martes, 25 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1908


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1908 ~ Martes 25 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)

 
Feliz Navidad

Alabado sea Jesucristo…
Hoy es el día… se cumplieron las promesas de los antiguos profetas y lo anuncia Lucas: “Os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor”. Los coros celestiales cantan jubilosos: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”
Vivamos la Navidad con alegría, compartamos con amor esa alegría con todos nuestros hermanos, especialmente con los más necesitados. Pidamos al Niño de Belén que fortalezca nuestra Fe.
Recordemos las palabras del Beato Juan Pablo II que nos dijo: “Navidad es la fiesta de la vida, porque Jesús, viniendo entre nosotros, enciende en el mundo el fuego del amor de Dios. Este fuego no se apagará jamás”
Que así sea…. Y ¡Feliz Navidad para todo el mundo!


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
(Jn 1,1-18)


Santoral Católico:
La Natividad de 
Nuestro Señor Jesucristo


Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra “la manifestación del Verbo de Dios a los hombres”. En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa)” (Liber Sacramentorum)

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno “Natalis solis invicti”, esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más larga del año, readquiría nuevo vigor.

Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentida por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir “manifestación”; después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.

Fuente: Catholic.net


Aviso de breve ausencia


Informo a los lectores de “Pequeñas Semillitas”
que esta página tendrá un receso de una semana,
para tomar un breve descanso.
Volveremos, si Dios así lo quiere,
el martes 1° de Enero de 2013.
¡Felicidades para todos!


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El Niño divino, adorado por los pastores en la gruta, es el don supremo del amor misericordioso del Padre celestial: para salir al encuentro de los hombres de todos los tiempos no desdeñó hacerse él mismo semejante a nosotros, compartiendo hasta el fondo nuestra condición de criaturas, excepto el pecado”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
¿Qué significa para mí la Navidad?


"Sed constantes, hermanos, hasta la venida del Señor" (St 5,7)

Con estas palabras el Apóstol Santiago nos indica la actitud interior para prepararnos a escuchar y a acoger de nuevo el anuncio del nacimiento del Redentor en la cueva de Belén, misterio inefable de luz, de amor y de gracia.

Queridos amigos, Santiago nos exhorta a imitar al agricultor, que "espera con constancia el precioso fruto de la tierra" (St 5,7). (...) ¿Pero es realmente así? La invitación a la espera de Dios ¿está fuera de nuestra época? Una vez más, podemos preguntarnos con radicalidad: ¿Qué significa para mí la Navidad?, ¿es realmente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad?

Son muchas, en nuestra época, las personas, que ponen voz a la pregunta de si debemos esperar algo o a alguien; si debemos esperar a otro mesías, a otro dios; si vale la pena confiar en aquel Niño que en la noche de Navidad encontramos en el pesebre entre José y María.

La exhortación del Apóstol a la constancia paciente, que en nuestro tiempo podría dejar un poco perplejo, es, en realidad, el camino para acoger en profundidad la cuestión de Dios, el sentido que tiene en la vida y en la historia, porque es en la paciencia, en la fidelidad y en la constancia de la búsqueda de Dios, de la apertura a Él, donde Él revela su rostro. No necesitamos un dios genérico, indefinido, sino un Dios vivo y verdadero, que abra el horizonte del futuro del hombre a una perspectiva de esperanza firme y segura, una esperanza rica de eternidad y que permita afrontar con valentía el presente en todos sus aspectos. Deberíamos decir entonces: ¿dónde puedo buscar el verdadero Rostro de este Dios? O mejor todavía: ¿Dónde Dios se encuentra conmigo mostrándome su Rostro, revelándome su misterio, entrando en mi historia?

Queridos amigos, la invitación de Santiago: "Sed contantes, hermanos, hasta la venida del Señor", nos recuerda que la certeza de la gran esperanza del mundo se nos da y que no estamos solos y que no construimos nuestra historia en soledad. Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y se ha hecho carne (Jn 1,14), para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo, el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas: en Cristo (cfr Exhort. ap. postsin. Verbum Domini, 10).

La paciencia es la virtud de los que se confían a esta presencia en la historia, que no se dejan vencer por la tentación de poner la esperanza en lo inmediato, en perspectivas puramente horizontales, en proyectos técnicamente perfectos, pero lejos de la realidad más profunda, la que da la dignidad más alta a la persona humana: la dimensión trascendente, el ser criatura a imagen y semejanza de Dios, el llevar en el corazón el deseo de elevarse hacia Él.

Hay otro aspecto que quisiera destacar. Santiago nos ha dicho: "Mirad al agricultor: este espera con constancia" (5,7). Dios, en la Encarnación del Verbo, en la encarnación de su Hijo, experimentó el tiempo del hombre, de su crecimiento, de su hacer en la historia. Este Niño es el signo de la paciencia de Dios, que en primer lugar es paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros; Él es el verdadero "agricultor" de la historia, que sabe esperar. ¡Cuántas veces los hombres han intentado construir el mundo solos, sin o contra Dios! El resultado está marcado por el drama de las ideologías que, al final, se ha demostrado que van contra el hombre y su dignidad profunda.

