jueves, 16 de febrero de 2012

Pequeñas Semillitas 1625

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1625 ~ Jueves 16 de Febrero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
¿Por qué a veces resulta difícil perdonar a alguien?  ¿Tan imperdonable era lo que nos ha hecho?  ¿O es porque me he aferrado a recuerdos negativos por pensar constantemente en ellos? Liberarse del pasado es el primer paso para un perdón completo. Puedo dejar pasar si me doy cuenta que las palabras y los actos de los demás son respuestas desde sus propias creencias y responsabilidades; no de las mías.
Crezco y me desarrollo a mi propio ritmo, en un mundo donde no hay dos personas que piensen o sientan exactamente lo mismo. Sabiéndolo, renuncio a pretender que todo (o algo en particular) funcione como yo creo que debería.  Como estoy creciendo y desarrollándome, confío en el trabajo del orden divino.
El amor de Dios me asegura que, a pesar de lo pasado, nada de cuanto yo haya hecho puede impedirme comenzar de nuevo. Cada día es un día nuevo, porque estoy creciendo y desarrollando mi ser.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».
Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
(Mc 8,27-33)

Comentario
Hoy seguimos escuchando la Palabra de Dios con la ayuda del Evangelio de san Marcos. Un Evangelio con una inquietud bien clara: descubrir quién es este Jesús de Nazaret. Marcos nos ha ido ofreciendo, con sus textos, la reacción de distintos personajes ante Jesús: los enfermos, los discípulos, los escribas y fariseos. Hoy nos lo pide directamente a nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29).
Ciertamente, quienes nos llamamos cristianos tenemos el deber fundamental de descubrir nuestra identidad para dar razón de nuestra fe, siendo unos buenos testigos con nuestra vida. Este deber nos urge para poder transmitir un mensaje claro y comprensible a nuestros hermanos y hermanas que pueden encontrar en Jesús una Palabra de Vida que dé sentido a todo lo que piensan, dicen y hacen. Pero este testimonio ha de comenzar siendo nosotros mismos conscientes de nuestro encuentro personal con Él. Juan Pablo II, en su Carta apostólica "Novo millennio ineunte", nos escribió: «Nuestro testimonio sería enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro».
San Marcos, con este texto, nos ofrece un buen camino de contemplación de Jesús. Primero, Jesús nos pregunta qué dice la gente que es Él; y podemos responder, como los discípulos: Juan Bautista, Elías, un personaje importante, bueno, atrayente. Una respuesta buena, sin duda, pero lejana todavía de la Verdad de Jesús. Él nos pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29). Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.
Hermanos y hermanas, experimentemos desde nuestra oración la presencia liberadora del amor de Dios presente en nuestra vida. Él continúa haciendo alianza con nosotros con signos claros de su presencia, como aquel arco puesto en las nubes prometido a Noé.
Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez (El Papiol, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Macario, monje


Macario significa: feliz, bienaventurado. Este santo nació en Egipto por el año 300. Pasó su niñez como pastor, y en las soledades del campo adquirió el gusto por la oración y por la meditación y el silencio.

Una mujer atrevida le inventó la calumnia de que el niño que iba a tener era hijo de Macario, el cual, según decía ella, la había obligado a pecar. La gente enardecida arrastró al pobre joven por las calles. Pero él le pidió al Señor en su oración que hiciera saber a todos la verdad, y sucedió que tal mujer empezó a sentir terribles dolores y no podía dar a luz, hasta que al fin contó a sus vecinos quién era el verdadero papá del niño. Entonces la gente se convenció de la inocencia de Macario y cambió su antiguo odio por una gran admiración a su humildad y a su paciencia.

Para huir de los peligros del mundo, Macario se fue a vivir en un desierto de Egipto, dedicándose a la oración, a la meditación y a la penitencia, y allí estuvo 60 años y fueron muchos los que se le fueron juntando para recibir de él la dirección espiritual y aprender los métodos para llegar a la santidad.

El obispo de Egipto ordenó de sacerdote a Macario para que pudiera celebrarles la misa a sus numerosos discípulos. Después fue necesario ordenar de sacerdotes a cuatro de sus alumnos para atender las cuatro iglesias que se fueron construyendo allí cerca donde él vivía, para los centenares de cristianos que se habían ido a seguir su ejemplo de oración, penitencia y meditación en el desierto.

