lunes, 30 de enero de 2012

Pequeñas Semillitas 1608

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1608 ~ Lunes 30 de Enero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
En el Evangelio de ayer domingo, hemos leído y meditado el pasaje en el que Jesús expulsó el demonio de un pobre poseso.
En el tiempo de Jesús, los desequilibrios psicológicos, las grandes tensiones, las patologías inexplicables... eran interpretadas como posesiones de ciertos espíritus y motivo de marginación y de exclusión. El primer gesto de Jesús es liberar y sanar a las personas de todo lo que las esclaviza y oprime. La palabra, el poder y la cercanía de Jesús nos sana, nos alivia nos humaniza y nos libera. Jesús nos hace respirar y vivir libertad plena.
Habla con autoridad, arriesgando, innovando. Habla con sencillez, con cercanía, de modo que todos le entienden y a todos asombra, convence e ilusiona.
Lo que sale del corazón llega a los corazones. Su autoridad es el don de sí mismo y el servicio a los demás. Ejerce su autoridad realizando el oficio de siervo, lavando los pies.
Tenemos clara su invitación: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Haced vosotros lo mismo”.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes». Es que Él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos». Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti». Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
(Mc 5,1-20)

Comentario
Hoy encontramos un fragmento del Evangelio que puede provocar la sonrisa a más de uno. Imaginarse unos dos mil puercos precipitándose monte abajo, no deja de ser una imagen un poco cómica. Pero la verdad es que a aquellos porqueros no les hizo ninguna gracia, se enfadaron mucho y le pidieron a Jesús que se marchara de su territorio.
La actitud de los porqueros, aunque humanamente podría parecer lógica, no deja de ser francamente recriminable: preferirían haber salvado sus cerdos antes que la curación del endemoniado. Es decir, antes los bienes materiales, que nos proporcionan dinero y bienestar, que la vida en dignidad de un hombre que no es de los “nuestros”. Porque el que estaba poseído por un espíritu maligno sólo era una persona que «siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras» (Mc 5,5).
Nosotros tenemos muchas veces este peligro de aferrarnos a aquello que es nuestro, y desesperarnos cuando perdemos aquello que sólo es material. Así, por ejemplo, el campesino se desespera cuando pierde una cosecha incluso cuando la tiene asegurada, o el jugador de bolsa hace lo mismo cuando sus acciones pierden parte de su valor. En cambio, muy pocos se desesperan viendo el hambre o la precariedad de tantos seres humanos, algunos de los cuales viven a nuestro lado.
Jesús siempre puso por delante a las personas, incluso antes que las leyes y los poderosos de su tiempo. Pero nosotros, demasiadas veces, pensamos sólo en nosotros mismos y en aquello que creemos que nos procura felicidad, aunque el egoísmo nunca trae felicidad. Como diría el obispo brasileño Helder Cámara: «El egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para los que le rodean».
Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Beato Columba Marmion
Abad Benedictino


Nació en Dublín (Irlanda), el 1 de abril de 1858, de padre irlandés y la madre francesa. Tres de sus hermanas se consagraron a Dios en una Congregación religiosa llamada "Hermanas de la Misericordia".

Ingresó en el Seminario Diocesano de Dublín a los 16 años, y terminó sus estudios de teología en el colegio "de Propaganda Fide", en Roma; fue ordenado sacerdote sacerdote el 16 de junio de 1881.

Soñaba ser monje misionero en Australia, pero se dejó cautivar por la atmósfera litúrgica de la nueva Abadía de Maredsous, que se había fundado en Bélgica en 1872, donde fue a visitar a un compañero de estudios antes de volver a Irlanda. Quiso entrar en ese monasterio, pero su Obispo le pidió que esperara un tiempo.

En su ministerio sacerdotal, de 1881 a 1886, conservó el celo pastoral de misionero desempeñando varias funciones: vicario en Dundrum, maestro en el Seminario Mayor de Clonliffe, capellán de un convento de monjas redentoristas y en una cárcel femenina. Pero su gran deseo era hacerse monje benedictino, recibiendo la autorización en 1896 para ingresar a la Abadía de Maredsous en la diócesis de Namur (Bélgica). Su noviciado entre monjes más jóvenes era difícil, porque debía cambiar sus costumbres, cultura e idioma; sin embargo, hizo un esfuerzo en la adopción de la disciplina monacal y así poder emitir los votos solemnes el 10 de febrero de 1891.