La constante paciencia en la construcción de la historia, tanto a nivel personal como comunitario, no se identifica con la tradicional virtud de la prudencia, de la que ciertamente se tiene necesidad, sino que es algo más grande y complejo. Ser constantes y pacientes significa aprender a construir la historia con Dios, porque sólo edificando sobre Él y con Él la construcción está bien fundada, no instrumentalizada para fines ideológicos, sino verdaderamente digna del hombre.

Hoy reencendemos de una forma más luminosa la esperanza de nuestros corazones, porque la Palabra de Dios nos recuerda que la venida del Señor está cerca, incluso el Señor está con nosotros y es posible construir con Él.

En la gruta de Belén la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos, nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el Dios de Jesucristo está presente y nos acompaña.

Queridos amigos, corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Volvamos a partir de Él y con Él, afrontando todas las dificultades.

A cada uno de vosotros el Señor os pide que colaboréis en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando de un modo serio y apasionado la fe y la cultura.

Por esto os invito a buscar siempre, con paciente constancia, el verdadero Rostro de Dios. (...) Buscar el Rostro de Dios es la aspiración profunda de nuestro corazón y es también la respuesta a la cuestión fundamental que va emergiendo cada vez más en la sociedad contemporánea.

Queridos amigos, hoy nos apresuramos unidos con confianza en nuestro camino hacia Belén, llevando con nosotros las esperanzas de nuestros hermanos, para que todos podamos encontrar al Verbo de la vida y confiarnos a Él. (...) Llevar a todos el anuncio de que el verdadero rostro de Dios está en el Niño de Belén, tan cercano a cada uno de nosotros, porque Él es el Dios paciente y fiel, que sabe esperar y respetar nuestra libertad.

A Él, queremos confesar con confianza el deseo más profundo de nuestro corazón: "Yo busco tu rostro, Señor, ¡ven, no tardes!" Amén.

Autor: SS Benedicto XVI
Fuente: Catholic.net


Pensamientos sanadores


¿Qué le regalarás al Niño Dios?

Hasta esa cueva perdida también llegaron unos hombres llenos de sabiduría No eran los conocimientos según el mundo, sino la sabiduría de Dios; la ciencia de aquellos que llegan a renunciar a todo para buscar al que es el Todo.
Estos hombres siguieron el llamado silencioso que sólo ellos podían oír; y la estrella que seguían se unía al anhelo que el Señor ponía en sus corazones.
Ellos, al igual que nosotros, venían desde muy lejos y, al encontrarse con la pobre familia, le ofrecieron sus riquezas: oro, incienso y mirra. Con la mirada, María y José se habrán recordado mutuamente las palabras que Abraham pronunció a su hijo Isaac: “Dios proveerá” (Gn 22, 8).
En esta Navidad y a lo largo de todo el próximo año, ¿qué regalo le has de hacer al Niño Dios? Ten confianza, él no te va a pedir más de lo que le puedas dar y te dará a cambio algo mucho mejor.

Preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (…) y encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Mateo 2, 2 y 11.


Oración por la Patria


Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.


Oración de fin de año


Señor, al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de ti.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor por lo que fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año: el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que están más lejos, los que me dieron la mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor, hoy quiero pedir perdón por el tiempo perdido, por el dinero malgastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías, y el trabajo mal hecho, por vivir sin entusiasmo.
Por la Oración que fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido perdón.

Padres Columbanos


"Intimidad Divina"

Natividad del Señor

“Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo Señor” (Leccionario). Los profetas entrevieron este día a distancia de siglos y lo describieron con profusión de imágenes: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2). La luz que disipa las tinieblas del pecado, de la esclavitud y de la opresión es el preludio de la venida del Mesías portador de libertad, de alegría y de paz. “Nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo” (ib 6). La profecía sobrepasa inmensamente la perspectiva de un nuevo David enviado por Dios para liberar a su pueblo y se proyecta sobre Belén iluminando el nacimiento no de un rey poderoso, sino del “Dios fuerte” hecho hombre; él es el “Niño” nacido para nosotros, el “Hijo” que nos ha sido dado. Sólo a él competen los títulos de “Maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz” (ib). Pero cuando la profecía se hace historia, brilla una luz infinitamente más grande y el anuncia no viene ya de un mensajero terrestre sino del cielo. Mientras los pastores velaban de noche sobre sus rebaños, “se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvía con su luz… Os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor” (Lc 2, 9-11). El Salvador prometido y esperado desde hacía siglos, está vivo y palpitante entre los hombres… El nuevo pueblo de Dios posee ya en ese niño al Mesías suspirado desde tiempos antiguos; la inmensa esperanza se ha convertido en inmensa realidad.

