PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1944 ~ Martes
5 de Febrero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El domingo pasado, la segunda lectura nos hizo disfrutar una
de las más hermosas cartas de San Pablo (a los cristianos de Corinto), en la
que el tema central es el amor.
Para seguir con esa temática, quiero abrir esta edición
de nuestro boletín con un pensamiento de Enrique Mariscal, psicólogo, filósofo
y pedagogo, que dice:
“El amor es capaz de encontrar un rostro entre una
multitud, un paso inconfundible en una larga caravana, el calor de una mano
entre muchas palmas tibias, una lágrima entre una catarata, una mirada entre
cientos de ventanas… Detecta con seguridad un suspiro, un silencio, un canto,
una risa, un grito en la dispersión del ruido expansivo. El amor llama a la
unidad, no a la división. Es grande, hospitalario, generoso, benefactor,
radiante, pleno en sí mismo, bello. Instala al ser humano en su mejor condición
en el cosmos. El amor es lúdico, le gusta del buen humor, de los juegos
irónicos, de lo simple, de la síntesis y de los hallazgos valiosos imprevistos”.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la
otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del
mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a
sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de
morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con
él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde
hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado
todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído
lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.
Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré».
Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba
sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido
de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus
discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas:
‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que
lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó
atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le
dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la
sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?».
Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas;
solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la
sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes
alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha
muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a
todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra
donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que
quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al
instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos
de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le
dieran a ella de comer.
(Mc 5,21-43)
Comentario
Hoy el Evangelio nos presenta dos milagros de Jesús que
nos hablan de la fe de dos personas bien distintas. Tanto Jairo —uno de los
jefes de la sinagoga— como aquella mujer enferma muestran una gran fe: Jairo
está seguro de que Jesús puede curar a su hija, mientras que aquella buena
mujer confía en que un mínimo de contacto con la ropa de Jesús será suficiente
para liberarla de una enfermedad muy grave. Y Jesús, porque son personas de fe,
les concede el favor que habían ido a buscar.
La primera fue ella, aquella que pensaba que no era digna
de que Jesús le dedicara tiempo, la que no se atrevía a molestar al Maestro ni
a aquellos judíos tan influyentes. Sin hacer ruido, se acerca y, tocando la
borla del manto de Jesús, “arranca” su curación y ella enseguida lo nota en su
cuerpo. Pero Jesús, que sabe lo que ha pasado, no la quiere dejar marchar sin
dirigirle unas palabras: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada
de tu enfermedad» (Mc 5,34).
A Jairo, Jesús le pide una fe todavía más grande. Como ya
Dios había hecho con Abraham en el Antiguo Testamento, pedirá una fe contra
toda esperanza, la fe de las cosas imposibles. Le comunicaron a Jairo la
terrible noticia de que su hijita acababa de morir. Nos podemos imaginar el
gran dolor que le invadiría en aquel momento, y quizá la tentación de la
desesperación. Y Jesús, que lo había oído, le dice: «No temas, solamente ten
fe» (Mc 5,36). Y como aquellos patriarcas antiguos, creyendo contra toda
esperanza, vio cómo Jesús devolvía la vida a su amada hija.
Dos grandes lecciones de fe para nosotros. Desde las
páginas del Evangelio, Jairo y la mujer que sufría hemorragias, juntamente con
tantos otros, nos hablan de la necesidad de tener una fe inconmovible. Podemos
hacer nuestra aquella bonita exclamación evangélica: «Creo, Señor, ayuda mi
incredulidad» (Mc 9,24).
Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona, España)
Santoral Católico:
Santa Águeda o Ágata
Virgen y Mártir
Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir según la
tradición cristiana. Su día se celebra el 5 de febrero.
Fue una joven siciliana de una familia distinguida y de
singular belleza que vivió en el siglo III. El senador Quintianus intentó
poseerla aprovechando las persecuciones que el emperador Decio realizó contra
los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había
comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer,
Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.
El Senador en venganza por no conseguir sus placeres la
envía a un lupanar, donde milagrosamente conserva su virginidad. Aún más
enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los senos. La
respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza
torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?".
Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo
torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania,
Sicilia (Italia). Además se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar,
dando gracias a Dios.
Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después
de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su
intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde
entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del
volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También
se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con
la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País
Vasco se le atribuye una faceta sanadora. Es la Patrona de las enfermeras y fue
meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.
Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza
abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También
sosteniendo ella misma la tenaza y un ángel con sus senos en una bandeja o ella
misma portando la bandeja con sus pechos. La escena de la curación por San
Pedro también se ha representado. A menudo se la representa como protectora
contra el fuego, con lo que lleva una antorcha o bastón en llamas, o una vela,
intentado extinguir el incendio
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Libros: compañeros de vacaciones
¡Qué maravillosos
horizontes se abren ante los buenos lectores con un libro ante los ojos! El
filósofo Francis Bacon sabía cómo sacar el máximo provecho a los libros que se lo
merecen. Él había experimentado que “algunos libros son probados, otros
devorados, poquísimos masticados y digeridos”. Sólo esta última forma de tratar
a un libro produce un verdadero enriquecimiento.
Mark Twain, humorista americano, solía decir:
—Un libro siempre es útil: si está encuadernado en cuero, sirve para suavizar
la navaja; si es una obra clara y concisa como las que escriben los franceses,
es útil para colocarla debajo de la pata de una mesa para nivelarla; una obra
antigua que tenga chapas y broches de bronce es utilísima para tirársela al
gato; y un libro delgado pero de grandes dimensiones, como un atlas, puede
remplazar perfectamente a un vidrio roto.
“Los que saben
ocuparse en cualquiera lectura útil y agradable, jamás sienten el tedio que
devora a los demás hombres en medio de las riquezas y pasatiempos”, escribió
Fenelón. A su vez Emerson dijo que “en
muchas ocasiones la lectura de un libro abrió el camino del éxito a un hombre,
decidiendo el curso de su vida”. Que el hábito de la lectura te acompañe
siempre.
Padre Natalio
La frase de hoy
“Ama y haz lo que quieras.
Si callas, callarás con amor;
si gritas, gritarás con amor;
si corriges, corregirás con amor;
si perdonas, perdonarás con amor.
Si tienes el amor arraigado en ti,
ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”
San Agustín
Tema del día:
¿Quién es Dios?
1) Para saber
En este “Año de la Fe”, el Papa Benedicto XVI ha querido
profundizar sobre las verdades de fe de la Iglesia Católica. El pasado
miércoles lo hizo sobre la primera y fundamental definición de Dios que el
Credo presenta: “Creo en Dios Padre todopoderoso”.
Afirmaba el Papa que hoy en día no es fácil hablar de la
paternidad, dada las familias rotas, la ausencia del padre debido a fuertes
cargas absorbentes de trabajo, o a las distracciones que ofrecen los medios de
comunicación. Incluso la experiencia de un padre autoritario o injusto
dificulta pensar y tratar a Dios como Padre y poder entregarse a Él con
confianza.
Sin embargo, la Revelación nos ayuda a superar estas
dificultades, pues nos presenta que Dios es un Padre que nos ama hasta el
extremo de entregar a su propio Hijo para salvarnos. Jesús nos muestra que Dios
es un Padre bueno que acoge y abraza al hijo perdido y arrepentido; es un Padre
amoroso que apoya, ayuda, acoge, perdona y salva, con una fidelidad que supera
inmensamente a la de los hombres.
2) Para pensar
Un profesor de Teología Moral, Ramón García de Haro, tuvo
ocasión de cenar en una ocasión con el beato Juan Pablo II, debido a un acto
académico sobre el matrimonio y la familia. Se hablaba de las dificultades y,
en un momento de silencio, oyó que el Papa decía en voz baja, hablando consigo
mismo o quizá hablando con Dios: “La tragedia del hombre actual es que se ha
olvidado de quien es”.
Efectivamente, no pensamos en nuestra gran dignidad al
haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, y elevados a la condición de
hijos de Dios.