A partir de ese momento, vivió intensamente el espíritu monástico benedictino e influyó espiritualmente en sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos guiándolos a una existencia realmente cristiana a través de sus escritos ("Cristo, vida del alma", "Cristo en sus misterios" y "Cristo, ideal del monje"), de los retiros y de la dirección espiritual. Ejerció cargos importantes, como el Director espiritual, Maestro y Prior de la Abadía de Mont-César, en Lovaina, y 3° Abad de Maredsous.

Cuando murió, al 30 de enero de 1923, víctima de una epidemia de la influenza, muchos de sus contemporáneos lo consideraron un santo y maestro de vida espiritual.

Fuente: Catholic.net


Frases de Columba Marmión

“La fe es la lámpara luminosa
que luce en las tinieblas para servirnos de guía”

“Dios basa su gloria en manifestar su misericordia;
nuestras debilidades, nuestras mismas faltas,
si nos arrepentimos de ellas,
le dan ocasión de ejercer esta perfección divina,
incluso corrigiéndonos.”


Tema del día:
Alguien llama a la vida de una madre joven


Es verdad: este embarazo no estaba previsto, no llega en el mejor momento. No ha sido fácil aceptar que después del retraso de la regla algo podría haber cambiado, que había empezado una nueva existencia humana.

Lo que parecía fácil y sencillo se convierte algo en algo demasiado difícil. La “solución”, según muchos, es no mirar de frente al embrión que da sus primeros pasos en la vida, negarle cualquier dignidad, cualquier valor. O considerarlo como a un enemigo, un obstáculo demasiado serio para realizar los planes personales, el proyecto de vida que la joven madre albergaba en su corazón hasta este momento.

La cabeza da vueltas y vueltas. El aborto parece un arreglo fácil. Seguir adelante el embarazo, dejar que nazca un hijo, precisamente ahora...

Por un momento, en medio de la confusión y las dudas, ella empieza a hablar con ese hijo pequeño:

“Tendrían que cambiar muchas cosas en mi vida para dejarte un lugar, para acogerte, para permitirte vivir. Los estudios, las relaciones (últimamente más tensas) con papá y mamá. Lo que pensará él, el padre, que decía amarme tanto y que ahora tiene miedo de cruzarse ante mí. Tendría que plantear toda mi vida, rehacer los planes, arriesgar mucho, quizá incluso perder oportunidades de trabajo o de carrera que nunca antes se me habían presentado. Incluso a veces pienso que, para ti, sería mejor no dejarte nacer, cortarte un futuro incierto, hacerte desaparecer en el vacío. Así todo sería más fácil para los dos, y quizá mañana, en una situación mejor, podría volver a abrir las puertas a un hijo que ahora no puedo recibir en mis entrañas ni en mi vida...”

El que llega, el embrión, el hijo, sigue allí, en lo oscuro de su primer hogar terreno. Su única señal, hasta ahora, ha sido ese retraso de la regla y las primeras pruebas de embarazo. No puede expresar nada con palabras (es tan pequeño que no tiene todavía ninguna posibilidad de hablar). Con su sola presencia, con su crecimiento continuo, decidido, entusiasta, pide mil cariños y espera una ayuda, una oportunidad para seguir adelante, para que le dejen ver el mar, los bosques, los jilgueros y los ojos tiernos, temerosos, de su joven madre.

Todo depende de ella. Sus padres podrían ayudarla si hubiese más confianza en familia, si fuesen capaces de pensar menos en “honor” y en egoísmos, en planes fríos y “realistas”. Si al menos una luz de arriba les enseñase a ver lo que significa el que un nieto les pida dar apoyo a la hija que empieza a ser madre...

También los médicos, llamados por vocación a cuidar y salvar miles de vidas humanas, podrían dar una mano si no se les hiciese fácil recurrir al aborto en un mundo donde una nueva vida puede ser vista más como amenaza que como esperanza.

Ella se siente sola. Pero allá dentro, en su corazón, algo le dice que puede dar el paso hacia la vida, que puede decir sí a quien le pide amor y ayuda. Descubrirá, entonces, que también Dios la quiere (los quiere, a ella y a su hijo) y le ofrece una energía especial para que pueda vivir su condición de madre como un don, como una gracia. “Lo que hagáis con el más pequeño de entre los hombres, a mí me lo hicisteis”...

P. Fernando Pascual
Fluvium


Pensamientos sanadores


Hoy pídele a Dios ser sanado de todo complejo y trauma.

