martes, 5 de noviembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2183

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2183 ~ Martes 5 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor, mira mi mente y mi imaginación. Ayúdame a dominarlas para que reine la paz en mi interior. Domínalas tú con tu santísima luz. Calma ese mundo interior alocado y llévate lejos todo pensamiento que provoque angustias o nerviosismo. Armoniza esas imágenes desordenadas que dan vueltas dentro de mí, para que pueda reflexionar serenamente, orar en calma y vivir sin preocupaciones inútiles. Llena mi mente de pensamientos buenos y bellos, para que pueda recuperar la claridad interior y caminar en tu paz. Quiero que seas tú el Señor de mi cabeza y que reines glorioso en mi vida interior. Amén. V. M. Fernández

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.
»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».
(Lc 14,15-24)

Comentario
Hoy, el Señor nos ofrece una imagen de la eternidad representada por un banquete. El banquete significa el lugar donde la familia y los amigos se encuentran juntos, gozando de la compañía, de la conversación y de la amistad en torno a la misma mesa. Esta imagen nos habla de la intimidad con Dios trinidad y del gozo que encontraremos en la estancia del cielo. Todo lo ha hecho para nosotros y nos llama porque «ya está todo preparado» (Lc 14,17). Nos quiere con Él; quiere a todos los hombres y las mujeres del mundo a su lado, a cada uno de nosotros.
Es necesario, sin embargo, que queramos ir. Y a pesar de saber que es donde mejor se está, porque el cielo es nuestra morada eterna, que excede todas las más nobles aspiraciones humanas —«ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (1Cor 2,9) y, por lo tanto, nada le es comparable—; sin embargo, somos capaces de rechazar la invitación divina y perdernos eternamente el mejor ofrecimiento que Dios podía hacernos: participar de su casa, de su mesa, de su intimidad para siempre. ¡Qué gran responsabilidad!
Somos, desdichadamente, capaces de cambiar a Dios por cualquier cosa. Unos, como leemos en el Evangelio de hoy, por un campo; otros, por unos bueyes. ¿Y tú y yo, por qué somos capaces de cambiar a aquél que es nuestro Dios y su invitación? Hay quien por pereza, por dejadez, por comodidad deja de cumplir sus deberes de amor para con Dios: ¿Tan poco vale Dios, que lo sustituimos por cualquier otra cosa? Que nuestra respuesta al ofrecimiento divino sea siempre un sí, lleno de agradecimiento y de admiración.
Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santos Zacarías e Isabel
Padres de Juan el Bautista
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Una vida sencilla

No pocas veces el hombre moderno corre inquieto, agitado por la locura de tener más y más. Ganarás en paz y serenidad de espíritu cuando reduzcas esas necesidades ficticias que nos imponen los que sólo anhelan vender más. Aquí te ofrezco el pensamiento del poeta español José María Pemán sobre este tema, en armoniosos y diáfanos versos.

Vida inquieta, frenesí de la ambición desmedida...
¡Qué mal comprende la vida el que la comprende así!
Vida serena y sencilla yo quiero abrazarme a ti,
que eres la sola semilla que nos da flores aquí.
Conciencia tranquila y sana es el tesoro que quiero:
nada pido y nada espero para el día de mañana.
Ni voy de la gloria en pos, ni torpe ambición me afana;
y al nacer cada mañana tan sólo le pido a Dios:
casa limpia en que albergar, pan tierno para comer,
un libro para leer y un Cristo para rezar;
que el que se esfuerza y agita nada encuentra que le llene
y el que menos necesita tiene más que el que más tiene.

¿No podrías simplificar tu vida, volviéndola más sencilla, para dedicarte a tus aspiraciones profundas? El salmista nos informa que ha llegado a “acallar y moderar sus deseos como un niño en brazos de su madre, ya no pretende grandezas que superan su capacidad, ni fomenta ambiciones desmedidas en su corazón” (salmo 131). El Señor te bendiga e ilumine.
Padre Natalio

Tema del día:
Confesarse es ir a Jesús con corazón sincero
Tener la valentía, delante del confesor, de llamar a los pecados con su propio nombre, sin esconderlos. De este modo, el papa Francisco centró su homilía en el sacramento de la Reconciliación. Confesarse, dijo, es ir al encuentro del amor de Jesús con un corazón sincero y con la transparencia de los niños; y no rechazando, sino más bien acogiendo la "gracia de la vergüenza", que hace percibir el perdón de Dios.

