portador de libertad, de alegría y de paz. “Nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo” (ib 6). La profecía sobrepasa inmensamente la perspectiva de un nuevo David enviado por Dios para liberar a su pueblo y se proyecta sobre Belén iluminando el nacimiento no de un rey poderoso, sino del “Dios fuerte” hecho hombre; él es el “Niño” nacido para nosotros, el “Hijo” que nos ha sido dado. Sólo a él competen los títulos de “Maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz” (ib). Pero cuando la profecía se hace historia, brilla una luz infinitamente más grande y el anuncia no viene ya de un mensajero terrestre sino del cielo. Mientras los pastores velaban de noche sobre sus rebaños, “se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvía con su luz… Os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor” (Lc 2, 9-11). El Salvador prometido y esperado desde hacía siglos, está vivo y palpitante entre los hombres… El nuevo pueblo de Dios posee ya en ese niño al Mesías suspirado desde tiempos antiguos; la inmensa esperanza se ha convertido en inmensa realidad.

La liturgia de las dos primeras misas de Navidad celebran sobre todo el nacimiento del Hijo de Dios en el tiempo, mientras que la tercera se eleva a su generación eterna en el seno del Padre. Siendo Dios como el Padre, el Verbo que había existido siempre y que en el principio del tiempo presidió la obra de la creación, al llegar la plenitud de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros”. Misterio inaudito, inefable; y sin embargo no se trata de un mito ni de una figura, sino de una realidad histórica y documentada: “y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. El evangelista Juan levanta un poco el velo del misterio: el Hijo de Dios al encarnarse se ha puesto al nivel del hombre para levantar el hombre a su dignidad: “a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios”. Y no sólo esto, sino que se hizo carne para hacer a Dios accesible al hombre y que éste le conociera.

Los profetas nos habían transmitido la palabra de Dios, pero Jesús es esa misma Palabra, el Verbo de Dios: Palabra encarnada que traduce a Dios en nuestro lenguaje humano revelándonos sobre todo su infinito amor por los hombres. Los profetas habían dicho cosas maravillosas sobre el amor de Dios; pero el Hijo de Dios encarna este amor y lo muestra vivo y palpable en su persona. Ese “niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2, 12), dice a los hombres que dios los ama hasta dar a su Unigénito para la salvación. Este mensaje anunciado un día por los ángeles a los pastores debes ser llevado hoy a todos los hombres, especialmente a los pobres, a los humildes, a los despreciados, a los afligidos, no ya por los ángeles sino por los creyentes. ¿De qué serviría, en efecto, festejar el nacimiento de Jesús si los cristianos no supiesen anunciarlo a los hermanos con su propia vida? Celebra la Navidad de veras quien recibe en sí al Salvador con fe y con amor cada día más intensos, quien lo deja nacer y vivir en su corazón para que pueda manifestarse al mundo a través de la bondad, de la benignidad y de la entrega caritativa de cuantos creemos en él. 

¡Oh dulce Niño de Belén!, haz que yo me acerque con toda el alma a este profundo misterio de la Navidad. Pon en el corazón de los hombres aquella paz que ellos buscan tan ásperamente a veces y que sólo tú puedes dar. Ayúdanos a conocernos mejor y a vivir fraternalmente como hijos de un mismo Padre. Descúbrenos tu belleza, tu santidad y tu pureza. Despierta en nuestro corazón el amor y el agradecimiento por tu infinita bondad. Une a todos los hombres en la caridad. Y danos tu celeste paz. (Juan XXIII, Breviario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

