PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2004 ~ Domingo
14 de Abril de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
En el epílogo del evangelio de Juan se recoge un relato
del encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos a orillas del lago
Galilea. Cuando se redacta, los cristianos están viviendo momentos difíciles de
prueba y persecución: algunos reniegan de su fe. Se acerca la noche y los
discípulos salen a pescar. No están los Doce. El grupo se ha roto al ser
crucificado su Maestro. Están de nuevo con las barcas y las redes que habían
dejado para seguir a Jesús. Todo ha terminado. De nuevo están solos.
La pesca resulta un fracaso completo. Vuelven con las
redes vacías. ¿No es ésta la experiencia de no pocas comunidades cristianas que
ven cómo se debilitan sus fuerzas y su capacidad evangelizadora? Con
frecuencia, nuestros esfuerzos en medio de una sociedad indiferente apenas
obtienen resultados. También nosotros constatamos que nuestras redes están
vacías. Es fácil la tentación del desaliento y la desesperanza. ¿Cómo sostener
y reavivar nuestra fe?
¿No es éste uno de los efectos más perniciosos de la
crisis religiosa que estamos sufriendo? Preocupados por sobrevivir, constatando
cada vez más nuestra debilidad, no nos resulta fácil reconocer entre nosotros
la presencia de Jesús resucitado, que nos habla desde el Evangelio y nos
alimenta en la celebración de la cena eucarística.
En el relato del Evangelio, es el discípulo más querido
por Jesús el primero que lo reconoce: "¡Es el Señor!". No están
solos. Todo puede empezar de nuevo. Todo puede ser diferente. Con humildad pero
con fe, Pedro reconocerá su pecado y confesará su amor sincero a Jesús:
"Señor, tú sabes que te quiero". Los demás discípulos no pueden
sentir otra cosa.
En nuestros grupos y comunidades cristianas necesitamos
testigos de Jesús. Creyentes que, con su vida y su palabra nos ayuden a
descubrir en estos momentos la presencia viva de Jesús en medio de nuestra
experiencia de fracaso y fragilidad. Los cristianos saldremos de esta crisis
acrecentando nuestra confianza en Jesús. Hoy no somos capaces de sospechar su
fuerza para sacarnos del desaliento y la desesperanza.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se apareció Jesús otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice:
«Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y
subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis
pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la
abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro:
«Es el Señor». Al oír Simón Pedro que era el Señor se puso el vestido —pues
estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca,
arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos
doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un
pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis
de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes:
ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les
dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle:
«¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan
y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se
manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú
sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle
por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú
sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por
tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que
le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad,
en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde
querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y
te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que
iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
(Jn 21,1-19)
Comentario
Hoy, tercer Domingo de Pascua, contemplamos todavía las
apariciones del Resucitado, este año según el evangelista Juan, en el
impresionante capítulo veintiuno, todo él impregnado de referencias
sacramentales, muy vivas para la comunidad cristiana de la primera generación,
aquella que recogió el testimonio evangélico de los mismos Apóstoles.
Éstos, después de los acontecimientos pascuales, parece
que retornan a su ocupación habitual, como habiendo olvidado que el Maestro los
había convertido en “pescadores de hombres”. Un error que el evangelista
reconoce, constatando que —a pesar de haberse esforzado— «no pescaron nada» (Jn
21,3). Era la noche de los discípulos. Sin embargo, al amanecer, la presencia
conocida del Señor le da la vuelta a toda la escena. Simón Pedro, que antes
había tomado la iniciativa en la pesca infructuosa, ahora recoge la red llena:
ciento cincuenta y tres peces es el resultado, número que es la suma de los
valores numéricos de Simón (76) y de ikhthys (=pescado, 77). ¡Significativo!
