lunes, 7 de octubre de 2013

Pequeñas Semillitas 2168

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2168 ~ Lunes 7 de Octubre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Cuando se viven crisis sociales tan profundas como la que ahora sufrimos, la gente descubre con pena que sus ingresos disminuyen, sus rutinas y costumbres se alteran porque el temor a ser agredido provoca que todo mundo tome precauciones para no ser víctima de algún delito.
Más allá de las pérdidas humanas irreparables y de los desfalcos económicos, hay otra merma menos visible, pero igualmente decisiva. La gente pierde la esperanza, el ánimo para emprender proyectos o simplemente realizar un viaje de descanso. Las crisis sociales traen unidas crisis de fe y de confianza.
En estas circunstancias adquiere su pleno sentido el exhorto del Señor Jesús sobre la fe: cuando se dispone del don inapreciable de la fe se sobrepone uno a la adversidad y el fracaso.
Testigos vivientes que no se han dejado arrebatar la esperanza y que luchan para exigir condiciones de justicia y bienestar para todos, son de todos conocidos. Por su medio el Señor nos sigue mostrando que la fe sigue activando procesos de cambio personal y de renovación social.
"La verdad católica"

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
(Lc 10,25-37)

Comentario
Hoy, el mensaje evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha amado primero, nos lleva a la unión con Él. La beata Teresa de Calcuta dice: «Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. ¿Y cómo podemos conseguirla? A través de la oración». Estando en unión con Dios empezamos a experimentar que todo es posible con Él, incluso el amar al prójimo.
Alguien decía que el cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo. El Papa Benedicto subraya que el programa del cristiano —el programa del buen samaritano, el programa de Jesús— es «un corazón que ve». ¡Ver y parar! En la parábola, dos personas ven al necesitado, pero no paran. Por esto Cristo reprochaba a los fariseos diciendo: «Tenéis ojos y no veis» (Mc 8,18). Al contrario, el samaritano ve y para, tiene compasión y así salva la vida al necesitado y a sí mismo.
Cuando el famoso arquitecto catalán Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía, algunas personas que estaban de paso no pararon para ayudar a aquel anciano herido. No llevaba documento alguno y por su aspecto parecía un mendigo. Seguramente que si la gente hubiese sabido quién era aquel prójimo, hubiese hecho cola para auxiliarlo.
Cuando practicamos el bien, pensamos que lo hacemos por el prójimo, pero realmente también lo hacemos por Cristo: «Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mi lo hicisteis» (Mt 25,40). Y mi prójimo, dice Benedicto XVI, es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Si cada uno, al ver al prójimo en necesidad, se detuviera y se compadeciera de él una vez al día o a la semana, la crisis disminuiría y el mundo devendría mejor. «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas» (San Gregorio de Nisa).
Rev. P. Ivan LEVYTSKYY CSsR (Lviv, Ucrania)

Santoral Católico:
Nuestra Señora del Rosario
Advocación Mariana
Memoria de la santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquélla que estuvo especialmente unida a la encarnación, pasión y resurrección del Hijo de Dios.

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

Virgen del Rosario del Milagro
Patrona de Córdoba (Argentina)
Información amplia 

¡Buenos días!

Alegría y paz

La Virgen de la Paz desea que goces de esa serenidad que ofrecía su Hijo: “les doy mi paz, pero no como la da el mundo” (Juan 14, 27). Es una paz que nada puede turbar ni el más terrible vendaval. “La serenidad —escribió Kempis— no es estar a salvo de la tormenta, sino encontrar la paz en medio de ella”. El mensaje de hoy invita a abandonarte en las manos de Dios. Ése es el camino.

“¡Queridos hijos! Los invito a un abandono total a Dios. Los invito al gran regocijo y a la paz que sólo Dios da. Yo estoy con ustedes e intercedo cada día por ustedes ante Dios. Queridos hijitos, los invito a escucharme y a vivir los mensajes que yo les doy desde hace ya varios años. Todos ustedes están llamados a la santidad, pero ustedes todavía están lejos de ella. Yo les doy mi bendición. Gracias por haber respondido a mi llamado!

El camino de abandono total en Dios, tiene un nombre, es el camino de la santidad, porque requiere confianza y amor total a Dios, en quien hemos puesto nuestra esperanza. María Santísima intercede para que te decidas sin miedo, “como un niño en los brazos de su madre” (Salmo 131). Te deseo de corazón un día de mucha paz.
Padre Natalio

La frase de hoy

"Que María nos ayude a acoger en nosotros la gracia que procede de los misterios del Rosario para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas negativas, abriéndola a la novedad de Dios"
Benedicto XVI

Tema del día:
La Madre que más nos ama
Si María es Nuestra Madre, bien está que consideremos cuánto nos ama. El amor hacia los hijos es un amor necesario; por eso –como reflexiona Santo Tomás- Dios ha puesto en la divina ley, a los hijos, el precepto de amar a los padres; mas, por el contrario, no hay precepto expreso de que los padres amen a sus hijos, porque el amor hacia ellos está impreso en la naturaleza con tal fuerza que las mismas fieras, como dice San Ambrosio, no pueden dejar de amar a sus crías.