Las  heridas de rechazo y abandono pudieron haberte marcado íntimamente con traumas y complejos que te hacen sentir diferente, de modo negativo.
Por ejemplo, si el Señor nos sana el complejo de inferioridad que aun hay en ti y si no te libera de tus inseguridades, nada de lo que hagas, nada de lo que alcances, te será suficiente.
Es que cuando fuimos niños, éramos como un papel en blanco, en el cual iba quedando impreso, de manera indeleble, todo lo que decían de nosotros, el amor que recibimos y también el que nos negaron.
Por eso es necesario entregar los recuerdos de aquellas situaciones que pudieron producir en nosotros heridas y confusión.

Ten piedad de mí porque me faltan las fuerzas, sáname porque mis huesos se estremecen. Mi alma está atormentada, y Tú Señor ¿hasta cuándo…? Vuélvete Señor, rescata mi vida, sálvame por tu misericordia. Salmo 6, 3-5


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio. Agregamos también un pedido especial por los niños todavía no nacidos y en peligro de ser abortados y para que el Señor guarde en su seno a los que desgraciadamente ya lo fueron.

Pedimos oración por Ana Ruth, que vive en El Salvador, bajo tratamiento de quimioterapia y luchando por vivir con sus 55 años y sus dos hijos que ama y la aman. Pedimos la intercesión de la Santísima Virgen de Lourdes para que esta querida hija suya sea tocada por Jesús y recupere su salud.

Elevamos una oración por el eterno descanso de Benjamín, un chiquito de menos de tres años, de San Luis, Argentina, que ha sido llamado para jugar en los jardines de Jesús. Que María Madre acompañe y fortalezca a sus familiares.

Pedimos oración por las víctimas de un accidente carretero cerca de Bolívar, Argentina, en el que murieron dos ciclistas que estaban entrenando y un tercero ha quedado grave. Que el Señor, con su infinita misericordia, reciba las almas de los que partieron a Su encuentro y atienda las heridas del sobreviviente.

Pedimos oración por María Ignacia, de Asturias, España, que está con problemas en la vista (retinopatía y maculopatía) y la encomendamos a Santa Lucía, patona de los ojos y de la visión, para que interceda por ella para su curación o al menos para que el daño ocular se detenga y no avance.

Sumamos a estos pedidos de oración, todos los que sean dejados por los lectores en nuestro muro de Facebook.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


"Intimidad Divina"


Jesús y los hombres

Aunque Jesús vive interiormente en comunicación continua con la Santísima Trinidad, no es de manera alguna extraño a las cosas de la tierra ni ajeno a las necesidades de los hombres. Antes bien, ha venido precisamente por ellos, para salvarlos y conducirlos al Padre. Jesús ha expresado del modo más conmovedor su tierna solicitud para con los hombres comparándose al buen pastor: “Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí como me conoce el Padre y yo a Él; y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10, 14-15). Jesús ve y ama a los hombres únicamente en el Padre y en relación a Él. Justamente porque ama al Padre, ama Cristo a los hombres y va al encuentro de la muerte en cruz por su salvación.

El deseo de unión íntima con Dios, el amor y la contemplación de Dios, no deben hacernos ajenos a los hermanos, no deben impedirnos ser sensibles a sus necesidades y sufrimientos y darnos a ellos con verdadera caridad sobrenatural. No hay género de vida, por contemplativa que sea, que excluya el deber y la necesidad de ocuparse del prójimo. A este respecto afirma el Concilio que cuantos se consagran a Dios no se hacen “extraños a los hombres o inútiles para la sociedad terrena” (LG 46)

Jesús, siendo Dios, no se mantuvo alejado de los hombres sino que se les acercó hasta experimentar en sí mismo sus debilidades y aun la misma tentación “excepción hecha del pecado” (Heb 4, 15). Quiso compartir con ellos su vida de calamidades, de fatigas, de pobreza y de dolor. Así el cristiano para realizar una caridad fraterna efectiva, se esfuerza en hacer suyos los sufrimientos, las dificultades, las necesidades materiales y espirituales del prójimo en el intento de compadecerlas, socorrerlas y aliviarlas.

¡Oh Jesús mío! Cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos por su amor y ganancia, y entonces sois poseído más enteramente. Porque aunque no se satisface tanto en gozar la voluntad, el alma se goza de que os contenta a Vos y ve que los gozos de la tierra son inciertos, aunque parezcan dados de Vos, mientras vivimos en esta mortalidad, si no van acompañados con el amor del prójimo. Quien no le amare, no os ama, Señor mío, pues con tanta sangre vemos mostrado el amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán. (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones, 2, 2)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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