PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1821 ~ Martes
18 de Setiembre de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Mes de la Biblia
Alabado sea
Jesucristo…
El sufrimiento, en todas sus formas, nos desconcierta,
nos rebela. Nada más “natural”. Dios nos ha creado para la felicidad. Su plan
es que trabajemos para construir una civilización fraterna marchando juntos
hacia él, sonrientes y contentos. Pero mientras la historia no llegue a su
término, y el pecado –individual y social– siga “cercando” nuestra vida, será
imposible marchar hacia Dios sin afrontar dificultades, sacrificios y
sufrimientos.
¡Qué honestidad la de Jesús! Nada de falsas expectativas,
de fáciles ilusiones: él debía sufrir mucho; y para seguirlo hay que renunciar
a sí mismos y cargar la propia cruz. El ejemplo de Jesús nos llevará a una
mayor solidaridad y entrega a la voluntad del plan de Dios.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím,
e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la
puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre,
que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor,
tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el
féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo:
levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su
madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo
que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región
circunvecina.
(Lc 7,11-17)
Comentario
Hoy, dos comitivas se encuentran. Una comitiva que
acompaña a la muerte y otra que acompaña a la vida. Una pobre viuda, seguida
por sus familiares y amigos, llevaba a su hijo al cementerio y de pronto, ve la
multitud que iba con Jesús. Las dos comitivas se cruzan y se paran, y Jesús
dice a la madre que iba a enterrar a su hijo: «No llores» (Lc 7,13). Todos se
quedan mirando a Jesús, que no permanece indiferente al dolor y al sufrimiento
de aquella pobre madre, sino, por el contrario, se compadece y le devuelve la
vida a su hijo. Y es que encontrar a Jesús es hallar la vida, pues Jesús dijo
de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). San Braulio de
Zaragoza escribe: «La esperanza de la resurrección debe confortarnos, porque
volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí».
Con la lectura del fragmento del Evangelio que nos habla
de la resurrección del joven de Naím, podría remarcar la divinidad de Jesús e
insistir en ella, diciendo que solamente Dios puede volver un joven a la vida;
pero hoy preferiría poner de relieve su humanidad, para que no veamos a Jesús
como un ser lejano, como un personaje tan diferente de nosotros, o como alguien
tan excesivamente importante que no nos inspire la confianza que puede
inspirarnos un buen amigo.
Los cristianos hemos de saber imitar a Jesús. Debemos
pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. ¡Ojalá que todo aquél que
nos vea, pueda contemplar una imagen de Jesús en la tierra! Quienes veían a san
Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son
aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar
y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de
ellos en tu ambiente.
Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San José de Cupertino
Presbítero Franciscano
José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado
Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre
cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había
podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.
A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no
fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como
hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo
distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le
olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando
en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.
Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un
familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era bueno
para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la
miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver
regresar a semejante "inútil", y para deshacerse de él le rogó
insistentemente a un pariente que era franciscano, para que lo recibieran al
muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.
Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie
había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar
en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios
que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de
penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio
de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa
comunidad, fue admitido como religioso franciscano.
Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio,
pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era
capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la
única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era
aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo
pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir
el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que
explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía
perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre".
Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía
quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo
respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo
suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos
se encuentran tan formidablemente preparados?" y por ahí estaba haciendo
turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si
lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.
Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar
almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades
especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas
deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los
pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y
agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos
manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).
Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una
serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos
sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con
ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se
volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por
qué de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del
Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en
Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.
Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando
por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y
escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas
volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.
Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado
de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se
libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que
pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha
frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S.
Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus
compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso
sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo
lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó
hasta la cima del monte.
El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar
como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la
vida de José de Cupertino y declaró: "Todos estos hechos no se puede
explicar sin una intervención muy especial de Dios".
Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus
superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente
descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro
convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual
(como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua
meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban
problemas espirituales les daba siempre un remedio: "Rezar, no cansarse
nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que
pide, recibe".
Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Fuente: Catholic.net
Las frases de hoy
"Biblia, libro mío,
libro en cualquier tiempo y en cualquier hora,
bueno y amigo para el corazón,
fuerte, poderoso compañero.