Y así, cuentan los naturalistas, que los tigres, al oír los gritos de sus cachorros, presos por los cazadores, hasta se arrojan al agua en persecución de los barcos que los llevan cautivos. Pues si hasta los tigres, parece decirnos nuestra Amadísima Madre María, no pueden olvidarse de sus cachorros, ¿cómo podré olvidarme de amaros, hijos míos? “¿Acaso puede olvidarse la mujer de su niño sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti” (Is 49, 15).

Si por un imposible una madre se olvidara de su hijo, es imposible, nos dice María, que yo pueda olvidarme de un hijo mío. María es Nuestra Madre, no ya según la carne, como queda dicho, sino por el amor. “Yo soy la Madre del amor hermoso” (Pr 24, 24). El amor que nos tiene es el que la ha hecho Madre Nuestra, y por eso se gloría, dice un autor, en ser Madre de Amor, porque habiéndonos tomado a todos por hijos es todo amor para con nosotros.

¿Quién podrá explicar el amor que nos tiene a nosotros miserables pecadores? Dice Arnoldo de Chartes que ella, al morir Jesucristo, deseaba con inmenso ardor morir junto al Hijo por nuestro amor. Y así, cuando el Hijo –dice San Ambrosio- colgaba moribundo en la Cruz, María hubiera querido ofrecerse a los verdugos para dar la vida por nosotros.

Los Santos, porque así amaban a Dios, se lanzaron a hacer cosas heroicas por sus prójimos. Pero ¿quién ha amado a Dios más que María? Ella lo amó desde el primer instante de su existencia más de lo que lo han amado todos los Ángeles y Santos juntos en el curso de su existencia.

Reveló la Virgen a Sor María del Crucificado que era tal el fuego de amor que ardía en su corazón hacia Dios, que podría abrasar en un instante todo el universo si lo pudieran sentir. Que en su comparación eran como suave brisa los ardores de los Serafines. Por tanto, como no hay entre los espíritus bienaventurados quien ame a Dios más que María, así no puede haber, después de Dios, quien nos ame más que esta amorosísima Madre. Y si se pudiera unir el amor que todas las madres tienen a sus hijos, todos los esposos a sus esposas y todos los Ángeles y Santos a sus devotos, no alcanzaría el amor que María tiene a una sola alma. Dice el P. Nierembergh que el amor que todas las madres tienen por sus hijos es pura sombra en comparación con el amor que María tiene por cada uno de nosotros. Más nos ama Ella sola –añade- que lo que nos aman todos los Ángeles y Santos.
Fuente: Catolicidad.

 Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

“Intimidad Divina”

La Virgen del Rosario

La fiesta de hoy fue instituida cuatro siglos ha en recuerdo y acción de gracias por las grandes victorias que obtuvieron los cristianos mediante el Rosario de María. Tiempo hacía que en diversos ambientes se había introducido el uso de recitar cada día un número determinado de Avemarías, separando cada decena con un Padre Nuestro. Poco a poco se le añadió la consideración de los misterios principales de la vida de Jesús y fue dividido en tres partes de cinco misterios cada una (posteriormente Juan Pablo II agregó cinco misterios más, llamados “Luminosos”). Así estructurado, el Rosario es una meditación evangélica hecha en unión con María, imitando su actitud frente a cuanto veía y oía de su Hijo: “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19).

Este es el itinerario que el Rosario ayuda a recorrer junto con María para penetrar las inefables grandezas de los misterios de Cristo. ¿Quién mejor que la Virgen los comprendió y vivió? ¿Quién mejor que ella puede revelarnos su inteligencia? El cristiano que reza el Rosario poniéndose en contacto espiritual con María para acompañarla en las diferentes etapas de su vida, podrá intuir algo de los sentimientos de su corazón ante los grandes misterios de que ella fue testigo y muchas veces protagonista. De este modo el Rosario se transforma en un cuarto de hora de meditación y aun de contemplación bajo la guía de la Virgen. Las Avemarías repetidas de continuo quieren expresar la actitud del alma que se eleva a la Virgen para ser asida por ella e introducida en la comprensión de los misterios divinos. Que esta gracia sea el fruto de la fiesta de hoy.

¡Oh Virgen querida!, aunque tuviese yo la mente de un espíritu celestial, no llegaría nunca a comprender cómo sería el abrazo perfecto con que el Padre celestial te estrechó y unió a sí… ¿Qué mente no se sentirá perdida contemplando las divinas complacencias de que fuiste objeto, oh María, cuando te estrechaste tan cerca a Dios por medio de ese Hijo tuyo y suyo, que se convirtió en lazo irrompible de santa alianza? ¡Intercede por mí, y por todos, oh Virgen bienaventurada,  tú que tienes en las manos la llave de las beneficencias divinas! Es Jesús esa llave bendita, que abre el seno fecundo del Padre celestial: su sangre inocente hace llover sobre nosotros todos los tesoros de las gracias celestiales. Y ¡quién tendrá derecho sobre esa sangre de bendición más que tú, que se la diste tornándola de la tuya? Su carne es tuya, su sangre es tuya, oh María, y me parece que esta sangre preciosa goza brotando a borbotones sobre ti en la cruz, sabiendo que fuiste tú el manantial primero de donde manó. (J. B. Bossuet, La Dolorosa)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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