jueves, 22 de agosto de 2013

Pequeñas Semillitas 2122

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2122 ~ Jueves 22 de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de Reyes y Señor de Señores. Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es Él quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles.
Pío XII en 1954, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al coronar a la Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión el Papa también promulgó el documento principal del Magisterio acerca de la dignidad y realeza de María, la Encíclica Ad coeli Reginam (Oct 11, 1954).
Oremos: Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».
(Mt 22,1-14)

Comentario
Hoy, la parábola evangélica nos habla del banquete del Reino. Es una figura recurrente en la predicación de Jesús. Se trata de esa fiesta de bodas que sucederá al final de los tiempos y que será la unión de Jesús con su Iglesia. Ella es la esposa de Cristo que camina en el mundo, pero que se unirá finalmente a su Amado para siempre. Dios Padre ha preparado esa fiesta y quiere que todos los hombres asistan a ella. Por eso dice a todos los hombres: «Venid a la boda» (Mt 22,4).
La parábola, sin embargo, tiene un desarrollo trágico, pues muchos, «sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio...» (Mt 22,5). Por eso, la misericordia de Dios va dirigiéndose a personas cada vez más lejanas. Es como un novio que va a casarse e invita a sus familiares y amigos, pero éstos no quieren ir; llama después a conocidos y compañeros de trabajo y a vecinos, pero ponen excusas; finalmente se dirige a cualquier persona que encuentra, porque tiene preparado un banquete y quiere que haya invitados a la mesa. Algo semejante ocurre con Dios.
Pero, también, los distintos personajes que aparecen en la parábola pueden ser imagen de los estados de nuestra alma. Por la gracia bautismal somos amigos de Dios y coherederos con Cristo: tenemos un lugar reservado en el banquete. Si olvidamos nuestra condición de hijos, Dios pasa a tratarnos como conocidos y sigue invitándonos. Si dejamos morir en nosotros la gracia, nos convertimos en gente del camino, transeúntes sin oficio ni beneficio en las cosas del Reino. Pero Dios sigue llamando.
La llamada llega en cualquier momento. Es por invitación. Nadie tiene derecho. Es Dios quien se fija en nosotros y nos dice: «¡Venid a la boda!». Y la invitación hay que acogerla con palabras y hechos. Por eso aquel invitado mal vestido es expulsado: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?» (Mt 22,12).
Rev. D. David AMADO i Fernández (Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santa María Reina
El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.

La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.

María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.

María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.

María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.

La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Salmo del amanecer

Te ofrezco en esta mañana una hermosa oración para no fallar en la fe puesta en Dios que va siempre a tu lado. Esta oración está en total sintonía con la Biblia, donde encontrarás centenares de veces la expresión “Dios está contigo”, o sus variantes, especialmente en los salmos.

Dejado ya el descanso de la noche, despierto en la alegría de tu amor,
concédeme tu luz que me ilumine, como ilumina el sol.
No sé lo que será del nuevo día que entre luces y sombras viviré,
pero sé que si Tú vienes conmigo, no fallará mi fe.
Tal vez me esperen horas de desierto amargas y sedientas, mas yo sé
que si vienes conmigo de camino, jamás yo tendré sed.
Concédeme vivir esta jornada en paz con mis hermanos y mi Dios,
al sentarnos los dos para la cena, párteme el pan, Señor.

¿Bellísima oración, verdad? Puedes copiarla y tenerla a mano, para orar con ella a Dios que “te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal” (Salmo 121). Que la convicción de que “la bondad y el amor del Señor te acompañan a lo largo de tu vida” (Salmo 23) arraigue en tu corazón.
Padre Natalio

Palabras del Beato Juan Pablo II

"Al Reino del Hijo está plenamente unido el Reino de su Madre.. su Reino y el de ella, no son de este mundo. Pero están enraizados en la historia humana, en la historia de toda la raza humana, por el hecho de que el Hijo de Dios, de la misma sustancia que el Padre, se hizo hombre por el poder del ES en el vientre de María. Y ese reino es definitivamente enraizado en la historia humana a través de la Cruz, al pie de la cual estaba la Madre de Dios como corredentora. Y es en ese evento de la Cruz y Maria al pie de su hijo, que el Reino se funda y permanece. Todas la comunidades humanas experimentan el reino maternal de María, que les trae más de cerca el reino de Cristo."
Beato Juan Pablo II

Tema del día:
Construye tu vida sembrando amor
A lo largo de la historia hemos conocido grandes hombres, hombres que han dejado una huella imborrable, y que su presencia ha marcado la vida de muchas personas; me viene a la mente el Papa Juan Pablo II, ¡Quién no recuerda sus palabras, sus gestos, sus miradas! Todo nos reporta la presencia de Dios en su vida y cómo todo lo hizo con amor.

Tenemos la figura única e irrepetible de Cristo, que como nos dice el Evangelio "pasó haciendo el bien" (Hch 10, 38), "Él es el Camino la Verdad y la Vida" (Jn 14,6), una vida dedicada a los demás, buscando el bien humano y trascendente de cada hombre, ¡Cuántos hombres que conociendo el mensaje de Jesús, se han dedicado a sembrar con amor el bien!, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola S.I., la Madre Teresa de Calcuta. Hoy nos toca a ti y a mí, por eso te dejo este mensaje, para que lo reflexiones.

La vida es un jardín; lo que siembres en ella, eso te devolverá, así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las flores más bellas.

Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada, es una simiente; cada una tiene en sí el poder vital y germinativo.

A menudo sembrarás llorando, pero… ¿Quién sabe si tu simiente no necesita del riego de tus lágrimas para que germine?

Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces se hagan más profundas para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir. Y cuando tus hojas caigan, no te lamentes; serán tu propio abono, reverdecerás y tendrás flores nuevas.

¿Rompió el alba y ha nacido el día? ¡Salúdalo y Siembra!

¿Llegó la hora cuando el sol te azota? ¡Abre tu mano y arroja la semilla!

¿Ya te envuelven las sombras porque el sol se oculta?  ¡Eleva tu plegaria y Siembra! Y cuando llegue el atardecer de tu vida, enfrentarás la muerte con los brazos cargados y una sonrisa de satisfacción.

Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada es una simiente. Procura siempre: "Una Siembra de Amor". Al final de la vida, cuando nos pidan cuentas, nos pedirán cuentas del amor, de lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net | Imagen: Google

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Susana Alicia P., de Ezeiza, Buenos Aires, Argentina, quien está padeciendo de quistes hidatídicos y necesita operarse de vesícula lo antes posible, pero las complicaciones del quiste estarían frenando la decisión de operarla, para que el Señor, en su infinita bondad, permita que los estudios que le están haciendo faciliten una pronta resolución de su problema.

Pedimos oración por Leonel, de Chiapas, México que está buscando un mejor trabajo, rogando a Dios que se lo conceda.

Pedimos oración por Andrés R., de Guatemala, para que el Señor ilumine a los médicos y puedan conocer el diagnóstico de la enfermedad que lo aqueja y darle el tratamiento adecuado.

Pedimos oración por dos personas de Costa Rica: Catalino A., por razones de salud; y Mafer S., por razones económicas.

Pedimos oración por Diana Patricia E. G., de Colombia, afectada por problemas de columna, rogando al Señor Jesús que la alivie en sus dolores.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

La caridad todo lo soporta

“Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Gl 6, 2). Todo hombre tiene una carga que llevar: flaquezas físicas o morales, deberes, responsabilidades, fatigas, sufrimientos que pesan sobre sus hombros; y cada cual siente la necesidad de una mano amiga que lo ayude a sostener el fardo. La “ley de Cristo”, que es la ley del amor fraterno, exige este auxilio mutuo por el que el cristiano tiene siempre el corazón abierto a los demás, pronto a olvidarse de sí para ofrecer a los hermanos un poco de ayuda y consuelo. “Alegraos con los que se alegran –dice San Pablo–, llorad con los que lloran” (Rm 12, 15). La caridad lleva a hacerse “todo con todos” (1 Cr 9, 22) para acomodarse no sólo a las necesidades de los hermanos, sino también a la mentalidad, al carácter, a los gustos y a la personalidad de cada uno. Amar al prójimo por Dios, reconociendo en el hombre la imagen, la criatura y el hijo del Padre celestial, no significa desencarnar la caridad, reduciéndola a una forma de amor frío y estereotipado que abarca a toda la masa sin tener en cuenta a los individuos.

La caridad “todo lo soporta” (1 Cr 13, 7). Los defectos, las debilidades, las carencias, el temperamento más o menos feliz o simpático de cada uno pueden ser, sobre todo en la convivencia, una verdadera carga mutua que hay que ingeniarse en llevar con amor. Dada la limitación de todo hombre, es imposible convivir sin ser una carga de otros, aun de modo totalmente involuntario. Es condición a la que nadie puede escapar y que se ha de resolver soportándose “unos a otros por amor” (Ef. 4, 2), reconociendo humildemente que si cada uno tiene algo que sufrir, es, al mismo tiempo, causa de sufrimiento a los demás. El fuerte enojará al débil, el activo al indolente, el animoso al tímido y al revés. Por otra parte, el que tiene mayores recursos está más obligado a frenarse, a compadecerse y a acomodarse… Como Cristo se acomodó al hombre hasta hacerse hombre, así el cristiano se esfuerza en acomodarse a los otros, renunciando a sí mismo.

En los últimos meses de su vida, Santa Teresa dl Niño Jesús escribía: “Ahora es cuando comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades”. Si al principio se hace esto con impaciencia y a viva fuerza, poco a poco la caridad enseñará a soportarlo con benevolencia y comprensión, como una madre soporta benévolamente las travesuras de su hijo. La caridad enseña a inclinar de grado los hombros para tomar sobre sí el peso de los defectos ajenos, no esquivando siquiera a las personas importunas. “Al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5, 41-42). El Evangelio inculca una renuncia generosa a las exigencias propias y aun a los propios derechos para secundar al prójimo con una caridad llena de entrega.

Señor, ¡cuán lejos estoy de la verdadera y humilde caridad!... Tú me enseñas que no es mucho conversar con los buenos y mansos, que esto a todos agrada naturalmente, y cada uno de grado tiene paz y ama a los que concuerdan con él. Mas vivir en paz con los duros, perversos, mal condicionados y con quien nos contradice, gran virtud y gracia es, varonil y muy loable. Si todos fuesen perfectos, ¿qué habría que sufrir por Dios? Mas así lo ordenó Dios, para que aprendamos a llevar las cargas unos de otros. Porque no hay ninguno sin defecto, ninguno sin carga, ninguno es suficiente para sí, ninguno es cumplidamente sabio para sí; y por tanto conviene llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos. (Imitación e Cristo)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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