Tu desnudez asusta a los hipócritas
y tu pureza es odiosa a los libertinos"
Gabriela Mistral
“Léala para ser sabio,
créala para ser salvo
y practíquela para ser santo”
Anónimo
Tema del día:
Guía para leer la Santa
Biblia Católica
Hoy día muchos católicos comienzan a leer la Biblia, pero
después de algunos capítulos la dejan de lado. No saben cómo o por dónde
empezar.
Seguramente nos ayudará esta Guía para la lectura de laSanta Biblia ya que de una manera muy sencilla y clara, podemos organizarnos
para leerla sistemáticamente, sin saltarnos de una parte a otra. Podremos leer
todos los días unos versículos, y al cabo de un año la habremos terminado.
Trata de organizar tu vida de tal manera que todos los
días encuentres un momento de 5 a 10 minutos para la Biblia. Busca un lugar
tranquilo.
No leas la Biblia como una lectura o sólo para saber más,
sino para saber lo que Dios quiere decirte. Pues la Biblia es la Palabra de
Dios, es la carta que Él envía a sus hijos.
En la Biblia no busques ciencia, sino sabiduría. La
Biblia no es un libro para guardar, sino para ser leído. Dice san Jerónimo: No
debes retirarte al descanso nocturno sin haber llenado tu corazón con una
pequeña parte de la Palabra de Dios.
¿Queremos escuchar a Dios? Abramos la Sagrada Escritura.
Ahí está todo lo que debemos hacer para llegar al cielo. Ahí está el camino
para la verdadera felicidad.
Ahí está la solución para todos nuestros problemas. Sólo
tenemos que abrirla, leer, meditar, interiorizarlo, vivirlo y transmitirlo.
Notas:
Para conocer más acerca de la Biblia, como su división,
libros, lenguas, puedes consultar la Sección de La Biblia y Tradición
Puedes consultar y leer aquí: LA BIBLIA online
Autor: José Miguel Petisco (traducción)
Fuente: Sagrada Biblia, Biblia de la Familia
Pensamientos sanadores
Pídele a Dios la sanación que necesitas
Si tú, o un ser querido, están pasando por un problema de
salud, no importa qué tan grave o sencilla pueda parecer esa enfermedad, no te
dejes vencer por la angustia. No te focalices en el pensamiento de si esa
enfermedad tiene curación o si es de difícil tratamiento según la ciencia.
Céntrate sólo en Dios, quien todo lo puede.
Recuerda que nada es imposible para Dios… él te está
pidiendo que tengas fe.
Por eso, en este momento sagrado de oración, abre tu
corazón a la curación y mantén el pensamiento puesto en Jesús, salud de los
enfermos. Asume la actitud de recibir su gracia, mientras esperas que la
sanación se lleve a cabo.
No abandones los tratamientos médicos que estás realizando,
pero tampoco dejes de dedicar, cada día, un tiempo para tomar, en oraciones, un
baño de luz que proceda del Corazón abierto de Nuestro Divino Sanador y
Salvador.
Jesús le preguntó:
“¿Quieres curarte? (…). Levántate, toma tu camilla y camina”. En seguida el
hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Juan 5, 6-9.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el matrimonio de María y Pablo, de
Córdoba, Argentina, para que puedan superar momentos difíciles que viven. Que
la Santísima Virgen, igual que lo hizo en Caná, pida a Jesús que intervenga
para que no se les acabe el vino del amor…
Pedimos oración por Mayra R. V., que vive en Ciudad de
Guatemala, y le tuvieron que amputar un pie por un accidente de tránsito. Por
su parte, su mamá, que se llama Martita, se ha caído y se ha producido una
fractura de columna vertebral. Además la familia pasa por problemas laborales y
económicos. Por todos estos motivos rezamos por todos ellos para que el Señor
Misericordioso atienda sus necesidades físicas, materiales y espirituales.