martes, 24 de diciembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2232

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2232 ~ Martes 24 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Jesús es el Hijo de Dios y el universo todo es su creación, presencia y hogar; pero igual decidió hacerse uno más de nosotros naciendo en un pobre pesebre al lado de los animales en vez de un palacio.
Siendo el Ser supremo y perfectísimo, decidió nacer pequeño y limitado en el vientre de María se encarnó por amor a todos los hombres. Ellos invocaban a los dioses paganos, por eso cuando él reveló quién era y porque fue enviado entre la gente, no le creyeron. No se había oído nunca de un Dios que fuese a buscar a los hombres, para recordarnos que habíamos sido hechos por amor y para amar. Podía acabar con sus enemigos, en cambio enseñaba a perdonar incluso a quienes querían matarle.
Era un Dios tan bueno, que no había afligido, pobre o enfermo al cual no se acercara y tratara con suma comprensión. Para todos tenía palabras de amor y consuelo. Estaba tan enamorado de la humanidad que sufrió todos los dolores de la Pasión para lavar nuestros pecados.
De este modo, salvó incluso a aquellos que quisieron crucificarlo. Su Nacimiento y su Resurrección han revolucionado la historia y son la razón de nuestra esperanza a pesar de todos los males que nos toque sufrir.
Y en este sentimiento de gratitud y de amor  libremente seamos atraídos a este Niño que nace y muere pobre para llenarnos de la riqueza verdadera: su Presencia, su Paz y su Perdón. No importan tanto los regalitos, el brindis o la alegría de la familia si estas no se apoyan en Amor que nos enseña la humildad y la misericordia de abajarnos a los demás como nos mostró en Belén el Señor y el Papa Francisco nos quiere inculcar con su ejemplo y palabra.  P. Daniel (Bs. As.)

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
(Lc 1,67-79)

Comentario
Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.
Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.
«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!
Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!
Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Gregorio
Mártir
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Corazón navideño

Navidad se acerca en medio de la aceleración que trae el último mes del año. También hay síntomas de fatiga y agotamiento que exigen unas buenas vacaciones, lejos de las tareas habituales… Navidad, Año Nuevo y días de descanso son la oportunidad que Dios te regala para afrontar 2014 con nuevas energías, nuevas ideas, nueva vida, nueva actividad.

Si tienes tristeza, alégrate, la Navidad es gozo. Si tienes enemigos, reconcíliate, la Navidad es paz. Si tienes amigos, búscalos, la Navidad es encuentro. Si tienes padres a tu lado, ayúdalos,  la Navidad es don. Si tienes soberbia, sepúltala, la Navidad es humildad. Si tienes deudas, págalas, la Navidad es justicia. Si tienes pecados, conviértete, la Navidad es gracia. Si tienes tinieblas, enciende tu lámpara, la Navidad es luz. Si tienes errores, reflexiona, la Navidad es verdad. Si tienes odio, olvídalo, la Navidad es amor.

Ahora, sosiega tu corazón, apacigua tu mente y elévate a una visión eterna de tu tiempo. En medio de la confusión de estos días, afloja las tensiones de tus nervios y músculos con la música del canto de los arroyos que viven en tu memoria. Pide al Señor te inspire a profundizar tus raíces en el suelo de los valores perdurables de la vida. Dios te bendiga.
Padre Natalio

Tema del día:
Navidad… una vez más Señor
Una vez más hemos limpiado la casa. Hemos pulido los metales, hemos abrillantado las maderas.

Una vez más hemos sacudido el polvo, hemos encendido las luces...

Una vez más hemos hecho estrellas de papel plateado, hemos colgado guirnaldas, una vez más está engalanado el árbol de Navidad, una vez más, Señor, tienen nuestra casa ambiente de fiesta navideña.

Una vez más hemos andado con el vértigo del tráfico, de acá para allá buscando regalos y una vez más, Señor, hemos dispuesto la mesa y preparado la cena con esmero... una vez más, Señor...

Y una vez más todo esto pasará y será como fuego de artificio que se pierde en la noche de nuestras vidas, si todo esto ha sido meramente exterior. Si no hemos encendido la luz de Tu amor en nuestro corazón. Si nuestra voluntad no se inclina ante ti y te adora incondicionalmente.

Tu no quieres tibios, ya lo dijiste cuando siendo hombre habitabas entre nosotros, no quieres "medias tintas", a ratos si y a ratos no. Trajiste la paz pero también la guerra. La guerra dentro de nosotros mismos para vencer nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia, nuestra gran pereza para la entrega total.

