sábado, 18 de febrero de 2012

Pequeñas Semillitas 1627

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1627 ~ Sábado 18 de Febrero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Los problemas sociales y políticos que perturban desde hace años a nuestro país no son de fácil solución, ni tampoco ha resultado sencillo analizar y diagnosticar de forma objetiva y transparente. La complejidad del problema, los enfoques y la obsesión por defender el propio punto de vista complican el avance. Los analistas, los académicos, los políticos y los líderes religiosos sustentan posturas divergentes. El diálogo escaso de los actores públicos, el desinterés y el miedo de buena parte de la sociedad obstaculizan una solución verdadera. De profetas y mentes clarividentes estamos huérfanos. De ciudadanos responsables y participativos también. Alguna transformación suficientemente impactante habrá de ocurrir para que suscite la conmoción ciudadana necesaria para desentrampar esta crisis social que nos agobia.
"La verdad católica"


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de "resucitar de entre los muertos".
Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él».
(Mc 9,2-13)

Comentario
Hoy, el Evangelio de la transfiguración nos presenta un enigma descifrado. El texto evangélico de san Marcos está plagado de secretos mesiánicos, de momentos puntuales en los cuales Jesús prohíbe que se dé a conocer lo que ha hecho. Hoy nos encontramos ante un “botón de muestra”. Así, Jesús «les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos» (Mc 9,9).
¿En qué consiste este secreto mesiánico? Se trata de levantar un poco el velo de aquello que se esconde debajo, pero que sólo será desvelado totalmente al final de los días de Jesús, a la luz de su Misterio Pascual. Hoy lo vemos claro en este Evangelio: la transfiguración es un momento, una catadura de gloria para descifrar a los discípulos el sentido de aquel momento íntimo.
Jesús había anunciado a sus discípulos la inminencia de su pasión, pero al verles tan turbados por tan trágico fin, les explica con hechos y palabras cómo será el final de sus días: unas jornadas de pasión, de muerte, pero que concluirán con la resurrección. He aquí el enigma descifrado. Santo Tomás de Aquino dice: «Con el fin de que una persona camine rectamente por un camino es necesario que conozca antes, de alguna manera, el lugar al cual se dirige».
También nuestra vida de cristianos tiene un fin desvelado por Nuestro Señor Jesucristo: gozar eternamente de Dios. Pero esta meta no estará exenta de momentos de sacrificio y de cruz. Con todo, hemos de recordar el mensaje vivo del Evangelio de hoy: en este callejón aparentemente sin salida, que es frecuentemente la vida, por nuestra fidelidad a Dios, viviendo inmersos en el espíritu de las Bienaventuranzas, se agrietará el final trágico, gozando de Dios eternamente.
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida, España)


Santoral Católico:
Santa Bernardita de Soubirous
Vidente de Lourdes


El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”.

A pesar de haber sido dócil instrumento para extender la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: “No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia”. Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.

Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia. Su entrada se demoró debido a su delicada salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.

Murió el 16 de Abril de 1879. Fue beatificada el año 1935 y el Papa Pío XI la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“María es tan bella
que quienes la ven
querrían morir
para volver a verla”

Santa Bernardita


Cuentos de Mamerto Menapace:
Los anteojos de Dios


El cuento trata de un difunto. Ánima bendita camino del cielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios para el juicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos, porque en la conciencia a más de llevar muchas cosas negras, tenía muy pocas positivas que hacer valer. Buscaba ansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones que había hecho en sus largos años de usurero. Había encontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso, bien poco más. Pertenecía a los ladrones de levita y galera, de quienes comentó un poeta: "No dijo malas palabras, ni realizó cosas buenas".

Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veía clarito. Pero ya era tarde. La cercanía del juicio de Tata Dios lo tenía a muy mal traer.

Se acercó despacito a la entrada principal, y se extraño mucho al ver que allí no había que hacer cola. O bien no había demasiados clientes o quizá los trámites se realizaban sin complicaciones.

Quedó realmente desconcertado cuando se percató no sólo de que no se hacía cola sino que las puertas estaban abiertas de par en par, y además no había nadie para vigilarlas. Golpeó las manos y gritó el Ave María Purísima. Pero nadie le respondió. Miró hacia adentro, y quedó maravillado de la cantidad de cosas lindas que se distinguían. Pero no vio a ninguno. Ni ángel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animó un poco más y la curiosidad lo llevó a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada. Se encontró perfectamente dentro del paraíso sin que nadie se lo impidiera.