Pedimos oración por Fernando Alfredo, de Rosario,
Argentina, que padece una enfermedad neurológica cerebelosa degenerativa que se
la detectaron hace cinco años, estaba medianamente controlada, pero últimamente
se advierte un paulatino deterioro. Lo encomendamos a María, mediadora de todas
las gracias, para que interceda por él ante Jesús para que le conceda estar
mejor.
Pedimos oración por M. Carmen L. R., de Barcelona, España,
para poder superar una delicada operación de hígado, si es voluntad del Señor.
Seguimos teniendo en oración a nuestra amiga Gladys M.,
de Caracas, Venezuela, mujer de avanzada edad que ha sido sometida a una
operación en su columna lumbar, para que el Señor le conceda la gracia de una
pronta recuperación, sin dolores y con sus aptitudes físicas normales para
seguir brindando amor en su vida como lo ha venido haciendo hasta acá.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
"Intimidad Divina"
Perderse para salvarse
El Concilio recomienda a todos los fieles “aquellas
virtudes que se refieren a las relaciones sociales, esto es, la honradez, el
espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía, la fortaleza de ánimo, sin
las cuales no puede darse una auténtica vida cristiana” (AA 4) y ni siquiera
prudencia sobrenatural. El cristiano, por ejemplo, no puede nunca “hacer el mal
para que venza el bien” (Rm 3, 8), no puede usar medios ilícitos como la
mentira o la injusticia para lograr un fin en sí honesto. Por otra parte, la
prudencia sobrenatural difiere de cualquier forma de prudencia humana, por
buena que sea, y la supera grandemente, como el fin eterno a que mira supera
todo fin terreno. La prudencia cristiana no impide proveer a las necesidades
terrenas, pero con tal que se haga con desasimiento y con los ojos puestos en
Dios… El estilo de la prudencia sobrenatural es el indicado por Jesús: “Quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará” (Mt 16, 25).
El Reino de los Cielos es ese maravilloso “tesoro
escondido” (Mt 13, 44); no todos lo descubren, no todos conocen su valor, pero
el que lo conoce, el que ha encontrado a Dios en lo íntimo de su corazón, una
sola vez que haya sido, y ha intuido su bondad infinita, no vacila en renunciar
a todo, con tal de poseerlo. Comprendiendo esto, no parecen ya extrañas ni
excesivas ciertas exigencias del Evangelio que trastocan la lógica de la
prudencia humana. “Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas
en el primer puesto… Al contrario… vete a sentarte en el último puesto” (Lc 14,
8, 10). No es una treta diplomática para evitar la humillación de verse echando
atrás o para procurarse el honor de ser llamado adelante, sino la elección
voluntaria de lo que luce menos a los ojos del mundo pero vale más a los ojos
de Dios, que escruta los corazones y quiere encontrar en ellos humildad.
Y si es el cristiano quien ofrece el convite, el
Evangelio le dice: “no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez” (ib
12). No es condenar los deberes de la amistad, el parentesco o la gratitud,
sino una exhortación a la generosidad desinteresada: a hacer regalos y favores
a quien es tan indigente –material y espiritualmente– que no hay esperanza de
correspondencia y tal vez ni de gratitud. “Y serás dichoso, porque no te pueden
corresponder” (ib 14). Esto que para la prudencia humana es un perjuicio, para
la prudencia sobrenatural es una fortuna.
¡Oh Salvador mío!
Hazme negociador diligente y codicioso para que busque la perla de la divina
sabiduría con la diligencia que los hombres buscan el tesoro y allegan el
dinero, pues prometes que la hallaré si de esta manera la buscaré… ¡Oh caridad
preciosísima! ¡Oh unión de amor excelentísima! ¡Oh Dios amabilísimo, que te
llamas caridad y eres perla de infinito valor! ¡Uno en esencia, aunque trino en
personas, y tan amigo de unidad, que a todos los que se juntan y llegan a ti
los haces un espíritu contigo! Descúbreme esta perla una y preciosa, y
aficióname a ella, dámela en posesión; ve aquí, te ofrezco por ella cuanto
tengo, y si más tuviera más te diera, porque todo es poco para lo que ella
vale. Dámela, Señor de gracia, para que yo te sirva también de gracia, no por
interés, sino por puro amor. (L. de la Puente, Meditaciones).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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