La liturgia de las dos primeras misas de Navidad celebran sobre todo el nacimiento del Hijo de Dios en el tiempo, mientras que la tercera se eleva a su generación eterna en el seno del Padre. Siendo Dios como el Padre, el Verbo que había existido siempre y que en el principio del tiempo presidió la obra de la creación, al llegar la plenitud de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros”. Misterio inaudito, inefable; y sin embargo no se trata de un mito ni de una figura, sino de una realidad histórica y documentada: “y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. El evangelista Juan levanta un poco el velo del misterio: el Hijo de Dios al encarnarse se ha puesto al nivel del hombre para levantar el hombre a su dignidad: “a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios”. Y no sólo esto, sino que se hizo carne para hacer a Dios accesible al hombre y que éste le conociera.

Los profetas nos habían transmitido la palabra de Dios, pero Jesús es esa misma Palabra, el Verbo de Dios: Palabra encarnada que traduce a Dios en nuestro lenguaje humano revelándonos sobre todo su infinito amor por los hombres. Los profetas habían dicho cosas maravillosas sobre el amor de Dios; pero el Hijo de Dios encarna este amor y lo muestra vivo y palpable en su persona. Ese “niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2, 12), dice a los hombres que dios los ama hasta dar a su Unigénito para la salvación. Este mensaje anunciado un día por los ángeles a los pastores debes ser llevado hoy a todos los hombres, especialmente a los pobres, a los humildes, a los despreciados, a los afligidos, no ya por los ángeles sino por los creyentes. ¿De qué serviría, en efecto, festejar el nacimiento de Jesús si los cristianos no supiesen anunciarlo a los hermanos con su propia vida? Celebra la Navidad de veras quien recibe en sí al Salvador con fe y con amor cada día más intensos, quien lo deja nacer y vivir en su corazón para que pueda manifestarse al mundo a través de la bondad, de la benignidad y de la entrega caritativa de cuantos creemos en él. 

¡Oh dulce Niño de Belén!, haz que yo me acerque con toda el alma a este profundo misterio de la Navidad. Pon en el corazón de los hombres aquella paz que ellos buscan tan ásperamente a veces y que sólo tú puedes dar. Ayúdanos a conocernos mejor y a vivir fraternalmente como hijos de un mismo Padre. Descúbrenos tu belleza, tu santidad y tu pureza. Despierta en nuestro corazón el amor y el agradecimiento por tu infinita bondad. Une a todos los hombres en la caridad. Y danos tu celeste paz. (Juan XXIII, Breviario)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1907


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1907 ~ Lunes 24 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Va llegando la hora, y se acaban las palabras… Jesús está naciendo: en Belén –como hace dos mil años–, y en nosotros hoy, si es que estamos dispuestos a recibirlo con el corazón abierto para que haga morada en él y permanezca para siempre.
En estas semanas de Adviento hemos tratado de prepararnos espiritualmente de la mejor manera para tan excepcional acontecimiento. Ya no queda más tiempo… sólo esperar y darle el mejor recibimiento a Él que viene a nosotros, por nosotros y para nosotros.
Jesús está tocando a nuestra puerta. ¡Vayamos presurosos al encuentro del Señor!

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
(de la noche)


Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».
(Lc 2,1-14)

Comentario
Hoy, con la sencillez de niños, consideramos el gran misterio de nuestra fe. El nacimiento de Jesús señala la llegada de la "plenitud de los tiempos". Desde el pecado de nuestros primeros padres, el linaje humano se había apartado del Creador. Pero Dios, compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo eterno, nacido de la Virgen María, para rescatarnos de la esclavitud del pecado.
El apóstol Juan lo explica usando expresiones de gran profundidad teológica: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1). Juan llama "Palabra" al Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y añade: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).
Esto es lo que celebramos hoy, por eso hacemos fiesta. Maravillados, contemplamos a Jesús acabado de nacer. Es un recién nacido… y, a la vez, Dios omnipotente; sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros.
Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece. Tal como explica san Juan, «a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Hijos de Dios! Quedamos admirados ante este misterio inefable: «El Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios» (San Juan Crisóstomo).
Acojamos a Jesús, busquémosle: solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor. Por esto, hoy os propongo: leamos el Evangelio, meditémoslo; procuremos vivir verdaderamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el Hijo de Dios que ha venido a nosotros. Y entonces veremos cómo será verdad que, entre todos, haremos un mundo mejor.
Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña (Tarragona, España) 


La frase de hoy

“Cuando sean las doce y todos se den el abrazo de Navidad
acuérdate del niño Dios y dale gracias
por hacer posible este momento inolvidable.
¡Feliz Navidad!”


Palabras del Beato Juan Pablo II

“En la Noche Santa se proclama la victoria del Amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte. Lo que resulta imposible para las fuerzas humanas, Dios mismo, en su amor infinito, lo realiza mediante la encarnación de su Hijo unigénito”

Beato Juan Palblo II


Tema del día:
Navidad… una vez más Señor


Una vez más hemos limpiado la casa. Hemos pulido los metales, hemos abrillantado las maderas.

Una vez más hemos sacudido el polvo, hemos encendido las luces...

Una vez más hemos hecho estrellas de papel plateado, hemos colgado guirnaldas, una vez más está engalanado el árbol de Navidad, una vez más, Señor, tienen nuestra casa ambiente de fiesta navideña.