Para muchos creyentes adultos, confesarse frente a un sacerdote es un esfuerzo insostenible -que a menudo conduce a esquivar el Sacramento- o al punto de convertir un momento de verdad en un ejercicio de ficción. San Pablo, en su Carta a los Romanos -dijo el papa- hace exactamente lo contrario: admite públicamente ante la comunidad que “en su carne no mora el bien". Presume de ser un "esclavo" que no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere. Esto sucede en la vida de fe, observa Francisco, cuando “quiero hacer el bien, el mal está junto a mí".

"Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha cotidiana. Y no siempre tenemos el valor de hablar como Pablo habla de esta lucha. Siempre buscamos una forma de justificación: ‘Sí, todos somos pecadores’... y lo decimos así, ¿no? Esto se explica de una manera dramática: es nuestra lucha.

Y si no reconocemos esto, nunca podemos tener el perdón de Dios. Porque si el ser pecador es ser una palabra, una frase, una manera de decir, entonces no necesitamos del perdón de Dios. Pero si se trata de una realidad que nos convierte en esclavos, necesitamos de esta liberación interior del Señor, de esa fuerza. Pero lo más importante aquí es que para encontrar el camino de salida, Pablo confiesa su pecado a la comunidad, su tendencia al pecado, no lo esconde".

La confesión de los pecados con humildad es lo que "la Iglesia nos pide a todos nosotros", recuerda el santo padre, que cita también la invitación de Santiago: "Confiesen sus pecados entre ustedes". Sin embargo, "no para hacer publicidad -dijo, sino- para dar gloria a Dios", y reconocer que es "Él quien me salva". Por eso, continúo, para confesarse se va donde el hermano, "el hermano sacerdote": es para actuar como Pablo. Ante todo -subrayó- con la misma "eficacia":

"Algunas personas dicen: ‘Ah, yo me confieso con Dios'. Eso es fácil, es como confesarse por correo electrónico, ¿no? Dios está ahí lejos, digo las cosas y no hay un ‘cara a cara’, no se da un ‘cuatro ojos’. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros dicen: "No, yo sí voy a confesarme", pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna sustancia. Y eso es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros pecados no es ir a una sesión de psiquiatría, ni tampoco ir a una sala de tortura, sino que es decirle al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que decirlo, sea también concreto. ‘Y yo soy un pecador por esto, por esto y por esto'".

Concretizar, honestidad y también -añade Francesco- una habilidad sincera de avergonzarse de sus propios errores: no hay sendas a la sombra, alternativas al camino que conduce al perdón de Dios para sentir en lo más profundo de mi corazón su perdón y su amor. Y aquí el papa dijo lo de imitar a los niños:

"Los más pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, nunca dice una cosa general. ‘Padre, hice esto e hice aquello a mi tía, a aquel le dije tal palabra’ y dicen la palabra. Pero son concretos, ¿no? Tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros siempre tenemos la tendencia a ocultar la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa hermosa: cuando confesamos nuestros pecados en la presencia de Dios, siempre sentimos la gracia de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: "Yo me avergüenzo". Pensemos en Pedro, después del milagro de Jesús en el lago: 'Señor: aléjate de mí, que soy un pecador’. Tenía vergüenza de su pecado ante la santidad de Jesucristo".
Fuente: Zenit

Palabras del Papa Francisco

"Me pregunto, a mí, y pregunto a ustedes: ¿nos dejamos escribir la vida, nuestra vida, por Dios o queremos escribirla nosotros? Y esto nos habla de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? ‘Sí, ¡yo quiero ser dócil!’. Pero tú, ¿tienes la capacidad de escucharla, de oírla? ¿Tienes la capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día, o son tus ideas las que te mantienen, y no dejas que la sorpresa del Señor te hable?"
Papa Francisco

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Isis A., que vive en El Salvador, y ha desaparecido en la entrada del hospital donde trabaja. Rogamos a Dios que la proteja y pueda volver sana y salva a su hogar donde su esposo e  hija la esperan.

Pedimos oración por Edna, de ciudad de México, que está siendo estudiada por un aneurisma. Que la Virgen de Guadalupe la cubra con su manto de amor y protección.

Pedimos oración por Ramiro, un joven de 18 años, que vive en Vicente López, Buenos Aires, Argentina, que ha sido operado por un tumor de pulmón, el cual según la biopsia es una metástasis de un tumor de testículo que le fue extirpado el año pasado. Hoy comienza la quimioterapia y lo ponemos en las manos sanadoras de Jesús para que le conceda la gracia de la sanación.