Así, cuando bajo la mirada del Señor glorificado y con su
autoridad, los Apóstoles, con la primacía de Pedro —manifestada en la triple
profesión de amor al Señor— ejercen su misión evangelizadora, se produce el
milagro: “pescan hombres”. Los peces, una vez pescados, mueren cuando se los
saca de su medio. Así mismo, los seres humanos también mueren si nadie los
rescata de la oscuridad y de la asfixia, de una existencia alejada de Dios y
envuelta de absurdidad, llevándolos a la luz, al aire y al calor de la vida. De
la vida de Cristo, que él mismo alimenta desde la playa de su gloria, figura
espléndida de la vida sacramental de la Iglesia y, primordialmente, de la
Eucaristía. En ella el Señor da personalmente el pan y, con él, se da a sí
mismo, como indica la presencia del pez, que para la primera comunidad
cristiana era un símbolo de Cristo y, por tanto, del cristiano.
Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Liduvina
Virgen
Es la patrona de los enfermos crónicos. En Schiedam, en
Gueldres, Paises Bajos, santa Liduvina o Liduina, virgen, que, por la
conversión de los pecadores y la liberación de las almas, soportó durante toda
la vida enfermedades del cuerpo, confiada sólo en Dios. († 1433)
Para obtener más detalles sobre su biografía, hacer clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Con la bendición de Dios
En este mensaje
como también en otros anteriores, la Reina de la Paz nos dice que éste es un
tiempo de gracia. Su presencia es un tiempo especial de bendición. La Madre
desea que lo aprovechemos para que los días y los años no pasen en vano. Son en
verdad un signo de la misericordia de Dios que permite esta cercanía de la Madre
de Jesús, para despertarnos.
“¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia
los invito a la oración. Hijitos, trabajan mucho pero sin la bendición de Dios.
Bendigan y busquen la sabiduría del Espíritu Santo para que los guíe en este
tiempo, a fin de que comprendan y vivan en la gracia de este tiempo.
Conviértanse, hijitos, y arrodíllense en el silencio del propio corazón. Pongan
a Dios en el centro de su ser, para que puedan testimoniar con alegría las
bellezas que Dios les da continuamente en su vida. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamado! ”
La Virgen nos
dice que trabajamos mucho, pero en esos trabajos no hay bendición de Dios, si
falta la sal que da el sabor al pan y al alimento. Tal como el pan sin sal es
desabrido e insulso, así nuestro trabajo es vacío sin la bendición que Dios da
a aquellos que la piden. Adquiere el hábito de llenar de luz, fuerza y paz tus
tareas diarias con la bendición del Señor.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“El camino de la victoria
pasa por el perdón y la reconciliación;
un camino que lleva
a la luz resplandeciente de la Pascua,
después del sacrificio del Calvario”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Apacienta mis ovejas
Parece que este capítulo 21 de san Juan es un añadido
posterior, hecho por el mismo autor, aunque algunos dicen pertenecer a algún
discípulo. El hecho es que con el capítulo 20 termina propiamente el evangelio
diciendo que muchas más cosas podría decir sobre los hechos y dichos de Jesús.
Una de esas cosas es este capítulo 21 en que cuenta cómo Jesús se aparece a
unos pocos apóstoles y en que lo más importante es la designación clara de
Jesús para que Pedro fuera el responsable principal de la Iglesia. Es posible
que, al morir san Pedro y quedar como único superviviente de los apóstoles san
Juan, algunos creyeran que éste sería el principal responsable en la Iglesia.
El evangelista acentúa la designación de Pedro por parte de Jesús, y por lo
tanto se legitimaba la responsabilidad en el sucesor de Pedro.
Eran siete los apóstoles que se ponen a trabajar aquella
noche ante la insinuación de Pedro. Pero no pescan nada. Por la mañana, a lo
lejos, aparece una persona a quien no reconocen y que les pregunta por la
pesca. Ante la negativa les sugiere echar la red a la derecha y ellos obedecen.
La pesca milagrosa es casi como un premio a esa confianza en el desconocido.
San Juan es quien primero se da cuenta que “es el Señor”. Esto sí nos hace
reflexionar en algo importante que sucede en la Iglesia. No es el mayor quien
tiene más autoridad o quien tiene más ciencia, sino quien tiene más amor. A
veces pueden coincidir, otras no. De hecho los que aman mucho a Dios tienen un
sentido especial para discernir las cosas espirituales y discernir también los
acontecimientos materiales a la luz de Dios. En grado sublime se debe a la
actuación de los dones del Espíritu Santo. Podríamos constatarlo en la historia
de la Iglesia.