Una vez más hemos andado con el vértigo del tráfico, de acá para allá buscando regalos y una vez más, Señor, hemos dispuesto la mesa y preparado la cena con esmero... una vez más, Señor...

Y una vez más todo esto pasará y será como fuego de artificio que se pierde en la noche de nuestras vidas, si todo esto ha sido meramente exterior. Si no hemos encendido la luz de Tu amor en nuestro corazón. Si nuestra voluntad no se inclina ante ti y te adora incondicionalmente.

Tú no quieres tibios, ya lo dijiste cuando siendo hombre habitabas entre nosotros, no quieres "medias tintas", a ratos si y a ratos no. Trajiste la paz pero también la guerra. La guerra dentro de nosotros mismos para vencer nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia, nuestra gran pereza para la entrega total.

La Navidad no es solo para esta noche y de esta noche un ratito y tal vez mañana otro poquito. Es mucho más que eso, es todos los días, todos los meses y todos los segundos del año en que tenemos que vivir la autenticidad de nuestro Credo.

Ser auténticos con nuestra Fe no solo es: no robar, no matar, no hacer mal a nadie. Busquemos en nuestro interior y veamos esos pecados de omisión: el no hacer el bien, el no preocuparnos de los que están a nuestro lado, del hermano que nos tiende la mano y hacemos como que no lo vemos, como que no lo oímos... Veamos si en nuestra vida hay desprendimiento y generosidad o vivimos solo para atesorar y cuando nos parece que tenemos las manos llenas, las tenemos vacías ante los ojos de Dios.

Que esta Noche sea Nochebuena de verdad en nuestro corazón. Vamos a limpiar y quitar el polvo del olvido para las buenas obras. Vamos a colgar para siempre la estrella de la humildad donde antes había soberbia, vamos a poner una guirnalda de caridad donde antes había desamor.

Vamos a cambiar nuestra vida interior fría y apática, por una valiente y plena de autenticidad. Vamos a darte, Señor, lo que viniste a buscar en los hombres una noche como esta hace ya muchos años: limpieza de corazón y buena voluntad.

Empezamos esta pequeña reflexión con: Una vez más Señor... pues bien, ya no será una vez más, será: Siempre más, Señor.

Y como es una Noche muy especial, en nuestra primera oración, en nuestra primera conversación contigo te pedimos: Por los enfermos, por los que nada tienen y nada esperan, por la paz en el mundo, por los que tienen hambre, por los que tienen el vacío de no ser queridos, por los que ya no están a nuestro lado, por los niños y los jóvenes, por los matrimonios, por el Papa Benedicto XVI, por la Iglesia, por los sacerdotes… A todos danos Tu Bendición y para todos los que leen una muy feliz Navidad!!!

María Esther de Ariño
Catholic.net


La Noche Buena


¿Alguna vez se preguntaron por qué llamamos BUENA a una noche del año?
Esa noche es BUENA porque en ella ha nacido Dios, porque se ha hecho "como nosotros";  porque desde entonces Dios "es uno de nosotros".

"Es noche BUENA porque, desde entonces:
- Dios tiene nombre: Jesús
- Desde aquella Noche Dios tiene hermanos: Nosotros
- Desde aquella noche Dios tiene preferencias: los pobres, los pequeñas, los sencillos, los limpios de internet, los pecadores".

"Llamamos BUENA a esa Noche porque desde entonces todo cambió de valor; nada quedó en pie; la paradoja se hizo ley y la apariencia perdió su fuerza".

"Desde aquella Noche la juventud sigue siendo energía, pero no es mito. La ancianidad no es decrepitud, sino serenidad. Desde aquella noche todos los caminos son rutas de Dios: la cárcel, el cáncer, el dolor, la soledad, la muerte. Desde aquella Noche no tienen ciudadanía los que odian, los que matan, los que oprimen, los vengativos, los orgullosos, los egoístas. Desde aquella Noche no tienen derechos unos y obligaciones otros. Todos tienen derecho a ser hijos de Dios y obligación de vivir como hijos de Dios".

"Es la Noche Buena, porque es la noche del amor que nace, del amor que llama, del amor que exige."

"La novedad de la Navidad no está en el pesebre, los animales, las pajas, los pastores, los ángeles, sino en los valores de esa pobreza, de esos pobres, de ese pesebre y en el misterio de ese Niño sobre las pajas y de esa Madre virginal".

Ese nacimiento es salvación y ese Niño es el Salvador.

¡Feliz Navidad! Es decir ¡Feliz Salvación!!


Pensamientos sanadores


Adora al Niño Dios

En esa sagrada noche, en la que toda la creación mantenía un expectante silencio en la espera del nacimiento de Nuestro Salvador, sobre una pobre y lejana cueva, se detuvo la estrella más hermosa de todo el firmamento, como si ésta estuviese siendo guiada por los ángeles del Señor, o más aún, por la mano invisible de Dios Padre.
Una vez que el Niño nació, la creación prorrumpió en cánticos de gozo. Los grillos comenzaron a alabar a Dios con su canto y todas las aves del cielo, aunque era de noche, regalaron al Niño Dios sus mejores trinos.
Sólo los hombres, tan aturdidos y preocupados por las cosas materiales, desconocían lo que estaba sucediendo.
Pero no fue así con los humildes pastores, quienes, invitados por los Ángeles de Dios, llegaron hasta esa cueva para adorar al Niño, llevando sus humildes dones.

