AVISO DE BREVE AUSENCIA
Informo a los lectores
de “Pequeñas Semillitas” que esta página no se editará por unos pocos días, para
permitir un breve descanso al autor de la misma que este verano no ha tomado
vacaciones y se hace necesario reparar energías. Seguiré en estos días
con mis ocupaciones habituales, sólo descansaré de las muchas horas diarias de
computadora.
Si Dios lo permite
estaré regresando al tiempo en que el Cónclave esté eligiendo el nuevo Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica, lo cual podría suceder dentro de los próximos
diez o quince días.
Que el Señor nos
bendiga y nos proteja.
Felipe
PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1972 ~ Martes
5 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Dice el Señor: “Si
cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará”
Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre
dispuesto a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y
perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi interior y que no me
permiten perdonar. Libérame Señor.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo:
«Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?
¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que
quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue
presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar,
ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía,
y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía:
‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de
aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus
compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía:
‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten
paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó
en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido,
se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su
señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti
toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte
de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su
señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto
mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno
a vuestro hermano».
(Mt 18,21-35)
Comentario
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión
sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de
Dios y el nuestro a la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su
magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas
que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que
siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien
mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la
parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios,
«le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose
a escuchar su súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o
mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos
de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La
parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en
libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el acento en el
estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su
deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó
enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le
decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...»
(Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros
conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona
sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la parábola,
con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella
otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os
medirá».
Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
Santoral Católico:
San Juan José de la Cruz
Presbítero Franciscano
Detalles sobre su biografía
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Para confiar más en Dios
Confiar en Dios,
es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle
disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él
“como un niño en brazos de su madre” (salmo 131). Y confiar sobre todo en las
pruebas, cuando las cosas resultan incomprensibles.
Señor, quiero creer en tus promesas, quisiera
confiar más en tu poder y en tu amor para que toda mi vida esté realmente en
tus manos. Regálame, Señor, el don de la confianza. Así todo lo que me suceda
será para mi bien y para el bien de los demás. Tómame en tus brazos y no
permitas que me llene de temores inútiles. Quiero conocer la alegría de la
libertad espiritual, el gozo de darte a ti el control de mi existencia. Pero
también quiero elevar mis ojos hacia ti y dejar en
tus brazos todos mis seres queridos.
Protégelos, Señor, te los confío, te los entrego para que todo lo que les
suceda tenga un buen fin. Dales también la fuerza de tu amor para que conozcan
la verdadera alegría. Amén. (Víctor M. Fernández).
“Descarguen en el
Señor todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas
la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a
fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas
mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo
estoy. Yo te amo”, te asegura Dios.
Padre Natalio
La frase de hoy
"La felicidad humana generalmente
no se logra con grandes golpes de suerte
que pueden ocurrir pocas veces,
sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días"
Benjamín Franklin
Tema del día:
Una buena oración
de sanación
para Cuaresma
Ayer me dijo una persona: "No se me ocurre ninguna
buena idea para mi sacrificio de Cuaresma. ¿Me sugiere algo que usted crea que
le agrade a Jesucristo?"
A los sacrificios de Cuaresma se les da con frecuencia un
enfoque negativo: cosas a las que hay que renunciar. Personalmente prefiero el
enfoque positivo: vencer el mal con el bien (Rm 12,21), hacer el bien.
Abstinencia, ayuno, abnegación, renuncia, son palabras
que se ponen de moda en Cuaresma. Renunciar a cosas agradables es difícil,
supone sacrificio. También supone sacrificio ser generoso, salir de sí mismo y
pensar en el bien del otro antes que en el propio.
Cuando Jesucristo tenía la cruz delante dijo que él daba
su vida voluntariamente: "Nadie me la quita, yo la doy por mí mismo."
(Jn 10,18a) Fue un acto de generosidad. El sacrificio de Jesucristo fue poner
amor y poner el mayor amor posible.
Si aún no encuentras qué sacrificio de Cuaresma puedes
ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea: Orar por tus enemigos y
por aquellas personas que te han hecho sufrir o te resultan pesadas. "La
oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce
fronteras y se extiende hasta los enemigos", nos dice el Catecismo de la
Iglesia Católica en el n. 2647.