La Navidad no es solo para esta noche y de esta noche un ratito y tal vez mañana otro poquito. Es mucho más que eso, es todos los días, todos los meses y todos los segundos del año en que tenemos que vivir la autenticidad de nuestro Credo.

Ser auténticos con nuestra Fe no solo es: no robar, no matar, no hacer mal a nadie. Busquemos en nuestro interior y veamos esos pecados de omisión: el no hacer el bien, el no preocuparnos de los que están a nuestro lado, del hermano que nos tiende la mano y hacemos como que no lo vemos, como que no lo oímos... Veamos si en nuestra vida hay desprendimiento y generosidad o vivimos solo para atesorar y cuando nos parece que tenemos las manos llenas, las tenemos vacías ante los ojos de Dios.

Que esta Noche sea Nochebuena de verdad en nuestro corazón. Vamos a limpiar y quitar el polvo del olvido para las buenas obras. Vamos a colgar para siempre la estrella de la humildad donde antes había soberbia, vamos a poner una guirnalda de caridad donde antes había desamor.

Vamos a cambiar nuestra vida interior fría y apática, por una valiente y plena de autenticidad. Vamos a darte, Señor, lo que viniste a buscar en los hombres una noche como esta hace ya muchos años: limpieza de corazón y buena voluntad.

Empezamos esta pequeña reflexión con: Una vez más Señor... pues bien, ya no será una vez más, será: Siempre más, Señor.

Y como es una Noche muy especial, en nuestra primera oración, en nuestra primera conversación contigo te pedimos: por los enfermos, por los que nada tienen y nada esperan, por la paz en el mundo, por los que tiene hambre, por los que tienen el vacío de no ser queridos, por los que ya no están a nuestro lado, por los niños y los jóvenes, por los matrimonios, por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto XVI, por la Iglesia, por los sacerdotes… A todos danos tu  bendición, y para todos los que leen una muy feliz Navidad.

Autor: Ma Esther De Ariño / Fuente: Catholic.net / Imagen: Google.

Palabras del Papa Francisco

“En Navidad, como María, hagamos sitio a Jesús que viene… La Iglesia nos invita a rezar esto ‘¡Ven!’, a abrir nuestra alma y que nuestra alma sea, en estos días, vigilante en la espera. ¡Vigilar!... ¿Qué sucede en nosotros si viene el Señor o si no viene? ¿Hay sitio para el Señor o hay sitio para las fiestas, para hacer compras, hacer ruidos… ¿Nuestra alma está abierta, como está abierta la Santa Madre Iglesia y como estaba abierta la Virgen? ¿O nuestra alma está cerrada y colocamos en la puerta un cartel, muy educado, que dice: ‘Se ruega no molestar’?... Nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”
Papa Francisco

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por dos personas de México que son: María Elena, quien ya entró en trabajo de parto, para que Dios la bendiga y ella y su bebé estén bien. Y seguimos pidiendo por Jorge Luis, que se encuentra internado con problemas neurológicos serios, y por sus familiares ( sobre todo su mamá) para que Dios les dé la fortaleza necesaria para superar este trance.  

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

Dios con nosotros

De todas las obras que Dios ha realizado en el tiempo y fuera de sí, la más grande es la Encarnación redentiva del Verbo, porque tiene por término no una simple criatura, por sublime que sea, sino a Dios mismo, el Verbo eterno, que toma en el tiempo una naturaleza humana; la más grande, porque siendo la suprema manifestación del amor misericordioso de Dios, es, entre todas, la obra que más le glorifica, y le glorifica precisamente en relación con la caridad que es la esencia misma de Dios; la más grande, finalmente, por el bien inmenso que trae a los hombres, pues la salvación, la santificación, la felicidad eterna de todo el género humano dependen por completo de la Encarnación del Verbo, de Jesucristo Verbo encarnado. Jesús, el Verbo encarnado, es la fuente única de nuestra salvación y de nuestra santidad. Sin Cristo el hombre no podría llamar a Dios con el dulce nombre de Padre, ni amarlo como un hijo ama a su padre, ni esperar ser admitido nunca en su intimidad; sin él no habría ni gracia ni visión beatífica de Dios. Sin Jesús quedaría el hombre prisionero dentro de los límites de una vida puramente humana, privado de todo horizonte sobrenatural para el tiempo y para la eternidad.