-¡Caramba — se dijo — parece que aquí deber ser todos gente muy honrada! ¡Mirá que dejar todo abierto y sin guardia que vigile!

Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que veía se fue adentrando por los patios de la Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse allí una eternidad mirando, porque a cada momento uno descubría realidades asombrosas y bellas.

De patio en patio, de jardín en jardín y de sala en sala se fue internando en las mansiones celestiales, hasta que desembocó en lo que tendría que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de par en par. Titubeó un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Así que penetró en la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentación — santa tentación al fin — de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponérselos y caer en éxtasis. ¡Que maravilla! Se veía todo clarito y patente. Con esos anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razones de los economistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad. Todo estaba patente a los anteojos de dios, como afirma la Biblia.

Entonces se le ocurrió una idea. Trataría de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situación privilegiada. No le resulto difícil conseguirlo. Pero lo agarró en un mal momento. En ese preciso instante su colega esta estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria por sécula seculorum. (En el cielo todavía se entiende latín). Y al ver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subió al corazón un profundo deseo de justicia. Nunca le había pasado en la tierra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer justicia, que sin pensar en otra cosa, buscó a tientas debajo de la mesa del banquito de Tata Dios, y revoleándolo por sobre su cabeza lo lanzó a la tierra con una tremenda puntería. Con semejante teleobjetivo el tiro fue certero. El banquito le pegó un formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.

En ese momento se sintió en el cielo una gran algarabía. Era Tata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santas vírgenes, confesores y mártires, luego de un día de picnic realizado en los collados eternos. La alegría de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una batahola celestial.

Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se trató de esconder detrás del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderás que la cosa no le sirvió de nada. Porque a los ojos de Dios todo está patente. Así que fue no más entrar y llamarlo a su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simplemente le preguntó qué estaba haciendo.

La pobre alma trató de explicar balbuceando que había entrado a la gloria, porque estando la puerta abierta nadie la había respondido y él quería pedir permiso, pero no sabía a quién.

-No, no — le dijo Tata Dios — no te pregunto eso. Todo está muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito donde apoyo los pies.

Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo fue animado y le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y encima los anteojos, y que no había resistido la tentación de colocárselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedía perdón por el atrevimiento.

-No, no — volvió a decirle Tata Dios — Todo eso está muy bien. No hay nada que perdona. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?

Ahora sí el ánima bendita se encontró animada del todo. Le contó a Tata Dios en forma apasionada que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia y que le había subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada había manoteado el banquito y se lo había arrojado por el lomo.

-¡Ah, no! — volvió a decirle Tata Dios. Ahí te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te había puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazón. Imaginate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No m’hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Sólo tiene derecho a juzgar, el que tiene el poder de salvar.

-Volvete ahora a la tierra. Y en penitencia, durante cinco años rezá todo los días esta jaculatoria: "Jesús, manso y humilde de corazón dame un corazón semejante al tuyo".

Y el hombre se despertó todo transpirado, observando por la ventana entreabierta que el sol ya había salido y que afuera cantaban los pajaritos.

Hay historias que parecen sueños. Y sueños que podrían cambiar la historia.


Humor:
20 mentiras universales


1. Este año si o si, me pongo a estudiar.

2. Justo te iba a llamar ahora.

3. Perdimos por el árbitro.

4. Ayer estaba enfermo.

5. El día 1 dejo de fumar.

6. Veo si tengo correo y me desconecto.

7. Justo estaba pensando en vos.

8. Se cayó solo y se rompió.

9. Te queda muy bien!!!!

10. Te juro que no se lo voy a contar a nadie.

11. El lunes empiezo la dieta.

12. Sí, choqué, pero la culpa la tuvo el otro.

13. Borracho, borracho nunca estuve... solo un poco alegre.

14. Te estuve llamando, pero me daba ocupado.

15. Llámame en cinco minutos que estoy en una reunión.

16. No escuché cuando sonó el móvil, debe ser que  me quedé dormido.

17. Mañana te traigo tus CD's...

18. Dame tiempo... tengo que aclarar mis ideas.

19. Cuando me case nunca más voy a mirar a otra.

20. Mis ojos están rojos porque estoy resfriado.


Pensamientos sanadores


Hoy discierne cómo ayudar mejor a cada uno

El bien que hagamos a nuestro prójimo no debe ser a nuestro modo, sino al modo de Dios.
En ocasiones queremos ayudar a los demás con muy buena voluntad, pero sin buenos criterios y sin discernir el mejor modo de hacerlo, por lo cual, después de haber hecho con mucho sacrificio una buena obra, vemos que, al final, quedan pocos frutos y se producen escasos resultados positivos.
Debemos acostumbrarnos a preguntarle a Dios: ¿Qué harías Señor en mi lugar? ¿Cómo quieres que yo intervenga en esta situación?
Lo que es bueno para uno, tal vez no lo sea para el otro. Por eso el Espíritu Santo nos sugerirá cuál es el mayor bien que necesita cada persona.