¿Y por qué lo propongo como sacrificio de Cuaresma?
Porque cambiar la herida en compasión y purificar la memoria transformando la
ofensa en intercesión (cfr. Catecismo 2843) es un camino de conversión.
Es también oración de sanación, porque una oración así
sana las heridas del corazón, purifica el rencor, prepara al perdón, ensancha
el corazón.
"Interceder, pedir en favor de otro, es, desde
Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el
tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la
expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca
"no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2,4), hasta rogar
por los que le hacen mal". (Catecismo 2635)
Lo más difícil de este sacrificio es hacer la oración con
un corazón que ha conocido la conversión. Cuando hagamos oración por las
personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo
poniendo buenos sentimientos. No es un: "Te suplico, Señor, que esta
persona se muera cuanto antes, pues no la soporto", sino de verdad poner
amor, como Jesús: "El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida
mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle
de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo
que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió
en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hb 5,7-9).
¿A quién se le ocurre orar por los enemigos, por las
personas insoportables, por quienes no nos perdonan, por aquellos que nos han
herido, por quienes nos ofenden y hacen daño, por los seres queridos que nos
hacen sufrir? A un buen cristiano.
Poner amor como un acto generoso y gratuito es un modo de
construir la civilización del amor. La civilización del amor también se
construye orando por aquellos a quienes hemos hecho sufrir y por quienes nos
han hecho sufrir. Como dice la canción: Si amo la flor, amo también sus
espinas. Sólo el amor nos hace grandes, sólo el amor hace ver que es
precisamente lo que duele lo que hace al hombre amable entre los seres.
Te propongo que al terminar de leer este artículo pienses
en alguien que te cueste tratar, o en alguna persona que te haya hecho daño, o
en alguien que se dedique a ofenderte, y que reces por él. Y puedes rezar
también por aquellos que sienten lo mismo respecto a ti. Hacerlo todos los días
de Cuaresma sería lo mejor.
Autor: P. Evaristo Sada
Fuente: la-oracion.com
Cuaresma día por día:
Día 21º. Martes Tercero
Confesiones
descuidadas.
Cuentan que un obrero había encontrado un billete de mil
dólares; no le llamó mucho la atención porque en América los billetes son
iguales aunque tengan más valor y aquel papelito no le impresionó demasiado. Se
lo guardó en un bolsillo, varios días más tarde, al pasar por un Banco, entró a
preguntar cuánto valía.
Casi se desmaya cuando se lo dijeron, pues la suma
equivalía a tres meses de su jornal...
No es raro encontrarse con gente que no sabe lo que
tiene; puede ser un cuadro de un pintor famoso, un objeto antiguo, unas monedas
raras, unos sellos valiosísimos... Cuando nos enteramos, solemos sentir una
especie de envidia. No se nos ocurre pensar que nosotros también tenemos un
tesoro que quizá no apreciamos: El Sacramento de la Penitencia. Tal vez al
recibirlo frecuentemente y sepamos que no sólo sirve para perdonar los pecados
graves, sino también los leves; que aumenta la gracia santificante y nos
proporciona una gracia especial para rechazar las tentaciones... Sin embargo, a
lo mejor nos parece que no nos aprovecha demasiado, que no nos hace mejores;
que nos acusamos una y otra vez de los mismos pecados, inútilmente... Si eso
pensamos, lo más probable es que nuestras confesiones no sean buenas. La
Penitencia es un sacramento que Jesús pagó con su vida. Debemos cuidar todo lo
que tiene que ver con la confesión.
¿Hago bien el examen? ¿Pido perdón con dolor? ¿Digo los
pecados en concreto y también los veniales? ¿Hago propósito de no volver a
cometerlos? ¿Cumplo la penitencia?
Continúa hablándole a Dios con tus palabras.
P. José Pedro Manglano Castellary
Adopte un Cardenal
Hay una simpática iniciativa que circula en internet, que
me parece una buena oportunidad para que oremos por los Cardenales que van a
participar en los próximos días en el Cónclave que elegirá al nuevo Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica. Se
trata de “adoptar” espiritualmente a un Cardenal para rezar por él y rogar al Espíritu Santo que lo ilumine en
la elección.