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobe los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se la da por nombre “Consejero maravilloso”, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz. Isaías 9, 1 y 5.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud de la señora Irma María B. de D., de 89 años de edad, que está internada en terapia intensiva en la ciudad de Escobar, Argentina.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


"Intimidad Divina"

Dios con nosotros

De todas las obras que Dios ha realizado en el tiempo y fuera de sí, la más grande es la Encarnación redentiva del Verbo, porque tiene por término no una simple criatura, por sublime que sea, sino a Dios mismo, el Verbo eterno, que toma en el tiempo una naturaleza humana; la más grande, porque siendo la suprema manifestación del amor misericordioso de Dios, es, entre todas, la obra que más le glorifica, y le glorifica precisamente en relación con la caridad que es la esencia misma de Dios; la más grande, finalmente, por el bien inmenso que trae a los hombres, pues la salvación, la santificación, la felicidad eterna de todo el género humano dependen por completo de la Encarnación del Verbo, de Jesucristo Verbo encarnado. Jesús, el Verbo encarnado, es la fuente única de nuestra salvación y de nuestra santidad. Sin Cristo el hombre no podría llamar a Dios con el dulce nombre de Padre, ni amarlo como un hijo ama a su padre, ni esperar ser admitido nunca en su intimidad; sin él no habría ni gracia ni visión beatífica de Dios. Sin Jesús quedaría el hombre prisionero dentro de los límites de una vida puramente humana, privado de todo horizonte sobrenatural para el tiempo y para la eternidad.

La Encarnación del Verbo, la obra más grande de Dios, destinada a iluminar y salvar al mundo entero, se lleva a cabo en la oscuridad, en el silencio, en medio de las circunstancias más humildes y más humanas. El edicto del César obliga a María y a José a dejar su casita de Nazaret; y he aquí  que se ponen en camino, a pie, como los más pobres, no obstante la incomodidad de María, que está en trance de ser madre. No se han creído autorizados a retrasar el viaje, no han puesto dificultad alguna, han obedecido con prontitud y sencillez. Quien se lo manda es un hombre, pero en la orden del emperador su profundo espíritu de fe descubre la voluntad de Dios. Nada sucede por pura casualidad: aun el lugar del nacimiento del Salvador ha sido indicado por el profeta: “Y tú, Belén de Efratá, pequeño entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel” (Mq 5, 1).

En Belén no hay albergue para ellos (Lc 2, 7) y tienen que cobijarse en una gruta de las afueras. La miseria de aquel aposento de animales no les inquieta, ni les escandaliza: saben que el Niño que ha de nacer es el Hijo de Dios, pero saben también que las obras de Dios son tan distintas de las de los hombres…! Y si Dios quiere que su obra más grande se realice precisamente allí, en aquella miserable cueva, en la más extrema pobreza, María y José nada tienen que objetar. Hubiera bastado una brizna de espíritu humano para turbarse, para desconcertarse… María y José son profundamente humildes, por eso son dóciles y están llenos de fe en los designios de Dios. Y Dios, conforme a su estilo, se sirve de todo esto que es humilde y despreciable a los ojos del mundo, para llevar a feliz término su obra más grande: la Encarnación del Verbo. En el silencio y en la oscuridad de la noche María dará a luz un Hijo: “el Hijo del Altísimo” (Lc 1, 32).

Jesús, te espero; los malos te rehúsan; afuera sopla un viento glacial… ven a mi corazón, soy pobrecillo, pero te calentaré todo lo que pueda; a lo menos, quiero que te complazcas de los buenos deseos que tengo de hacerte una buena acogida, de amarte, de sacrificarme por ti. Por tu parte, tú eres rico y ves mis necesidades; tú eres llama de caridad y purificas mi corazón de todo lo que no es tu Corazón sacratísimo; eres la santidad increada, y me colmarás de gracias fecundantes de verdadero progreso espiritual. Ven, Jesús, tengo tantas cosas que decirte… ¡tantas penas que confiarte! Tantos deseos, tantas promesas, tantas esperanzas. Deseo adorarte, besar tu frente, oh pequeño Jesús, darme a ti de nuevo, para siempre. Ven, oh Jesús, no tardes más, acepta mi invitación y ven. (Juan XXIII, Diario del alma)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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domingo, 23 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1906


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1906 ~ Domingo 23 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "de prisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse, cuanto antes, a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de Madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. "¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?".
Nosotros, los varones, no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético. Que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
(Lc 1,39-45)