Pedimos oración por Estela del Carmen, de Buenos Aires, Argentina, que en 2009 y 2010 fue operada de tumores mamarios con invasión ganglionar. Realizó radioterapia y también quimioterapia, y actualmente está con problemas uterinos por lo que se le hará biopsia. Rogamos a la Santísima Virgen de Lourdes que la proteja e interceda por ella ante Dios para que todo resulte favorable.

Pedimos oración por Javier Ramón, de Monterrey, México, afectado de un esguince cervical que le produce mucho dolor, rogando a Jesús que lo sane.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

 “Intimidad Divina”

Como el buen Pastor

Repetidas veces el Vaticano II presenta la caridad del buen Pastor como norma y modelo de la caridad apostólica (LG 41; PO 13). Para ser cristianos y, más aún, para ser apóstoles, no basta un amor fundado en la simpatía humana; hace falta la caridad teologal, que parte de Dios para volver los hombres a Dios; y esta caridad no ha de ser teórica, sino concreta, vivida, basada en la experiencia del amor que Dios tiene a los hombres. Sólo así es posible amar al estilo de Cristo. El amor de Cristo a los hombres está perfectamente centrado en el Padre y procede de la caridad del Padre, que nadie como él conoce y posee. Y a la vez es amor perfectamente humano. Ama, pues, con amor divino, pero también con verdadero “corazón de hombre” (GS 22), tomando todas las formas y delicadezas del amor humano, para hacerse comprender de las criaturas. Cristo se adapta a todos y es de todos; pobres, enfermos, pecadores, doctores de la ley, niños y gente sencilla pueden acercársele y reclamar su tiempo y sus cuidados.

San Pablo sacó su ardiente caridad apostólica de la asidua penetración y contemplación del misterio de Cristo, siempre presente en su espíritu, por el que intuyó “cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundad, y… el amor de Cristo que excede todo conocimiento” (Ef 3, 18-19). Esto le hizo capaz de prodigarse por la salvación de los hermanos con un amor semejante al del Salvador. “El corazón de Pablo es el corazón de Cristo”, ha dicho el Crisóstomo… San Pablo no hace valer su autoridad de apóstol, sino su amor, con una actividad no sólo paterna, sino hasta materna. Y cuando se ve en la necesidad de amonestar o reprender, lo hace con firmeza, pero sabe usar modales llenos de afecto: “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros”, escribe a los Gálatas que se están desviando del recto camino (4, 19).

Con ternura y solicitud de madre, se gasta el apóstol por sus hijos espirituales: los engendra a Cristo en medio de tribulaciones y fatigas apostólicas y no deja de asistirlos nunca con toda premura. Lo hace a gusto, hasta con alegría, porque sabe que lo que para él es sacrificio, para ellos es vida. Este es el estilo que asegura la eficacia del apostolado. Todos los métodos e invenciones de la ciencia humana fallan si no van acompañados de una caridad generosa, por la que el apóstol no sólo sea pródigo de ayudas y de obras, sino se prodigue a sí mismo con un amor que sea reflejo vivo de la caridad de Cristo. Y es justamente “la caridad del buen Pastor” la que mueva a los apóstoles y particularmente a los sacerdotes “a dar su vida por sus ovejas…, a ejemplo de los sacerdotes que, aun en nuestros días, no han rehusado dar su vida” (PO 13).

Tú, oh Cristo, has querido al sacerdote como reconciliador e intercesor; para eso ha sido consagrado: para orar por el mundo a fin de unirlo a Dios, ofrecer el sacrificio de la reconciliación, ofrecerse a sí mismo contigo como víctima y perdonar a los pecadores en tu nombre. ¡Hasta qué punto no deberá estar revestido de tu caridad! Tú quieres que el corazón de tu sacerdote sea un corazón devorado, abrasado, sediento, doliente, atormentado, triturado, víctima; un corazón magnánimo, tierno, que se compadece… Experimento una verdadera tortura: ¡Oh Amor, tú no eres amado! ¡Habría tanto que hacer! Quisiera estar doquiera, gritar al mundo tu amor, ser sobre todo yo mismo imagen tuya… oh Señor, tú no me impedirás conquistar para ti a mis hermanos. (P. Lyonnet, Escritos espirituales).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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