Para participar de esta linda iniciativa debes entrar en
el siguiente link:
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la
fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud de Eduardo M., que vive en
Mar del Plata, Argentina, que será intervenido quirúrgicamente del corazón,
cambio de válvula y tres bypass. Fecha de cirugía 21/3/2012, y aunque todavía
falta mucho, le ofrecemos desde ya nuestras oraciones para que el Señor permita
que todo salga bien.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Humildes y
confiados
Durante la Cuaresma, la Iglesia hace propia la oración de
Azarías, que con tanta humildad reconoce las culpas de su pueblo y con otra
tanta confianza implora el perdón y la misericordia de Dios. También el pueblo
cristiano tiene necesidad de reconocer sus faltas, de confesar que ciertos
extravíos del mundo moderno se deben a sus infidelidades, a la incoherencia de su vida con los
principios del Evangelio. Es necesario humillarse, tanto individualmente como
colectivamente, aceptar con humildad y con espíritu de expiación las
consecuencias de las propias culpas, pero al mismo tiempo volverse a Dios con
confianza, implorando para sí y para todos la gracia del perdón y de la
conversión. Estas son las disposiciones que Dios quiere para sus hijos después
del pecado: humildad, propósito de conversión, confianza en su misericordia. La
humildad abre el corazón a la confianza. Precisamente porque el hombre
experimenta en sí no poder contar con sus propias fuerzas, se refugia en Dios
con plena confianza, seguro de hallar en él la ayuda necesaria para levantarse
del pecado y poner en práctica sus buenos propósitos. En realidad, Dios,
mientras resiste a los soberbios, “enseña su camino a los humildes” (Sal 25,
9).
“La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el
alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego…, la dilata y
hace hábil para servir más a Dios”… La falta de confianza y la turbación
disminuyen la capacidad de amar, y ésta es, precisamente, la finalidad que persigue
el demonio; apartar al hombre del camino del amor. Tienta de este modo
especialmente a los que no accederían nunca a caer en tentaciones abiertas de
pecado. En este caso hay que reaccionar, recordando que, como enseña Santa
Teresa del Niño Jesús, “lo que ofende a Jesús, lo que hiere su corazón, es la
falta de confianza”. La desconfianza en la misericordia de Dios, aunque sea
después de graves caídas, no es nunca un índice de verdadera humildad, sino
antes bien de engañoso orgullo y de tentación diabólica. Si Judas hubiera sido
humilde, en lugar de desesperarse, habría sabido, como Pedro, pedir perdón y
llorar sus pecados. La humildad es la virtud que sitúa al hombre en su
verdadero puesto, y éste, frente a Dios, es un puesto de hijo débil y miserable,
sí, pero confiado.
Cuando una criatura, después de tantos propósitos, vuele
a caer en las mismas faltas, o después de tantos intentos no consigue todavía
vencer ciertos defectos, antes que indignarse consigo misma, debe humillarse.
Pero la humildad debe revelarse también en las relaciones con el prójimo, y
especialmente en la prontitud del perdón. El hombre orgulloso toma buena nota
de cualquier mínima ofensa que se le hace, exige su reparación, y cuando
perdona lo hace con un gesto de condescendencia. El humilde, por el contrario,
no hace gran caso de los agravios recibidos, perdona antes aún de que se lo
pidan, y sabiéndose él mismo necesitado de misericordia, no la escatima con el
hermano, no cuenta las veces que le haya perdonado. Se hace en él verdad la
palabra del Señor: “Si vosotros perdonáis a los demás sus faltas, también os
perdonará a vosotros vuestro Padre celestial” (Mt 6, 14).
Por el honor de tu
nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de
nosotros tu misericordia… Sí, ¡oh Señor!, somos los más pequeños de todos los
pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros
pecados… Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde…
que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia: porque
los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro: no nos dejes defraudados; trátanos según tu
clemencia, y tu abundante misericordia. (Daniel 3, 34-42).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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