Macario quería cumplir aquella exigencia de Jesús: "Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo", y se dedicó a mortificar sus pasiones y sus apetitos. Estaba convencido de que nadie será puro y casto si no les niega de vez en cuando a sus sentidos algo de lo que estos piden y desean. Deseaba dominar sus pasiones y dirigir rectamente sus sentidos. Sentía la necesidad de vencer sus malas inclinaciones, y notó que el mejor modo para obtener esto era la mortificación y la penitencia. Como su carne luchaba contra su espíritu, se propuso por medio del espíritu dominar las pasiones de la carne. A quienes le preguntaban por qué trataba tan duramente a su cuerpo, les respondía: "Ataco al que ataca mi alma". Y si a alguno le parecían demasiadas sus mortificaciones le decía: "Si supieras las recompensas que se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las mortificaciones que se hacen para conservar la virtud".

En aquellos desiertos, con 40 grados de temperatura y un viento espantosamente caliente y seco, no tomaba agua ni ninguna otra bebida durante el día. En un viaje al verlo torturado por la sed, un discípulo le llevó un vaso de agua, pero el santo le dijo: "Prefiero calmar la sed, descansando un poco debajo de una palmera", y no tomó nada. Y a uno de sus seguidores les dijo un día: "En estos últimos 20 años jamás he dado a mis sentidos todo lo que querían. Siempre los he privado de algo de lo que más deseaban".

Dominaba su lengua y no decía sino palabras absolutamente necesarias. A sus discípulos les recomendaba mucho que como penitencia guardaran el mayor silencio posible. Y les aconsejaba que en la oración no emplearan tantas palabras. Que le dijeran a Nuestro Señor: "Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que necesito". Y que repitiera aquella oración del salmo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme".

Admirable era el modo como moderaba su genio y su carácter, de manera que la gente quedaba muy edificada al verlo siempre alegre, de buen genio y que no se impacientara por más que lo ofendieran o lo humillaran.

A un joven que le pedía consejos de cómo librarse de la preocupación del qué dirán los demás, lo mandó a un cementerio a que les dijera un montón de frases duras a los muertos. Cuando volvió le preguntó Macario: ¿Qué te respondieron los muertos? No me respondieron nada, le dijo el joven. ¡Entonces ahora vas y les dices toda clase de elogios y alabanzas! El muchacho se fue e hizo lo que el santo le había mandado, y éste volvió a preguntarle: ¿Qué te respondieron los muertos? ¡Padre, nada me respondieron! "Pues mira", le dijo el hombre de Dios: "Tú tienes que ser como los muertos: ni entristecerte porque te critican y te insultan, ni enorgullecerte porque te alaban y te felicitan. Porque tú eres solamente lo que eres ante Dios, y nada más ni nada menos".

A uno que le preguntaba qué debía hacer para no dejarse derrotar por las tentaciones impuras le dijo: "Trabaje más, coma menos, y no les conceda a sus sentidos y a sus pasiones el gusto al placer inmediato. Quien no se mortifica en lo lícito, tampoco se mortificará en lo ilícito". El otro practicó estos consejos y conservó la castidad.

Macario le pidió a Dios que le dijera a qué grado de santidad había llegado ya, y Nuestro Señor le dijo que todavía no había llegado a ser como la de dos señoras casadas que vivían en la ciudad más cercana. El santo se fue a visitarlas y a preguntarles qué medios empleaban para santificarse, y ellas le dijeron que los métodos que empleaban eran los siguientes: dominar la lengua, no diciendo palabras inútiles o dañosas. Ser humildes, soportando con paciencia las humillaciones que recibían y la pobreza y los oficios sencillos que tenían que hacer. Ser siempre amables y muy pacientes, especialmente con sus maridos que eran de muy mal genio, y con los hijos rebeldes y los vecinos ásperos y poco caritativos. Y como medio muy especial le dijeron que se esmeraban por vivir todo el día en comunicación con Dios, ofreciéndole al Señor todo lo que hacían, sufrían y decían, todo para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. Pero allí el santo se dedicó a predicar y a enseñar la religión, y pronto los paganos que habitaban en aquellas tierras se convirtieron y se hicieron cristianos.