3) Para vivir
Incluso al ver el mal en el mundo, puede llevar a dudar
en un Dios que es Padre amoroso y todopoderoso. Pues quisiéramos que siendo
todopoderoso nos resolviera los problemas, o interviniera para evitarnos los
sufrimientos, la guerra, la enfermedad, el dolor y tantos males. Sin embargo,
dice el Papa, la omnipotencia de Dios se caracteriza por una libertad amorosa y
paternal. Dios, al darnos libertad, renunció a una parte de su poder, dejando
el poder en nuestra libertad. Así, Él ama y respeta la respuesta libre de amor.
Como Padre, Dios quiere que seamos sus hijos y que vivamos en plena intimidad
con Él. Su omnipotencia no se expresa en la violencia, no se expresa en la
destrucción de todo lo malo como quisiéramos, sino que se expresa en el amor,
en la misericordia, en el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en la
incansable llamada a la conversión del corazón; es una actitud aparentemente
débil, pero que es la que nos salva.
Un salmo lo expresa: "Tú eres misericordioso con
todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos ante los pecados de los hombres,
esperando su arrepentimiento. Amas a todos los seres que existen" (Salmo
11).
La paternidad de Dios es, pues, dice el Papa, infinito
amor, ternura que se inclina sobre nosotros, hijos débiles, necesitados de
todo. A su vez, el salmo 103, el gran himno de la misericordia divina, proclama:
"Como un padre es tierno con sus hijos, así el Señor es tierno para con
los que le temen".
Así, el conocer que Dios es Padre nos ilumina sobre el
gran amor que nos tiene y nos ha de llevar a vivir confiados y agradecidos por
su protección.
Pbro. José Martínez Colín
Meditación breve
Si no te amas a ti mismo nunca podrás amar a alguien más.
Si no puedes tratarte amorosamente no puedes tratar amorosamente a los demás.
Es psicológicamente imposible.
Cualquiera que sea la manera en que estás contigo, así
estás con los otros. Esta es una idea básica, acéptala. Si te odias a ti mismo
odiarás a otros; y te han enseñado a odiarte. Nunca alguien te ha dicho,
“¡Ámate a ti mismo!”. La misma idea parece absurda: ¿amarse a uno mismo? La
misma idea no tiene sentido: ¿amarse a uno mismo? Siempre pensamos que para
amar uno necesita a alguien más. Pero si no lo aprendes contigo no podrás
practicarlo con otros.
Te han dicho, condicionándote constantemente, que tú no
tienes ningún valor. De todas las maneras posibles te han dicho, te han
demostrado, que eres indigno, que no eres lo que deberías ser, que no eres
aceptado así como eres. Hay muchos “deberías” que pesan sobre tu cabeza, y esos
“deberías” son casi imposibles de satisfacer. Y cuando no puedes satisfacerlos,
cuando no cumples esos objetivos, te sientes condenado. Un odio profundo surge
hacia ti.
El primer paso es: Acéptate como eres; suelta todos los
“deberías”. ¡No lleves ningún “debería” en tu corazón! Tú no debes ser alguien
diferente; no se espera que hagas algo que no es propio de ti. Sólo has de ser
tú mismo. Relájate y sólo sé tú mismo. Sé respetuoso con tu individualidad, y
ten el valor de plasmar tu propia firma. No sigas copiando las firmas de otros.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la
fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Claudia C., de Chiquinquirá,
Colombia, para que Dios la ilumine y la guíe pues el día de ayer ha comenzado
las clases en el colegio.
Pedimos oración por Mario C., de Brinkmann, Córdoba,
Argentina, quien el pasado viernes 01/02 sufrió un accidente de tránsito, lo
que le ocasionó severas lesiones neurológicas, con pérdida de conocimiento el
que aún no ha recuperado, para que Dios Todopoderoso lo bendiga con la sanación.
Pedimos oración por Amelia A., que vive en Freeport, Nueva York, que fue
operada de un tumor en un seno y está presentando problemas de hipertensión,
para que por intercesión de nuestra Madre María y Santa Vicenta María, el Señor
le devuelva la salud.
