martes, 5 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1972



AVISO DE BREVE AUSENCIA

Informo a los lectores de “Pequeñas Semillitas” que esta página no se editará por unos pocos días, para permitir un breve descanso al autor de la misma que este verano no ha tomado vacaciones y se hace necesario reparar energías. Seguiré en estos días con mis ocupaciones habituales, sólo descansaré de las muchas horas diarias de computadora.

Si Dios lo permite estaré regresando al tiempo en que el Cónclave esté eligiendo el nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, lo cual podría suceder dentro de los próximos diez o quince días.

Que el Señor nos bendiga y nos proteja.

Felipe




PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1972 ~ Martes 5 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Dice el Señor: “Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará”
Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi interior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
(Mt 18,21-35)

Comentario
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os medirá».
Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)



Santoral Católico:
San Juan José de la Cruz
Presbítero Franciscano


Detalles sobre su biografía

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Para confiar más en Dios

Confiar en Dios, es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas resultan incomprensibles.

Señor, quiero creer en tus promesas, quisiera confiar más en tu poder y en tu amor para que toda mi vida esté realmente en tus manos. Regálame, Señor, el don de la confianza. Así todo lo que me suceda será para mi bien y para el bien de los demás. Tómame en tus brazos y no permitas que me llene de temores inútiles. Quiero conocer la alegría de la libertad espiritual, el gozo de darte a ti el control de mi existencia. Pero también quiero elevar mis ojos hacia ti y dejar en
tus brazos todos mis seres queridos. Protégelos, Señor, te los confío, te los entrego para que todo lo que les suceda tenga un buen fin. Dales también la fuerza de tu amor para que conozcan la verdadera alegría. Amén. (Víctor M. Fernández).

“Descarguen en el Señor todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo estoy. Yo te amo”, te asegura Dios.

Padre Natalio


La frase de hoy

"La felicidad humana generalmente
no se logra con grandes golpes de suerte
que pueden ocurrir pocas veces,
sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días"

Benjamín Franklin


Tema del día:
Una buena oración 
de sanación para Cuaresma


Ayer me dijo una persona: "No se me ocurre ninguna buena idea para mi sacrificio de Cuaresma. ¿Me sugiere algo que usted crea que le agrade a Jesucristo?"

A los sacrificios de Cuaresma se les da con frecuencia un enfoque negativo: cosas a las que hay que renunciar. Personalmente prefiero el enfoque positivo: vencer el mal con el bien (Rm 12,21), hacer el bien.

Abstinencia, ayuno, abnegación, renuncia, son palabras que se ponen de moda en Cuaresma. Renunciar a cosas agradables es difícil, supone sacrificio. También supone sacrificio ser generoso, salir de sí mismo y pensar en el bien del otro antes que en el propio.

Cuando Jesucristo tenía la cruz delante dijo que él daba su vida voluntariamente: "Nadie me la quita, yo la doy por mí mismo." (Jn 10,18a) Fue un acto de generosidad. El sacrificio de Jesucristo fue poner amor y poner el mayor amor posible.

Si aún no encuentras qué sacrificio de Cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea: Orar por tus enemigos y por aquellas personas que te han hecho sufrir o te resultan pesadas. "La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos", nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 2647.

¿Y por qué lo propongo como sacrificio de Cuaresma? Porque cambiar la herida en compasión y purificar la memoria transformando la ofensa en intercesión (cfr. Catecismo 2843) es un camino de conversión.

Es también oración de sanación, porque una oración así sana las heridas del corazón, purifica el rencor, prepara al perdón, ensancha el corazón.

"Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2,4), hasta rogar por los que le hacen mal". (Catecismo 2635)

Lo más difícil de este sacrificio es hacer la oración con un corazón que ha conocido la conversión. Cuando hagamos oración por las personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo poniendo buenos sentimientos. No es un: "Te suplico, Señor, que esta persona se muera cuanto antes, pues no la soporto", sino de verdad poner amor, como Jesús: "El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hb 5,7-9).

¿A quién se le ocurre orar por los enemigos, por las personas insoportables, por quienes no nos perdonan, por aquellos que nos han herido, por quienes nos ofenden y hacen daño, por los seres queridos que nos hacen sufrir? A un buen cristiano.

Poner amor como un acto generoso y gratuito es un modo de construir la civilización del amor. La civilización del amor también se construye orando por aquellos a quienes hemos hecho sufrir y por quienes nos han hecho sufrir. Como dice la canción: Si amo la flor, amo también sus espinas. Sólo el amor nos hace grandes, sólo el amor hace ver que es precisamente lo que duele lo que hace al hombre amable entre los seres.

Te propongo que al terminar de leer este artículo pienses en alguien que te cueste tratar, o en alguna persona que te haya hecho daño, o en alguien que se dedique a ofenderte, y que reces por él. Y puedes rezar también por aquellos que sienten lo mismo respecto a ti. Hacerlo todos los días de Cuaresma sería lo mejor.

Autor: P. Evaristo Sada
Fuente: la-oracion.com


Cuaresma día por día:
Día 21º. Martes Tercero


Confesiones descuidadas.

Cuentan que un obrero había encontrado un billete de mil dólares; no le llamó mucho la atención porque en América los billetes son iguales aunque tengan más valor y aquel papelito no le impresionó demasiado. Se lo guardó en un bolsillo, varios días más tarde, al pasar por un Banco, entró a preguntar cuánto valía.