La Encarnación del Verbo, la obra más grande de Dios, destinada a iluminar y salvar al mundo entero, se lleva a cabo en la oscuridad, en el silencio, en medio de las circunstancias más humildes y más humanas. El edicto del César obliga a María y a José a dejar su casita de Nazaret; y he aquí  que se ponen en camino, a pie, como los más pobres, no obstante la incomodidad de María, que está en trance de ser madre. No se han creído autorizados a retrasar el viaje, no han puesto dificultad alguna, han obedecido con prontitud y sencillez. Quien se lo manda es un hombre, pero en la orden del emperador su profundo espíritu de fe descubre la voluntad de Dios. Nada sucede por pura casualidad: aun el lugar del nacimiento del Salvador ha sido indicado por el profeta: “Y tú, Belén de Efratá, pequeño entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel” (Mq 5, 1).

En Belén no hay albergue para ellos (Lc 2, 7) y tienen que cobijarse en una gruta de las afueras. La miseria de aquel aposento de animales no les inquieta, ni les escandaliza: saben que el Niño que ha de nacer es el Hijo de Dios, pero saben también que las obras de Dios son tan distintas de las de los hombres…! Y si Dios quiere que su obra más grande se realice precisamente allí, en aquella miserable cueva, en la más extrema pobreza, María y José nada tienen que objetar. Hubiera bastado una brizna de espíritu humano para turbarse, para desconcertarse… María y José son profundamente humildes, por eso son dóciles y están llenos de fe en los designios de Dios. Y Dios, conforme a su estilo, se sirve de todo esto que es humilde y despreciable a los ojos del mundo, para llevar a feliz término su obra más grande: la Encarnación del Verbo. En el silencio y en la oscuridad de la noche María dará a luz un Hijo: “el Hijo del Altísimo” (Lc 1, 32).

Jesús, te espero; los malos te rehúsan; afuera sopla un viento glacial… ven a mi corazón, soy pobrecillo, pero te calentaré todo lo que pueda; a lo menos, quiero que te complazcas de los buenos deseos que tengo de hacerte una buena acogida, de amarte, de sacrificarme por ti. Por tu parte, tú eres rico y ves mis necesidades; tú eres llama de caridad y purificas mi corazón de todo lo que no es tu Corazón sacratísimo; eres la santidad increada, y me colmarás de gracias fecundantes de verdadero progreso espiritual. Ven, Jesús, tengo tantas cosas que decirte… ¡tantas penas que confiarte! Tantos deseos, tantas promesas, tantas esperanzas. Deseo adorarte, besar tu frente, oh pequeño Jesús, darme a ti de nuevo, para siempre. Ven, oh Jesús, no tardes más, acepta mi invitación y ven. (Juan XXIII, Diario del alma)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

lunes, 23 de diciembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2231

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2231 ~ Lunes 23 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Los tiempos que corren están marcados por la confianza en la rentabilidad, la eficiencia y la competitividad. Quienes no consiguen desarrollar habilidades suficientes para emplearse y conseguir un salario digno, parecen condenados a la mera sobrevivencia.
El relato del nacimiento de Jesús nos plantea una alternativa: no es la fuerza ni la rivalidad lo que puede transformar la realidad de personas y sociedades, sino la apertura que permite apreciar que en toda persona, independientemente de sus condiciones concretas, está presente una dignidad que hay que afirmar, reconocer y promover.
El nacimiento de Jesús implica el reconocimiento de la humanidad como una realidad única. En la vida de toda persona late un dinamismo espiritual tan lleno de significado que nos urge a salvaguardar y respetar activamente esa presencia sagrada que encierra toda persona.
"La verdad católica"

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.
(Lc 1,57-66)

Comentario
Hoy, en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar entre nosotros».
El nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).
«Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente en nuestros corazones.
La vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».
Busquemos sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos debidamente para las fiestas que se acercan.
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)

Santoral Católico:
San Juan Cancio de Kety
Sacerdote y Maestro
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Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

El barquero y el filósofo

Tu vida, como la de todos, transcurre entre sencillas tareas. Puedes caer en el grave error de juzgarlas sin importancia y hacerlas sin implicarte con entusiasmo y amor. Otro error es desbordar vanidad por la propia profesión y despreciar a los demás. Con razón dijo Madre Teresa de Calcuta: “No es importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe pone en lo que realiza”.