Comentario
Hoy es el último domingo de este tiempo de preparación para la llegada —el Adviento— de Dios a Belén. Por ser en todo igual a nosotros, quiso ser concebido —como cualquier hombre— en el seno de una mujer, la Virgen María, pero por obra y gracia del Espíritu Santo, ya que era Dios. Pronto, en el día de Navidad, celebraremos con gran alegría su nacimiento.
El Evangelio de hoy nos presenta a dos personajes, María y su prima Isabel, las cuales nos indican la actitud que ha de haber en nuestro espíritu para contemplar este acontecimiento. Tiene que ser una actitud de fe, y de fe dinámica.
Isabel, con sincera humildad, «quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘(...) ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?’» (Lc 1,41-43). Nadie se lo había contado; sólo la fe, el Espíritu Santo, le había hecho ver que su prima era madre de su Señor, de Dios.
Conociendo ahora la actitud de fe total por parte de María, cuando el Ángel le anunció que Dios la había escogido para ser su madre terrenal, Isabel no se recató en proclamar la alegría que da la fe. Lo pone de relieve diciendo: «¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1,45).
Es, pues, con actitud de fe que hemos de vivir la Navidad. Pero, a imitación de María e Isabel, con fe dinámica. En consecuencia, como Isabel, si es necesario, no nos hemos de contener al expresar el agradecimiento y el gozo de tener la fe. Y, como María, además la hemos de manifestar con obras. «Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40) para felicitarla y ayudarla, quedándose unos tres meses con ella (cf. Lc 1,56).
San Ambrosio nos recomienda que, en estas fiestas, «tengamos todos el alma de María para glorificar al Señor». Es seguro que no nos faltarán ocasiones para compartir alegrías y ayudar a los necesitados.
Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)


Santoral Católico:
San Juan Cancio
Sacerdote y Maestro


Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea. Este polaco de fama universal nació en la ciudad de Dant, Kety, Polonia, en el año 1397. Desde joven se distinguió por sus ayunos y penitencia para santificarse y hacer el bien a sus compañeros de clase. Estos, a veces, se reían de sus cosas extrañas.

Daba cuanto tenía en sus manos apenas veía aun pobre pedir limosna. Se sentía feliz porque era consciente de que lo que hacía con el menesteroso lo hacía con el propio Jesús.

Era muy inteligente. Cuando le llegó la hora de optar por una vocación u otra, él se decidió por el sacerdocio. Al poco tiempo le nombraron profesor de la universidad.

Los envidiosos lo vieron con malos ojos. Fueron a las autoridades respectivas para desprestigiarlo. Y éstas, aun sintiéndolo mucho, lo enviaron de párroco a un pueblo lejano. La envidia es mala consejera en todos los tiempos. Hay quien se dedica a pisar los pies al que triunfa en su cargo.

Juan, en lugar de amilanarse, dijo estas palabras: "La tristeza no es provechosa. Si algún bien les he hecho en estos años, canten un himno de acción de gracias a Dios, pero vivan siempre alegres y contentos, que así lo quiere Dios". Hace falta un espíritu interior muy fuerte y una unión muy grande con Dios para reaccionar de este modo.

Pasado algún tiempo, los envidiosos vieron que lo nombraron otra vez profesor de la Universidad de Cracovia para dar clases de Biblia.

Los ratos libres – como suele ocurrir en todas las biografías de los santos/as -, los dedicaba a la oración y a ayudar a los enfermos. Toda lo que ganaba, lo entregaba a la gente pobre. Ni más ni menos. La gente lo llamaba el "padre de los pobres".

Cuando llegó la hora de su muerte, se dedicó a la oración hasta que pasó a la eternidad tal día como hoy del 1473.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El tiempo litúrgico que estamos viviendo se nos da para que cobremos mayor conciencia de la presencia de Aquel que viene sin cesar, que está a la puerta y llama… ¡Qué maravilloso es Dios, este Dios cuya venida en Cristo pertenece simultáneamente a la historia de toda la humanidad y a la de cada hombre, de cada uno de nosotros!”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
María es el modelo


En la primera oración de la misa de este día pedimos que tengamos el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de Jesús. Y para poder celebrarlo dignamente en este último domingo antes de Navidad nos fijamos todos los años en la Santisima Virgen María. Ella fue la que mejor se preparó para el nacimiento de Jesús y la que nos puede ayudar, como madre nuestra espiritual, para que Jesús nazca en nuestro corazón.

Estamos en el ciclo C, en que consideramos la Visitación de María a su prima Isabel. En este último domingo antes de la Navidad, debemos hacer lo posible para imitar las grandes virtudes que María nos enseña en esta visita. No es que María vaya a “visitar” a su prima, sino que va a ayudarla. María se ha enterado por el ángel que su prima Isabel, bastante mayor, va a tener un niño y que está en el sexto mes, y María “corre” para atenderla. Aquí María es modelo de disponibilidad y diligencia para hacer una obra de caridad. Quizá nos tenemos que dar prisa para preparar nuestro corazón, si antes no lo hemos hecho. Hay personas que se apresuran a preparar la navidad en el sentido de preparar muchas luces y adornos y regalos; pero quizá no han pensado un sitio en su casa para poner una imagen del Niño Jesús y sobre todo, lo que es más importante, un sitio en su corazón, donde Cristo estará a gusto, si se han expulsado los orgullos y egoísmos, que a veces se muestran en los adornos materiales.

