lunes, 17 de noviembre de 2008

Pequeñas Semillitas 0557

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0557 ~ Lunes 17 de Noviembre de 2008
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)



Hola !!!
Hay individuos que malgastan la vida comparándola con la de otros. Pierden el tiempo calculando quién tiene más dinero que ellos, quién sabe más, quién puede más, quién tiene mayores influencias sociales.
Otros pierden el tiempo y desaprovechan su energía compitiendo con los demás en discusiones inútiles sobre quién vale más, socialmente.
Tú tienes derecho a ser feliz. Pero esto no se consigue con discusiones ni competencias, sino simplificando la vida y comprometiéndola en hacerla útil a la comunidad.
Tengamos presente estas simples reflexiones en el comienzo de esta nueva semana...



La Palabra de Dios : Evangelio del día



En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.
(Lucas 18, 35-43)

Comentario
Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 19,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!
Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)



Santoral Católico



Santa Isabel de Hungría


A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el 17 de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.

Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenía 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.

Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.

A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.



Pensamiento



"Todo trabajo que enaltece la humanidad tiene dignidad e importancia y debe emprenderse con excelencia esmerada"
Martin Luther King



Tema del día : Amar no tiene límites



En nuestra vida siempre estamos acompañados de nuestros sentimientos, los cuales hemos de saber encauzar para obrar prudentemente. Hay un relato simpático sobre esto.

Sucede que la Locura invitó a sus amigos para tomar un café en su casa. Todos aceptaron gustosos menos el Resentimiento que se quedó con el Odio y la Antipatía que no podían ver a los demás. Una vez en su casa, después de tomar el café, la Locura les propuso:

“¿Quieren que jugamos a las escondidas?”. Inmediatamente el Entusiasmo aceptó aunque no sabía de qué se trataba.

- “¿Qué es eso?” preguntó la Curiosidad. “También se llaman escondidiñas y es un juego en el que yo cuento hasta cien y luego los voy a buscar. El primero en ser encontrado será el próximo a contar”.

Todos aceptaron contentos, menos el Miedo y el Prejuicio que no se atrevieron a jugar. La Locura comenzó a contar: “1,2,3...”.

La Prisa fue la primera en esconderse en cualquier lugar. La Timidez, tímida como siempre, se escondió apenas tras un árbol. La Indecisión no se decidía por ningún lugar. La Alegría corrió contenta al medio del jardín; y el Desconsuelo comenzó a llorar, pues no hallaba un lugar apropiado para esconderse. La Envidia siguió al Triunfo y se escondió cerca de él, debajo de una piedra. La Locura seguía contando: “74, 74, 76…” y sus amigos se iban escondiendo. La Indecisión seguía sin decidirse. La Desesperanza quedó desesperada al ver a la Locura que ya estaba por terminar; “...noventa y nueve, cien”, gritó al fin la Locura: “Voy a comenzar a buscarlos”.

La primera en aparecer fue la Curiosidad ya que no aguantaba más, queriendo saber quien sería el próximo en contar.

Al mirar para un lado, la Locura vio a la Duda encima del muro, sin saber en cual de los lados se escondería mejor. Y así fueron apareciendo, la Alegría, la Envidia, la Timidez...

Cuando estaban todos reunidos, la Curiosidad preguntó:
-¿Dónde está el Amor?

Nadie sabía. La Locura comenzó a buscar. Buscó en la cima de la montaña, en los ríos y nada. El amor no estaba. Buscando por todos lados, la Locura vio un rosal y comenzó a buscar entre los tallos, y de repente oyó un grito. Era el Amor, gritando por haberse aguijoneado los ojos con las espinas del rosal.

La Locura no sabía qué hacer y gritaba, se puso como loca. Pidió disculpas, imploró por el perdón del Amor y hasta prometió servirlo para siempre.

El Amor aceptó amorosamente las disculpas y perdonó de todo corazón. El juego acabó y todos se fueron, pero el Amor no podía ver y se quedó con la Locura que decidió acompañarlo siempre. Por eso desde entonces y hasta hoy... : "El amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña".

Si bien es cierto que para amar algo es necesario conocerlo, también podemos experimentar que el amor va más allá de lo que podemos llamar “razonable”. Por eso se le califica de locura: rebasa todos límites y es capaz de “locuras”.