Cuando los herejes arrianos fueron vencidos, Macario pudo volver a su monasterio del desierto. Y sintiendo que ya iba a morir, pues tenía 90 años, llamó a los monjes para despedirse de ellos. Al ver que todos lloraban, les dijo: "Mis buenos hermanos: lloremos, lloremos mucho, pero lloremos por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Esas sí son lágrimas que aprovechan para la salvación".

Jesús dijo: "Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados (Mt. 5). Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados. Dichosos los que lloran por las ofensas que los pecadores le hacen a Dios. Lloremos arrepentidos en esta vida, para que no tengamos que ir a llorar a los tormentos eternos". Y murió luego muy santamente. Llevaba 60 años rezando, ayunando, haciendo penitencia, meditando y enseñando, en el desierto.

San Macario, santo penitente: consíguenos de Dios la gracia de hacer penitencia por nuestros pecados en esta vida, para no tener que ir a pagarlos en los castigos de la eternidad.

Fuente: EWTN


La frase de hoy

“No temas a la soledad,
témele a no saber qué hacer
cuando estés solo”

Mario Sarmiento Vargas


Tema del día:
El apostolado de la sonrisa


Basta levantar una leve sonrisa en tus labios, para levantar el corazón de los demás; para mantener el buen humor; para conservar la paz del alma; para ayudar a la salud; para embellecer tu cara; para despertar buenos sentimiento; para inspirar generosas obras.

Sonríe hasta que notes que tu constante seriedad y severidad se hayan desvanecido.  Sonríe hasta entibiar tu propio corazón con ese rayo de sol que es tu sonrisa.  Sonríe e irradia tu sonrisa a tu alrededor; esa sonrisa tienen muchos trabajos que hacer; ponla al servicio del apostolado, es decir, al servicio de Dios y de tu prójimo.

Sonríe, pues esa sonrisa tiene muchos trabajos que hacer; ponla al servicio de Dios.  Tú puedes ser un apóstol de Dios, un instrumento en las manos de Dios por medio de tu sonrisa.  Sonríe a los tristes, para que se alegren.  Sonríe a los tímidos, para que se animen.  Sonríe a los amigos, para que gocen.  Sonríe a los jóvenes, para que se entusiasmen.  Sonríe a los ancianos, para que conserven la esperanza.  Sonríe en tu familia, para crear un ambiente agradable.  Sonríe en tus penas, para disiparlas.

Sonríe en las pruebas, para hacerlas meritorias.  Sonríe en tus soledades, para que las acompañes.  Deja que todos se alegren con la simpatía y belleza de tu cara sonriente.

Cuenta, si puedes, el número de sonrisas que has distribuido entre los demás cada día, su número te indicará cuántas veces has transmitido alegría, satisfacción, ánimo o confianza en el corazón de los demás.

La influencia de tu sonrisa puede obrar maravillas que quizá tú mismo no puedes reconocer.

Tu sonrisa puede llevar esperanza y abrir horizontes a los agobiados, a los deprimidos, a los descorazonados, a los tentados y a los desesperados.  Tu sonrisa puede ser el primer paso que lleve a los demás a la fe y a los brazos de Dios.

Sonríe a Dios, mientras aceptas todo lo que Él te permite.  Sonría a los hombres en tu trato diario con ellos.

Sonríete a ti mismo en cada momento de tu vida.


Nuevos videos

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores


Hoy pide a Dios rectitud de intención en todo

La rectitud de intención en todo lo que hagas es muy importante porque, en ocasiones, podemos seguir la tendencia natural de hacer las cosas para ser queridos o esperando recibir a cambio alguna recompensa.
Esta tendencia puede surgir de la educación que recibimos de pequeños, en la cual nos programaron por medio de la premiación y del regalo. Un regalo, si nos portábamos bien, si sacábamos buenas notas en el colegio, etcétera. Ya de mayores, corremos el riesgo de actuar para ser vistos por los demás, porque nos gusta llamar la atención en medio de un grupo de amigos o incluso en la propia familia.
Es por esto que debemos ser sinceros con nosotros mismos y buscar la rectitud de intención en todo lo que hagamos, pues, de no ser así, ningún mérito obtendrá el bien que lleguemos a hacer.
Que la rectitud de intención esté al comienzo, durante, y al final de una buena obra, y de ese modo tendrás la seguridad de que recibirás una gran recompensa en el cielo.