Aquella pesca milagrosa se parece a la otra pesca en que
Jesús llamó a Pedro y otros compañeros para ser “pescadores de hombres”.
Entonces parecía todo como más natural en su entorno; ahora está todo como
envuelto en un manto de misterio: es el ambiente de la Resurrección. En ese
mismo lugar Jesús va a dar a San Pedro esa misión de reafirmar en la fe a sus
hermanos. Podría haberle rechazado después de las tres negaciones; pero Jesús
es fiel a lo prometido, ve el arrepentimiento y confía en su discípulo que
tiene lo principal, que es el amor.
Para ello le hace un examen sobre el amor. Por tres veces
le va a preguntar si le ama. Hay una diferencia entre el “amar”, según lo
pregunta Jesús, y el “querer” con lo que responde san Pedro. En nuestra lengua
no hay prácticamente diferencia. En el original (el griego) el “amar” de Jesús,
que lo usa dos veces, tiene un sentido religioso de fidelidad en el servicio.
San Pedro es humilde y le responde con el “querer”, que es el término de
amistad. Jesús le sigue la corriente y a la tercera vez le dice el mismo
término de “querer”, a lo que san Pedro con humildad, recordando las tres negaciones,
ni se atreve a responder directamente, sino que lo deja al conocimiento del
Señor.
Jesús entonces le confiere la gran dignidad o
responsabilidad de velar por toda la Iglesia por medio del símbolo del pastor y
las ovejas. Era algo muy propio de los orientales realizar las grandes acciones
por medio de símbolos. Jesús le confiere la responsabilidad sobre las ovejas y
los corderos, entendiendo por ello como los fieles y los que tienen una misión
de dirigir una parcela de la Iglesia. En todo ello hay una gran dosis de amor.
Jesús en ese momento, de una manera sublime, al mismo tiempo está perdonando y
nos está diciendo a nosotros, que quizá nos hemos apartado de Dios por los
pecados, que si uno se arrepiente, no sólo recibe la gracia fundamental, sino
que recibe todas las gracias y dones espirituales que tenía antes.
Hay un dato curioso: Dice el evangelio que los apóstoles
como que querían preguntarle a Jesús: ¿Quién eres? Pero no se lo preguntaban
porque sabían que era El. En la vida espiritual sabemos que vamos guiados por
Cristo. No le vemos; pero cuanto más espíritu tengamos, más cierto sabemos que
Él está con nosotros.
P. Silverio Velasco (España)
Poesía
Tú sabes que te quiero
Señor, tú sabes que siempre te quise,
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero, porque siempre confías
en las posibilidades que tengo de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.
F.Ulibarri
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente
no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Agradecemos a Dios Misericordioso y a la Santísima Virgen
de Lourdes, por el éxito de la operación de nuestra amiga española Marina R., que se está recuperando
favorablemente. No hay dudas que Marina es una andaluza bendecida por Jesús.
Desde Argentina, Ketty agradece a las personas que
rezaron por su hija Carolina, que,
gracias a Dios, ya se encuentra muy mejorada.
Escribe Ana para agradecer a Dios y a los lectores de
esta página que rezaron por el matrimonio de su hija Isabel y Damién, que han
sido aprobados para la adopción de un bebé.
Martha expresa su agradecimiento a Dios y también a las
personas que hace un par de días rezaron por una nueva operación de Claudia, mexicana que vive en Florida
(USA), que resultó tan exitosa que ya está de regreso en su casa.
Nos escribe nuestra lectora y amiga Flor, desde Canadá, y dice: "Agradezco infinitamente al Señor
de la Divina Misericordia por la sanación de una fístula compleja que desarrollé
después de dar a luz. Lo más hermoso es que la sanación del cuerpo resulta
secundario cuando uno se percata de lo mucho que ha recibido de manera
espiritual. Gracias, Gracias Señor!! Gracias mil a la comunidad de Pequeñas
Semillitas por sus oraciones pero sobre todo por su amor. Los amo en Xto. Jesus”
Desde Argentina llega un agradecimiento a Dios por María Victoria, de 25 años, residente
en la ciudad de La Plata, a la que le hicieron cesárea por rotura de bolsa y
tanto ella como su bebé de seis meses de gestación, se encuentran bien.