Un filósofo se acercó al barquero y le pidió que lo cruzara al otro lado del ancho río. Una vez en la barca y para hacer alarde de sus conocimientos, el intelectual le preguntó: —¿Has estudiado alguna vez metafísica? —No, respondió el barquero, ni conozco esa palabra. —¡Pues has perdido la mitad de tu vida! Le dijo el filósofo. Después de un rato y cuando estaban en medio del ancho río, empezó a caer un verdadero diluvio y el barquero le preguntó al filósofo altanero: —¿Sabe usted nadar?  —No, le dijo aquel.  —Pues, entonces ha perdido usted toda su vida, ¡nos estamos hundiendo!

Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti. El científico Albert Einstein dijo: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los otros que por nosotros mismos”.
Padre Natalio

Reflexión Navideña

Una de las escenas más tiernas del Evangelio es la de María embarazada, montada en un burrito, y a su lado José, en silencio, golpeando las puertas del pueblito de Belén, buscando un sitio digno para que nazca el Niño. Tierna y dramática. Dios, hecho carne, buscando sitio entre los hombres. Y no lo encuentra. Pensar que un niño, ocupa tan poquito lugar, y para él no lo hubo, sino en una cueva de animales, en suma pobreza.

Esto que imaginamos del relato histórico, también se repite, espiritualmente hoy, en esta Navidad, en mi propio corazón. Adviento es este tiempo en que Dios anda pasando, buscando sitio para nacer, para manifestarse, y esta vez, así como entonces lo buscaba  en la posada y en las casas de Belén, lo  anda buscando en mi propio corazón. Yo tengo que hacerle sitio en mi alma, en mi vida, en este momento de mi historia, sea el mejor o el peor, con mis gracias y mis pecados. ¿Por qué nos resistimos?, ¿por qué esta sordera cada vez que nos tocan la puerta?, ¿por qué este hacernos los zonzos para que pase de largo?

Y es que "hacerle sitio" al Niño, significa que tengo que disponer la "casa", y tirar todo el cachivacherío que le está robando el sitio al Niño. El cachivacherío de mi orgullo, mi soberbia, mi sensualidad, mi pereza, mi falta de caridad, mi apego desmedido a las seguridades o a la angustia por falta de ella, mis frivolidades, mis ansiedades y urgencias que han conseguido que haga ya mucho tiempo que no recemos como debemos, o simplemente no recemos.

Pero tampoco podemos pretender de mi corazón el Pesebre ideal. Ni Dios lo pretende. Lo que pretende es un "lugarcito", es la buena intención, es el anhelo de que su presencia nos cure, es el deseo renovado de ser buenos. Nosotros quitaremos algunas cosas, y el resto lo va a hacer Él.  Si justamente para eso viene, para eso se encarna, para eso anda buscando mi corazón, porque sabe que no podemos con todo, porque sabe que somos débiles y perezosos.

No pide una casa donde todo esté perfectamente en orden y prolijo. Pide un rinconcito para nacer y así ayudarnos con nuestros desórdenes e improlijidades: viene a devolvernos, con su mirada, ese brillo en los ojos que el tiempo opacó, o que nos hemos dejado robar. Viene con sus manitas, a poner calor en las zonas del alma que se nos han entumecido de frío y que necesitan ser abrazadas. Viene a abrir espacios empecinadamente cerrados por nosotros a tantos hermanos nuestros a los que le seguimos diciendo: "sigan adelante, no hay sitio en esta posada", para quedarnos encastillados y estancados en la ciudadela de nuestras mezquinas seguridades.