El hombre de bien obtiene el favor del Señor, pero el Señor condena al malicioso. Proverbios 12, 2


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio. Agregamos también un pedido especial por los niños todavía no nacidos y en peligro de ser abortados y para que el Señor guarde en su seno a los que desgraciadamente ya lo fueron.

Pedimos oración por los centenares de víctimas del incendio en una cárcel de Honduras ocurrido hace un par de días. Que el Señor los reciba en su seno y la  Santísima Virgen consuele a sus familiares.

Pedimos oración por al Señor de los Milagros, con la intercesión de Nuestra Señora de la Esperanza por Trini (María Trinidad), que vive en Bogotá, Colombia, y es la esposa de un muy apreciado amigo de esta página. Ella ha tenido un episodio de alta tensión que le produjo enrojecimiento en el ojo derecho por lo que ahora está bajo atención médica con estudios y tratamientos. Nos unimos en la oración por la salud de esta querida hermana.

Sumamos a estos pedidos de oración, todos los que sean dejados por los lectores en nuestro muro de Facebook.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


"Intimidad Divina"

La penitencia como virtud

“Penitencia” es el sacramento que perdona los pecados, es el arrepentimiento y la conversión interior de donde brota el cambio de la vida, y es también la virtud que mueve al hombre a reparar las culpas propias con obras especiales de expiación. La gracia del perdón ha de ser correspondida con el empeño de huir de los pecados y de expiarlos. Esta penitencia en sentido pleno es la que Jesús ha predicado y de la que nos ha dedo ejemplo Él mismo: “Cristo, en efecto, es el modelo supremo de los penitentes; ha querido sufrir la pena por los pecados, no suyos sino ajenos” (Pablo VI). La pasión y muerte de Cristo atestiguan hasta la saciedad que la penitencia no puede ser sólo espiritual, sino que ha de ser también corporal y física, debe abarcar a todo el hombre.

Como el que peca es todo el hombre, todo el hombre tiene que hacer penitencia. Tanto más que por el desorden producido por el pecado original, la carne tiende siempre a rebelarse contra el espíritu y a impedirle que haga el bien. San Pablo confiesa: “veo una ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón” (Rm 7, 23). Para restablecer el orden y someter la carne al espíritu, es preciso mortificarla (…) lo cual mira a la liberación del hombre, que frecuentemente por culpa de la concupiscencia, se encuentra como encadenado por la parte sensitiva de su propio ser. La penitencia libra al hombre del peso del pecado para que pueda correr expeditamente en el servicio de Dios.

La Iglesia “invita a todos los cristianos indistintamente a responder al precepto divino de la penitencia con algún acto voluntario, fuera de las renuncias impuestas por el peso de la vida cotidiana”. Estos actos voluntarios demuestran la buena voluntad del creyente, su deseo sincero de conversión y la conciencia de su deber de resarcir las ofensas hechas a Dios. La penitencia viene a ser así una excelente obra apostólica que tiene un valor insustituible, porque ciertas victorias no se obtienen sin pagar en persona. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn 12, 24).

Señor, si hubieses querido sacrificio, ciertamente te lo hubiese dado. Pero no te deleita el sacrificio. Entonces ¿No te ofreceremos nada? ¿Nos acercaremos a ti con las manos vacías? ¿Cómo te aplacaremos? Ofreceré; sin duda en mí tengo lo que he de ofrecerte. No compraré incienso fuera de mí… no buscaré fuera el animal que he de matar; dentro de mí tengo lo que he de inmolar. Oh Dios, el sacrificio para ti es el espíritu atribulado; tú no desprecias el corazón contrito y humillado… Sé que eres excelso; si me ensalzo, te alejas de mí… y si me humillo, te acercas a mí.   Que tu fuego divino me consuma por completo, oh Señor, y se apodere en absoluto de mí… No sólo sea consumida mi alma por aquel divino fuego de tu sabiduría, sino también mi cuerpo para que merezca la inmortalidad. (San Agustín)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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