Pedimos oración por Breyssiz G. y su familia, viven en
Nicaragua y están enfrentando fuertísimos problemas. La familia está totalmente
quebrantada, hay mucho egoísmo y resentimientos por factores externos que han
alterado sus vidas. Por eso vamos a rezar por estos hermanos para que la
Sagrada Familia de Nazaret sea modelo y protección para conseguir que se unan
en el amor y puedan solucionar sus dificultades y seguir camino bajo la
protección de Jesús, María y José.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Vivir en Cristo
La imitación de Jesús no debe limitarse a un aspecto
particular, sino que ha de poner a cristiano en actitud de total semejanza a
Cristo para vivir lo más posible su vida. El principio vital de la
participación en la vida de Cristo es la gracia, a la cual está siempre unida
la caridad; cuanto más el creyente crece en gracia y en caridad, en mejor
situación está de vivir en Cristo. En efecto, la gracia recibida en el bautismo
nos conforma a él… Lo que el bautismo cumple y significa tiene que vivirlo el
creyente día a día; él tiene que mantenerse fiel a la muerte al pecado y, por
lo tanto, luchar generosamente contra las pasiones y cualquier tendencia que
pueda inducirlo al mal. Para el bautizado el pecado es una contradicción, es algo
de anormal: “Consideraos como muertos al pecado –insiste San Pablo–… No reine
pues el pecado en vuestro cuerpo” (Rm 6, 11-12). Muerto al pecado, el creyente
debe vivir en Cristo, en la plenitud de la gracia que lo hace partícipe desde
aquí de su resurrección. “Porque nos hemos hecho una misma cosa con él por una
muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante”
(ib 5).
La vida del cristiano debe ser una prolongación de la de
Cristo y tiene valor sólo en la medida que refleje la de él. Este es el
testimonio que el mundo espera de los creyentes, y es el más eficaz y
avasallador. San Pablo no se cansa de inculcarlo: “que… la vida de Jesús se
manifieste en nuestra carne mortal” (2 Cor 4, 11). Ante tal empeño se comprende
mejor aún que el pecado, y no sólo el pecado grave, está en antítesis absoluta
con la vida cristiana, en la cual debe brillar la santidad de Cristo el Señor.
Vivir la santidad de Jesús es gastar como él la vida para gloria del Padre y
para salvación de los hombres. El cristiano no puede vivir ya para sí mismo y
para sus intereses personales; pertenece al que los ha redimido con su sangre y
vivificado con su vida, y que, por tanto, tiene derecho a no ver frustrada en
él su obra redentora y su gracia santificadora. Mirando a sus redimidos, Jesús
ha de poder reconocer en ellos los sarmientos vivos de la vid que es él, los
miembros dignos de su Cuerpo místico en los que nada repugne a su santidad.
“El amor de Cristo nos apremia –grita el Apóstol– al
pensar que uno murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Cor 5, 14-15). El que está
verdaderamente poseído del pensamiento de que Jesús ha muerto por su salvación,
quiere corresponder a ese amor consumiendo por él su existencia, viviéndola
para él, ofreciéndosela para que se sirva de ella, como se servía un tiempo de
su vida mortal para la gloria del Padre y la salvación del mundo. Este fue el
deseo fundamental de Sor Isabel de la Trinidad, que aspiraba a ser para Cristo
“una humanidad suplementaria donde renueve su misterio”.
¡Oh, mi Cristo
adorado, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu corazón.
Quisiera glorificarte y amarte… hasta morir de amor. Pero reconozco mi
impotencia. Por eso te pido que me revistas de Ti mismo, que identifiques mi
alma con todos los sentimientos de tu alma, que me sumerjas en ti y que me
invadas; que tu ser sustituya mi ser para que mi vida sea solamente una
irradiación de tu propia vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como
Salvador… ¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor!, desciende a mí para que se
realice en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para él una
humanidad suplementaria donde renueve su misterio. Y Vos, ¡oh Padre!, proteged
vuestra pobre y débil criatura. Cubridla con vuestra sombra. Contemplad
solamente en ella a vuestro Hijo muy amado en quien habéis puesto vuestras
complacencias. (Santa Isabel de la Trinidad)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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