Casi se desmaya cuando se lo dijeron, pues la suma equivalía a tres meses de su jornal...

No es raro encontrarse con gente que no sabe lo que tiene; puede ser un cuadro de un pintor famoso, un objeto antiguo, unas monedas raras, unos sellos valiosísimos... Cuando nos enteramos, solemos sentir una especie de envidia. No se nos ocurre pensar que nosotros también tenemos un tesoro que quizá no apreciamos: El Sacramento de la Penitencia. Tal vez al recibirlo frecuentemente y sepamos que no sólo sirve para perdonar los pecados graves, sino también los leves; que aumenta la gracia santificante y nos proporciona una gracia especial para rechazar las tentaciones... Sin embargo, a lo mejor nos parece que no nos aprovecha demasiado, que no nos hace mejores; que nos acusamos una y otra vez de los mismos pecados, inútilmente... Si eso pensamos, lo más probable es que nuestras confesiones no sean buenas. La Penitencia es un sacramento que Jesús pagó con su vida. Debemos cuidar todo lo que tiene que ver con la confesión.

¿Hago bien el examen? ¿Pido perdón con dolor? ¿Digo los pecados en concreto y también los veniales? ¿Hago propósito de no volver a cometerlos? ¿Cumplo la penitencia?

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

P. José Pedro Manglano Castellary


Adopte un Cardenal

Hay una simpática iniciativa que circula en internet, que me parece una buena oportunidad para que oremos por los Cardenales que van a participar en los próximos días en el Cónclave que elegirá al nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.  Se trata de “adoptar” espiritualmente a un Cardenal para rezar por él  y rogar al Espíritu Santo que lo ilumine en la elección.
Para participar de esta linda iniciativa debes entrar en el siguiente link:


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud de Eduardo M., que vive en Mar del Plata, Argentina, que será intervenido quirúrgicamente del corazón, cambio de válvula y tres bypass. Fecha de cirugía 21/3/2012, y aunque todavía falta mucho, le ofrecemos desde ya nuestras oraciones para que el Señor permita que todo salga bien.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


 “Intimidad Divina”

Humildes y confiados

Durante la Cuaresma, la Iglesia hace propia la oración de Azarías, que con tanta humildad reconoce las culpas de su pueblo y con otra tanta confianza implora el perdón y la misericordia de Dios. También el pueblo cristiano tiene necesidad de reconocer sus faltas, de confesar que ciertos extravíos del mundo moderno se deben a sus infidelidades,  a la incoherencia de su vida con los principios del Evangelio. Es necesario humillarse, tanto individualmente como colectivamente, aceptar con humildad y con espíritu de expiación las consecuencias de las propias culpas, pero al mismo tiempo volverse a Dios con confianza, implorando para sí y para todos la gracia del perdón y de la conversión. Estas son las disposiciones que Dios quiere para sus hijos después del pecado: humildad, propósito de conversión, confianza en su misericordia. La humildad abre el corazón a la confianza. Precisamente porque el hombre experimenta en sí no poder contar con sus propias fuerzas, se refugia en Dios con plena confianza, seguro de hallar en él la ayuda necesaria para levantarse del pecado y poner en práctica sus buenos propósitos. En realidad, Dios, mientras resiste a los soberbios, “enseña su camino a los humildes” (Sal 25, 9).

“La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego…, la dilata y hace hábil para servir más a Dios”… La falta de confianza y la turbación disminuyen la capacidad de amar, y ésta es, precisamente, la finalidad que persigue el demonio; apartar al hombre del camino del amor. Tienta de este modo especialmente a los que no accederían nunca a caer en tentaciones abiertas de pecado. En este caso hay que reaccionar, recordando que, como enseña Santa Teresa del Niño Jesús, “lo que ofende a Jesús, lo que hiere su corazón, es la falta de confianza”. La desconfianza en la misericordia de Dios, aunque sea después de graves caídas, no es nunca un índice de verdadera humildad, sino antes bien de engañoso orgullo y de tentación diabólica. Si Judas hubiera sido humilde, en lugar de desesperarse, habría sabido, como Pedro, pedir perdón y llorar sus pecados. La humildad es la virtud que sitúa al hombre en su verdadero puesto, y éste, frente a Dios, es un puesto de hijo débil y miserable, sí, pero confiado.

Cuando una criatura, después de tantos propósitos, vuele a caer en las mismas faltas, o después de tantos intentos no consigue todavía vencer ciertos defectos, antes que indignarse consigo misma, debe humillarse. Pero la humildad debe revelarse también en las relaciones con el prójimo, y especialmente en la prontitud del perdón. El hombre orgulloso toma buena nota de cualquier mínima ofensa que se le hace, exige su reparación, y cuando perdona lo hace con un gesto de condescendencia. El humilde, por el contrario, no hace gran caso de los agravios recibidos, perdona antes aún de que se lo pidan, y sabiéndose él mismo necesitado de misericordia, no la escatima con el hermano, no cuenta las veces que le haya perdonado. Se hace en él verdad la palabra del Señor: “Si vosotros perdonáis a los demás sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial” (Mt 6, 14).

Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia… Sí, ¡oh Señor!, somos los más pequeños de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros pecados… Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde… que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro: no nos dejes defraudados; trátanos según tu clemencia, y tu abundante misericordia. (Daniel 3, 34-42).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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