¡Viene! ¡Está viniendo! Eso significa "Adviento". "estoy a la puerta y llamo -dice el Apocalípsis-. Si me abres, entraré en tu casa y cenaremos juntos".
Padre Angel Rossi s.j.

La frase de hoy

“¿Qué es la Navidad?
Es la ternura del pasado,
el valor del presente
y la esperanza del futuro.
Es el deseo más sincero
de que cada taza se rebose
con bendiciones ricas y eternas,
y de que cada camino nos lleve a la paz.“

Agnes M. Pharo

Hacernos niños

Navidad es fiesta de familia, y es fiesta de niñez. Es como que la fiesta de Navidad gira en torno al Niño Jesús y la familia la celebra en torno a los niños. Ellos la viven con una ilusión misteriosa, con una inocencia intacta que nosotros hemos ido dejando a jirones en los recovecos espinosos de la vida. Con un brillo en los ojos, preñados de sueños lindos, que nosotros nos hemos dejado robar por la "adultez".

Hay que hacerse niño para poder vivir la Navidad, para reencontrar el gusto por lo sencillo, a cobrar la interioridad y los valores del Evangelio, a renacer en la matriz de las bienaventuranzas, a despojarse de las formas de poder, riqueza y suficiencia...

Hay que volver al pesebre a rescatar al "niño" que llevamos en el  corazón y que nuestra "madurez" tiene arrinconado, amordazado, sin permitirle jugar ni cantar. A desempolvar nuestra capacidad de asombro,  que rompa el hielo del aburrimiento atroz que provoca el pretender robarle a Dios su trabajo de ser Señor de toda nuestra vida y de cada uno de nuestros días.

Hay que volver al pesebre a dejarse prometer por Dios cosas lindas, que rompan nuestros escepticismos ya encallecidos. A soñar de nuevo cosas grandes, que dilaten nuestros horizontes mezquinos y rastreros.

Hay que volver al pesebre a descansar los agobios que pesan sobre los hombros y el corazón. A limpiar nuestra mirada enturbiada por nuestra falta de inocencia. A abrir de nuevo las manos, cerradas y tensas de tanto "defender" o juntar bronca.

Hay que volver al pesebre a tocar la debilidad de Dios, y a comprometernos seriamente a cuidar de sus hijos más frágiles y, por lo tanto, más parecidos a Él: los "heridos" de nuestras familias, los enfermos, los solos, los presos, los ancianos, los pobres.

Hay que volver al pesebre, y hacernos niños para poder entrar. El desafío no es permanecer como niños, es "hacernos como niños". No es un estancarse o volver atrás. Es un progreso, es una conquista. Es desembarazarnos de los años que llevamos para dar media vuelta y empezar a recorrer el camino de la infancia, renunciar a tantas complicaciones, a  tantas falsas prudencias, a tanto cristianismo "prefabricado".

Hacernos niños, ir al pesebre, es para nosotros, los "adultos" un camino en subida, penitencial y hermoso, un itinerario de despojo que es el que ofrece este tiempo de Navidad.

Que estos tres desafíos sean las gracias que pidamos humildemente en este tiempo:

• La gracia del silencio, para que la Palabra entre y fecunde nuestro corazón.

• La gracia de hacerle sitio en el corazón, y de quitar todo lo que impide su presencia  en él.

• La gracia, quizás la más difícil pero la más necesaria, de que nuestro corazón se anime de nuevo a ser niño, cueste lo que cueste.

Para todo esto nada mejor que ponernos en maños de María nuestra Madre, pidiéndole que sea Ella quien nos haga entrar de su mano al pesebre, en esta Navidad.-
Padre Ángel Rossi s.j.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el matrimonio B., de Pergamino, Buenos Aires, Argentina, que tienen alrededor de 70 años de edad, y ambos han sido diagnosticados con problemas vinculados con cáncer, por lo que rogamos al Señor que pose su mano sobre ellos para que puedan sobrellevar de la mejor manera esas enfermedades.