Dios mismo, que es Amor, nos muestra hasta donde llegó su Amor: el Hijo de Dios se encarnó y murió por nosotros para que fuéramos perdonados.

Por ello San Josemaría solía utilizar el término de “locura” para invitarnos a amar así al Señor y a la Virgen: “Te daré un consejo, que no me cansaré de repetir a las almas: que ames con locura a la Madre de Dios, que es Madre nuestra” (Forja 77).

Pbro. José Martínez Colín
padrejosearticulos@gmail.com




Meditación breve



Adorar a Dios en espíritu y en verdad significa ofrecerle la adoración que le debemos. Dios es Espíritu, por lo tanto, debemos adorarle en Espíritu y en verdad, es decir, debemos ofrecerle un culto verdadero y espiritual con toda la profundidad de nuestro ser.
Solamente Dios puede ver esta adoración, que ofrecida incesantemente llegará a ser completamente natural. Será como si Él estuviera unido a nuestra alma como si nuestra alma fuera una con Él; la práctica puede aclarar este concepto.
Adorar a Dios en verdad es reconocer que Él es, lo que es, y que nosotros somos lo que en realidad somos. Adorarle en verdad es reconocer con cordial sinceridad lo que Dios en verdad es: infinitamente perfecto, digno de infinita adoración, infinitamente apartado del pecado y así sucesivamente con cada uno de sus atributos divinos. El hombre que no emplea todos sus poderes para tributarle toda la adoración que ese gran Dios merece, está usando muy poco su razón.
Adorar a Dios en verdad es confesar que vivimos completamente contrario a su voluntad, y contrario a nuestro conocimiento de que Él estaba dispuesto a hacernos conforme a su imagen.
¡Oh, que nadie sea culpable de la locura de negar por un momento la reverencia y el amor, el servicio y la continua adoración que le debemos!
"Máximas Espirituales"



Pedidos de oración




Pedimos oración por Marcelo Javier Rosset, que vive en Argentina, tiene 46 años y sufre de un tumor maligno en el cerebro que no es posible operar. Que el buen Jesús le otorgue a este hermano la posibilidad de la sanación.



Pedimos oración por el Presbítero Juan Pinar, de la ciudad de San Lorenzo, Argentina, el cual se encuentra muy enfermo y ahora tiene un nuevo problema en el único ojo con el que tiene visión. Que María, nuestra Santa Madre lo acompañe en estas horas.



Pedimos oración por la señora Leticia Castellanos de Arias, de Guadalajara, Jalisco, México, que se encuentra afectada de diversas enfermedades, entre ellas osteoporosis y arterioesclerosis. Que el Señor la acompañe en estos difíciles momentos de su vida.


Pedimos oración por la señora Lucrecia Colmenares, de Maracaibo, Venezuela, confinada a una cama, con dolores fuertes ocasionados por una una parte de una prótesis en fémur que sobresale del hueso y que no es posible retirar quirúrgicamente por su condición general de salud. Pidamos para ella fortaleza y paciencia en este sufrimiento y también para la familia que la cuida.



Pedimos oración por Graciela Nievas, de Córdoba, Argentina, que ha sido operada de un tumor cerebral y está quedando ciega. Que el Señor Misericordioso le otorgue la gracia de la sanación física y espiritual.



Rosi, de Misiones, Argentina, agradece oraciones elevadas por su nieto Ignacio, de dos añitos, el cual bajo la protección del Divino Niño Jesús, y luego de ocho días angustiantes, se encuentra en franca recuperación y todo hace pensar que sin secuelas.


Cornelio Antonio Salazar Reyes, de Caracas, Venezuela, agradece las oraciones por su mamá de 81 años que fue dada de alta muy recuperada en su salud.



Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.



Los cinco minutos de María - por Alfonso Milagro




Pasaste por el mundo en medio de tinieblas,
sufriendo cada paso la noche de la fe;
sintiendo cada día la noche del silencio,
a oscuras padeciste el riesgo de creer.

Guardaste bajo llave las dudas y batallas,
formándose el misterio al pie del corazón;
debajo de tu pecho de amor inagotable,
la historia se escribía de nuestra redención.


Nuestra Señora, Madre de los creyentes, enséñanos tu confianza, enséñanos a crecer en la fe.


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-

pequesemillitas@gmail.com

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