“Intimidad Divina”
Domingo 3 de
Pascua
La Liturgia de este domingo nos ofrece un triple
testimonio de la Resurrección: la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades,
la declaración de Pedro y de los Apóstoles ante el sanedrín; la visión
profética del Cordero por San Juan en el Apocalipsis. La aparición de Jesús en
el lago va acompañada por hechos singulares: la pesca milagrosa de ciento
cincuenta y tres grandes peces, la comida preparada por el Resucitado sobre la
playa, la entrega del primado a Pedro. Impulsado por su amor a Jesús, Pedro ha
sido el primero en seguirle y terminada la comida, el Señor lo examina
precisamente sobre el amor… “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn
21, 17). Sobre esta base de humildad y de absoluto abandono de sí mismo, Pedro
es constituido Cabeza de la Iglesia. Y
para que sepa que no se trata de un honor sino de un servicio semejante al que
Jesús ha hecho a los hombres inmolándose por su salvación, Jesús le dice:
“Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; cuando envejezcas,
extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” (ib.
18).
Los Hechos (1ª lectura) nos muestran a Pedro en su puesto
de jefe de los apóstoles mientras son arrastrados al sanedrín por haber
predicado el nombre de Jesús. Después de haber protestado que “es preciso
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hc 5, 29), Pedro vuelve a repetir con
franqueza el anuncio de la Resurrección: “El Dios de nuestros padres resucitó a
Jesús, a quien vosotros habéis dado muerte suspendiéndolo de un madero” (ib.
30). Acaba de salir con los otros de la prisión, sabe que le pueden suceder
cosas peores, pero no teme porque ha colocado ya toda su confianza en el
Resucitado y ha comprendido que deben seguirle en las tribulaciones… Este es el
testimonio que Jesús espera de cada uno de los cristianos, libre de respetos
humanos y libre también del miedo a los riesgos y peligros. La fe intrépida de
los creyentes convence al mundo más que cualquier otra apología.
Al testimonio de la Iglesia militante, siempre imperfecto
a causa de la debilidad humana, se une el de la Iglesia triunfante (2ª lectura)
que canta a grandes voces la gloria de Cristo resucitado: “Digno es el Cordero,
que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la
fortaleza, el honor, la gloria y la bendición” (Ap 5, 12). Himno de
reconocimiento y de amor de parte de todas las criaturas hacia Aquel que
salvando al hombre ha redimido a todo el universo. Escena maravillosa de la
Liturgia celestial, cuyo motivo repita en la tierra la liturgia eucarística:
“¡Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre!” El cristiano está
llamado a unirse a los elegidos en la alabanza y en la adoración del Señor
glorioso, no sólo con la lengua y el gesto, sino sobre todo con la vida y las
obras.
¡Oh Señor!, en pago
de tantos cuidados como me prodigas, no sabes más que preguntarme con ansia:
hijo mío, ¿me amas? Señor, Señor, ¿qué te puedo responder yo? Mira mis
lágrimas, escucha mi corazón… ¿Qué puedo decirte, sino: “Domine, tu scis quia
amo te”? Que yo te ame con el amor de
Pedro, con el entusiasmo de Pablo y de tus mártires; que a la caridad sepa unir
la humildad, el bajo sentir de mí mismo, el desprecio de las cosas del mundo, y
luego haz de mí lo que quieras: un apóstol, un mártir. Delante de ti, ¡oh Jesús
mío!, que te humillas y te sometes como manso cordero a la persecución, a los
malos tratos, a las traiciones, a la muerte, mi alma se llena de la más
profunda confusión; no puedo hablar, y hasta mi amor propio rebaja sus
pretensiones: “Oh Jesús dulcísimo, consuelo del alma en camino, delante de ti
queda mi boca sin voz, y te habla únicamente mi silencio”. Después de tantas
gracias como me has concedido a través de mi larga vida, ya no hay cosa que yo
no ose desear por ti. Me has abierto el camino, ¡oh Jesús!, y “yo te seguiré a
dondequiera que vayas”, al sacrificio, a las mortificaciones, a la muerte (año
1961). (Juan XXIII, El diario del alma).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.