No digas a tu prójimo: “Vuelve después, mañana te daré” si tienes cómo ayudarlo. Proverbios 3, 28


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio. Agregamos también un pedido especial por los niños todavía no nacidos y en peligro de ser abortados y para que el Señor guarde en su seno a los que desgraciadamente ya lo fueron.

Pido oración por mi hija Stefi, que este lunes viaja rumbo a Alemania donde seguirá los sueños de su vida. Que la Virgen de Lourdes la proteja y el Espíritu Santo ilumine sus caminos para que siempre sean los que conducen al Señor.

Pedimos oración para Carlos Horacio, que tiene 40 años, vive en Neuquén, Argentina, y ha tenido un accidente con lesión en la columna cervical y aplastamiento de la médula espinal, lo cual genera una situación muy grave y angustiante para él y su familia. Pedimos la intercesión del Beato Ceferino Namuncurá para que eleve a Dios el pedido por la completa curación de este hermano.

Sumamos a estos pedidos de oración, todos los que sean dejados por los lectores en nuestro muro de Facebook.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


"Pequeñas Semillitas" por e-mail


Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que solicitarlas a Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com o picaflor.cl@gmail.com 
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Felipe de Urca


"Intimidad Divina"

La feliz esperanza

Según el pensamiento paulino, el cristiano debe vivir “aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Señor Jesucristo” (Tt 2, 13). La fe viva de la Iglesia primitiva se traducía en un anhelo profundo de la vida eterna. Sin embargo, para que la “feliz esperanza” de la vuelta del Señor se realice, hay que pasar por la oscura realidad de la muerte. La muerte produce siempre un sentimiento de repulsa y horror… El hombre ha sido creado para la vida en el sentido más pleno: la vida eterna de Dios. “No fue Dios quien hizo la muerte –dice la Escritura–. Los impíos con obras y palabras llaman a la muerte” (Sb 1, 13-16). Sólo la fe, una fe viva en Cristo Salvador, puede aceptar la muerte con serenidad, como un paso que conduce al encuentro eterno con Dios.

En realidad, el Hijo de Dios lo mismo que ha redimido al hombre del pecado, le ha redimido también de la muerte; tomando sobre sí la muerte, ha vencido esa muerte, le ha arrancado su presa, y resucitando ha asociado al hombre a su vida eterna. El cristiano alcanza así en Cristo Salvador su destino de vida eterna. La muerte no es un término sin remedio, sino el comienzo de la vida verdadera “en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina” (GS 18). La fe y el amor son tan vivos en los santos que, cuando piensan en la muerte, quedan más afectados por el gozo del encuentro con Cristo que por el miedo a la disolución del cuerpo, hasta el punto de desear ésta para alcanzar aquél.

El mismo Jesús hablando de la muerte la comparó al encuentro con el esposo, “A media noche se oyó un grito: ‘Ya está aquí el novio. Salid a su encuentro’”. Pero mientras las vírgenes prudentes, que habían estado en vela, entraron en las bodas; las necias que se habían adormilado, quedaron excluidas. La parábola se cierra con este aviso: “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora” (Mt 25, 1-13). El cristiano debe estar siempre vigilante que el Señor lo llame, no lo tome la muerte de improviso, sino que lo halle preparado. La muerte aceptada con adhesión amorosa a la voluntad del Señor, es una verdadera muerte de amor, aunque carezca de arrebatos y esté acompañada de la repugnancia de la naturaleza.

Señor, te he amado con toda mi alma y toda mi vida. Seré feliz de verte y tú me darás el reposo; ya no viviré en este mundo; recibiré la vida que no conoce ni dolor, ni preocupación, ni angustia, ni perseguidor ni perseguido, ni oprimido ni opresor, ni tirano ni víctima… Las llagas de mis pies se curarán en ti, camino de todos los peregrinos; el cansancio de mis miembros hallará reposo en ti, oh Cristo, crisma de nuestra unción. En ti, cáliz de nuestra salvación, desaparecerá la tristeza de nuestro corazón; en ti, consuelo y alegría nuestra, serán enjugadas las lágrimas de mis ojos. (San Simeón de Seleucia, de Oraciones de los primeros cristianos)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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