Hoy María, al llevar a Jesús en su seno, es portadora de alegría. Así lo expresa Isabel cuando María entra en su casa. Así lo hace notar el niño Juan que está en las entrañas de Isabel. Estos días de Navidad son días más propicios para manifestar la caridad, haciendo el bien a muchos necesitados. Un bien hecho con alegría. Y al hacer el bien con alegría, el Espíritu Santo está presente. Por eso Isabel se llena del Espíritu Santo ante la presencia de María con el Señor. Una consideración moderna podemos hacer contra aquellos que defienden el aborto en las primeras semanas de gestación como si lo que tiene la madre no fuese una persona. María no tendría ni una semana, y sin embargo aquella criatura santifica y derrama el Espíritu Santo.

Y María es portadora de fe. Isabel dice: “Dichosa tu que has creído”. María acepta de parte de Dios lo que el ángel le ha anunciado, aunque no comprenda cómo puede ser. A veces nos cuesta aceptar el plan que Dios tiene para nosotros, porque no nos entregamos. Jesús nos da el mayor ejemplo en su vida: Todo su empeño era hacer la voluntad de su Padre celestial. La 2ª lectura, que es de la carta a los hebreos, nos muestra a Jesús, al entrar en este mundo, diciendo a su Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. En estos días quizá damos regalos y nos olvidamos de dar algún regalo al Niño Jesús que nace. El mejor regalo es nuestro corazón, es toda nuestra persona.

Entregar nuestra persona a Dios significa mostrar nuestro amor a Dios. Pero para que sea verdadero, debe estar unido con el amor al necesitado. Si Jesús vive en nuestra alma, debemos ser portadores de la salvación, que es ser portadores de fe, de amor y de alegría para otros. A la Virgen María la llamamos “Arca de la nueva alianza”. Se dice que el rey David, mientras construía el templo, llevó el arca de la alianza a casa de Obededon. Estuvo tres meses; pero fue una fuente de bendiciones para aquella familia. María llevaba en sí, no sólo unos signos de alianza, sino al mismo Dios. Por eso aquellos tres meses, en que estuvo en casa de Zacarías e Isabel, tuvieron que ser un torrente de bendiciones celestiales para aquella familia: los padres y el niño Juan.

Quizá María es consciente de que aquel Hijo no la pertenece del todo, sino que es un don de Dios destinado para el bien de todos. Por eso el misterio de la Visitación es la realidad del compartir. No es la actitud de retener celosamente las gracias para uno mismo. Nosotros sabemos que recibimos a Jesucristo en la comunión. El nace de verdad en cada Eucaristía. Le adoremos de verdad; pero sintámonos con la misión de expresar esa alegría porque Cristo vive con nosotros y nos da la salvación.

P. Silverio Velasco (España)


San José y la Navidad


Señor Jesús:
José, ese hombre justo y noble, recto y digno, sensible y respetuoso, hombre de corazón grande, aceptó ser tu custodio, tu protector, tu guardián.

Cuidó de María, la protegió, la ayudó para que Tú pudieras nacer sin problemas, fue él quien proveía las cosas para que Tú crecieras en el vientre de tu Madre, fue él quien se preocupaba de ti y de María, tu Virgen-Madre.

Fue él quien con su trabajo de carpintero conseguía lo que necesitaba María para alimentarla, para que pudieras crecer sano y fuerte.

Fue José quien aceptó cambiar sus planes de vivir con tu Madre, y aceptó ser tu padre dándote el nombre, haciéndote su hijo y así descendiente de David.

Señor, viendo a José como supo hacer tu voluntad, te pedimos que nosotros, podamos tener las mismas actitudes y sentimientos de José.  Que vivamos como Tú nos pides. 

Ayuda Señor a los padres de familia a ser cada vez más cariñosos y cercanos a sus hijos, a ser mejores esposos, más atentos y cuidadosos con sus esposas, que sean no sólo los que traigan el pan a la casa sino que sean los hombres de Dios, fieles y serviciales, hombres que den su vida cuidando, protegiendo y ayudando a su familia como lo hizo José.

Que en esta Navidad la familia esté más unida, que se quieran más, como vivieron ustedes en Nazaret.

Señor bendice a cada familia por intercesión de José y María-Virgen.

Que así sea.


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Pensamientos sanadores


Llama a la puerta

Cuantas veces, quienes están a tu lado, en esos momentos en que sienten que una puerta se cierra para ellos, lo único que están necesitando de ti es una mano amiga que se apoye sobre sus hombros y que les manifieste la presencia de Dios a través de tu amor, tu oración y tu amistad.
Así como a la Sagrada Familia en Belén se les cerraba una puerta tras otra, hasta que, al final, fueron guiados hacia el lugar que Dios se había, desde siempre, preparado para nacer en ropaje humano, también a ti te ha sucedido o te sucederá que hay puertas que se te cierran, o las que llamas desde hace tiempo y no terminan de abrirse.
Si es así, no te desanimes, no te desalientes, no te des por vencido, sigue llamando, pero también oye al Señor que puede estar indicándote otra puerta a la cual llamar, un nuevo camino que seguir, una nueva montaña que subir. Si vas donde él te indica, ni tendrás que llamar, pues te llamarán a ti, y las puertas se abrirán solas a medida que vayas avanzando.

“Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor”. “Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella”. Salmo 117, 19-20.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Guatemala, agradecen  a Dios y las oraciones hechas en favor de Luis José M. D., quien ganó todas sus clases en la Universidad y leyó el Evangelio del primer domingo de Adviento.

Llega un agradecimiento a Dios Misericordioso porque el resultado de la biopsia de José Gregorio T. fue bastante favorable y no hay signos de malignidad; y por el Sacerdote José Luis González, que está recuperando poco a poco su salud. Ambos son de Maracay, Venezuela.

Desde Santa Fe, Argentina, nos llega el infinito agradecimiento a Dios y a todos los que rezaron por Jorge Alberto O., 65 años, con cáncer en próstata y que ya regresa a su casa con muy buen pronóstico, al igual que Carlos G., 84 años, quien estuvo muy grave en unidad coronaria. Damos gracias a Dios.


"Intimidad Divina"

Cuarto Domingo de Adviento

La liturgia del último domingo de Adviento asume el tono de una vigilia natalicia. Las profecías acerca del Mesías reciben una precisación de Miqueas que indica el lugar de su nacimiento en una pequeña aldea, patria de David, de cuya descendencia era esperado el Salvador: “Pero tú, Belén de Efratá, pequeño entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señorerá en Israel” (Mq 5, 1). En la frase que sigue “cuyos orígenes serán de antiguo, de días de muy remota antigüedad”, se puede ver una alusión al origen eterno y por lo tanto a la divinidad del Mesías. Tal es la interpretación de San Mateo que refiere esta profecía en su Evangelio como respuesta a los sumos sacerdotes acerca del lugar de nacimiento de Jesús (2, 4-6). Además, igual que Isaías (7, 14), el profeta Miqueas habla de la madre del Mesías… sin mencionar al padre, dejando entrever de esta manera, al menos indirectamente, su nacimiento milagroso. La figura de Jesús, nacido humilde y escondido en Belén y sin embargo Hijo de Dios, venido para redimir “el resto de Israel” y a traer la salvación y la paz a todos los hombres, se esboza y perfila claramente en la profecía de Miqueas.

A este cuadro sigue otro más interior presentado por San Pablo, que pone de relieve las disposiciones del Hijo de Dios en el momento de su encarnación. “Heme aquí que vengo… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (Hb 10, 7). Los antiguos sacrificios no fueron suficientes para expiar los pecados de los hombres ni para dar a Dios un culto digno de él. Entonces el Hijo se ofrece: toma el cuerpo que el Padre le ha preparado, nace y vive en ese cuerpo a través del tiempo como víctima ofrecida en un sacrificio ininterrumpido que se consumará en la cruz. Único sacrificio grato a Dios, capaz de redimir a los hombres y que venía a abolir todos los demás sacrificios. “He aquí que vengo”; la obediencia a la voluntad del Padre es el motivo profundo de toda la vida de Cristo, desde Belén al Gólgota y a la Resurrección. La Navidad está ya en la línea de la Pascua; una y otra no son más que dos momentos de un mismo holocausto ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de la humanidad.

También la vida de María es un continuo ofrecimiento a la voluntad del Padre, realizado en una obediencia guiada por la fe e inspirada por el amor. “Por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre” (LG 63); por su fe y obediencia, en seguida del anuncio del ángel, parte de prisa para ofrecer a su prima Isabel sus servicios de “esclava” no menos de los hombres que de Dios. Y este es el gran servicio de María a la humanidad: llevarle a Cristo como se lo llevó a Isabel. En efecto, por medio de su Madre-Virgen el Salvador visitó la casa de Zacarías y la llenó del Espíritu Santo, de tal manera que Isabel descubrió el misterio que se cumplía en María y Juan saltó de gozo en el seno de su madre. Todo esto sucedió porque la Virgen creyó en la palabra de Dios y creyendo se ofreció a su divino querer: “Dichosa la que ha creído” (Lc 1, 45). El ejemplo de María nos ensaña cómo una simple criatura puede asociarse al misterio de Cristo y llevar a Cristo al mundo mediante un “si” continuamente repetido en la fe y vivido en la obediencia amorosa a la voluntad de Dios.

¡Oh María!, tú no dudaste, sino que creíste, y por eso conseguiste el fruto de la fe. “Bienaventurada tú que has creído”. Pero también somos bienaventurados nosotros que hemos oído y creído, pues toda alma que cree, concibe y engendra la palabra de Dios y reconoce sus obras. Haz, ¡oh María!, que en cada uno de nosotros resida tu alama para glorificar al Señor; que en todos nosotros resida tu espíritu para exultar en Dios. Si corporalmente sólo tú eres la Madre de Cristo, por la fe Cristo es fruto de todos. ¡Oh María!, ayúdame a recibir en mi al Verbo de Dios. (San Ambrosio)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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