Pedimos oración por Juan Rafael P., que hace diez y ocho años partió llamado por el Padre celestial a su presencia, cuando tenía sólo 25 años de edad. Su familia lo recuerda con dolor por la ausencia, pero con júbilo por la certeza de la resurrección y la vida eterna prometidas por Jesús.

Pedimos oración por Ana Laura M. C., de ciudad de México, que recayó de cáncer de mama y trombo de hombro a brazo; y por Jorge Luis L. M., de la misma nacionalidad, que tiene epilepsia y daño cerebral con deterioro del sistema cognitivo. Rogamos a Jesús que atienda las necesidades de estas personas.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

¡Oh renuevo de Jesé!

Las antífonas mayores que se van sucediendo en las últimas ferias del Adviento, no hacen más que invocar bajo diversos aspectos la venida del Salvador, designándolo con los títulos más expresivos sacados de las profecías mesiánicas y poniendo de relieve las varias prerrogativas de su obra salvadora. Dos de estas antífonas “¡Oh renuevo de Jesé!” “¡Oh llave de David!”, reafirman de modo especial la descendencia davídica de Cristo, saludando en él el cumplimiento de las promesas hechas al rey de Israel. Isaías había dicho: “Brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago… el renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte para los pueblos, y le buscarán con ansia las gentes” (11, 1. 10). Y Jeremías: “He aquí que vienen días –oráculo de Yahvé– en que yo suscitaré a David un vástago justo, y reinará como rey prudentemente, y hará derecho y justicia en la tierra” (23, 5). Todo esto se convertirá en historia cuando de la raíz de Jesé, padre de David, nacerá Jesús el Salvador; él será puesto delante de los pueblos como señal y estandarte de salvación. Todas las gentes miran a él con ansia, lo buscan, lo esperan, y lo invocan: “¡Ven a librarnos, no tardes!”.

El mundo lo ha esperado durante millares de años, pero ahora que desde hace dos mil años ha venido, no quiere reconocerlo y aceptarlo como Salvador, como Hijo de Dios, verdadero dios y verdadero hombre. Y sin embargo el mundo tiene necesidad inmensa de él: hoy como ayer y mañana como hoy, Cristo es y será el único signo de salvación en el cual los hombres serán salvados. Las antífonas mayores, como las profecías, ponen de relieve su descendencia de una genealogía humana para subrayar que si él es la “Sabiduría salida de la boca del Altísimo”, el Verbo de Dios, también es el hijo del hombre. Cristo pertenece a la humanidad y al mismo tiempo la corona como vértice: él es “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (GS 10); él se ha hecho hombre para que el hombre encuentre en él a Dios.

Cuando en el nacimiento de Juan Bautista, Zacarías –su padre– recobra la palabra perdida a causa de su incredulidad, prorrumpe en un canto de alabanza al Mesías de quien Juan será el precursor. “Lleno del Espíritu Santo” describe así su misión: “nos visitará el astro que surge de lo alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de la muerte” (Lc 1, 78-79). La liturgia ha tomado estas palabras insertándolas en la cuarta antífona mayor del Adviento: “¡Oh llave de David!…, ven y libra de la cárcel al prisionero que yace en las tinieblas”. Para introducir a los hombres en el reino del Padre, Cristo debe arrancarlos primero de la cárcel del pecado y de las tinieblas de la muerte. Él, luz eterna, esplendor del Padre, quiere iluminar sus mentes y sus corazones para vaciarlos de las tinieblas del mal y librarlos de la esclavitud de Satanás. Prepararse a la Navidad significa abrirse a la luz de Cristo, dejarse iluminar por su palabra, por su Evangelio, desechar las tinieblas y seguirle a él, Luz que viene a visitarnos de lo alto.

Brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que reposará el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yahvé… En aquel día dirás: “Yo te alabo, Yahvé, porque te irritaste contra mí, pero se aplacó tu cólera y me has consolado. Este es el Dios de mi salvación, en él confío y nada temo, porque mi fuerza y mi canto es Yahvé. Él ha sido para mí la salud. Sacaréis con alegría el agua de las fuentes de la salud” (Isaías, 11, 1-2; 12, 1-3)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-